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Escuela de Mutantes #5




Capítulo cuatro: Aún más problemas.

Hela acompañó a Marylin hasta su cuarto. Ella aún se sentía culpable de lo que había pasado, Hela le aseguró que no lo fue pero no hubo forma de hacerla cambiar de opinión.

Aún tenía los dedos de las manos un poco transparentes. Poco a poco se había calmado, ya no parecía un fantasma –incluso llegó a levitar cuando vio lo que ocurrió– como antes.

Hela, en vez de irse a su cuarto, volvió a bajar las escaleras. Le gustaría hablar con la pequeña Gala, saber qué había hecho que explotara en medio del pasillo. Bajó hasta llegar al sótano, en uno de los cuartos debía encontrarse su habitación.

La sala estaba vacía a excepción de una enorme y jaula completamente de metal. Bueno, más que jaula –no era el término más acertado, ya que no tenía barrotes–, a Hela le recordaba a una caja fuerte de tamaño gigante. Era un búnker.

También había una pequeña cómoda en la habitación, pegada a la pared derecha. Hela se acercó a ella y abrió el primer cajón. Había ropa. En otros dos cajones también había ropa pero el resto estaba vacío.

Hela cogió ropa para llevársela a Gala. Supuso que se había encerrado allí, sin ropa ya que probablemente iba volver a explotar.

Se acercó hasta el búnker y llamó a la puerta. El metal estaba frío bajo su toque.

-    ¿Gala? – la llamó.

-    Vete – la niña dijo. Tenía la voz ahogada como si hubiera estado llorando. – Voy a hacerte daño.

-    Tranquila, no lo harás – le aseguró Hela. – Te he traído ropa.

Gala no respondió. La habitación se quedó en silencio hasta que minutos más tarde se oyeron ruidos; Gala abriendo la puerta. Sacó una mano y Hela le entregó la ropa.

Gala cerró la puerta pero se podía oír como se movía para ponerse la ropa. Minutos más tarde, Gala salió del búnker. No cerró la puerta detrás de sí, por si acaso ocurría algo y tenía que entrar rápidamente. Hela no pudo ver el interior del búnker porque estaba a oscuras.

Gala se sentó fuera del búnker, con la espalda apoyada en la pared del búnker. Hela se sentó en frente suya, con un poco de espacio entre las dos.

-    He matado a alguien – susurró Gala.

-    Fue sin querer, Gala – dijo Hela. – Tú no querías hacerlo.

-    Pero lo hice – Gala se mordió el labio inferior y sus ojos se aguaron. Bajó la cabeza para que el pelo le tapara la cara y Hela no  pudiera verla llorar.

-    ¿Qué pasó Gala? – le preguntó Hela. – ¿Por qué explotaste antes de tiempo?

Gala no respondió, ni la miró a la cara. Su silencio también fue una respuesta, había pasado algo.

-    ¿Gala?

-    Me acordé de una vez... Una de las veces que yo exploté... Estaba cerca de mi hermano y... él murió. Por mi culpa – Gala acabó contestando.

-    ¿Te acordaste? – repitió Hela.

Gala negó con la cabeza.

-    Cuéntame que ocurrió antes de que pasase eso, Gala – Hela le pidió.

-    Estaba caminado y alguien me paró. No sé quién era – Gala explicó. – Me llamó asesina y me acordé de mi hermano. Cuando seguí caminando era como si... ¿reviviera lo que ocurrió?

Gala frunció el ceño. Levantó la cabeza y miró a Hela.

-    Tenía miedo, cada vez que cerraba los ojos volvía a ver a mi hermano en el suelo – dijo, aún tenía el ceño fruncido. – No sé por qué pasó eso.

-    ¿Puedes describirme cómo era el chico?

-    Solo vi que era un chico y era alto. No me fijé mucho en él.

-    ¿Era delgado?

-    No – respondió Gala. – Parecía ser muy fuerte.

Hela asintió.

-    Le encontraré – Hela le prometió.

-    ¿Por qué?

-    Porque te llamó esas cosas, no debería haberte dicho eso. Y eso ayudó a que pasara lo que pasó.

-    Entonces, ¿no fue mi culpa? – Gala preguntó esperanzada.

