Bucky Barnes #4
A la mañana siguiente despertaste con la intensa mirada del hombre. Poco a poco te estiraste de la posición en la que te habías quedado dormida (no habías cambiado de posición en toda la noche).
- ¿Sigue en pie lo del museo? – te preguntó cuando vio que te movías.
Asentiste, aclarándote la garganta.
- Si quieres vete duchando – le dijiste. – Ahora te traeré ropa de cambio y las toallas.
Bucky asintió. Se levantó de la cama y bajó las escaleras.
Tú tardaste un poco más en salir de la cama. Te habías quedado pensando un poco en todo lo que había ocurrido en los últimos días. Que supieras el nombre del huésped era, completamente un avance. ¿El problema? Que le estaban buscando. Y tú podrías salir perjudicada...
Te levantaste de la cama y saliste de tu habitación. Entraste en la otra (habitación que utilizabas para pocas cosas) y de ahí cogiste una toalla. Después bajaste las escaleras y entraste en el garaje para coger nueva ropa para Bucky.
Volviste a subir las escaleras y después de llamar a la puerta del baño, entraste. Aunque tal vez deberías haber esperado fuera:
Bucky estaba casi desnudo, sin contar la ropa interior. Cuando la puerta se abrió, él levantó la mirada y la enfocó en tus ojos.
- Yo venía a... - dijiste, pasando la mirada por todo su cuerpo. Reacciona. – Te dejaré esto aquí, ¿sí?
Saliste rápidamente del baño, cerrando la puerta.
¿Por qué te habías quedado mirando? Te pegaste mentalmente mientras entrabas en tu habitación y cerrabas la puerta. Abriste el armario y elegiste el atuendo que te ibas a poner: Unos vaqueros y una camisa blanca. Después te pusiste las botas con un poco de tacón que tenías.
Saliste de tu habitación y al bajar las escaleras, pasaste por el baño, donde podías oír al agua correr. Entraste a la cocina y dejaste que la cafetera hiciera su labor. Sacaste de uno de los armarios una bolsa de magdalenas, la abriste y cogiste una de ellas. Te la comiste viendo como dos vasos de café se iban haciendo. Cuando estuvieron llenos, saliste con ellos al salón y los dejaste sobre la mesa de comedor.
En ese momento, Bucky entró al salón. Te entregó la ropa y tú la llevaste al cesto de la ropa sucia. Volviste al salón y tomaste tu café. Bucky ya se había tomado el suyo.
Antes de salir de vuestra casa, tú te pusiste un fular de color negro para tapar las marcas moradas (Bucky te miró culpable por eso) y un abierto, donde guardaste las llaves y el móvil. Bucky se colocó una gorra y un abrigo, así no se le vería tanto una gorra. Le hubieras entregado unos guantes, pero no tenías ningún par de guantes de tu hermano (y los tuyos no le entraban a Bucky).
Condujiste tú durante veinte minutos. Ambos en silencio.
Aparcaste al final de la calle. Bucky y tú bajasteis del coche y caminasteis por la calle hasta llegar a la entrada del museo. Había mucha gente (como era lógico) por lo que Bucky estaba muy tenso.
- Tranquilízate – le calmaste, él tan solo te dio una mirada antes de caminar, esta vez menos tenso.
Subisteis las escaleras de la entrada con tranquilidad. Bucky miraba a todos lados, vigilando a las familias y parejas que había allí. Pasasteis por las puertas dobles de cristal y tú sacaste el panfleto (que te había entregado Gerard) de la chaqueta para ver dónde estaba.
Bucky, inmediatamente, inspeccionó el hall del museo. Se quedó bastante rato observado a los guardias, y a todas las salidas posibles, en caso de que ocurriera algo.
- No va a pasar nada – le dijiste, todavía observando el panfleto.
- No voy a estar en esa sala – murmuró Bucky. Levantaste la mirada para mirar a Bucky. – Seguramente me suene de otra cosa.
Tú negaste con la cabeza, y le entregaste el panfleto, señalando una cara en concreto.
- Creo que este eres tú – le susurraste. – Pero no estoy segura.
Eso convenció a Bucky. Empezasteis a caminar por el hall y girasteis a la izquierda, caminando por un pasillo (que estaba lleno de familias) todo recto hasta llegar al final. Al final del pasillo estaba la galería sobre el Capitán América. Con un montón de pantallas, información e incluso maniquíes con la ropa del comando aullador.
Bucky se tensó, tal vez por la multitud de gente. Miraste toda la sala y dejaste la mirada en la zona del comando aullador. Agarraste el brazo de Bucky, para llamarle. Él se giró hacia ti, y tú señalaste los maniquíes con la barbilla.
