Tony Stark #1
Capítulo uno: Nuevo trabajo.
Lunes, 07:30 de la mañana.
Hoy te levantaste a la misma hora que siempre. Solo que esta vez estabas más ilusionada. ¿Y por qué? Porque empezabas tu nuevo trabajo (el primer trabajo en tu vida) en una de las mejores empresas nacionales e internacionales: Industrias Stark.
Empezaste el día como cualquier otro, pero llevabas una sonrisa plasmada en el rostro. Entraste al baño de color azul clarito que tenía tu habitación para ducharte sin prisas. Te colocaste la ropa interior de color blanca y después te echaste una crema por todo el cuerpo. Después, te peinaste y te hiciste una coleta alta bien sujeta. Te aplicaste muy poco maquillaje, solo raya inferior y rímel.
Saliste a tu habitación y te colocaste tu traje de americana blanca con los bordes de color negro y un vestido de color negro y corto. Te pusiste unos tacones negros (que ya estaban fuera, preparados) y caminaste fuera de tu habitación y entraste en la cocina.
Te preparaste el café como a ti te gustaba (más leche que café y dos cucharaditas de azúcar) y te lo bebiste junto con un donut tranquilamente mientras en tu Ipad, revisabas la calle donde ibas a trabajar. Tenías que coger el transporte público ya que no tenías un coche. Debías tomar la línea seis del metro para poder llegar de Washington Heights (donde vivías) hasta la décima avenida, donde se encontraba la torre.
Hacía poco habían inaugurado ese nuevo edificio. Desde ese momento, la mayoría de las tareas que realizaba la empresa se fueron allí. Y como eras la secretaria de nada más ni nada menos que Stark, tú también tenías que trabajar allí.
Cuando eran las ocho y veinte, dejaste la taza vacía sobre el fregadero, tomaste tu maletín negro (metiste en él tu Ipad) y saliste de tu casa para coger el metro.
Aunque era muy pronto, ya había bastante gente saliendo de sus respectivas casas y caminando apresuradamente hacia sus trabajos. El día amaneció despejado por lo que era también motivo para sonreír. La entrada al metro no te quedaba muy lejos, solo tuviste que caminar hasta el final de la calle y bajar las escaleras para entrar. Pasaste el bono por la máquina y pudiste entrar. En ese mismo momento el tren llegó y te apresuraste a entrar en él.
Veinticinco minutos más tarde, saliste del tren. Seguiste el rebaño de gente escaleras arriba para llegar a la calle. Desde ahí solamente tuviste que cruzar la calle para entrar en la Torre Stark.
Las puertas de cristales se abrieron en cuanto te acercaste a ellas. Entraste, mirando a todos los lados de lo moderno y espacioso que era el hall de la torre. En el mismo instante que entraste, un hombre se acercó a ti.
- Necesitas una identificación, - habló el hombre, dándose golpecitos en la tarjeta de reconocimiento que llevaba colgada en el pecho. – Debes recogerla en atención al cliente.
Asentiste por la información recibida. El hombre se alejó de ti y volvió a su sitio a un lado de las puertas de cristal. Caminaste hasta atención al cliente (aunque no eras ni cliente ni una visita). Esperaste la pequeña cola que se había formado. Cuando fue tu turno, una mujer pelirroja te sonrió detrás del mostrador.
- ¿En qué puedo ayudarle? – dijo, sin quitar la sonrisa. Guau. Eso era difícil.
- Ese segurata de allí me ha dicho que necesito una identificación.
- Genial, - volvió a decir sin dejar de sonreír. - ¿Ha pedido cita para la visita? Dígame su nombre.
- Yo, en realidad, trabajo aquí. – la hiciste saber. – Es mi primer día.
- Perdone mi malentendido, - se disculpó con la misma sonrisa. Raro.
Empezó a teclear cosas en su ordenador, y tenías curiosidad ya que, no le habías dicho tu nombre. Una mujer salió por una puerta de detrás del mostrador. Era una mujer rubia y llevaba un traje de chaqueta americana y pantalones de blanco impecable.
- Sígame señorita, - dijo ella, con una sonrisa mucho más natural que la de la pelirroja. Rodeó el mostrador y se colocó a tu lado. Mostró su mano, enseñando tu identificación con una foto tuya, tu nombre y tu área de trabajo. La cogiste y la miraste agradecida. – La estábamos esperando.
La mujer empezó a caminar hacia uno de los ascensores que había en la pared más alejada del hall. Cruzaste una mirada con el segurata que antes te informó y se dio golpecitos en su tarjeta. Te enteraste de lo que quería decir y te colgaste la identificación por encima de tu corazón.
