Charles Xavier #8
Capítulo siete: JFK
- De acuerdo – dijo Logan.
- Pero te lo advierto, no conoces a Erik. Ese hombre es un monstruo, un asesino. ¿Crees que puedes convencer a Raven de que cambie? ¿Que vuelva a casa? Estupendo. Pero, ¿de verdad crees que el cambie?
- Tú y Erik, juntos, me enviasteis aquí – respondió Logan. Ambos, Hank y Charles se quedaron callados.
Conseguisteis despejar una mesa (todo lo que tenía encima fue dejado en otros lugares). Sacaron algunos mapas del pentágono (ni idea de por qué los tenían) y los cuatros os colocasteis alrededor de ella.
- La celda donde lo retienen se construyo durante la segunda guerra mundial, cuando había escasez de acero. Los tabiques son de hormigón y arena. Nada de metal – dijo Hank.
- Está retenido por debajo de cien pisos – habló esta vez Charles. – En el edificio más seguro del planeta.
- ¿Y por qué está ahí? – preguntó Logan.
- ¿Se olvidó de contártelo? – se mofó Charles.
- JFK – dijo Hank después de que Charles se riera. Abriste los ojos desmesuradamente.
- ¿Él mató a...?
- ¿Cómo se explica que la bala milagrosamente hiciera una curva? A Erik siempre se le dieron bien las pistolas. ¿Seguro que quieres seguir con esto?
- Eh, es tu plan no el mío.
- No tenemos recursos para entrar.
- O salir – habló Charles. – Solo estamos nosotros tres.
- ¿Entonces cómo entraremos? – preguntaste tú.
- Conozco a alguien – dijo Logan. – Ahora será un crío. Se crió a las afueras de Washington. Puede entrar en cualquier parte pero no sé cómo vamos a encontrarle.
- ¿Lo intentamos con cerebro? – le preguntó Hank a Charles.
Frunciste el ceño, porque, ¿qué era cerebro?
- Tenemos una guía de teléfonos – te explicó Hank.
Pero eso, no te explicó absolutamente nada.
-
Después de que Charles y Hank desaparecieran, volvieron con el nombre de la calle del chico del que hablaba Logan. Entrasteis en el coche de Logan (bueno, Logan dijo que era una historia un poco más larga que eso). Tú estabas sentada en los asientos de atrás mientras que los tres hombres se apretujaron en los asientos delante.
Charles condujo hasta la calle, y en todo momento, Logan le estuvo metiéndole prisa.
Los cuatro salisteis del coche y subisteis las escaleras del porche. Frunciste el ceño, porque apareció un olor diferente. Te giraste para mirar al coche, pero este estaba vacío.
Llamaron a la puerta y esta se abrió, mostrando a una mujer.
La mujer suspiró antes de hablar:
- ¿Qué ha hecho ahora? Mire, le extiendo un cheque por lo que ha cogido.
- Solo hemos venido a hablar con él.
- Peter, la policía está aquí – le gritoneó la mujer a su hijo. – Otra vez.
La mujer os guió por su casa y os señaló las puertas del sótano.
El sótano era como una sala de juegos, un búnker con comida para una ciudad entera y la habitación de un adolescente. Todo en uno. Había música ruidosa y se oía el ruido de que había dos personas jugando al ping pong. Fuiste la última en bajar y te sorprendiste al ver que era la misma persona jugando solo.
Era un adolescente. Tenía el pelo plateado, y era bastante pálido. Llevaba pantalones negros y una camiseta de Pink Floyd.
- ¿Qué queréis? Llevo aquí todo el día – dijo Peter. Por un momento desapareció. Os disteis la vuelta para ver que estaba sentado en su sofá. – No he hecho nada.
- Tranquilo Peter, no somos polis.
Al inspirar, volviste a capturar ese olor del porche. Ese olor era el de ese chico.
- Ya lo sé. Si lo fuerais, no iríais en un coche de alquiler.
- ¿Cómo sabes que es de alquiler? – preguntó Charles.
- Comprobé la matrícula mientras entrabais. Como me sobró tiempo, miré el contrato y vi que no erais de aquí. ¿Sois del FBI? – Peter había desaparecido de nuevo. Os girasteis para ver que estaba detrás de vosotros, con una cartera en una mano y una tarjeta en la otra.
- No sois polis. ¿Qué es eso de jóvenes talentos?
- Es una... – habló Charles, recogiendo su cartera. – Tarjeta antigua.
Charles se metió la cartera en su bolsillo y Hank habló:
- Es fascinante – sonrió Hank.
- Es un grano en el culo – masculló Charles y tú sonreíste.
