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Capítulo 28

Dedicatoria especial a Rosa Lorena, quien descubrió esta historia y mi perfil de la manera más inusual, pero me ha hecho sentir sumamente feliz al leerme. Sé que no puedes leer en este momento, ojalá puedas ponerte al día pronto 💜. Espero podamos hablar más en el futuro. 😉

          Los puños de Jimin impactaban contra los barrotes una y otra vez, en una misión imposible. Las vibraciones absorbían el impacto, pero el material no cedía.

          —¡Mierda! —No detuvo sus intentos, a pesar de ello.

          —Es inútil. Es la mejor aleación que tenemos, mantiene bajo control hasta a nuestros especímenes más peligrosos —alardeó Minhyuk—. ¿Planeas escaparte y abandonarlo? Este es un giro inesperado.

          —¡Cállate! ¡Voy a salir de aquí, golpearte hasta la muerte y encontrar una forma de salvarlo!

          —No hay forma de revertir la transformación antes de que acabe el tiempo de acción de la droga. No puedes salvarlo —rio triunfal—. Pero él podría salvarte... ¿Qué me dices, detective?

          Esas palabras llamaron la atención de Jeon, quien clavó su mirada en él.

          —Faltan alrededor de diez minutos para que la transformación comience. Podría sacarlo, si haces algo por mí.

          —No lo escuches —susurró Jimin, tratando de devolver los ojos de Jungkook a los suyos. Fue inútil.

          —¿Qué quieres? —gruñó, su voz comenzando a escucharse más grave.

          —Es simple, solo tienes que arrodillarte ante mí y admitir que soy superior.

          Sin pensárselo dos veces, se desenredó del agarre de Jimin y se dirigió hacia Minhyuk, con claras intenciones de cumplir la demanda.

          —¡No! —Su alfa tiró de él por el brazo.

          —Déjame... No me importa, cariño. —Le sonrió—. Esto no es nada, si puede sacarte de esta jaula.

          —¿En serio crees que esta sabandija cumpliría su palabra? No es necesario que hagas esto. ¡No quiero! —Se volteó para encarar a su padre—. Cuánta soberbia, para alguien se hace unos minutos se meó encima. ¡Apesta aquí! —arremetió.

          El rostro de Minhyuk se tiñó de carmesí, en una mezcla de furia, vergüenza y humillación. Jeon lo había superado con voluntad pura, golpeando donde más dolía en un alfa como él. Pero no permitiría que su hijo recesivo lo humillara, ¡eso jamás! Respiró profundo, reuniendo hasta su última gota de auto control, perder los estribos y rebajarse sería contraproducente. Seguiría jugando su carta de triunfo hasta el final, demostrando que él estaba al mando.

          —Si esa es tu respuesta, pues ¡que así sea! Disfruta de tus últimos minutos con vida, antes de ser destripado por el hombre que amas. —Jugó su última carta. La desesperación embargando la mirada de Jimin, le demostró que sus palabras habían tenido efecto.

          Se retiró, juntando los fragmentos restantes de su lastimado orgullo. Cerró con un portazo tras de sí. Se cambiaría de ropa y regresaría. Se aseguraría de estar a tiempo para el espectáculo.

          Después de la partida de su padre, sin saber qué más hacer, Jimin pateó, golpeó, tacleó y embistió con cada parte de su cuerpo, buscando causar el mayor daño posible, pero la estructura seguía intacta, burlándose de él y sus patéticos esfuerzos.

          —Cariño, ya basta. Vas a lastimarte. —Jungkook lo abrazó por la espalda, su cuerpo temblando a pesar de la fingida serenidad en su voz.

          —¡Suéltame! Si lo intento un poco más fuerte, quizás se rompa. —Sabía que se escuchaba patético, pero no sabía a qué esperanza aferrarse.

          —Por favor... —suplicó—. Déjame abrazarte, mientras sigo siendo yo. —Se escuchaba tan vulnerable.

          Jimin se volteó, dispuesto a cumplir su petición. Los labios de Jungkook lo devoraron al instante, como si intentara consumirlo por completo y grabar su sabor en su alma para siempre. En medio del beso, Jimin sintió un sabor salado comenzar a mezclarse en la saliva. Cuando abrió los ojos, pudo ver las lágrimas del detective, deslizándose a mares por sus mejillas, hasta encontrarse con sus labios.