-    No, Gala. Tú no tienes la culpa.

Gala se acercó para abrazarla y Hela le devolvió el abrazo, acariciándole la espalda.





Hela dejó a Gala descansar. Salió de la habitación y subió las escaleras para salir del sótano. Se encontró al profesor Xavier de brazos cruzados, apoyado en la barandilla de las escaleras.

-    Buenas noches profesor.

Hela tenía pensado seguir subiendo las escaleras pero la voz del profesor le paró.

-    Tenía pensado bajar y hablar con ella – dijo Charles. – Pero veo que alguien se me ha adelantado.

Hela le dedicó una pequeña sonrisa.

-    Quería ver cómo estaba – dijo Hela. – Saber qué ocurrió.

Hela volvió a abrir la boca para explicarle lo que pasó pero Charles le paró levantando una mano.

-    Me metí en su mente y lo busqué por mi mismo – explicó él. – Invadí la privacidad de su mente pero tuve que hacerlo.

-    ¿Sabes quién fue? – le preguntó ella.

Charles asintió.

-    He ido a buscarle pero ha desaparecido, se ha ido de la escuela – respondió el profesor. Hela se dio cuenta de que no reveló la identidad de la persona pero lo dejó pasar.

-    ¿Sabes si volverá?

-    Seguramente lo hará – asintió Charles.





En cuanto Hela dejó a Marylin en su cuarto, ésta esperó diez minutos antes de volver a salir. No podía dormir, no iba a dormir. Lo que había pasado no habría pasado si ella hubiese estado aquí.

Bajó las escaleras y se dirigió a uno de los salones.

No esperaba ver a nadie allí. Esperaba encontrarse la sala vacía. Pero en una de las esquinas de la habitación, sentado en uno de los sofás, había un chico.

Tenía el pelo plateado –a Marylin le parecía una peluca–, vestía una chaqueta de cuero y llevaba una camiseta negra con el logo de una banda de rock. Le reconoció por ser uno de los que también vio lo que ocurrió en el pasillo.

Le sonaba que se llamaba Peter, lo había oído por los pasillos. Él era veloz, y había conseguido a salvar a algunos estudiantes. Pero no pudo salvar al que murió.

Marylin se acercó y se sentó a su lado.

-    Hola – ella le susurró.

Él la miró –había estado mirando el suelo antes de que ella hablara– y levantó una mano, para saludarla.

-    Lo hiciste bien allí – ella continuó. – Salvaste a muchos.

-    Pero no a todos – Peter volvió a mirar al suelo.

-    Yo no estuve cuando ocurrió pero podría haber ayudado – Marylin se encogió de hombros. – Ahora me siento culpable.

-    Estabas lejos, tuviste suerte de no estar.

-    Si hubiera estado tal vez hubiera podido evitar que él muriera.

Peter no volvió a hablar, se quedó en silencio, volviendo a mirar al suelo.

-    Soy Marylin.

-    Peter.

Esa misma noche Eni estaba tumbada en su cama. Miraba el techo y no podía quedarse dormida.

Un mutante había muerto hoy. Y ella había ayudado a ello.





A la mañana siguiente, la Escuela de Mutantes del profesor Xavier volvió a aparecer en las noticas. Y no fue por la explosión del otro día.

¿Los profesores acosan a las alumnas? Era el título de la noticia. Alguien había divulgado dos fotografías.

En ambas aparecía un profesor con una alumna. En la primera fotografía aparecía un profesor con gafas muy cerca de una alumna quien parecía un poco incómoda por la presencia del otro.

En la segunda fotografía se podía ver a un profesor, este mucho más mayor que el anterior, tocándole la cara a otra alumna, esta tenía el pelo rubio platino.

Esa noticia aún no había llegado a la Escuela de Mutantes pero al resto del mundo sí.





Charles estaba en su despacho, se había despertado más pronto de lo normal; no pudo dormir en toda la noche. Estaba sentado en la silla del escritorio observando fijamente unos papeles, aunque su mente estaba en otra parte.

Cuando Erik entró en el despacho de Charles, este seguía igual. Tuvo que aclararse la garganta para que Charles saliera de su ensoñación y viera que tenía compañía.

Erik caminó hasta sentarse en una de las sillas en frente de Charles pero antes cerró la puerta del despacho.

