Capítulo 10: ¿Mío?
Maldito bastardo. Maldito Thor. Malditas náuseas.
Malditas calles de Midgard y sus horribles olores.
–¿Señor, se encuentra bien?–Un comerciante tocó su hombro, preocupado por el constante temblor de sus piernas.
–No me toques, midgardiano inmundo, o te arrancaré la mano.–Gruñó casi empujándolo.
El hombre hizo un gesto de indignación y se alejó.
No necesitaba la lástima se nadie, no necesitaba ayuda. Sólo necesitaba que su maldito hermano estuviera allí.
Sí, porque, por algún motivo que desconocía, sentía la inmensa necesidad de tenerlo cerca.
Pero no lo buscaría porque seguro estaría con su confiable y nada puta humana. Cómo sí ese hijo fuera suyo, ¿Por qué era así? ¿Por qué le creía a ella? No, Loki Laufeyson no lloraría en mitad de la calle con un grupo de midgardianos a su alrededor, no haría un espectáculo. Ese tipo de espectáculos no eran de su agrado. Ese tipo de atención tampoco lo era.
Apresuró el paso. Cuando por fin llegó a su apartamento las lágrimas fluyeron. Como si fuera agua, no se detenían, no se detenían.
Sí, seguramente era por el embarazo. Hipersensibilidad, había leído sobre eso, por algún motivo. Ahora le era útil. Al parecer no había mucha diferencia entre un embarazo midgardiano y uno Jotun. Excepto por qué su bebé sería probablemente azul y mediría unos cuantos metros más. Sí, detalles.
Se sentó sobre la cama. Tendría a ese bebé, pero... ¿Cómo?
Al dar a luz corría el riesgo de morir, pero eso que importaba si Thor estaba con su humana y no le importaba y... Lágrimas, de nuevo.
–No le importo a nadie. Nadie me quiere. Soy un monstruo.–Murmuró casi sollozando. Se le formó un puchero.– ¡Thor idiota! ¡No me quiere, nadie me quiere! ¡Maldito bastardo! Estoy cansado. ¿Por qué? ¿Por qué la elegiste a ella?
Las paredes empezaron a recubrirse por una capa de hielo ante sus gritos y llanto. Entonces lo notó, era aterrador. Podía hacer cosas como esa ahora. Era un monstruo, definitivamente lo era. Y ese futuro le esperaba a esa criatura, ser señalado, acusado, juzgado... Odiado. Sólo por ser diferente.
¿Valía la pena dejarlo vivir de esa forma? ¿Debía traerlo al mundo para sufrir? No. No quería eso.
Pero... La criatura era lo único que tenía de Thor. Era suyo y sólo suyo, ¿Entonces porque clamaba por él? No lo necesito necesitaba, no lo necesitaba, no... Lo necesitaba, mucho, mucho.
Antes de que pudiera maldecir su indecisión y dependencia, ya se hallaba frente al departamento del rubio. Sus manos se negaban a moverse. Pero eso estaba bien, no era un momento oportuno para entrar. Desde dentro oyó voces, una de ellas de su hermano y la otra de esa... esa mujer.
Ella. En el departamento de su hermano.
Ir poco sale corriendo de allí, pero ¿Por qué hacerlo si podía interrumpir lo que sea que estuvieran haciendo o por hacer?
Sonrió y dió unos pequeños golpecitos a la puerta.
Thor abrió en menos de 5 segundos. ¿Lo esperaba?
–Loki...–No. No lo hacía. Su cara lo decía todo. Hora del plan B.
Una lágrima resbaló por su mejilla ante la mirada asombrada del mayor.
Últimamente se le hacía muy fácil eso de lloriquear.
Thor era débil ante las lágrimas.
–¡Hermano! ¿Pasó algo malo? ¿Te duele algo?–Exclamó preocupado mientras lo sujetaba por los hombros.
–Es el padre de mi bebé.–Dijo disfrutando ver cómo la expresión de Thor se distorsionaba ante sus palabras.– É-él no lo quiere. Me dijo que había un método midgardiano para matarlo. Dijo que era problema mío y que no volviera a buscarlo.
Ahogó un risita ante el gesto de su hermano. Estaba tan molesto que parecía un tomate.
Se aferró a él aún llorando.
–No sé qué hacer. No tengo a nadie además de ti, no sabía qué hacer.– Si eso fuera cierto, Thor sería la última persona en la que buscaría un consejo.– Thor, ayúdame.
Esas palabras producían un cambio en el rubio. Sí, él lo sabía. Thor por algún motivo siempre había creído que el pelinegro era algo así como una damicela en peligro, o una delicada princesa inútil de los cuentos humanos que había leído. Todas tenían el mismo patrón. Esperar a ser rescatadas, llorar, y luego ser felices junto a un completo extraño con tendencias pederastas.
Las lágrimas, las mujeres arreglan todo llorando, la mayoría lo hace, tan molestas. No eran más molestas que el clima caluroso, pero estaban en el top 5 de cosas odiadas por el dios del engaño.
Las mujeres eran aterradoras, más mentirosas que él. Más calculadoras, crueles e hipócritas.
Jane Foster se acercó con un gesto de preocupación. Ah, como deseaba sacarle los ojos.
–Thor, ayúdame.–Repitió rodeando el cuello de su hermano con sus temblorosas manos. Sí estar tan cerca a él lo llenaba de una sensación agradable, por más que lo negaba con todas sus fuerzas, ahora lo necesitaba cerca. Thor se estremeció, pero rodeó su espalda con sus grandes manos, tan cálidas, podían tomarlo completamente.
Lo tenía.
Lo tenía en sus manos.
Como siempre fue y debía ser.
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