La cara de Bucky no mostró ningún sentimiento cuando miró los maniquíes y la cara de las personas encima de ellas. Capitán América estaba en el centro, y a su derecha estaba Bucky. Solo que con el pelo más corto. Notaste que Bucky se movió, porque tu mano ya no agarraba su brazo. Te apresuraste a seguirle por detrás. Bucky se paró cuando quedó en frente del comando aullador.
Le agarraste de la mano, porque pensaste que, necesitaba apoyo. Había perdido la memoria y verse en un museo, debería ser demoledor. Él no alejó la mano de la tuya, sino que te mantuvo más cerca de él.
- Tiene que haber algo sobre ti – le susurraste. Él asintió, mirando esta vez al suelo.
Empezaste a caminar por la sala, seguida de Bucky. Esquivasteis a un par de personas hasta que llegasteis al centro e la sala. Había un panel de cristal, con la foto de Bucky y una breve descripción de él. Bucky se colocó a tu lado y empezó a leer.
Le miraste a la cara y podías ver que estaba entre confuso y atónito. Tenía la boca un poco abierta mientras leía todo el panel.
- ¿No dijiste que note gustaban los museos? – dijo una voz detrás de ti.
Te giraste, y soltaste la mano de Bucky, para ver que Gerard estaba ahí detrás de ti.
- Cambié de opinión. – Te encogiste de hombros.
- Y veo que has ido con otro – dijo con veneno en su voz.
- Mi amigo quería ver esta exposición – explicaste, aunque no deberías explicarle nada a él.
Gerard te miró con el ceño fruncido, observó por un momento tu cuello tapado con un fular y luego miró la espalda de Bucky (Bucky seguía leyendo el cartel). Bucky podía ser alguien intimidante, era bastante grande y se podía ver a la legua que era alguien muy musculoso. Sabías lo que estaba pensando. Que él había sido quien te intentó ahogar (lo cual no era mentira).
- ¿Es él-
- No – le cortaste inmediatamente. Bucky se colocó a tu izquierda en ese momento. Observando a Gerard.
- No tienes por qué tener miedo de decirlo – masculló Gerard.
Miraste a Bucky en busca de ayuda y él te devolvió la mirada. Le agarraste de la mano (ni él ni tú os alejasteis) en busca de apoyo.
- Gerard, para – le dijiste claramente. – Él no fue, ¿de acuerdo? Deja de inventarte cosas.
- ¿Sabes qué? Llamaré a la policía – sacó su móvil del bolillo de su abrigo. – No tienes por qué aguantar esto-
Bucky, con su mano izquierda, destrozó el móvil de Gerard. ¿El problema? Que no llevaba unos guantes por lo que sus dedos metálicos brillaron. Gerard abrió los ojos como platos, y no solo porque le rompió el móvil, si no por los dedos metálicos. Bucky le dejó el móvil completamente destrozado en la palma de su mano y rápidamente empezó a alejarse de él, tirando de ti.
Bucky volvió a guardarse la mano metálica en el bolsillo. Tú miraste a todos los lados pero nadie pareció observar lo que ocurrió, lo cual era bueno. Viste como Gerard se acercaba a uno de los guardias de la sala y le explicaba lo ocurrido. Miraste hacia delante, mientras salíais de la galería. Cruzasteis el pasillo con pasos largos y rápidos. Salisteis del Smithsonian y algunas personas os miraban con el ceño fruncido.
- Bucky – le llamaste. Empezabas a quedarte sin oxígeno. – Cuanto más corramos, más llamaremos la atención.
Bucky aminoró notablemente la marcha, y así podías respirar con más tranquilidad. Poco a poco ibais perdiendo de vista al Smithsonian.
- Dame las llaves del coche – te susurró. Hurgaste en el bolsillo de tu abrigo y sacaste las llaves. Bucky te soltó la mano para agarrar las llaves.
Os parasteis donde estaba vuestro coche y rápidamente subisteis a él, Bucky de piloto y tú de copiloto. No hizo falta que le indicaras la dirección de tu casa, porque él ya lo sabía.
Cuando ya estabais a menos d cinco minutos de tu casa, varios coches de policías y de la CIA pasaron por vuestro lado. Seguramente en dirección al museo. El coche entró en el garaje, y cuando apagó el coche, ninguno salió.
- ¿Ese hombre sabe dónde vives?
Tras pensártelo por varios segundos, negaste con la cabeza.
- ¿Crees que vendrán aquí?
Esta vez fue él quien negó con la cabeza.
- ¿De qué conoces a ese hombre?
- Se llama Gerard. Trabaja conmigo en el hospital y es demasiado pesado. – Te pasaste la mano por la cara. – Por la tarde tendré que volver a verle en el trabajo.
- No vayas al trabajo – dijo Bucky. – Al menos hoy. Todo el mundo nos estará buscando. No aparezcas en el trabajo.
Asentiste, un poco insegura.
- Está bien.
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