-    Ayer estuviste muy pensativo, hoy también – dijo Erik. – Más de lo normal.

Charles sonrió.

-    Estaba pensando – respondió escuetamente.

Erik levantó una ceja, esperando que se explicara mejor.

-    No fue una coincidencia que Gala explotara antes de tiempo. Alguien lo provocó.

-    ¿Sabes quién fue?

-    Se llama Brock.

Erik no le reconoció.

-    Un mutante que apareció el primer día en nuestro despacho.

-    ¿Fue él? – preguntó Erik. – S su mutación era muy pobre.

-    ¿No notaste algo raro ese día? – le preguntó Charles. – Como si lo que estábamos viendo fuera un montaje.

-    ¿Un montaje? – repitió Erik.

-    No lo sé – Charles se encogió de hombros. – Es difícil de explicar.

Ororo y Logan entraron en el despacho sin llamar en ese mismo momento, cortando su conversación. Ororo hizo lo mismo que el día anterior: cogió el mando de la televisión y encendió la televisión. Cambió de canal hasta llegar a un canal de noticias.

Erik y Charles observaron con atención la pantalla. Apareció una imagen de Hank y una alumna, Sisa. El periodista decía que Hank estaba acosando a una chica, Logan se rió (porque él conocía a Hank y él no era así. Era justo lo contrario). Cuando se enseñó la segunda imagen, donde aparecían Erik y Charlotte, Charles se giró para mirar a Erik.

-    ¿En serio, Erik?

-    No la estaba acosando – se defendió él.

Charles negó con la cabeza.

En ese momento, el teléfono de la escuela sonó. Charles lo cogió y se lo puso en la oreja.

-    Aquí Charles Xavier, ¿en qué puedo ayudarle?

Ororo y Erik no lograron entender lo que le dijeron por la otra línea pero había muchos gritos.

-    Lo entiendo y les estaremos esperando – Charles cortó la llamada.

Dejó el teléfono en la mesa y se masajeó las sienes.

-    Eran los padres de Sisa Astor – explicó. – Quieren llevarse a su hija de aquí. Y piensan denunciarnos por acoso a menores.

-    Que pronto han llamado – opinó Logan.

-    No serán los únicos que llamen – dijo Ororo. – ¿Deberíamos cancelar las clases?

-    No – respondió Erik y Charles estuvo de acuerdo con él.

-    Lo mejor será hablar con Hank y las dos alumnas – Charles seguía masajeándose las sienes. – Erik, busca a Charlotte y Logan, encuentra a Hank y Sisa. Yo tengo que hablar con alguien antes de volver a reunirnos.

Logan se marchó del despacho el primero, sin esperar a Erik. Erik se levantó de su asiento y salió, más calmado que Logan.

-    Ororo encárgate de las llamadas – Charles le pidió.

Se levantó de su silla y salió del despacho.





Logan se encontró a Hank en su habitación. le llamó y Hank abrió la puerta. Ya estaba vestido para dar clases, solo le faltaba ponerse las gafas.

-    ¿Qué quieres Logan?

-    ¿Has visto las noticias?

-    No. ¿Por qué?

Logan le explicó lo que había pasado.

-    Deberías encontrar a la alumna a la que has acosado y venir al despacho de Charles – Logan se rió.

Hank le cerró la puerta en la cara.





Charlotte salió de su cuarto antes que el resto. Antes de empezar las clases, necesitaba un café. Al igual que el día anterior, bajó las escaleras y caminó hasta llegar a la cafetería.

No era la única que necesitaba un café antes de las clases. Había unos pocos estudiantes –e incluso algunos profesores– esparcidos por toda la sala. Charlotte cogió una bandeja y se sirvió un croissant. Después caminó hasta la cafetera y se hizo un capuchino.

Una vez hecho el café, pasó por delante de mesas con la bandeja en las manos. Oía susurrar a algunos de los estudiantes y eso le hizo fruncir el ceño. ¿Qué había pasado?

Pasó delante de una mesa ocupada por tres personas –los tres eran chicos– y les vio reírse mientras la miraba.

-    ¿Hay algún problema? – les preguntó directamente.

-    ¿No has visto las noticias? – le preguntó un chico.