          En todo el tiempo que llevaban juntos, y a través de todo lo vivido, Jimin no recordaba haber visto nunca a Jungkook llorar. Aquí estaba, el alfa más dominante que había conocido, capaz de doblegar cualquiera, deshaciéndose en llanto por él, por no poder protegerlo. El joven Park sintió un nudo cerrar su garganta, y lo besó de vuelta, incluso más fuerte, tratando de transmitir todo lo que con palabras no sería suficiente.

          —Tranquilo, Jungkookie, estaremos bien. De alguna manera, saldremos de esta.

          —No, nada está bien... Quizás si me hubiera arrodillado, él habría...

          —No, Jungkook. Es inútil —lo interrumpió. Suspiró y lo miró a los ojos, con toda la sinceridad que pudo reunir—. Pase lo que pase, sé que moriré aquí. Estoy mentalizado para ello...

          —¡No digas eso, por favor! —imploró el detective. Las lágrimas parecían incapaces de detenerse, su cuerpo seguía en temblores y un extraño escalofrío se expandía implacablemente.

          —Shhh... Escúchame. —Le acarició el cabello, apartando los mechones de su frente sudorosa—. Si tengo que morir, prefiero que sea por tu mano. No le entregaré a Park Minhyuk esa satisfacción. —Le dio un corto beso en los labios—. ¿Harías eso por mí?

          Jungkook se quedó mudo, sin saber cómo reaccionar a esa petición. Las palabras parecían haberse quedado atascadas en su garganta. La mirada de Jimin era tan intensa y determinada, que era obvio que hablaba en serio. Este joven y hermoso alfa, con voluntad de acero, estaba dispuesto a entregarle su vida, en todos los sentidos. ¡Por la Luna, lo amaba tanto! ¿Por qué habían llegado a esto? Había tanto por vivir y compartir, tanto que quería decirle. ¿Acaso todo tenía que terminar de esta manera?

          Sus pulmones se cerraron y Jeon estalló en una sudoración profusa, su rostro pálido y frío como un cadáver. Un fuerte dolor se instaló en su pecho, cayó al suelo agarrando su camisa en un puño, luchando fervientemente por llevar aire a sus pulmones. La voz preocupada de Jimin, agachado a su lado, se escuchaba rodeada por un zumbido, más lejana y baja con cada sílaba pronunciada.

          Jungkook estaba al borde del colapso y lo sabía, su propio cuerpo se lo decía. Cada vez que trataba de articular palabra, gruñidos era todo lo que salía. Sus músculos y huesos se retorcían y comenzaban a crujir, convulsionando en su lugar, marcando el inicio del cambio. ¡Se estaba quedando sin tiempo! Casi era demasiado tarde, pero no podía permitir perderse a sí mismo antes de cumplir un último cometido.

          Levantó el rostro hasta llevar su mirada a la de Jimin, solo para encontrarlo llorando, con su mano presionada en la suya, apretando fuerte para hacerlo sentir acompañado. Sus propios ojos comenzaban a brillar en dorado, borrando todo rastro de raciocinio de su alrededor.

          —Jimin... —logró decir entre gruñidos.

          —Dime. Aquí estoy. —Se escuchaba tan desesperado, como seguramente se sentía.

          —T-te... amo. —Las palabras eran un gruñido doloroso, pero todavía entendibles.

          —También te amo, Jungkook. —Le sostuvo las mejillas entre sus manos, depositando un casto beso en sus labios a la vez que una avalancha de oporto y lavanda los envolvía. Quería que su tacto y su aroma fueran lo último que su alfa recordara—. Mi vida te pertenece.

          —La tomaré y, pronto... estaré contigo —declaró, con su último ápice de consciencia, demostrando su resolución.

          Un grito de dolor y un fuerte gruñido, seguido de un aullido ensordecedor, marcaron el final de su raciocinio y el inicio de la transformación.

