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Capítulo 8

26 de Agosto del 2016

Christopher y yo decidimos casarnos el día 7 de Octubre del 2016, moríamos por casarnos y no queríamos perder ni un momento más.

La fecha de nuestra ansiada boda, estaba cada día más cerca. Me moría de los nervios, de solo pensar que en pocos meses sería la esposa de Christopher. Danielle (mi futura suegra), Anna y Ellie (esposa de Logan), me ayudaban con los preparativos de la boda. Anna siempre miraba fijamente mi anillo. Ella decía que era imposible que yo me casará primero, yo, la chica que le dio patadas en el trasero a miles de chicos.

Es increíble, como alguien que no tiene ningún lazo contigo, pudo mostrarte el amor, mejor de lo que los seres que te dieron la vida lo hicieron. Aún tenía miedo, de que lo mío con Christopher se tornara como lo que paso entre mis padres. No quería repetir sus errores.

— ¿Maestra?

La voz de la pequeña Mary me trajo de vuelta a la realidad. Bajé la mirada y le sonreí con dulzura. No importaba que mi título fuera de "psicóloga", los niños me decían "maestra" y yo no tenía problema con ello, era algo muy dulce.

— ¿Si?

Le respondí con dulzura.

—Ya llego mi mamá, adiós.

Salió de mi oficina diciendo adiós con su manita y yo repetí el mismo acto. Ella era la última que tenía que atender. Comencé a guardar mis cosas en mi bolsa, cuando mi celular comenzó a sonar. Sin revisar quien era, conteste la llamada.

— ¿Bueno?

— ¿Señorita Hanna?

Dijo una voz, al otro lado de la línea, que no reconocí.

—Soy yo. ¿Quién habla?

—Hablamos de Rose and Love, sus invitaciones están listas. Cuando usted guste, puede pasar por ellas.

Una enorme sonrisa se dibujó en mi rostro. Las invitaciones para mi boda con Chris, estaban listas. Sentí como se me revolvía el estómago de los nervios.

—Perfecto, muchas gracias. Disculpe, ¿a qué horas cierran?

—Cerramos a las 8 de la noche.

Miré el reloj, que se encontraba en la pared de mi pequeña oficina. Eran las 5 de la tarde. Calcule mentalmente, para saber cuánto tardaría en llegar.

—Gracias, en media hora pasó por ellas.

Sin decir más, colgué aquella llamada y guarde mi celular en mi bolso.

Me encontraba demasiado ansiosa por ver la invitación, que el camino a recogerla, se me hizo demasiado corto. Cuando menos lo pensé, me encontraba saliendo de la tienda con una caja llena de invitaciones. Entre mi auto y deje la caja en el asiento del copiloto. Con lentitud, levante la tapa de la caja y con extremo cuidado, saque una de las invitaciones. Dure mirando aquel rectángulo por varios minutos. Acaricie las letras de mi nombre y el de Chris en caligrafía manuscrita, con tonos dorados. Sentí que una pequeña lágrima resbaló por mi mejilla y al instante la limpie. Volví a guardar la invitación y arranque el auto. Christopher tenía que ver nuestras invitaciones.

La emoción que sentía, era indescriptible, estaba por casarme con un hombre que amaba y que él de igual manera me amaba. No cabía en mí tanta felicidad, y eso que solo estábamos en preparativos. No quería imaginar lo que sentiría el día que estuviéramos frente al altar.

Estacione el auto atrás del auto de Christopher. Tome una de las invitaciones y baje casi corriendo del auto. Al estar dentro aquel gran edificio, camine a paso apresurado, algo que fue normal, ya que, la mayoría de las personas a mi alrededor, caminaban con prisa e incluso más prisa que yo.

Subí al ascensor y pulse el botón 3, ahí se encontraba la oficina de Chris. Golpetee el suelo con la punta de mi pie, esto estaba tardando más de la cuenta. "¡Solo son tres pisos! ¡Cielos!" grité mentalmente. Las puertas se abrieron y salí casi corriendo. No podía esperar más, quería ver la sonrisa de Christopher cuando le mostrara aquello. Entré a la oficina sin tocar. Me fue demasiado extraño no ver a Chloe en su lugar, probablemente, Chris la habría mandado a buscar algún documento. Entre al despacho de Christopher. La enorme sonrisa que traía, se borró al instante y mi corazón se rompió en dos.

