Saliste del bus, y empezaste a caminar. El bus te había dejado donde vivías, en Times Square.

Nueva York, conocida como la gran manzana. Repleta de rascacielos (que impedían que vieras gran parte del cielo azul), llena de transeúntes, palomas subidas a las farolas e increíbles monumentos.

Acababas de salir de tu trabajo, y ahora te dirigías a tu amada casa. Caminaste por la calle que estaba llena de gente con traje, con maletines, hablando por sus móviles, otras solamente mirando al suelo.

Dejaste el rebaño de gente que, al igual que tú, salió del bus. Entraste a una cafetería a pedir un café. No había nada más rico que eso para ti.

Saliste del local y te ibas a poner a andar pero una mano en tu muñeca te lo impidió. Giraste para ver con qué se había enganchado tu muñeca.

Primero viste los pies de la persona. Fuiste subiendo la mirada por sus piernas (te saltaste la entrepierna, porque sabías que te quedarías quieta viéndola), luego subiste por su torso bien definido, por su pecho que parecía una gran almohada y luego su cara.

Dios. Mío.

"Este tipo es un Adonis," pensaste.

Llevaba puesto unos pantalones caquis y una camiseta con un logo que no conocías. Y su cara, era a de un ángel caído del cielo.

- Perdone señorita, - dijo. Tuviste que parpadear para ver si era real. - ¿Me podría decir qué año es?

- Estamos en 2013 – dijiste muy obvia. El hombre te soltó la muñeca y suspiró mirando a su alrededor.

- ¿Y dónde estamos?

- Times Square – dijiste frunciendo el ceño. ¿Qué persona no sabe dónde está y en qué año vivimos? - ¿Perdió la memoria?

- No, no perdí la memoria, - se rió. – Yo... Yo no pertenezco a esta época.

- No le entiendo.

- Ya. Yo tampoco lo entiendo.

Os quedasteis callados los dos. Sin saber qué decir ni qué hacer. Así que hiciste lo primero que se te pasó por la cabeza: - ¿Te invito a un café?

El sonrió. Entrasteis a la cafetería de la que habías salido y os sentasteis en una de las mesas.

- ¿Cómo que perteneces a otra época? – le preguntaste sin poder aguantar la curiosidad.

- Yo estuve en la Segunda Guerra Mundial, - dijo. Le miraste sin creértelo. – Y hoy me he despertado en una habitación que estaba ambientada en 1941. Y cuando salí, me encontré en esta plaza... Ruidosa y llena de gente.

- Pues solo te puedo decir que te has perdido todo: Música, comida, historia... Todo.

- Bueno, seguramente pueda enseñármelo usted – me sonrió.

- Por cierto, ¿cómo te llamas?

- Steve Rogers. ¿Y tú?

Abriste la boca para decir tu nombre pero una tercera voz habló por ti.

- Capitán. Me temo que se tendrá que venir con nosotros, - dijo un hombre negro que acababa de entrar al café. Estaba vestido completamente de negro y llevaba un parche en uno de sus ojos.

Cerraste la boca cuando Steve se levantó, mirando al otro hombre. Después te miró a ti.

- ¿Te volveré a ver?

- Te tendré que enseñar todo lo que te has perdido, ¿no? – le sonreíste. Te devolvió la sonrisa.