          Sus huesos crujían, se fracturaban y cambiaban su forma, convirtiéndose en una estructura ósea de tamaño mucho mayor a la original. Sus músculos se contraían, retorcían e hinchaban, potenciando hasta el límite y más allá su imponente figura. Su rostro se alargó hasta dar lugar a un hocico y sus orejas adquirieron apariencia canina. Sus ropas se rompieron, incapaces de soportar la tensión del crecimiento forzado, dejando al descubierto el pelaje color azabache que se desplegaba por todo su cuerpo. Estaba erguido en sus dos patas traseras, sus manos aún conservaban algo de apariencia humana, a pesar de estar peludas y terminar en garras. Tenía una apariencia similar a la de los hombres lobo que aparecían en las películas, pero mucho más atemorizante.

          Un aullido atronador rompió en el silencio de la habitación, como una muestra natural e innegable de superioridad del espécimen. El eco se propagó por toda la edificación. Los gruñidos y aullidos que se habían estado escuchando a lo lejos en las últimas horas, se detuvieron abruptamente, opacados por un poder superior y abrasador.

          Un ruido sordo hizo al enorme lobo girar su atención al cuerpo de Jimin, que acababa de chocar con las rejas. El chico lo miraba fijamente, amilanado y sumiso ante su presencia. Temblaba en su sitio. Por más que estuviera mentalizado a su destino y hubiera decidido entregar su vida a Jungkook, no podía evitar el impacto que provocaba la criatura frente a él.

          Un gruñido, y la atención del hombre lobo estaba totalmente sobre él. Con la sutileza y premeditación con que un depredador estudia a su presa, Jungkook se acercó hasta quedar frente a frente, su altura superior a dos metros y su cuerpo exudando crudo poder. Sus orbes destellaron en dorado y le mostró sus dientes, relamiéndose. Inclinó su torso para bajar a la altura de Jimin, abriendo las fauces en el proceso.

          Jimin simplemente cerró los ojos, listo para dejarse hacer, preparándose psicológicamente para recibir el dolor que había aceptado. Sin embargo, no llegó. En cambio, sintió un hocico deslizarse por su cuello, olfateándolo y gimiendo de aprobación en el proceso, como si se deleitara con su aroma. Segundos después, una lengua se deslizó por su piel y lo saboreó. El suave pelaje le acarició la mejilla.

          Este era un giro inesperado, que tenía a su corazón latiendo a mil por hora. ¿Jungkook lo reconocía? Tentativamente, levantó una mano hasta acariciar al poderoso animal, que se tensó inicialmente bajo su tacto, para luego inclinarse a la caricia.

          —Jungkookie... —Su voz se escuchaba ahogada por todas las emociones que lo embargaban. ¿Era esto posible?—. ¿Sabes quién soy?

          El hombre lobo, sin abandonar su posición, cernido sobre él, apartó la cabeza hasta que quedaron cara a cara. Sus ojos se clavaron en los de Jimin. No podía articular palabra, pero el brillo del reconocimiento era innegable. Se acercó un poco más, hasta que su fría nariz rozó con la de Jimin, en una imitación de un beso esquimal.

          —Santa Luna... Jungkook. —Lo abrazó, esta vez con más fuerza y sin reparos, feliz y orgulloso de su alfa. La férrea voluntad y autocontrol del detective iban más allá de lo que jamás pudo imaginar.

          El cuerpo de Jeon se sacudió en el abrazo, hasta separarse. De pie a un par de metros de Jimin, respiraba pesadamente, su cuerpo temblando por la tensión y sus garras hechas puños a los lados, la sangre escurriendo de entre los dedos por la presión ejercida. Tenía una expresión atormentada y de lucha interna. No había palabras, pero estaba claro que el detective estaba librando una batalla campal y constante por mantenerse en control.

          La puerta de la habitación se abrió, dejando ver a Minhyuk, que regresaba con pantalones nuevos y quejándose porque sus guardias de seguridad habían salido a patrullar y demoraban demasiado en regresar.

          Cuando la cabeza de Jungkook se giró en dirección del viejo Park y sus miradas se cruzaron, la furia desfiguró sus facciones y arremetió contra los barrotes, haciéndolos temblar. Minhyuk se sobresaltó en su sitio, asustado por la impresión inicial. Recorrió el interior de la jaula con la mirada, hasta notar la figura de Jimin.

          —Parece que he llegado a tiempo. —Su mirada cambió a Jeon, examinándolo de arriba abajo—. Es una lástima que no pueda dejarte con vida, hubieras sido un excelente campeón en el ring.

