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Charles Xavier #3

Capítulo dos: Olor a chucho.


Al día siguiente, te despertaste y lo primero que hiciste fue comprobar el tobillo. El tobillo no estaba hinchado, y podías moverlo. Saliste de la cama, y un pensamiento cruzó tu mente: No tenías pensado salir. Pero tarde o temprano tendrías que hacerlo. Era aburrido estar simplemente mirando a la pared. Y además, tenías hambre (la comida que trajiste se te acabó ayer por la noche).

Finalmente te colocaste unas zapatillas de estar por casa y una bata de tela fina y, saliste de tu habitación, en busca de la cocina. Porque, debería tener cocina, ¿no? La pregunta del millón sería si había comida en la cocina. Porque por el aspecto descuidado de la casa, lo dudabas mucho. Y realmente tenías hambre.

Cojeabas imperceptiblemente, pero ni se notaba al andar.

A tu derecha había un pasillo interminable y sin salida, por lo que tendrías que volver por donde viniste. Caminaste hasta llegar a la entrada. Ahí te paraste, pensando a dónde ir. Finalmente, te guiaste por el olor a chucho (que ese era Hank) para seguirle y dar con él. Tal vez no estuviera en la cocina, pero al menos te diría dónde estaba.

Caminaste por varios pasillos (los cuales estaban llenos de libros y botellas vacías de alcohol) y, bingo, Hank estaba en una cocina. No parecía una cocina ya que estaba llena de cosas. Caminaste silenciosamente hasta estar a su lado. Él se giró, un poco asustado.

- Lo siento – sonreíste nerviosamente. – ¿Y ese tal Charles te ha matado?

- ¿Qué? – preguntó confuso. Viste que estaba preparando café.

- Ayer, cuando me enseñaste la habitación, susurraste eso al irte.

- ¿Y cómo lo oíste? – preguntó asombrado.

- Tengo los sentidos más desarrollados, menos el del tacto.

- ¿Por eso me has encontrado? – dedujo. Se puso a buscar por los cajones tazas y tardó bastante hasta encontrar dos.

- Sí – asentiste. – Por tu olor.

- ¿Mi olor? – preguntó confuso. La cafetera terminó de hacer el café.

- Cada persona tiene un olor propio, y yo puedo olerlos todos.

- ¿Y a qué huelo yo? – preguntó curioso. Empezó a rellenar las tazas con café.

- A chucho – te reíste nerviosamente. – Y no pretendo ofenderte, es la verdad.

Hank paró de verter el café; parecía un poco impactado, pero finalmente se encogió de hombros y se rió.

- Tiene sentido – respondió simplemente. – Y no, Charles no me ha matado. Estaba enfadado conmigo por dejarte entrar, pero ya se le pasará.

- Si soy una molestia, me iré-

- Esta casa es demasiado grande – te cortó de nuevo Hank. – No eres una molestia. Es solo que Charles... Es complicado, aunque no soy quien para hablar.

Asentiste.

- Además, no sería capaz de echarte de aquí sabiendo que hay gente ahí fuera persiguiéndote.

Le sonreíste agradecida.

En ese momento Hank te pasó una taza con café y se dio por terminada la conversación. Ambos bebisteis en silencio el café.

- He encontrado alguna información de Trash que seguramente te interese – te contó y tú asentiste. Le seguiste por el pasillo donde estaba el salón y entrasteis en un cuartito pequeño.

Hank se sentó en una silla y tú te quedaste de pie detrás de él, observando todo. Lo que tenía en frente de él era como un ordenador, y parecía muy moderno*.

- Industrias Trask fue fundada por Bolivar Trask. Su principal objetivo es acabar con los mutantes – resumió en breves palabras. – Tiene un programa, llamado Centinelas, pero es extraoficial. Todavía no lo ha sacado al mercado.

- Pero lo hará.

Hank asintió.

- He encontrado unos archivos, mira. – Hank tecleó algo y aparecieron imágenes de personas. Todas con las marcas de una autopsia. – Eran amigos nuestros. De Charles y míos.

Te tapaste la boca con la mano, impactada.

- Dios mío. – Hank asintió.

- Puedes quedarte todo lo que quiera, porque lo que están haciendo con los mutantes es... Inhumano.

- Gracias – susurraste.

Te alejaste de él y empezaste a caminar, de vuelta a tu habitación. Llegaste a la entrada pero paraste debido a un olor.

Aquí el olor de tranquilidad se olía más, pero no mucho. En la entrada había unas escaleras por lo que empezaste a subirlas. La escalera se partía en dos: una hacia la izquierda y la otra hacia la derecha. El olor a tranquilidad se hacía más grande en las escaleras de la izquierda, por lo que subiste lentamente por ellas, guiándote por el sentido del olfato.

El olor provenía de una puerta, y con cuidado, te acercaste a ella. Podías oír como algo de cristal (seguramente un vaso o una botella) era dejado con rudeza sobre alguna superficie (tal vez una mesa o un escritorio). Acercaste tu mano al pomo de la puerta y-

- ¿Qué haces ahí? – te preguntó una voz detrás de ti. Te diste media vuelta para ver a Hank a los pies de la escalera.

Te alejaste de la misteriosa puerta para acercarte a él.

- ¿Qué hacías allí? – te preguntó una vez que estabas a su lado.

¿Y si el que estaba detrás de esa puerta era el Profesor Xavier? O, ¿había más gente aquí dentro?

- Nada – negaste con la cabeza, despejando esos pensamientos. Hank empezó a caminar y tú decidiste seguirle.

Ibas por detrás y podías oler el olor a chucho que era Hank. Un poco desagradable la verdad. Cuando llegasteis al salón te paraste, y le preguntaste una cosa.

- Oye Hank, ¿tienes unos guates de jardinería?

- ¿Piensas arreglar el jardín? – te preguntó.

- Quiero matar el tiempo hasta que sepa qué haré.

- Me parece bien – aceptó. – Sígueme.

Hank te llevó por el pasillo donde estaba tu habitación y en un cuarto entró. Te entregó unos guantes y le sonreíste agradecida. Después entraste en tu habitación y Hank se fue.

Te cambiaste de ropa, eligiendo unos vaqueros desgastados y una sudadera enorme. Recogiste los guantes y la botella de agua que te llevaste (del que solo habías dado pequeños sorbos). Caminaste hasta la entrada y abriste las grandes puertas, saliendo de la casa.

*Acordaros que esta época no es el 2016, así que el ordenador es, en realidad, una patata. Y tampoco sé si había o no ordenadores en el 73, pero hagamos como que sí.



 

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