Frente a mí se encontraba Christopher con Chloe sentada sobre sus piernas. Él la sujetaba de las caderas y ella tenía sus manos sobre su pecho. Ambos estaban agitados y no tuve que imaginar mucho, para saber lo que habían hecho antes de que yo llegara. Tenía un enorme nudo en mi garganta y las lágrimas estaban ardiendo en mis ojos y empañando mi vista.

No pude decir nada, no quería que él escuchara mi voz quebrada. Christopher y Chloe giraron sus rostros, al percatarse que había un tercero en la oficina. Ella se paró tambaleante y Chris me miraba con ojos demasiado abiertos al ver la expresión de mi rostro.

—Hanna—murmuró mi nombre—no es lo que tú estás pensando.

Aquella simple frase me hizo arder la sangre de coraje. Las lágrimas comenzaron a resbalar sin control por mis mejillas. Antes de darle la oportunidad de reaccionar o decirme alguna otra estúpida excusa, típica de hombres, salí corriendo.

Las lágrimas me hacían que fuera difícil ver por dónde iba, pero me sabía de memoria aquel camino, así que no tuve muchos problemas en regresar a mi auto. Comencé a conducir sin rumbo alguno, lo único que quería era alejarme de él. Alejar este dolor que sentía en el pecho.

¿Por qué lo hizo? Apreté el volante con fuerza, mientras la escena se repetía una y mil veces en mi mente. Él dijo que me amaba, y si él me amaba, ¿Por qué hizo esto? ¿En qué le pude haber fallado? ¿Qué hice mal?

Iba tan ensimismada, que no me di cuenta en que momento la luz del semáforo había cambiado a rojo. Me pasé la luz y un rechinido me trajo al presente. Detuve como pude el auto. A Dios gracias solo fue un suave golpe, ni siquiera las bolsas de aire se activaron.

Recargue mi cabeza en el asiento y cerré los ojos. Me pasé las manos por la cara limpiando los rastros de lágrimas e intentando calmarme un poco. El conductor del otro auto bajo y golpeo suavemente el vidrio con sus nudillos. Bajé la ventana y un hombre se asomó, este mi miró con preocupación. Fruncí el ceño al verlo, su rostro me trajo una sensación de que lo conocía. Su rostro se me hizo vagamente familia.

— ¿Se encuentra bien, señorita?

—Si—mi voz tembló un poco— ¿y usted?

—Estoy bien.

Entre más tiempo pasaba viendo el rostro de aquel hombre, más familiar se me hacía. Aquel hombre me regalo una cálida sonrisa, y algo dentro de mí hizo clic.

— ¿Papá?

Murmuré aun incrédula. ¿Era él? ¿Justo aquí? Años sin verlo, ¿y lo encontraba entre los más de 8,000 millones de habitantes de Nueva York?

— ¿Disculpa?

— ¿Es usted el señor Miguel Miller?

Aquel señor me miró con desconfianza y frunció el ceño.

—Si. ¿Usted es?

Me mordí el labio inferior con nerviosismo. Aquel hombre era mi padre y... no me reconocía. Abrí la puerta de mi auto y baje con lentitud.

—Soy Hanna Miller.

Aquel hombre me miró con confusión. Sus ojos se abrieron en gran manera cuando mi miró de arriba hacia abajo. ¡Me reconoció!

—Princesa.

Murmuró y vi que sus ojos comenzaban a ponerse llorosos. Sin dudarlo ni un segundo más me lance en sus brazos. En estos momentos, en los que mi corazón había sido roto, masticado y escupido, necesitaba sentir que alguien me amaba, aunque fuera solo un poquito.

—Mira que grande estas—tomo mi rostro entre sus manos mientras me miraba con incredulidad—eres toda una mujer hermosa. Te pareces mucho a tu madre. —Aquella última frase la dijo con dolor. —Te extrañe.

—Yo también te extrañe, papá.

—Vamos a tomar un café y pongámonos al corriente.

Nos pusimos de acuerdo para vernos en un Starbucks cerca de ahí. Ordenamos un par de cafés, y tomamos asiento en una de las mesas cercanas al gran ventanal del local.

—Hanna. ¿Dónde está tu madre?

Bajé la mirada e hice una mueca. No había forma de suavizar algo como esto. Así que, simplemente, le dije lo que paso.