          Jungkook volvió a golpear contra los barrotes, el objetivo de su ira manteniéndose en Park Minhyuk. Continuó sus embistes sin descanso, provocando abolladuras en el metal. Con un fuerte empujón, arrancó el primer barrote, que salió volando hasta chocar con la pared. No tardo ni un minuto en que el contiguo siguiera el mismo camino. Su captor se encogió en su sitio, paralizado por el miedo por un instante. El hombre lobo agarró los barrotes a ambos lados del espacio abierto y comenzó a tirar de ellos, para crear un espacio lo suficientemente grande para salir.

          Con su cabeza fuera y sus ojos flameantes de rabia pura, dirigida a Minhyuk, volvió a aullar. Estaba señalando el inicio de una cacería, y el hombre paralizado por el miedo frente a él era la presa.

          En un acto reflejo condicionado por la explosión de adrenalina, Minhyuk bloqueó la puerta y salió a correr, sin la certeza de poder huir a algún sitio. Mientras Beowulf estaba en el sistema de un alfa, ni siquiera las heridas de bala eran capaces de detenerlos. Él y Jaebum habían mejorado la droga para convertir a los sujetos de prueba en máquinas de matar invencibles, aunque solo quedaran cadáveres después de que terminara el efecto. Faltaban dos horas para que la droga se disipara, si entraba en una batalla de desgaste sin tener las condiciones, moriría antes de terminado el plazo. Debía llegar a su despacho, a sus armas.

          O quizás había otra alternativa...

          El interior de la fábrica abandonada, en medio del bosque, era silencioso y precariamente iluminado. Casi toda la estructura estaba a un nivel subterráneo, donde se almacenaban los experimentos fallidos, y los alfas que habían sido transformados tantas veces, que eran incapaces de volver a ser humanos. El lugar había sido creado expresamente para esto, bajo la fachada de una construcción abandonada en un sitio apartado. Aquí podían experimentar a su antojo, sin temor a ser descubiertos, pero sin escatimar en precauciones. Había pocos guardias, varios designados por Jaebum, Minhyuk no confiaba en nadie. Funcionaban con el personal mínimo, y las jaulas y fosos estaban equipados con aspersores de gas venenoso, lo suficientemente potente como para matar a un elefante.

          En su huida, Minhyuk corría por el puente sobre los fosos. Eran espacios diseñados como micro coliseos, uno al lado del otro, que podían ser monitoreados en su totalidad desde esa posición. En cada uno, un promedio de seis a ocho lobos deambulaba sin rumbo. Eran su experimento más reciente, dirigido a un público más vicioso, que sería puesto en práctica en un futuro cercano. Estas bestias no eran agresivas entre ellas, habían sido condicionadas para reconocer como enemigos solo a los entes externos que entraran en su territorio, limitado por las paredes del pequeño coliseo sin gradas.

          El viejo alfa tocó la funda del revólver en su cinturón. Estaba cargado. Si Jeon lo seguía aquí y lograba desestabilizarlo y hacerlo caer, sería devorado por los lobos. Incluso si los derrotara a todos, no saldría ileso, ni sería capaz de trepar por las paredes. Todo se limitaría a llenar el espacio de gas venenoso y sentarse a verlo morir, desde su altura segura.

          Cuando Minhyuk se volteó, su sonrisa triunfal se tambaleó hasta caer. El puente comenzó a temblar detrás de él. A gran velocidad, la bestia azabache corría en cuatro patas en su dirección. Había llegado más rápido de lo esperado e iba con todas intenciones de no dejarlo escapar. Una sola mirada a esos orbes dorados, y las piernas de Park quedaron clavadas en su sitio por el miedo, observando a la muerte acercarse a devorarlo.

          —¡Aaaaah! —gritó desesperado y desenfundó su revólver, entre temblores.

          Los primeros dos disparos fallaron miserablemente. La distancia se continuaba acortando. El siguiente acertó, en el pecho del hombre lobo, cerca de su hombro. El próximo apenas lo rozó y logró esquivar los dos últimos. En una última larga zancada, se abalanzó sobre Park Minhyuk, mordiéndole el antebrazo, a pocos centímetros de la muñeca. El hombre cayó al suelo, gritando y ensangrentado, soltando el arma en el proceso. Jeon cerró sus fauces con más fuerza alrededor de la carne, hasta sentir el hueso crujir y romperse. Tiró con fuerza y le arrancó la mano.