La mujer pulsó el botón y ambas esperasteis a que bajara el ascensor.
- El ascensor que deberá utilizar siempre que venga a trabajar será el número tres, - le informó la mujer. – Este es el único ascensor que va a su área de trabajo.
Las puertas se abrieron y ambas entraron. La mujer pulsó el botón dieciséis y esperó a hablar cuando las puertas se cerraron:
- Soy Pepper Pots, - se presentó. Tú asentiste y no le diste tu nombre, ya que suponías que ella ya lo sabía. – El señor Stark está una planta más arriba. Y no será necesario que le vea. Cuando él necesite algo, se lo enviará a usted en su correo electrónico o se lo imprimirá en su impresora. Eso sí, no tenga apagado el teléfono de la empresa porque el señor Stark es bastante pesado on eso.
Asentiste, intentando retener toda la información valiosa que te había dicho.
- En tu ordenador ya está tu nuevo correo y la contraseña – dijo la señorita Pots cuando las puertas se abrieron en la planta dieciséis. – Y eso es todo por hoy. Si necesita algo, dígamelo.
Saliste del ascensor y las puertas se cerraron rápidamente. Te tomaste un momento para contemplar tu gran despacho.
Tu despacho era toda la habitación completa. Había grandes ventanales detrás del escritorio, que dejaban la maravillosa vista de Central Park. El escritorio era de madera oscura, encima de él había un portátil de Apple, de última generación. La silla de escritorio era de piel negra, y parecía ser bastante cómoda. A la derecha había una gran estantería de color oscuro que llegaba del suelo al techo. No había ningún cuadro o ninguna planta en la habitación. Era bastante simple, solo tenía lo básico.
Caminaste hasta la silla y te sentaste en ella. Y podías decir, que tu trasero estaba en el cielo. Era la silla más cómoda en la que jamás te habías sentado. Abriste todos los cajones que tenía el escritorio y encontraste una impresora, el fax y el teléfono de la empresa.
El teléfono de la empresa era uno de esos fijos. Lo sacaste del cajón y lo colocaste a un lado del portátil, luego cogiste el cable y lo enchufaste en el interruptor de una de las paredes. Nada más encenderlo, el teléfono comenzó a sonar emitiendo un sonido desagradable y una lucecita roja. Te acercaste a él y le descolgaste. Te diste cuenta de que la era la línea tres la que parpadeaba.
- ¿Dígame? – hablaste cuando oíste bastante revuelo por la otra línea. La persona que te había llamado se despidió de alguien e inmediatamente habló.
- Buenos días querida nueva secretaria. – saludó alguien. En ese momento te diste cuenta de que era el señor Stark.
- Buenos días señor Stark. – le saludaste.
- Necesito que rellenes unos informes para mí. – habló rápidamente – Sé que eres nueva y no tendrás ni idea de lo que es, así que pídele ayuda a la señorita Pots. Yo estaré ocupado el resto del día así que no me moleste.
Y después colgó.
Y después dejó un mensaje de voz.
Pulsaste el botón para escuchar qué quería decir:
- Encienda la impresora. Nunca la tenga apagada. – y se cortó el mensaje.
Hiciste lo que te ordenó y encendiste la impresora. Inmediatamente empezó a imprimirse una serie de papeles. Tuviste que cogerlos rápidamente porque empezaron a salir muy rápido y algunos se caían al suelo.
Después de cinco minutos, la impresora dejó de escupir papeles. No apagaste la impresora porque te acordaste de la orden de Stark.
Lo primero que hiciste fue leer cada uno de los informes o cualquier cosa que tenía que firmar el señor Stark. La mayoría no los entendías nada.
Los dejaste a tu derecha. Ya hablarías, cuando terminaras hoy, con Pepper. Después encendiste el ordenador, te asombró la velocidad con la que se encendió. Ingresaste en la cuenta de tu correo y, como no, ya tenías varios emails del señor Stark. Los emails estaban relacionados con energías renovables, algunos planos de la torre Stark y una convención de no sé qué en este fin de semana. Lo que hiciste fue imprimir esas páginas y colocarlas encima del montón que ya tenías.
Sacaste tu Ipad del maletín y lo sincronizaste con tu ordenador y la impresora. Así también podrás imprimir desde él.
Las puertas del ascensor se abrieron y la señorita Pots salió de él. Se acercó a ti con las manos cargadas de carpetas.
