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7. Dioses.


Yixing abrió sus ojos y notó la oscuridad alrededor. Se enderezó de inmediato en el asiento del auto y observó a Junmyeon, que dejó de jugar con su celular y le dedicó su atención.

—¿Qué hora es? — Yixing preguntó confundido.

—Las siete —Junmyeon respondió señalando la hora en el tablero del auto.

Yixing suspiró contrariado, ¿por qué no lo había despertado?

—¿Puedo invitarte a cenar? —Junmyeon preguntó con timidez.

Yixing arrugó su entrecejo. ¿Cenar? ¿Qué no eran enemigos? ¿Creía que con una comida iba a convencerlo de entregarle a su hijo?

—No —respondió con dureza y se apresuró a salir del auto.

Junmyeon lo dejó marchar sin decir una palabra. No es como si no hubiera estado anticipando su reacción. Puso sus dedos en la llave, pero al notar que Yixing se detenía y regresaba en sus pasos, alejó su mano.

—¿Y qué quieres cenar? —Yixing preguntó bruscamente, asomando por el vidrio abierto.

Junmyeon lo miró con extrañeza. ¿Por qué había regresado de pronto?

—No sé, cualquier cosa —balbuceó—. ¿Qué se te antoja comer?

—Hamburguesas —Yixing dijo de inmediato, pareciendo de mejor humor.

—Hecho. Sube, vamos por ellas.

Yixing negó.

—Tengo que... ¿quieres entrar un momento?

Junmyeon asintió, subió los vidrios, bajó del auto y lo siguió. Anduvieron en silencio por el estacionamiento hasta llegar al conjunto de edificios de dos pisos. Yixing vivía en un primer piso junto a un jardín.

—No esperaba visitas así que... —Yixing murmuró mientras abría la puerta.

—No te preocupes —Junmyeon dijo suavemente, dando un paso dentro del departamento.

Yixing lo abandonó en la entrada y se perdió dentro de una habitación.

Junmyeon balanceó su peso de una pierna a otra con incomodidad y echó un vistazo a su alrededor. Era un lugar pequeño, habían varias macetas con plantas amontonadas junto a una ventana, una pila de ropa en un sofá, papeles regados en una mesita de centro, figuras cerámicas de animales en el mueble bajo el televisor y algunas cajas medianas en el piso junto a una pared. Pese a todo, no estaba excesivamente desordenado y el lugar tampoco estaba sucio.

Un par de minutos después, Yixing volvió, con un cepillo de dientes metido en su boca y lo miró con el ceño fruncido.

—Siéntate —le dijo sin sacar el cepillo de su boca.

Quitó las prendas amontonadas en el sofá para hacerle espacio y las llevó a una habitación.

Junmyeon se sentó en el mullido sofá y esperó en silencio. Con cada segundo que la aguja del reloj en forma de búho avanzaba, él empezó a sentirse más y más fuera de lugar. ¿Qué estaba haciendo ahí para empezar? Debió haber ido a casa, para esperar por su esposa... aunque, en realidad, es ella quien debería estar esperando por él... encontrarse en el pórtico con una sonrisa y luego sentarse juntos al comedor para cenar mientras hablaban de sus días.

Junmyeon suspiró, esa clase de sueños románticos estaban fuera de su alcance. Si acaso podía aspirar a cenar con ella, si es que no estaba muy ocupada o si no había cenado antes.

—Oye, tú —Yixing lo llamó suavemente, sacándolo de sus cavilaciones—. ¿Te molestaría comer aquí? La verdad ya no quiero salir.

Junmyeon asintió notando que Yixing se había cambiado la camiseta blanca por una negra. El negro le iba bien. Alejó ese pensamiento y sacó su móvil del bolsillo.

—¿Y de cuáles quieres?

Yixing se lo pensó por un momento.

—¿Puedo elegir yo?

—Claro.

Yixing sacó su propio móvil y llamó a algún número que se sabía memoria. Se mostró tan amable con el operador que a Junmyeon casi le pareció que estaba frente a una persona distinta.

—¿Tú qué quieres? ¿Con todo?

Junmyeon lo miró sin tener una idea de qué era todo.

—Te la pediré con todo —Yixing decidió por sí mismo—, te gustará.

Junmyeon asintió lentamente, sintiéndose aún muy fuera de lugar. Yixing se sentó en la otra punta del sofá, sintiéndose de una forma muy similar.

¿Qué hacían juntos en el sofá después de perseguirse y discutir toda la tarde? Era todo tan extraño.

Cuando las hamburguesas por fin llegaron, ambos se puso de pie, felices de que su tortuoso momento incómodo terminara. En su intento por distraerse en medio del silencio, Junmyeon había estado mirando tanto a los conejos y lechuzas de cerámica que casi intuía que de pronto empezarían a mover sus ojos.

—¿Cuánto es?

—Diez.

—¿Solo diez? —Junmyeon preguntó extrañado.

Yixing tomó las bolsas del repartidor y lo observó darle un billete con una denominación demasiado alta.

—No tengo cambio —el repartidor murmuró preocupado.

—Quédate con él —Yixing le dijo y el hombre se apresuró a marcharse antes de que fueran a arrepentirse—. ¿Cuándo cuestan las hamburguesas que acostumbras comer?

Junmyeon alzó sus hombros.

—No sé, hace mucho que no como hamburguesas de este tipo.

Yixing lo miró con confusión.

—¿Y qué tipo de hamburguesas comes?

—Hechas en casa —Junmyeon murmuró con incomodidad, no iba a explicarle.

