Bucky Barnes #5
Capítulo cinco: No tienes por qué estarlo.
Salisteis los dos del coche, y por la puerta entrasteis al salón. Te quitaste el abrigo y el fular y los dejaste colgaos en la entrada. En ese momento (cuando habías sacado el móvil del abrigo) empezó a sonar tu teléfono. La llamada era de Gerard. Bucky se acercó a ti y leyó lo que ponía en la pantalla.
- No lo cojas – te dijo y tú asentiste.
Esperaste a que la llamada terminara para apagar el móvil. Dejaste el móvil sobre la mesa y subiste a tu habitación para quitarte las botas y ponerte zapatillas de estar por casa.
Miraste la hora en tu reloj, y viste que ya era casi la hora de comer. Te levantaste del sofá y entraste en la cocina. Te pusiste a preparar comida.
Media hora después estabais Bucky y tú sentados en la mesa de comedor, comiendo un filete con un poco de ensalada, y en silencio. Hasta que tú lo rompiste:
- ¿Sabes qué podrías hacer? - comentaste, pinchando un poco de comida.
Bucky te miró, esperando que siguieras hablando.
- Podríais ir escribiendo tus memorias en una libreta. De lo que te vas acordando. Así no se te olvidará nada.
Se encogió de hombros.
Te metiste a la boca lo que tenías en el tenedor y después te levantaste de la silla para rebuscar en los cajones del salón una libreta y un boli. Volviste a sentarte en frente de él y abriste la libreta por la primera página. Y empezaste a escribir:
Mi nombre es Bucky. Nací en 1917 y estuve en la Segunda Guerra Mundial junto con mi mejor amigo Steve Rogers (más conocido como Capitán América). Fui secuestrado por HYDRA.
Se lo entregaste y él lo leyó. Le pasaste el boli y empezó a escribir. Cuando terminó volvió a pasarte la libreta y el bolígrafo. después volvió a comer.
Leíste lo que ponía:
Me lavaron el cerebro a saber por cuánto tiempo. Puedo acordarme de los gritos a las personas que maté, pero no sé quiénes son. Tampoco sé que personas pertenecen a HYDRA. Pero hay una chica que me ayudó cuando estaba herido. Puede que no lo exprese, pero estoy agradecido de que me haya salvado.
Después de leerlo, le sonreíste.
- No tienes por qué estarlo - le respondiste, pero él no habló, solo siguió comiendo.
Tú también continuaste comiendo, los dos en silencio. Al terminar de comer, llevaste los platos a la cocina y los metiste en el lavavajillas.
Al volver al salón, viste que Bucky estaba sentado en el sofá con la libreta en mano. Así que, tímidamente, te acercaste a él y te sentaste a su lado.
- ¿Te suena algo? – le preguntaste refiriéndote a lo del museo.
Negó con la cabeza:- Es como si estuvieran narrando la historia de otro que no soy yo.
- Tal vez si encuentras al Capitán América – le dijiste. – Tal vez él te pueda ayudar.
Se encogió de hombros.
- ¿Y para quién trabajabas? – preguntaste curiosa después de minutos en silencio.
- HYDRA – respondió rápidamente.
- ¿Y recuerdas algunas caras? ¿Nombres de personas?
Negó con la cabeza.
- Veo borrones. Ahora mismo puedo ver la cara de alguien y el segundo después gritos de personas.
- Tu mente intenta rellenar los huecos vacíos – le explicaste. – Tu cerebro está dañado y quién sabe qué método utilizaron para borrarte la memoria.
- Electrocución – respondió. – Nunca podré olvidar esa máquina y esa silla.
- En los manicomios del siglo diecinueve utilizaban la electrocución, los efectos a corto plazo eran efectivos. Pero a largo plazo fallaban. La mente tiende a rellenar los huecos vacíos. Tarde o temprano acabaras recordando todo.
- El problema es que yo no me siento así – explicó. – Todo lo que he leído en ese museo parece como si fuera de otra persona. No yo.
- Entonces busca un nuevo yo – explicaste.
- Es difícil con todo el mundo buscándome.
Te quedaste callada porque no sabías qué responder. Cogiste el mando de la televisión y la encendiste. Querías ver si las noticias decían algo al respecto. En ese mismo momento apareció el canal de las noticias.
"Un hombre afirma haber visto al Soldado de Invierno en el Smithsonian, hace menos de una hora. La policía, la CIA e incluso el Capitán Rogers han ido para buscar pistas. No hay rastro del Soldado de Invierno, y se cree que este hombre tan solo buscaba un poco de atención ya que fue el único que lo consiguió ver"
Decía una reportera. Bucky tenía el ceño fruncido.
La reportera estaba en las escaleras del Smithsonian y se podía ver como Gerard era arrastrado por varios policías y gritaba:
"¡Estaba con ella! ¡Fue él quien intentó ahogarla con su brazo metálico!"
Lo bueno de la noticia era que no había dio tu nombre, y que tampoco le creían.
Y después te acordaste de lo que dijeron las noticias en la consulta de urgencias ayer.