- Hola de nuevo, - te saludó. Dejó una gran carpeta a un lado del teléfono. – Esta es la agenda de Tony en los próximos tres meses. Debes pasarla a tu Ipad. Y, nunca olvidarte de su agenda. Esto, - dejó una carpeta mucho más fina. – Son unos papeles que debe de rellenar el señor Stark cuanto antes. Al señor Stark no le gusta demasiado leer los documentos así que tú los leerás y se los explicarás, para que él los firme. Y eso es todo por hoy, cuando termines eso podrás irte a tu casa. ¿Alguna pregunta?
- Eh sí, - dijiste mientras cogías los papeles que Stark había imprimido, desordenaste todo un poco, pero no te importó. – Me gustaría saber qué es todo esto.
Pepper leyó rápidamente dos papeles y asintió.
- Se tratan de los cachivaches que le encantan a Tony. Tecnología punta y máquinas de última generación. Hay como tres plantas con esas cosas.
- Vale, muchas gracias, - la sonreíste. Ella asintió y se fue.
Lo primero que hiciste fue hacer tu agenda en el Ipad. Había que aceptar que la agenda de Tony Stark era bastante apretada y movidita. Terminaste de rellenar la agenda sobre las doce y media de la mañana.
Sabías que tenías un descanso de media hora a las dos y media de la tarde. Así que, antes de que fuera ese descanso, querías leerte los informes que Stark debería firmar. Te colocaste las gafas que solamente utilizabas para leer de cerca y sacaste las hojas de papel blanco de la carpeta de color crema para empezar a leer.
Cuando fueron las tres menos veinticinco, habías terminado de leer todas las hojas. Dejaste el escritorio más o menos recogido y utilizaste el ascensor para bajar al hall.
No sabías si la torre contaba con una cafetería, y como no querías perder el tiempo dando vueltas, saliste a la calle. Te quedaban menos de veinticinco minutos para almorzar por lo que fuiste al restaurante de comida rápida más cercano a la torre: Subway.
Ya en el restaurante, solo tuviste que esperar una cola de cinco minutos y te pediste un menú de Subway Melt. Dentro estaba todo ocupado por lo que saliste a fuera a comer tu bocata. Te reíste de la imagen que la gente estaría viendo: Una persona vestida formal y profesionalmente sentada en un banco de la calle comiéndose un Subway.
El resto de la tarde pasó rápidamente. Tuviste que recoger numerosas llamadas telefónicas, responder emails y leer los informes que la impresora escupía cada poco tiempo. Tu primer día había sido agotador. Y, habías cogió un poco de "odio" a la voz de Tony Stark. ¿Y por qué? Porque toda la tarde estuvo mandando mensajes para que te acordaras de alguna cita que tenía, alguna junta o simplemente imprimiendo papeles en la impresora. Te dolía la muñeca de tanto rellenar informes y la garganta te picaba por estar todo el rato hablando. Habías aprendido la lección: tenías que traerte un poco de agua a la oficina.
Acabaste el trabajo a las ocho de la tarde. A las ocho y cinco ya estabas pulsando el botón del ascensor para poder irte a tu casa. Te palpitaba un poco la cabeza. Llevabas tu maletín, junto con el Ipad y otros cuantos papeles que la impresora había expulsado seis minutos atrás.
Ya dentro del ascensor pulsaste la planta baja y suspiraste de cansancio. Los pies te empezaban a doler y el cuerpo te picaba por el traje. Como la cabeza te empezaba a doler, te deshiciste de la coleta y te masajeaste el cuero cabelludo, suspirando de alivio.
Las puertas del ascensor se abrieron, tú aún con las manos en la cabeza. Abriste los ojos cuando notaste la falta de movimiento y te encontraste cara a cara con el mismísimo Tony Stark. Sabías que era él ya que le habías visto en la tele, en las noticias y en las revistas. Bajaste las manos y rápidamente cogiste el maletín del suelo, presa de la vergüenza.
- Buenas tardes - saludaste a aquel hombre que, aunque llevaba gafas, sabías que te estaba mirando. Pepper estaba a su lado y te miró con una sonrisa. Les esquivaste para salir del ascensor y te dirigiste a la salida de la torre.
Sonreíste al guardia de seguridad y él te devolvió la sonrisa (seguramente sea porque llevabas la tarjeta de reconocimiento). Nada más salir de la torre, te quitaste la tarjetita y la metiste en uno de los bolsillos del maletín. Caminaste hasta la entrada del metro, y de allí a tu casa.
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