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Steve Rogers #3

Capítulo tres: Años 60.

- ¿Y este restaurante cuál es? – preguntó Steve.

- Peggy Sue's, - respondiste. Notaste como la cara de Steve recaía. Frunciste el ceño y antes de que pudieras responder, se adelantó y entró al restaurante.

Le seguiste, entraste antes de que se cerrara la puerta. Le viste en medio del restaurante, sin saber muy bien qué hacer. Te acercaste a él y le llevaste a una de las mesas apartadas. Os sentasteis y cada uno cogió el menú que estaba en la mesa.

Steve aún tenía el ceño fruncido mientras leía su menú. No te podías concentrar en el tuyo propio porque querías averiguar por qué de repente estaba enfadado. Dejaste el menú sobre la mesa mientras te mordisqueabas el pulgar izquierdo (manía tuya).

Tu mente estaba recordando lo que había ocurrido desde que te habías bajado del bus en Central Park hasta que llegasteis a la puerta del Peggy Sue's. No recordabas nada que hicieras mal.

- ¿Hice algo mal? – le preguntaste. Steve dejó de fulminar con la mirada al menú, que lo estaba sujetando con más fuerza que antes.

- ¿Qué? No, es solo que... - dejó su menú en la mesa y se cruzó de brazos. – El nombre de este restaurante me recuerda a alguien importante para mí y...

- Oh vaya, lo siento mucho, - dijiste llena de pena. Estaba claro que Steve había tenido que tener alguna novia en su época. – Yo, en realidad pensé que había hecho algo mal.

- No. No, tranquila.

Volvimos a mirar nuestros menús con un silencio incómodo y tenso. No paraste de morderte el pulgar hasta que Steve decidió hablar:

- Así que hoy toca los Años 60... - empezó a hablar Steve.

- Te van a encantar. – le sonreíste. – En 1969 se envió al primer hombre a la Luna.

- ¿A la Luna? – preguntó maravillado.

- Sí.

- ¿Y qué más?

- Pues haber... - sacaste un papelito del bolsillo de tu abrigo. – Aparte del hombre en la Luna. Estuvo la muerte de Martin Luther King-

- ¿Quién es él?

- Es el hombre que luchó por los derechos de los negros. También estuvo la muerte de Marilyn Monroe-

- ¿Y ella quién es?

- Es ella, - encendiste el móvil y le enseñaste una de sus fotos. La miró y asintió. – Una actriz. Y también es considerada la mujer más guapa de todos los tiempos.

- ¿Cómo murieron los dos?

- Él fue asesinado y ella murió por sobredosis. – Steve asintió. – También se creó Internet.

- ¿En serio?

- Sí. Era solo de uso militar americano, pero más tarde en 1980, se expandió por todo el mundo. – asintió, realmente interesado. – Y ahora la cosa más importante: La música.

- ¿Qué nuevo grupo tienes para enseñarme?

- Rolling Stones y The Who. Y aquí tienes para escucharlos. – le diste los cascos, no hizo falta que se los colocaras porque lo hizo él solo. Le diste al play y empezó a sonar Brown Sugar, de Rolling Stones.

Steve, al principio puso cara rara, pero después movió la cabeza al ritmo de la música. Te reíste por lo mono que era. La escuchó enterita, y volvió a gritar, como el otro día, diciendo que le gustaba.

- Y estos son The Who, - cambiaste de canción. La escuchó y antes de que acabara la canción se quitó los cascos.

- Me gustan más los otros.

Viste que la camarera se acercó y guardaste el móvil rápidamente.

- Bienvenidos a Peggy Sue's. ¿Qué desean? – y, cómo no, la camarera se quedó mirando a Steve como si tú no existieras.

- Una Skinny Burger, - dice Steve, mirándome a mí.

- Y yo una RIB Burger, - dijiste, para que ella se diera cuenta de que existías.

La mujer lo anotó con una sonrisa dirigida a Steve: - ¿Y de bebida?

- Coca Cola y para ella Aquarius, - le dijo Steve. La camarera con una última sonrisa (dirigida a Steve, obviamente) se fue.

Os quedasteis callados, hasta que la misma camarera volvió con las bebidas y se volvió a ir.

- ¿Y qué tal en el nuevo mundo? - le preguntaste, para hacer conversación.

- Bien, poco a poco me voy acostumbrando. No sé muy bien como funcionan la mayoría de las cosas, pero voy bien.

- Pobrecito, - sonreíste. – Y tu época, ¿cómo era todo?

- ¿Qué quieres saber?

- Bueno, - empezaste. – Es una pregunta muy estúpida pero... ¿Veías las cosas en blanco y negro o en color?

- ¿Qué? – dijo sin entenderte. - En color, por supuesto.

- Como la televisión se veía en blanco y negro... - intentaste explicar.

- No puede ser, - se rió. Se tapó media cara mientras se reía y dios. Podías vivir solamente viendo su cara. – Ahora en serio. Pregunta.

- ¿Qué ropa solíais llevar?

- Solíamos vestir con trajes. Las mujeres siempre llevaban falda o vestido, los hombres camisa, chaqueta y pantalones de vestir.

- En las noticias salió que capitán América había vuelto pero, no dijeron nada de tu pasado. Dónde naciste y eso.

La camarera volvió a aparecer con nuestros platos. Se quedó un poco de pie ahí, esperando que Steve la mirara pero él te miraba a ti. O tal vez estaba recordando su pasado. La camarera se fue, desilusionada.