-    No sabía que fueras tan cercana al profesor Lensherr – otro movió las cejas.

-    ¿Qué? – Charlotte estaba confusa.

Los tres se rieron.

Charlotte siguió caminando, dispuesta a ignorarles. Se sentó en la mesa más alejada –y vacía– y empezó a comer su desayuno.

Salió de la cafetería no sin antes haber dejado la bandeja donde estaba el resto de bandejas sucias. Seguían habiendo susurros y algunas risitas y Charlotte no sabía en qué pensar. ¿Cercana a Erik? ¿Por qué iba a ser cercana a él? Al principio le odiaba y después del coche nuevo y el jardín, quedaron como personas que no se odiaban. Nada más. 

Salió del comedor y se dirigió a su habitación. Tenía que recoger la mochila antes de ir a clases. Cuando fue a la cafetería no se encontró a nadie, pero a la vuelta vio a más estudiantes bajar las escaleras para ir a la cafetería o dirigirse ya a las clases. Subió las escaleras y volvió a escuchar susurros. Se giró para ver a dos chicas taparse la boca para hablarse entre las dos. Como si taparse la boca iba a hacer que no las escuchase.

-    ¿De qué habláis? – Charlotte las miró mal.

Las dos chicas tuvieron la decencia de dejar de susurrar y mirar al suelo.

Charlotte volvió a girarse y subió con rapidez las escaleras. Caminó hasta su cuarto, sacó la llave del bolsillo para tenerla preparada. Cuando llegó, metió la llave en la cerradura y abrió la puerta.

-    Charlotte – Erik le llamó.

Charlotte se giró para mirarle.

Había varios estudiantes en el pasillo, esperando escuchar la conversación. Charlotte los miró antes de centrar su atención en Erik.

-    ¿Qué quieres Erik? – le preguntó.

-    Tengo que hablar contigo.

A Charlotte se estaba empezando a poner nerviosa, por tener a todos observando su conversación, ¿no podía tener un poco de privacidad?

-    Ya hablaremos cuando no haya nadie – Charlotte se giró y entró en su habitación. fue a cerrar la puerta, para impedir que Erik entrara pero no podía cerrar la puerta.

La puerta se había movido pero no completamente, por lo que no estaba cerrada. Charlotte frunció el ceño, hizo más fuerza para cerrar la puerta pero no se movió. Levantó la mirada y vio a Erik con la mano levantada.

Era él quien impedía que la puerta se cerrara. Controlaba el metal y el pomo de la puerta –así como las bisagras– era de metal.

-    ¿Qué haces? Déjame cerrar la puerta.

-    Esto es importante, Charlotte – Erik movió su mano hacia delante y Charlotte tuvo que dar un paso atrás y soltar la puerta porque, si no, la puerta le daba.

Erik entró en la habitación y cerró la puerta detrás de sí.

-    ¿Qué haces? ¡Vete!

-    Primero tenemos que hablar – Erik se negó a salir de la habitación.

Charlotte apretó las manos, de ellas empezaron a salir chispas.

-    Vete – le ordenó, esta vez sin gritar.

-    ¿Has visto las noticias? – Erik la ignoró.

Charlotte negó con la cabeza.

-    Alguien ha filtrado unas fotos a la prensa. Nos hicieron fotos en el jardín y creen que me estaba aprovechando de ti.

-    ¿Qué? – Charlotte frunció el ceño. – ¿Por qué iban a creer eso?

-    Alguien les dijo que los profesores acosaban a los alumnos – respondió él. – Tenía que avisarte. Seguramente tengas que venir conmigo al despacho de Charles.

-    ¿Por qué?

-    Para que sepan que eso no fue lo que ocurrió.

-    ¿Vendrá la prensa?

-    Seguramente ya haya periodistas fuera de la finca, pero no podrán pasar sin el consentimiento de Charles.

Charlotte ya no estaba tan enfada, al menos no con Erik. De sus puños dejaron de salir chispas y cruzó los brazos.

Erik volvió a abrir la puerta y Charlotte fue la primera en salir, seguida de él.





Las clases empezaron como el día anterior. Solo que hoy había un ambiente más tenso y triste. La diferencia del primer día al segundo día era la muerte de un alumno. Todos estaban callados, el buen humor del primer día se había esfumado.

