Jake & Blake 🦾
Buff, esta historia...ni siquiera estoy muy segura de por qué razón escribí esto... simplemente se me ocurrió, me senté en la silla, y salió...esto.
Espero que os guste, esta es bastante larga y NO está terminada.
❤️❤️❤️
En un barrio totalmente abandonado, en la capital del norte, vivía un grupo de niños, todos menores de edad. En el grupo destacaban dos hermanos de 15 años: un chico de pelo oscuro y ojos azules y una chica con el pelo por los hombros, liso y plateado de ojos también azules. Él, Jake, y ella, Blake, eran extremadamente fuertes, por eso el resto de niños los había convertido en sus superiores, sus jefes, pero lo que no sabían era que eran androides...
Un día el grupo encontró un coche abandonado dando un paseo por el barrio, ¡y resultó que funcionaba! Pero claro está, ninguno tenía carné de conducir, algo que no importó en absoluto a Jake, que automáticamente lo levantó sin el más mínimo esfuerzo y se sentó en el asiento del conductor.
—¡Eh, Blake!, ¡sube!—Le dijo a su hermana, que no parecía nada impresionada por la fuerza de su hermano.
—En fin, pues vale...—Murmuró mientras se sentaba a su lado.
El coche arrancó echando humo, a gran velocidad. Los niños se quedaron allí, flipando.
—Los jefes...se han ido...
Dos horas más tarde, los pobres niños encontraron a sus jefes, tan tranquilos, mirando el paisaje. O eso pensaban ellos, porque, de repente, Blake alzó su mano estirada, guiñó un ojo para apuntar y, disparó una especie de rayo de energía a la ciudad de enfrente.
—¡Muy bien, te has cargado ese edificio!—Le dijo su hermano, orgulloso.
—Ya, bueno. Me hubiera gustado quitarme del medio esa tienda también...—Suspiró ella.
Los niños los miraban totalmente descolocados, sin saber qué era eso que le acababa de salir de la mano a su jefa. Entonces los hermanos se dieron la vuelta.
—¡Ah, hola!, ¿no habéis tardado mucho en llegar?—Exclamó Jake, tranquilamente.
—Bu-bueno...vosotros habéis usado ese coche, y bueno, nosotros...—Dijeron, aterrorizados.
—¡¡Pues os ponéis a correr, panda de inútiles!!—Gritó Blake.
—Pe-pero nosotros no...—Dijeron.
—¡A callar! ¡¿De donde se supone que habéis salido, atajo de vagos?!
—N-no lo sabemos...nacimos en la ciudad, pero ninguno de nosotros ha conocido a su fa-familia...vosotros ta-tampoco...—Susurró un niño.
Esto, aunque fue muy bajo, llegó a los oídos de los androides.
—¡Bah! Eso es lo que vosotros os pensais, pero nosotros sí que hemos conocido a nuestro creador—Dijo Jake.
—Querrás decir a vuestros padres...—Comentaron los niños.
—No, que va. Nuestro creador, el Doctor Steve. Le conocimos hace unos años, cuando fuimos creados.—Dijo Blake.
Aquella noche todos los niños durmieron con dudas en la cabeza. No podían dejar de recordar todo lo que habían presenciado aquella tarde.
Mientras tanto, los androides planeaban su escapada de la ciudad, unos días después.
—En fin, el martes por la noche, ¿verdad?—Preguntó Blake.
—Si, no podemos dejar que nos vean—Contestó Jake—Por cierto, pareces algo desilusionada, ¿te pasa algo?
—No, nada, los androides no sentimos emociones; es solo que aquella ciudad era buena para jugar al "quien-destruya-más-gana-y-el-perdedor-le-hace-la-cama-durante-una- semana". Por cierto, deberíamos ponerle un nombre más corto.
Días después los androides se disponían a escapar de aquella ciudad, sin importarles lo más mínimo lo que pudiera pasarles a los niños, pero siempre cuidando el no dejar huellas. Avanzaron hasta la carretera más cercana y se pararon en medio de la misma.
—Adelante, Blake, se acerca un coche—Dijo Jake, contento de que la escapada hubiese tenido el éxito esperado.
Blake se situó, con los brazos cruzados, en medio de la carretera. El coche estaba cada vez más cerca.
—¡Ñcccc!—Sonó el freno del coche—¡Quita de ahí si no quieres que te atropelle!—Gritó el conductor.
—Ya, ya—Murmuró ella mientras pegaba un salto con suficiente altura como para llegar a la ventana del coche en marcha y, acto seguido, le pegó un puñetazo al conductor que salió disparado fuera del coche. Los dos subieron al coche y dejaron al conductor en medio de la carretera, inconsciente.
Los androides se dirigieron a un acantilado con vistas a una bonita ciudad.
—¡Juguemos a destruir la ciudad!—Pidió Jake.
—Eso luego, primero quiero comprarme ropa nueva, la mía ha quedado destrozada—Dijo Blake mientras alzaba el vuelo.
—Vale, pero rápido, ¿eh?—Dijo él, suspirando.
—Si, si—Dijo Blake.
Los hermanos llegaron a una tienda de ropa y entraron.
—¡Buenos días!—Exclamó un hombre al otro lado del mostrador—¿Puedo ayudarles?
—De hecho, sí. Puede ayudarnos callándose, gracias—Dijo Jake con tono amable.
—¿Tiene usted algún problema?—Preguntó el hombre.
