La mañana llegó. Pero su mente aún no salía del trance en el que se quedó la noche anterior.

–Jane, está embarazada.

Las palabras resonaron por milésima vez en su mente.

¿Por qué ella?

No, no es que le gustará Thor. Sólo que, de todas las mujeres ¿Por qué ella?

¿Por qué él estaba tan feliz?

¿Por qué se sentía tan mal?

–Hermano, hey, hermano.–Thor lo sacudió suavemente al ver que no le prestaba atención. Lo peor era tener a ese idiota inconsciente tan cerca.

–Lo siento, ¿Qué decías?– Respondió vagamente haciendo que Thor se enfadé.

–Te digo que vengas esta noche a la fiesta de celebración por el bebé.–Al decirlo todo rastro de irritación desapareció de su cara.

–No.

–¿Eeeh? ¡Hermano, tienes que venir! No será lo mismo si ti. Por favor...

–No... no me refería a eso. Solo hablaba conmigo mismo.– Murmuró con la mirada perdida, luego sonrió.–Por supuesto que iré.

–¡Bien! Está bien, vaya, estoy emocionado, hermano.

–Es lógico que lo estés.

–Bien, creo que es hora de que vuelva a casa. Jane debe estar muy ajetreada con todo esto, debo ayudar.–Comentó sonriente.

–¿Necesitas ayuda?–No es como si le fuera a ofrecer la suya. Thor negó con la cabeza.

–Creo que estamos bien así. Pero gracias.

–Está bien.

Loki se levantó de su asiento dejando algunos billetes sobre la mesa, ante la mirada inquieta de Thor.

–Nos vemos más tarde, Thor.

–Pero ni siquiera nos trajeron el postre.–Suspiró el rubio.

–Odio los dulces.
“Y a ti, maldito idiota.” Agregó para sí.
Fue lo último que dijo antes de caminar con dirección a la puerta del local en donde había ido con Thor para almorzar.

Era mentira.

Thor se quedó algo embobado, no, más embobado que de costumbre, seguramente pensado en su bebé.

–Ojalá que no consigas pastel, tonto.–Fue lo más malvado que pudo desear contra su hermano que parecía tan feliz por esa estúpida fiesta.

Si tan solo tuviera el valor para no asistir.

Pero la mirada de perro que le había dado su hermano en el restaurante era suficiente para convencerlo.

Como siempre.