- ¿Se teletransporta? – preguntó Hank.
- No – negó Logan. – Solo es rápido. Y cuando le conocí no era tan... joven.
- ¿Joven? – preguntó Peter. Esta vez estaba sentado en un sofá. – Tú que eres viejo.
- ¿Así que no temes mostrar tus poderes? – preguntó Hank.
- ¿Poderes? ¿Qué poderes? ¿De qué hablas? – dijo Peter, terminándose de comer un polo. – ¿Ves algo extraño aquí? Nadie se lo creería si se lo contasen.
Peter desapareció (otra vez) y el sonido de los come cocos os hizo dar media vuelta (otra vez).
- ¿Quién sois y qué queréis? – demandó Peter.
- Necesitamos que nos ayudes – dijo Logan.
- ¿A qué? – le interrumpió Peter.
- A entrar en un edificio de alta seguridad y sacar a alguien – le respondió Logan.
- ¿Liberarlo? – se mofó Peter. – Eso es ilegal.
Los cuatro mirasteis toda la habitación.
- Bueno, solo si te pillan – dijiste viendo todo el arsenal de comida que había.
- ¿Y qué saco yo? – preguntó Peter.
- Un cleptómano como tú – Charles se quitó las gafas y se rascó el ojo. – La oportunidad de entrar en el pentágono.
Peter, inmediatamente, dejó de jugar. Se dio media vuelta y miró a Charles.
- ¿por qué confiar en vosotros? – preguntó desconfiado.
- Porque somos como tú – respondió Logan.
- Muéstralo – le dijo Charles.
Logan, en ese momento, levantó una mano y de sus nudillos salieron unas garras de huesos.
- Mola pero da asco – dijo Peter.
En ese momento, Peter se invento una escusa para que se pudiera ir con vosotros cuatro. El viaje al pentágono fue rápido. Peter y tú estuvisteis en los asientos traseros y los otros tres hombres delante. Cuando llegaron al pentágono, (y tú ya estabas por salir) cerraron la puerta, contigo dentro.
- Puedes quedarte ahí - te pidió Charles. – No te necesitaremos.
Tú refunfuñaste, pero no dijiste nada más.
Peter desapareció, y los otros tres hombres restantes subieron como personas normales por las escaleras.
Bufaste aburrida minutos más tarde. Mirabas a tu alrededor y veías a las personas caminar, hablar por el móvil o simplemente estaban sentadas. No tenían ni idea de lo que estaba a punto de ocurrir.
Pasaste la mano por los asientos delanteros, sintiendo el cuero en las yemas de los dedos. Paraste cuando te quedaste sumida en tus pensamientos.
En el caso hipotético de que consiguierais parar a Raven, ¿qué ocurriría después? Sí, salvaríais a los mutantes y humanos de un mundo apocalíptico, pero ¿qué más? ¿TRASK dejaría de perseguirte y por ende dejar de experimentar con mutantes? En ese caso, ¿seguirías con Hank y Charles? O, ¿volverías a tu casa, junto con tus amigos, familia y el trabajo?
Ahora que lo pensabas, llevabas tres días faltando a tu trabajo. Se te había olvidado por completo. Sí, lo odiabas, pero era lo único que te daba dinero para sobrevivir, al menos, por un mes.
Mascullaste un "mierda" mientras salías del coche. Qué raro que no lo cerraran.
Te encogiste de hombros y cerraste la puerta detrás de ti. Al lado del coche había una cabina telefónica, así que decidiste llamar a tu trabajo.
Hurgaste en el bolsillo de tu chaqueta para sacar unas monedillas. Las metiste en la cabina y tecleaste el número de teléfono de la empresa en la que trabajabas. Al segundo pitido contestaron.
- Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarle? – dijo una voz femenina (intuías que era la secretaria del jefe).
- Eh, hola. Quería lamentarme por haber faltado por tres días. Soy la recepcionista del ala B – le hiciste saber.
- Ah, sí. Sabemos quién eres. Me temo que estás despedida. Habías faltado tres días y si avisar. Además de que no cogiste el teléfono de tu casa cuando te llamamos.
- Lo siento. Es una larga historia-
- Se acercaron a preguntar por ti dos personas. Daban bastante miedo, no sé donde andabas metida, pero te estaban buscando.
- Lo sé, por eso no pude ir-
- Pásate cuando quieras por tu trabajo para firmar unos papeles, ¿sí? – te cortó por segunda vez. Después de hablar, colgó.
Un escalofrío recorrió tu cuerpo, como si ahora mismo te estuvieran vigilando.
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