Entonces Blake, que hasta ahora había estado callada, dijo:
—¿Tiene usted ganas de morir, señor? Si es así puede seguir hablando, no se preocupe, cumpliremos su deseo encantados, pero si no, le recomiendo que se calle, ¿lo ha entendido? Lo repetiré para usted las veces que haga falta: no abra la boca—Terminó esta frase fulminando al dependiente con su gélida mirada.
El hombre no volvió a hablar en todo el rato, ni siquiera cuando los hermanos eligieron la ropa y se marcharon, volando y sin pagar.
Mientras tanto, en la ciudad, ya estaba amaneciendo y los niños se estaban dando cuenta de la ausencia de sus jefes.
—¡Jefe! ¡Jefa!—Gritaban los niños—¿¡Dónde estáis!?
Pero los androides habían desaparecido para no volver. Los niños prepararon un plan para ir a buscarlos:
—Vale un cuarto de nosotros por el este, otros por el oeste, otros por el norte y otros por el sur, ¿vale?—Planeaban.
—¿Por dónde está el norte?
—¿Y el este?
—¿Y el oeste?
—¿Y el sur en donde está?—Los pobres niños nunca habían ido a clase, y eran un desastre.
Mientras, los androides ya se dirigían al acantilado para jugar a su juego favorito, el "quien-destruya-más-gana-y-el-perdedor-le-hace-la-cama-durante-una- semana".
Mientras jugaban, apareció un niño bajito de pelo pincho con pinta de tener mucha fuerza:
—¿Puedo jugar con vosotros?—Preguntó, mirando hacia arriba para mirarles a la cara.
Jake soltó una risita despectiva mientras le lanzaba una patada.
El niño la esquivó fácilmente.
—¿Qué demonios quieres?—Dijo Jake, ofendido.
—Eso me pregunto yo—Contestó el niño—Solo os he preguntado si podía jugar con vosotros.
—¡Ja!, ¿acaso sabes disparar rayos con la mano, o algo parecido?—Intervino Blake.
—Pues sí que sé, mi lady—Le dijo haciéndole una reverencia para ponerla nerviosa, cosa que consiguió.
El niño se acercó al barranco y extendió su brazo. ¡¡¡Booooom!!! Explotó el pueblo entero. Jake le tendió el brazo.
—¡Amigos!—Le tendió la mano riendo para no llorar.
—¿Cómo os llamáis?
—Yo Jake, ella Blake, ¿tú?
—Me llamo Tom. Así que sois androides, ¿verdad?
Los dos se miraron sorprendidos, preguntándose quién era ese niño. Estaba claro que no era un niño normal.
—Primera pregunta: ¿se puede saber de dónde has salido?
—De esa casa que se ve a lo lejos. He oído ruidos de cañonazos y he venido para ver que eran.
—Segunda: ¿Y tus padres?
—Murieron. Soy huérfano—Dijo riendo, para quitarle importancia.
—¿Vives solo?
—No, tengo una hermana mayor. Se llama Alice.
—¿Dónde está?
—Detrás de mi casa, entrenando.¿Os la presento?
—Si es tan impresionante como tú, creo que nos gustará conocerla. Por cierto, ¿que entrena?
—Tiro con arco.
Los niños seguían buscando sin descanso. No se rendían, pero estaban muy cansados. Llevaban tres días sin comer ni dormir y sin parar de gritar los nombres de sus jefes, esperanzados de que volverían algún día.
Los pobres llegaron a un barranco al borde de su ciudad un día, lamentándose. Para su sorpresa, vieron a sus jefes hablando con Tom, tan tranquilos. Se emocionaron, sí, pero no pudieron evitar enfadarse. Ellos buscandoles tres días sin descansar, temiéndose lo peor, y ellos charlando con cualquier desconocido sin preocuparse por ellos en absoluto.
El grupo se cargó con todas sus pertenencias, que no eran muchas, y se fueron en busca de sus jefes.
Los androides y Tom giraron la esquina. Al otro lado, una chica de pelo rojizo y largo, recogido en una trenza acabada en un lazo, entrenaba, efectivamente, tiro con arco. Tenía los ojos grandes y verdes y no era muy alta. Llevaba puesta una camiseta de manga corta de color blanco y una falda roja que le tapaba las rodillas.
—Hola—Dijeron todos al unísono.
—¿Cómo que "hola"?, ¿quiénes sois, androides?—Dijo Alice apuntándoles con su arco—Erais vosotros los que no paraban de disparar rayos,¿verdad? Me habéis despertado.
Los androides estaban cada vez más sorprendidos, ¡¿cómo era posible que los dos hubieran descubierto de un vistazo que eran androides?!
—¿Vosotros no seréis androides, por casualidad?—preguntó Blake.
—He hecho una pregunta, bonita, responde, ¿quiénes sois?—Repitió Alice.
—Lo que tu has dicho: androides. Acabamos de conocer a tu hermano.
Cuando Arrow dejó de desconfiar de los androides el ambiente se tranquilizó.
Los androides les explicaron que habían escapado de su barrio para buscar otro en el que hubiera más comida y en el que hubiera agua. Pensaban mudarse con los niños porque eran útiles, pero ya está, solo por eso. Seguía sin importarles lo más mínimo que les pasase algo.
—Conozco un pueblo cerca de aquí que tiene todo lo que necesitáis. Está abandonado.
Esperaron a que Alice terminara su entrenamiento y se fueron hacia el pueblo de marras.
Mientras tanto, los niños ya iban hacia donde habían visto a sus jefes. Por el camino, vieron a sus jefes siguiendo a lo que para ellos eran dos completos desconocidos. Se enfadaron y aumentaron el ritmo para alcanzarlos cuanto antes.
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