—Mamá hace un par de años que murió. —Vi que el rostro de mi padre palideció y sus ojos se volvieron a poner llorosos. —Hace años ella se volvió alcohólica. Ella murió cuando cumplí los 19. —Vi como una lágrima rodaba por la mejilla de mi padre, él rápidamente la limpió. —Yo me vine a Nueva York para estudiar.

— ¿Ya te graduaste?

Me regalo una sonrisa.

—Sí, hace un tiempo. Soy psicóloga.

Él estiro sus manos y tomo las mías.

—Estoy orgulloso de que hayas salido adelante, Hanna. Y platícame, ¿tienes novio o estas casada?

Sentí un enorme nudo en la garganta, las lágrimas volvieron a hacer acto de presencia.

—Yo... estoy comprometida, o lo estaba—suspiré con pesadez—ya no lo sé.

— ¿Cómo?

—Sí, bueno, él y yo peleamos, o vamos pelear.

Cerré un momento los ojos, pero al instante los volví a abrir. La imagen de Christopher y Chloe juntos, volvía a mi mente y me revolvía el estómago.

—Hanna, no estoy entendiendo nada.

Suspiré pesadamente.

—Te contaré lo que me ha pasado.

Las horas transcurrieron mientras le contaba a mi padre lo que había vivido con Christopher. El dolor en mi pecho se hacía más hondo mientras recordaba todo lo que habíamos pasado. ¿En qué momento dimos la vuelta equivocada?

Al terminar de contarle todo a papá, él se quedó en silencio, me miró y negó suavemente con la cabeza.

—Hanna, no te ofendas, pero...—dudó un momento— con eso me has recordado a tu madre.

— ¿Por qué?

Yo nunca había querido cometer los mismos errores que ellos. Me lo había jurado a mí misma, y ahora mi padre me decía que estaba caminando por donde ellos lo hicieron.

—Bueno, muchas veces ella sacaba sus propias conclusiones, nunca me pregunto nada, ni siquiera me daba la oportunidad de hablar. Sé que los hombres tenemos nuestras torpes excusas. Pero por lo que me has contado de este tal... ¿Christopher? —Asentí con la cabeza para indicarle que había dicho bien su nombre—no creo que de la noche a la mañana te haya engañado con otra mujer. Mira, ¿recuerdas la primera pelea que tuve con tu madre?

—No olvido ninguna de sus peleas.

—Aquella mujer que me llevo a casa, resulto que fue mejor amiga de tu mamá en la preparatoria. Ella tenía un novio en la preparatoria, este chico, término enamorado de la mejor amiga de tu mamá. Ella nunca se lo perdono. Así que cuando me vio con ella creyó que la misma historia se estaba repitiendo. Nos hubiéramos ahorrado mucho si ella me hubiera contado esto desde principio.

— ¿Cómo te enteraste de eso?

—Me enteré hace unos meses. Aquel novio de tu mamá hoy es mi nuevo jefe y si, está casado con su mejor amiga. Yo... nunca he podido amar a otra mujer aparte de tu madre. —Discretamente miré su mano y vi que en su dedo tenía la argolla de matrimonio de cuando se casó con mamá. —Princesa, solo te doy un consejo, escucha a Christopher, déjalo hablar. Por todo lo que me has dicho, se nota que te ama de verdad.

—Tal vez.

Murmuré no muy convencida.

Mi padre y yo, decidimos tomar tiempo para ponernos al corriente con nuestras vidas, lo que habíamos pasado, lo que habíamos hecho. Mientras más pasaba el tiempo con él, algo dentro de mí se iba cerrando, una vieja herida del pasado. No nos dimos cuenta de cuánto tiempo había pasado, hasta que él miró su reloj que marcaba la una y media de la mañana. Intercambiamos números de teléfono para permanecer en contacto.

Conduje lo más despacio que pude hacia casa. Seguramente Chris ya se encontraba ahí, no estaba segura de si quería verlo, de si estaba lista para enfrentar aquel gigantesco problema que teníamos enfrente.

Eran las dos de la mañana cuando llegue a casa. Las luces estabanencendidas, no había duda de que él estaba ahí. Abrí la puerta y ahí seencontraba Chris, sentado en el sillón de la sala, miraba fijamente la puertacon el ceño fruncido. ¿Por qué él estaba molesto? ¡No fui yo la que teníasentada a su secretaria en las piernas! Me llene del coraje suficiente y cerréla puerta de la casa con lentitud. El aire se tornó denso y pesado. La batallacampal iba a dar inicio y no estaba segura de que nuestros corazones fueran asalir ilesos. 

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