19. Inseguridades.
Junmyeon despertó temprano ese sábado. Dio una vuelta por la casa vacía y se sintió extraño. Su nuevo hogar no era tan grande como el anterior, pero se sentía infinitamente solitario. Por un momento un sentimiento de tristeza se apoderó de él, una leve sensación de fracaso, aunque entendía que no era así, no pudo evitarlo, especialmente porque realmente lo intentó.
Suspiró y caminó un poco por el lugar vacío. Sus pasos creaban ecos al pasar y esa era la única similitud entre este hogar y el anterior.
De pronto, todas las cosas que su ahora exesposa le había dicho emergieron de ese rincón en donde se habían quedado almacenadas. Sabían que eran palabras crueles lanzadas en un momento de ira, pero no podía dejar de preguntarse hasta qué punto ella tendría razón o no.
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—¿Haces todo esto para irte a jugar libremente con ese chico que esta vendiéndote un hijo? ¿No crees que es muy joven para ti? ¿Él de verdad se siente cómodo contigo? —ella sonrió al notar la duda en sus ojos—. Entiendo que tu fortuna es atractiva y tal vez tú le parezcas interesante ahora, pero deberías considerar que seguro pronto va a hartarse de ti y se va a ir, llevándose todo lo que pueda consigo, aunque si tienes suerte tal vez te deja a tu pequeño bastardo.
Jongdae se puso de pie bruscamente.
—Cállate, maldita sea —gruñó furioso—. Estoy harto de escucharte hablar.
—Si no te gusta mi voz puedes largarte —ella señaló a la puerta con la pluma—. ¿Qué haces aquí para empezar?
—Estoy cuidando a mi amigo de las picaduras de serpientes —Jongdae replicó con irritación y soltó un suspiro lleno de frustración mientras se dejaba caer de nuevo en el sofá.
Ella sonrió. Junmyeon los observó en silencio, tenía que reconocer que esa mujer tenía un don especial para hacer enojar con tanta facilidad a alguien tan paciente como Jongdae.
—Jongdae, basta —Junmyeon murmuró al notar que este se disponía a seguir discutiendo con su casi ex esposa—. No le prestes atención.
Y sí, también estaba diciéndoselo a sí mismo.
—Tú sabes que yo respeto a las mujeres, pero esta con la que te casaste no es más que una víbora.
Ella los miró, sus labios rojos se separaron para decir algo, pero Junmyeon alzó una mano.
—Solo firma de una vez y vete de aquí.
Ella le dio una mirada llena de desagrado y se inclinó para poner su firma con exasperante lentitud en el documento.
—Ya —ella anunció y soltó un suspiro—. Me alegra no tener que seguir esforzándome porque te endures —añadió con un gesto de decepción—. Ay, Jun, no eres más que una cara bonita con una billetera jugosa, la única cosa que compensa tu frigidez.
Junmyeon apretó los labios y por un instante se sintió atrapado. Sí, habían tenido dificultades en la intimidad en algunas ocasiones y en los últimos meses había sido prácticamente nula. Era una de las razones por las que incluso llegó a comprender que ella buscara a alguien más para satisfacer sus necesidades.
—Oh, que interesante —Jongdae dijo con una maliciosa sonrisa y se puso de pie una vez más, la víbora entrecerró sus ojos y Junmyeon lo miró con confusión—. Ahora entiendo porqué te gustaba revolcarte con stripers; ni siquiera con tu cara y senos operados eras capaz de despertar las pasiones de tu esposo. El gran Kim Junmyeon por el que todas suspiran, aquel cuyas ex darían lo que fuera por una segunda oportunidad entre sus sábanas. ¿Te acompleja la belleza natural de mi amigo? ¿Te molesta que tus amantes probablemente también darían lo que fuera por estar con él mientras tú tienes que pagar por sexo? ¿Te molesta no ser nadie en comparación con él?
Ante el silencio de la mujer. La fría sonrisa de Jongdae se ensanchó.
—Tengo buenos contactos, te conseguiré un descuento con un buen psiquiatra.
—Si tanto te gusta, ahora tendrás tu oportunidad, a ver si lo haces funcionar.