Eni ya estaba sentada en su pupitre, esperando que la clase comenzara. La clase de hoy estaba relacionada con por lo que solo había gente que tenía poderes psíquicos. Conocía a una chica, era de las favoritas del profesor Xavier, Jean Grey. Se decía que era de las mutantes más poderosas. A Eni eso le era indiferente.

-    ¿Has visto a Brock? – le preguntó una chica a su derecha.

Eni había estado viendo a través de la ventana por lo que no la vio venir. Se giró para observarla. Tenía el pelo castaño y los ojos marrones oscuros aunque parecía que le brillaban. Se había sentado en el pupitre de al lado.

-    ¿Quién es Brock? – Eni frunció el ceño.

-    Estuviste hablando con él ayer.

Eni frunció el ceño, sin saber a quién se refería.

-    En la terraza. Ayer – explicó ella. – Él era alto, musculoso, ojos azules...

-    Ah sí – asintió ella.

Gracias a la descripción Eni sabía a quién se refería. Como el chico –Brock– no le dijo su nombre ayer, no sabía a quién se refería esta chica.

-    No le he visto – respondió Eni a su pregunta inicial. – ¿Por qué lo preguntas?

-    Ayer se fue de la escuela porque tenía que hacer algo – respondió esta vez la chica. – Me dijo que mañana por la mañana, o sea hoy, iba a estar de vuelta. Fui a buscarle a su habitación y no estaba.

-    Ya volverá – Eni se encogió de hombros.

-    ¿Sabes a dónde ha ido? – le preguntó.

Eni negó con la cabeza.

-    No me dijo nada sobre eso – Eni respondió sincera.

-    Soy Leyla – se presentó ella.

-    Eni.





La clase empezó normal. La mayoría de los alumnos estaban en silencio, aunque eso no significaba que estuvieran prestando atención. Un golpe en la puerta interrumpió la clase, nada más quince minutos después de empezar.

-    Oh, profesor Xavier, ¿a qué se viene su visita? – le preguntó la profesora.

-    Me gustaría hablar con Leyla Evans un momento – dijo el profesor con una sonrisa.

Todos los alumnos se giraron para observar a Leyla. Ella se levantó de su asiento y salió de la clase sin mirar a nadie.

Leyla salió de la clase y Charles cerró la puerta de la clase.

-    ¿Dónde está Brock, Leyla? – el profesor le preguntó directamente.

-    En su clase supongo – Leyla se encogió de hombros.

-    Vamos, no me mientas, Leyla.

-    No le estoy mintiendo, profesor.

Leyla le miró fijamente. Sabía cómo se sentía, en qué estaba pensando. Esa era su mutación, podía leer a las personas y no sólo eso, también podía cambiar sus pensamientos, sentimientos y recuerdos.

Leyla sabía que Charles sabía lo que hizo Brock y lo enmendó.

Cogió sus recuerdos –recuerdos tomados de la cabeza de Gala– y los borró. No los borró exactamente, sino que los modificó. Cambió a Brock por Eni, quien había asustado a Gala, enseñándola sus pesadillas.

-    ¿Algo más, profesor? – le preguntó Leyla.

El profesor parpadeó, primero parecía confuso pero luego se acordó de lo que tenía que hacer. Buscar a Eni para hablar con ello.

-    No, solo eso – Charles la sonrió. – ¿Está Eni en tu misma clase?

Leyla asintió.

-    Entonces dila que venga a mi despacho cuando acaben las clases. Tengo bastantes cosas que hacer ahora mismo.

Leyla volvió a asentir.





Charles entró en su despacho. Ororo estaba sentada en la silla del escritorio, con el teléfono pegado al oído. Dijo unas palabras y colgó.

-    ¿Muchas llamadas?

-    Solo de padres preguntando si era verdad lo que aparecía en las noticias, amenazas de grupos de odio y poco más.

-    ¿Los padres de Charlotte Sellers han llamado?

Ororo negó con la cabeza.





Hank entró en el despacho seguida de Sisa. La puerta se iba a cerrar pero también entró Logan, por nada del mundo se iba a perder esto.