Yixing lo miró reprobatoriamente.

—Ven —le dijo y lo llevó al comedor que estaba en la misma habitación que la cocina.

Junmyeon se quitó la corbata y el saco y los colgó en su asiento. Después se soltó un par de botones de la camisa y por un instante, Yixing se distrajo con su belleza. Una especie de insana repulsión intentó apoderarse de él. Era tan injusto que además de ser rico tuviera un rostro tan perfecto.

—¿Te has hecho cirugías alguna vez? —Yixing preguntó de repente, con un tono molesto.

—No, nunca —Junmyeon respondió con confusión—. Siempre he sido muy saludable.

—Me refería a estéticas —Yixing murmuró dejando un plato con dibujos de animales de granja frente a él.

Junmyeon despegó su mirada de la vaca en el plato y lo miró con el ceño fruncido.

—No, nací con este rostro.

Yixing refunfuñó algo que no pudo entender y le pasó una de las bolsas.

Junmyeon sacó el contenido y lo puso ordenadamente en su plato, buscó por todas partes, pero no encontró los cubiertos.

—¿Me prestas cubiertos? —preguntó.

Yixing lo miró, luego a la comida, luego de nuevo a él y luego a la comida.

—¿Comes hamburguesas con tenedor? —exclamó con incredulidad.

Junmyeon asintió un poco cohibido.

—No voy a darte cubiertos, cómetela con las manos, como una persona normal.

—Pero... —Junmyeon murmuró y calló al notar la sonrisa burlesca que Yixing intentaba reprimir—. De acuerdo.

—Espera —Yixing dijo y se levantó de su asiento para acercarse con una de sus miradas reprobatorias.

Le tomó una muñeca y le soltó los botones, para luego doblar sus mangas cuidadosamente, luego hizo lo mismo con su otra mano. Junmyeon lo observó con curiosidad y un recuerdo de su madre saltó a su memoria inmediata.

Mientras doblaba la suave tela de esa carísima camisa, Yixing se reprendió por lo que hacía, pero de verdad no podía evitar hacer cosas como esa con la gente a su alrededor. Alguna vez el cucaracho le advirtió que no debía ser tan amable, que la gente normalmente no merecía su preocupación o sus buenos tratos. Vaya imbécil, él resultó ser con quien mejor se comportó y de qué forma le había pagado. Quizá sí tenía razón.

—Gracias —Junmyeon murmuró mientras él regresaba a su asiento.

Comieron en silencio y cuando terminaron, Junmyeon sabía que debía marcharse, pero por alguna razón no quería hacerlo, tal vez era el cansancio, o el temor, o la curiosidad. Mientras paseaba su mirada por la cocina, notó las plantas sobre el fregadero.

—¿Son orquídeas? —preguntó.

La mirada de Yixing pareció iluminarse ante su reconocimiento. Asintió fervientemente y les echó una mirada llena de orgullo.

—Hacía mucho que no floreaban, pero mira —anunció, poniéndose de pie de un salto para ir hacia ellas—. Todas están floreciendo ahora, menos Seth, él no quiere tener bebés.

Junmyeon sonrió ante esa forma de decirlo. ¿Es que acaso Yixing estaba hecho de algodón? ¿Cuántos años tenía?

—Esa me gusta —Junmyeon señaló a una de flores blancas, por alguna razón, las flores de ese color le gustaban mucho.

—Esa es Isis —Yixing anunció.

—¿Les pusiste nombres? —Junmyeon preguntó con una mirada llena de extrañeza.

Yixing asintió, luciendo tan emocionado como un niño en juguetería.

—Ese es Horus, este es Ra, este es Osiris y estos son...

—¿Imhotep y Anksenamón? —Junmyeon preguntó con una sonrisa mientras se acercaba.

Las comisuras de Yixing tiraron hacia abajo un par de veces, pero después de ese par de intentos, no pudo evitar sonreír. En sus mejillas se pronunciaron esas anomalías que le daban un toque de inocencia a su sonrisa.

—No, son Anubis y Amón.

Junmyeon asintió pensativamente y acercó sus dedos para acariciar ligeramente una hoja de la orquídea que había sido nombrada Seth.

—Tal vez no ha florecido porque lo llamaste como el dios de las tinieblas y él se siente en la necesidad de mantener esa personalidad —Junmyeon sugirió con seriedad—. ¿Qué dirían los demás orquídeos si supieran que el señor del caos va por ahí con flores en la cabeza?

Yixing rio suavemente y no pudo hacer nada para contener la emoción que crecía en su ser. Junmyeon no le había dicho que era un loco por nombrar a sus orquídeas como dioses egipcios, incluso parecía gustarle la idea.

—Agradece que no se te ha secado —Junmyeon bromeó.

—Cállate —Yixing siseó poniendo sus manos alrededor de la planta, como si quisiera cubrirle los oídos—. Él es una orquídea negra y es hermoso.

—¿Negra? —Junmyeon preguntó con asombro—. ¿De verdad?

Yixing asintió acariciando sus hojas suavemente.

—En ese caso, retiro lo dicho, Seth —Junmyeon le dijo a la planta—. Tienes que dejar que tus flores malignas broten de ti e impongan temor.

Yixing observó fijamente su perfecto perfil, sintiendo una inusitada emoción. De pronto sintió el impulso de contarle todo sobre su vida.

—¿Quieres ver las nórdicas? —preguntó tímidamente.

Los brillantes ojos de Junmyeon se posaron sobre los suyos de inmediato.

—Muéstrame a Loki.



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