- Ayer dijeron que... - intentase recordar el nombre que le habían dado. – La Viuda Negra colgó toda la información de SHIELD y de HYDRA en la red. Tal vez... podríamos encontrarla.
- Seguramente estén codificadas.
- Pero tal vez sepas descodificarlo – te encogiste de hombros. Te levantaste del sofá para ir a tu habitación y coger el portátil. Bajaste las escaleras y te sentaste a su lado de nuevo.
Encendiste el ordenador y él miraba con atención la pantalla. Te metiste en Internet y lo primero que buscaste fue "Soldado de Invierno". Bajaste por las numerosas entradas aunque la mayoría eran de noticias de las últimas semanas. Probaste con "Soldado de Invierno HYDRA" pero tampoco aparecía nada. Bucky quitó el portátil de tu regazo y se lo puso en el suyo. Él escribió "HYDRA 17"
Hizo lo mismo que tú, fue bajando por todas las entradas hasta que había una que estaba en ruso (o eso creías tú).
- ¿Puedes leerlo? – le preguntaste y él asintió.
- Es esto.
Se metió en esa entrada e inmediatamente salieron un montón de páginas, que por casi se bloquea tu ordenador. Aparecieron un montón de ventanas y en cada una de ellas tenías que meter una contraseña.
- ¿Las sabes?
Negó con la cabeza.
- Intenta a ver – le animaste.
Bucky lo intentó pero no sabía qué escribir. tras varios intentos, desistió.
- Tal vez dentro de algún tiempo consigas descodificarlo.
Él se encogió de hombros.
Volviste a mirar la hora y viste que justamente era la hora en la que empezaba tu trabajo. Inspiraste mientras intentabas relajarte. Era la primera vez que ibas a faltar a un día de trabajo. Bucky te miró pero no dijo nada.
Os pasasteis la tarde los dos sentados en el sofá, viendo las noticias y sin hacer mucho realmente. Bucky había veces que escribía algo en la libreta y después te lo enseñaba.
Lo que más te gustaba ver era el cambio de letra, de la tuya a la suya.
Cuando se acercó la noche, a ti no te apetecía cenar y él no se quejó, así que no hiciste nada para la cena.
- Me voy a dormir ya - le dijiste levantándote del sofá. - ¿Quieres dormir en la cama? A mí no me importa dormir en el sofá.
Pero él negó con la cabeza.
Subiste las escaleras lentamente. Te cambiaste de ropa en tu habitación y después te metiste en la cama. Cerraste los ojos y rápidamente te quedaste dormida.
Te despertaron unos gritos agonizantes. Te despertaste y viste por el reloj de tu mesilla que eran las tres de la madrugada. Saliste de la cama y bajaste las escaleras con lentitud. Al llegar al salón te acercaste al sofá, donde estaba Bucky dormido. Tenía una pesadilla.
Te acercaste a él y con cuidado le moviste del hombro, para despertarle. Bucky se despertó sobresaltado, se sentó y te miró con los ojos como platos. Lo primero que hizo fue empujarte lejos de él, y después su brazo metálico te sujetó por el cuello.
Llevaste tus manos rápidamente a su muñeca e intentaste tirar.
- Bucky, no-
Dijiste casi sin oxígeno. Bucky reaccionó, parpadeó dos veces antes de soltarte.
- Lo siento - susurró. - Lo siento mucho. No quería hacerlo, yo-
- No pasa nada - dijiste con la garganta un poco adolorida.
Te levantaste del suelo, para sentarte a su lado, aún con las manos en la garganta.
- ¿Era una pesadilla? - le susurraste y el asintió.
Dejaste de sujetarte la garganta para cogerle de las manos.
- No te preocupes, lo que sea que soñaste, ya pasó – le calmaste.
- No – su voz sonó rota. – Nunca acabará, siempre me persiguen las pesadillas.
Le acariciaste ambas manos, notando el frío de su brazo metálico. Te levantaste, sin dejar de sujetar sus manos, y tiraste de él. Bucky se levantó y te siguió. Subiste las escaleras, con tu mano agarrada a la suya. Llegasteis a tu habitación y te tumbaste en tu cama, tirando de él.
Bucky, con inseguridad, se tumbó a tu lado. Después apoyó la cabeza en tu hombro y tú pasaste los brazos a su alrededor. Era bastante raro, a ti te latía el corazón a mil (y esperabas que no se diera cuenta) y él temblaba, seguramente porque seguía pensando en la pesadilla. Levantaste la mano hacia su cabeza y empezaste a darle un masaje en su cuero cabelludo. Notaste como tembló una vez más, y se encogió de hombros, pero no te apartó.
- Soy un monstruo – susurró.
- No, no lo eres – negaste, aún acariciándole. – Simplemente eres una víctima.
- El resto del mundo no piensa igual.
- Es un mundo cruel – susurraste. – Pero tarde o temprano conocerán tu historia y te aceptarán.
- Soy un asesino – siguió a lo suyo. – Y no te alejas de mí. Deberías hacerlo.
- Tú tampoco me has apartado de tu lado.
Ahí se acabó la conversación nocturna. Ambos os dormisteis y Bucky no volvió a tener pesadillas el resto de la noche.
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