          —¡Agh! ¡Mierda! —Minhyuk gimió de dolor. Intentó removerse y escapar, pero la imponente bestia sobre él lo tenía inmovilizado.

          Jungkook ladró y gruñó. Su mano aplastaba el pecho del viejo Park hasta casi fracturar sus costillas, sus garras clavándose en la piel. De su hocico, con cada respiración, se filtraba el fuerte hedor inherente a Beowulf. Con cada segundo que pasaba, su visión se teñía de más carmesí y era cada vez menos capaz de reconocerse a sí mismo y controlarse. Se estaba perdiendo.

          Con su otra mano, golpeó y aplastó el brazo contrario de su presa, la presión haciéndolo romperse hasta que los fragmentos óseos rompieron la piel y el miembro quedó en una posición antinatural. Los gritos del cuerpo bajo él eran música para sus oídos, verlo retorcerse de dolor era una satisfacción inexplicable para su mente perdida. Era algo que iba más allá del placer instintivo de la caza y la matanza, pero no podía identificar de qué se trataba. El olor característico de la orina llegó a sus fosas nasales, el maldito cobarde había vuelto a mearse en sus pantalones.

          Jungkook se irguió sobre Minhyuk, decepcionado por tan débil oponente. Desplegó sus garras y comenzó a despedazar el rostro y el torso del hombre, deleitándose con cada súplica y grito, empapándose en el olor de la sangre. ¡Qué patético perdedor! ¿Así osaba llamarse un alfa dominante?

          Volvió a gruñirle, mostrando sus colmillos todavía ensangrentados. El cuerpo estaba inmóvil, pero todavía consciente. Aulló para remarcar su victoria y todos los lobos en los fosos, que se habían callado y escondido a su llegada, lo imitaron. Miró despectivamente por última vez a Park Minhyuk. Sus ojos ahora rojos y no dorados. Una ira incontrolable seguía bullendo en sus entrañas, a pesar de no recordar siquiera el motivo de tal sentimiento.

          Abrió sus fauces y enterró sus colmillos en el cuello de su enemigo, marcando su superioridad. Lo levantó solo con la boca, como un peso muerto, y lo lanzó a uno de los fosos debajo. Los lobos corrieron a devorarlo vivo, arrancando a mordiscos cada pedazo intacto de su piel. Jeon bebió la escena desde arriba, complacido, disfrutando el sonido de las súplicas aplacadas por el ahogamiento del alfa en su propia sangre, hasta que su tráquea también fue arrancada.

          Un jadeo sorprendido de escuchó detrás de él.

          —Jungkookie... —dijo la voz, en un susurro asustado.

          La bestia era incapaz de reconocer a alguien. Sus ojos carmesí se enfocaron en el nuevo intruso, sin ápice de reconocimiento en ellos.

          «Una nueva amenaza». Fue lo único que su distorsionada mente pudo concluir.

          Se abalanzó a perseguirlo.

¡Holiwis! Feliz San Valentín a todos, espero haya sido un buen día 🥰...

ESTA VAINA ESTÁ PRENDIDAAAAAA JAJAJAAJAJ.

Al fin le dimos su merecido a Minhyuk. La idea de que sus propios lobos se lo comieran vivo, la tenía pensada para el final desde antes de empezar a escribir la historia, cuando solo anotaba las ideas iniciales. Pero quise que JK también lo hiciera sufrir un poco, lo merecía 😈.

El momento emotivo del kookmin me gustó mucho escribirlo, se sintió tan bonito 🥺. Sé que al inicio pensaban que después de que JK reconociera a JM, todo iba a estar resuelto, pero no, mis amores, no soy tan buena 😈🔥. ¿En qué acabará esto? Todavía nos quedan unos sustos más jjjj, aguanten conmigo hasta terminar.

Ya mañana es el último capítulo del maratón, y también el final de la historia 🥺🥲😭. No puedo creer que ya vayamos terminando. No digo nada más, porque la nota sentimental es mañana XD.

Chao chan 😘

Hasta la próxima actualización.

Maratón 4/5.

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