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Parte uno

-Te digo que vayamos a la maldita fiesta, Jennie. No puedo creer que seas tan aburrida -dijo su mejor amiga, Jisoo, plantándose frente a ella con un leve puchero en su rostro.

-Yo no soy la aburrida, las fiestas sí lo son -replicó, poniendo los ojos en blanco.

-¿Has ido a una siquiera? -preguntó de nuevo Jisoo con tono burlón.

-¿De verdad quieres que te recuerde cuando tuve que sacarte casi inconsciente de la última fiesta?

-Bueno, bueno, eso ya es parte del pasado ¿no? -sonrió apenada e intentó distraerla de ese mal recuerdo-. Alístate, nos vamos en una hora.

Dijo por último, saliendo rápidamente de la sala para no escuchar las réplicas de su aburrida amiga.

-¡No voy a ir a esa estúpida fiesta, Jisoo. No hay manera!

Tres horas después, Jennie se encontraba sentada en el sofá de la sala en la lujosa casa de la fiesta, mirando bailar a las personas, con una expresión que denotaba todo su fastidio e indiferencia por estar ahí.

No podía creer que Jisoo había conseguido llevarla finalmente con un soborno de treinta dólares y hacer lo que ella quisiera durante una semana completa. Además de prometerle que esta vez se comportaría como una persona decente.

Era importante para ella que Jennie estuviese ahí esa noche, pues tenía planeado un discreto plan junto con otra persona esa noche y necesitaba que su mejor amiga dejara de ser tan asocial y se divirtiera un poco.

-¿No te está gustando la fiesta, Jennie? Mira, hay taantas personas bailando -Jisoo ya estaba ebria con apenas una hora de haber llegado, se notaba en su voz y en cómo arrastraba las palabras.

-No, de hecho no, déjame sola y avísame cuando nos vayamos. Necesito ir al baño.

Jennie fue al baño, teniendo que pasar por el medio de las personas que se encontraban bailando en la pista improvisada. Podía sentir ese calor y humedad que emanan los cuerpos al bailar y rozarse entre sí.

Cuando una mano pasó levemente tocando su espalda baja al momento de pasar al lado de dos chicas. Una chica de pelo rubio con flequillo cayendo sobre su frente y otra de pelo rojo y un poco rizado.

La chica de pelo rubio llamó demasiado su atención y ese contacto que está segura que fue ella quien lo realizó. Pero sus hormonas literalmente dieron un brinco al ver cómo ella le sonrió del lado y le tiró un mirada lasciva.

Como pudo, encontró rápido el cuarto de baño y entró en él tirando la puerta, con el corazón latiéndole fuerte en el pecho y su miembro empezando a despertar.

Jennie era una chica con pene y la mayoría lo sabía.

Intentó disimularlo bajando más su camiseta no tan larga pero era imposible, se notaría aunque no quisiera.

Cuando salió del baño, buscó a la chica con la mirada pero ésta ya no estaba bailando, ni en el mismo lugar de antes. Así que, resignada, regresó a su anterior puesto de aburrimiento. Fue entonces cuando la vió de nuevo, nada más y nada menos que en el sillón donde ella estaba momentos antes. Decidió tomar valor y sentarse al lado de ella, pues ahora se encontraba sola. Pasaron cerca de cinco minutos, hasta que la chica de pelo rubio decidió actuar.

Se sentó de repente en su regazo viéndola a los ojos; sin pedir permiso, sin conocerse, sin nada más que valentía y descaro puro. Eso le gustó. Aunque a la chica ya se le dejaran ver las copas de más.

-Me llamo Lisa. Tú debes ser Jennie, ¿cierto? -preguntó con mirada tentadora.

-Así es, pero me gustaría saber qué haces encima de mí y cómo me conoces.

-Mmm, se puede decir que me has gustado mucho -dijo, ignorando su última duda-. No soy de las que suele liarse con alguien tan fácilmente, pero... te vi tan sola y aburrida. Además, el alcohol me da valor, ¿sabes? -dijo, tomando un mechón de su pelo y enredandolo entre sus dedos.

-¿Entonces vienes a hacerme compañía?

-Podría hacer algo más que eso... Jennie -afirmó, susurrando en su oído, provocando que Jennie sintiera su miembro estremecerse de nuevo, más la presión que hacía Lisa sobre ella.

La necesitaba inmediatamente.