Erik y Charlotte habían llegado antes que ellos. En defensa de Hank, Sisa estaba fuera, al lado del lago por lo que Hank tardó en encontrarla –se había recorrido toda la escuela antes de salir y buscarla–. Sisa había perdido la noción del tiempo, se olvidó de qué hora era. Por eso, había faltado a clases.

-    No es lo que parece – intentó decir Hank.

-    ¿Qué parece? – preguntó Sisa.

Sisa aún no se había enterado de la noticia; no había visto las dos fotografías.

-    ¿No se lo has dicho Hank? – le preguntó Erik.

-    Preferiría que se lo explicara Charles – respondió él a la defensiva.

Sisa frunció el ceño. ¿Explicarla el qué?

-    Sisa nos gustaría hablar contigo por un momento – dijo Charles. – ¿Quieres sentarte en una de las sillas?

Sisa estaba confusa, ¿de qué querían hablar? Pero a pesar de su confusión, caminó hasta sentarse en una de las sillas. Sin ayuda de nadie.

-    ¿Has escuchado las noticias? – le preguntó el profesor Xavier.

-    No me gustan las noticias – respondió ella. – Siempre están llenas de malas noticias.

El despacho se quedó en silencio, por lo que Sisa aclaró:

-    No.

-    Bueno pues, hoy, han salido unas fotografías de la Escuela de Mutantes. En ellas aparecen profesores con alumnas y los medios creen que los profesores las estaban acosando-

-    Yo no estaba acosando a Sisa – le cortó Hank. Tenía las mejillas sonrojadas. Y no era porque había corrido hasta llegar al despacho, si no por tener esta conversación.

-    Aparece una foto donde estáis Hank y tú – terminó de decir Charles.

Sisa frunció el ceño.

-    ¿Que Hank me estaba acosando? – repitió Sisa.

Charles asintió, después se dio cuenta de su error y dijo en voz alta "sí".

-    Pero no lo ha hecho – el ceño se mantuvo.

-    ¡Veis! – le dijo Hank al resto. – No la he acosado. ¡Yo no acoso a nadie!

-    La gente cree que sí lo ha hecho, por las fotos.

-    Tenemos que dar una conferencia, para que vean que esas acusaciones son falsas – dijo otra persona. Sisa le reconoció por la voz; era el profesor Lensherr. – ¿Estarías dispuesta a hablar delante de una cámara y contar la verdad?

-    Por supuesto – Sisa asintió con la cabeza. – Haré lo que sea.

-    ¿Y tú Charlotte? – le preguntó el profesor Xavier esta vez a Charlotte.

-    Sí.





El sedán gris, marca Ford, aparcó al lado del descapotable blanco. Padre y madre salieron del coche pero el hijo se negó a salir del coche.

-    Cariño, ¿no quieres entrar y ver a tu hermana? – le preguntó su madre.

-    No, mamá – el chico negó con la cabeza. Después, se puso unas gafas de sol.

-    De verdad que no entiendo por qué no quieres salir, hijo.

Bruno le ignoró. Su padre suspiró y cerró la puerta. Bloqueó el coche y junto con su mujer caminaron hasta la entrada del colegio.

Vieron a muchos alumnos caminar de un lado para otro. La mujer le preguntó a un grupo dónde podía encontrar al profesor Xavier y ellos les llevaron a su despacho. La madre de Sisa llamó a la puerta y les dejaron entrar.

-    Buenos días, somos los padres de Sisa Astor – habló la mujer.   

En el despacho solo se encontraban Charles, Sisa, Logan y Hank. El resto habían salido en cuanto la puerta estuvo abierta. Continuarán la conversación en otro momento.

El padre de Sisa, al ver a Hank –el chico que acosaba a su hija– se enfadó. Dio varias zancadas y le pegó un puñetazo en la nariz.

Hank cayó hacia atrás. Ambas manos volaron para taparse la nariz de la cual salía sangre. Charles se agachó para ayudarle a levantarse.

-    ¡Eso por acosar a mi hija! – le gritó.

Volvió a acercarse, preparado para volver a pegarle pero Logan un tío más alto y fuerte que él, le paró los pies. Le mantuvo alejado, esperando que se relajase. 

-    ¡Papá! – gritó Sisa. – ¿Qué has hecho?

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