Jongdae, que había caminado lentamente hacia Junmyeon mientras hablaba, le pasó un brazo por los hombros y giró su rostro hacia él, rozándole la mejilla suavemente con su nariz.
—¿Qué te hace pensar que no he estado con él? —Jongdae dijo con una lasciva sonrisa—. Yo sé que funciona de maravillas.
Junmyeon observó la indignación de su mujer, la duda en su mirada, sintió los labios de Jongdae rozar su sien levemente y cerró sus ojos con un suave suspiro. Al abrirlos ella se había marchado.
Jongdae lo sacudió y le regaló una victoriosa sonrisa.
—¡Tenemos que celebrar! —exclamó y lo liberó para ir a traer una botella del bar. Regresó con ella y con tres copas que se apresuró a repartir—. Pero solo un poco, si regreso ebrio Minseok va a matarme.
—¡Yo quiero conocerlo! —Chanmi exclamó con un puchero mientras sostenía la copa que su hermano llenaba—. No sé por qué lo escondes de nosotros.
—No lo estoy escondiendo, es solo que es un hueso duro de roer. Además, si lo llevo con ustedes me lo van a espantar.
Jongdae se acercó a Junmyeon para servirle su copa mientras su hermana continuaba protestando y notó que este parecía un poco preocupado.
—Oye, vas a estar bien —aseguró con una confiada sonrisa—. Yixing estaba muy emocionado porque lo besaste.
—¿Te lo dijo? —Junmyeon preguntó sorprendido.
—No, le llamó a Minseok, ellos siempre están contándose todo —Jongdae anunció.
—¿Y qué dijo?
—Solo tiene miedo de que lo engañes, pero Minseok dijo que parecía muy ilusionado.
Junmyeon suspiró y asintió.
—¡Por la libertad! —Jongdae brindó, pero después de un trago frunció su entrecejo.
—Esperen, este hombre no quiere ser libre, brindemos por otra cosa.
—Brindemos por sus hijos y sus chicos, y porque pronto pueda conocerlos —Chanmi sugirió.
Los hermanos entretuvieron a Junmyeon un rato más con historias sobre su niñez aunque cada uno tenía versiones distintas de ellas y poco antes de la medianoche, ambos se despidieron dándole abrazos y felicitándolo por su divorcio.
—Oye, todo lo que esa mujer dijo... no le prestes atención, tú sabes que solo quería lastimarte.
Junmyeon asintió aunque no parecía más animado.
—Es una niña —Jongdae anunció.
—¿Qué? —Junmyeon preguntó confundido.
—Tu bebé
Los ojos de Junmyeon se llenaron de ilusión.
—¿En serio? —preguntó esperanzado.
—Estoy noventa y nueve por ciento seguro, pero lo podremos confirmar el viernes.
Junmyeon sonrió y envolvió a Jongdae en un apretado abrazo.
Jongdae bajó los escalones del pórtico rápidamente y alcanzó a su hermana para echarle un brazo sobre los hombros. Los hermanos caminaron juntos hacia sus autos y al llegar al suyo Jongdae notó la tierra embarrada en su parabrisas.
—Esto cuenta como vandalismo —señaló—, ¿puedo demandarla?
—¿Y qué planeas quitarle? —su hermana sonrió—. Si ya la dejamos en bancarrota.
Jongdae sonrió malvadamente y tomó un paño de su cajuela para limpiar su parabrisas.
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Junmyeon volvió al presente y observó el patio trasero de la casa. Era grande y a Yixing seguro le encantaría llenarlo de plantas. Suspiró, realmente no quería estar ahí, no él solo. Tomó su móvil e hizo una llamada. Yixing no tardó en contestar.
—¿Tienes algo que hacer hoy?
—No.
—¿Puedo llegar?
—Solo si me consigues un mango.
Junmyeon sonrió mucho más animado con solo escuchar su voz.
—¿Qué tal una tarta de mango?
Yixing se lo pensó unos segundos.
—Ahora quiero el mango y la tarta.
—De acuerdo, llego en un rato.
—Estaré esperándote —Yixing dijo suavemente.
Y Junmyeon deseó tener la capacidad de teletransportarse hacia allá.
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Gracias por leer!
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