Ni siquiera le importó saber de dónde es que la chica había conseguido ese genuino interés por ella y solo la tomó con ambas manos por la cintura, para luego alzarla del sillón junto con ella.
Lisa entrelazó sus piernas tras la espalda de Jennie y sus manos se colocaron alrededor de su cuello. Mientras, Jennie se encargó de buscar urgentemente una habitación para ellas dos, hasta que encontró una vacía al final del pasillo. Entraron en ella y ya estaban dándose besos húmedos y necesitados.

Jennie, aún cargando a Lisa, la contraminó en la pared y siguió con los besos.
A pesar de que aún tenían sus ropas puestas, trataba de buscar fricción entre sus dos zonas íntimas. Atacó su cuello, dejando chupones y una que otra leve mordida. Lisa disfrutaba de ese momento tanto como Jennie, sabiendo que había sido buena idea hacerle caso a Jisoo.

Jennie no podía parar, pero tenía que confirmarlo a pesar de ser un poco evidente, así que se separó del beso y en la poca luz de la habitación, miró a Lisa a los ojos y preguntó:

-¿Estás segura de esto? -dijo jadeando un poco.

-¿Por qué no habría de estarlo? -respondió Lisa jadeando también y con el labial rojo corrido por la comisura de sus labios.

-Es que, bueno, yo tengo...

-Lo sé, claro que lo sé, puedo sentirlo. No tienes nada de qué preocuparte, de hecho, me gusta -declaró, frotándose contra el miembro cada vez más endurecido de la mayor.

-¿Puedes ser más perfecta? -respondió Jennie con una sonrisa ladina, tomando de nuevo a Lisa y recostándola en un movimiento rápido sobre la cama que había frente a ellas.

Tomó sus piernas con sus manos y las abrió para luego posicionarse en medio de ellas y seguir con la serie de besos anterior.
Pronto, ambas chicas se convirtieron en un lío de jadeos y gemidos ahogados que resonaban por toda la habitación, haciendo la situación más excitante para las dos.

De un momento a otro, Jennie se separó y Lisa soltó un quejido necesitado con su garganta.

-Quiero que bailes así como lo hacías allá afuera -demandó hacia la rubia, quien se encontraba aturdida por el repentino detenimiento-. Con la única diferencia de que ahora lo harás solo para mí.

Dicho esto, Lisa asintió, se paró de la cama y con su mano hizo el acto de empujar levemente su hombro para que Jennie se sentara en la cama y disfrutara de lo que estaba a punto de hacer.
Jennie sacó su celular y buscó la canción más apropiada para el momento, siendo la melodía de The Hills la que empezó a sonar, y Lisa conocía perfectamente la canción y sus movimientos.

Empezó con ágiles movimientos de caderas, de un lado a otro, pasando sus manos por su cintura, provocando más a Jennie. Luego empezó a introducir sus dedos en el elástico del pantalón blanco que llevaba, bajando su cuerpo lentamente al compás de la música.

Lisa tenía los ojos cerrados mientras bailaba para Jennie, haciéndole pensar que solo la hacía ver más sexy. Lisa sintió que la ropa empezaba a molestar, así que poco a poco, aún bailando, fue quitando primero su corta camisa que dejaba ver parte de su abdomen, dejando a la vista su sostén de encaje negro y sus pequeños pechos en él. Jennie acarició despacio su fina cintura, embobada con sus movimientos.

Lisa prosiguió luego con su pantalón blanco, bajando por cada pierna lenta y tortuosamente, hasta que dejó ver completamente sus largas y tonificadas piernas. Llevaba puesto un delicado hilo negro de encaje, a combinación con su sostén. Cuando Lisa dió la vuelta para que Jennie tuviese una mejor vista, sintió arder su trasero, pues Jennie la había azotado.

En medio de más baile y movimientos sensuales, cada vez faltaba menos para que la música acabara y a Lisa aún le faltaba la mejor parte.
De un momento a otro sus piernas se fueron separando lentamente hasta formar una línea recta a lo largo del piso y empezó a mover lentamente su trasero. Pasaba sus manos por sus piernas mientras hacía círculos con sus caderas. Sus movimientos eran algo tan excitante para Jennie.

Definitivamente Lisa sabía cómo moverse y provocar a las chicas.

Cuando se puso de pie nuevamente, alzó su trasero a la altura del rostro de Jennie y esta no pudo contenerse más. Así que, tomó a Lisa fuertemente por la cintura y la atrajo a su regazo para empezar a brindarle lo prometido.

[...]

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