- Nací el 4 de julio de 1918 en Brooklyn. Me solían pegar, hasta que alguien me ayudó, y se convirtió en mi mejor amigo.

- ¿Quién es?

- Se llamaba Bucky. Ambos quisimos alistarnos en el ejército pero solo él fue aceptado.

- ¿Por qué solo él?

- Yo era demasiado delgado y bajito. Tenía asma y también era muy débil.

- Pero, al final acabaste entrando, ¿no? Mi abuelo siempre nos contaba tu historia en el ejército.

- Me sometí a un experimento con el suero del supersoldado. Y por eso soy así.

- Guau, - dijiste mientras te comías una patata frita.

-

- ¿Y si hacemos algo que a ti te gusta? – le preguntaste. Ya habíais terminado de comer y estabais en la calle andando.

- ¿Cómo el qué?

- No sé, podemos ir a Brooklyn.

- A mí no me gusta Brooklyn. Solo nací allí.

- Sí, pero puede tener algo interesante que Nueva York no tenga. – le agarraste de la mano y fuisteis a la parada del bus que había en esa misma calle.

Gracias a dios solo estuvisteis que esperar cinco minutos al bus. Entrasteis y los quince minutos que se tardaban hasta Brooklyn se pasaron rápidamente.

- ¿Recuerdas Brooklyn así? – le preguntaste cuando bajasteis del bus.

- Es mucho más bullicioso... Y más nuevo.

Como tú no tenías ni idea de Brooklyn (pocas veces habías ido), Steve hizo de guía. Más o menos. Porque no todo estaba exactamente igual.

- ¡Mira! Un salón de baile. – te acercaste a uno de los locales.

- Sí. ¿Y?

- ¿Tú no bailabas esto?

- Ninguna chica solía bailar conmigo, - admite mirando al suelo.

- Pues, hoy es tu día de suerte: Voy a bailar contigo, - le sonreíste animándote.

- No tienes por qué, además, ahí dentro solo hay gente mayor.

- Me da igual Steve. Vamos. – le volviste a agarrar de la mano para entrar en el salón del baile.

El recibidor tenía las paredes de color verde oscuro, eran muy antiguas. El salón tenía mala iluminación. Había una especie de atril y un hombre vestido elegantemente y un poco mayor estaba ahí.

- ¿Se han perdido? – preguntó el hombre.

- Eh no, - le dijiste acercándote al atril. – Veníamos a bailar.

- ¿A bailar? – pregunta desconcertado. Os mira de pie a cabeza, porque, obviamente no ibais para la ocasión.

Steve llevaba una camisa de cuadros de color azul con vaqueros. Y tú llevabas unos vaqueros y una camiseta de béisbol de color blanca con rayas azules. No, no ibais para la ocasión.

- ¿Hay que pagar algo?

- No, el baile que se celebra ahora es gratis. Y está ambientado sobre los años 40.

- Genial, nos viene de fábula. – le sonreíste a Steve y después al señor. El indicó la puerta a su derecha y pasasteis por ella.

Steve al principio se quedó en shock, por lo bien ambientado que estaba el salón. No había mucha gente, había muy poca gente mayor bailando.

- Bueno, pues enséñame a bailar, - le dijiste. Eso hizo que saliera de su ensoñación.

- Sí claro. – te sonrió.

Te cogió de la mano y le dio un beso: - ¿Me acompañas a este baile?

- Claro, te dije que bailaría contigo. – te reíste.

- Por favor, no rompas el momento. – dijo con un puchero.

- Digo, por supuesto que sí, Steve, - exageraste la sonrisa haciendo que se riera.

Te llevó hasta el centro de la sala y puso su mano en tu cintura.

- Lo primero que debes de saber es que tienes que mover mucho los pies.

- Ajam.

- Y que vas a dar muchas vueltas.

- Ajam.

La canción que estaba sonando se acabó. Varias de las pareas de ancianos os miraban por ser jóvenes y estar aquí. Otros también se levantaron de las sillas para ponerse a bailar. Empezó a sonar otra canción y Steve sonrió.

- Es Ras Tas Tas. Mi favorita. – él sonrió y por inercia tú también sonreíste. Empezó a bailar muy rápido y tú le seguiste.

No pudiste quitarte la sonrisa de la cara porque pronto empezaste a dar vueltas y vueltas, y a levantar las piernas como si dieras patadas al aire (como hacía Steve). Steve parecía divertirse, porque también sonreía.

No parabais de miraros a los ojos. Mejor dicho, no despegabais la mirada de los ojos del otro. Al final de la canción algo cambió en la cara de Steve, parecía que se iba a acercar a darte un beso, y cuando tú también lo ibas a hacer él te dio un beso en la mejilla. Parasteis de bailar porque la canción se acabó.

- Gracias por este baile, - te sonrió Steve.

- De nada, - le sonreíste. – Pero necesito un vaso de agua. ¡Cómo cansa bailar!

Para vuestra suerte, había un mini buffet en una de las esquinas del salón. De ahí tomaste un vaso de agua cada uno y u cuenco con galletitas saladas. Le preguntaste si quería bailar otra pero dijo que con una era suficiente.

Después de la merienda salisteis del salón para ir a la parada del bus. Steve vivía aquí, por lo que solo tú entraste en el bus.

- Siento no saber bailar tan bien, - le dijiste antes de entrar al bus. Él solamente se rió y negó con la cabeza. Te besó las dos mejillas como despedida y entraste al bus.

Y no hace falta aclarar que tenías una sonrisa estúpida en todo el trayecto de vuelta a casa.


 


 

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