MINE
KyungSoo quedó varado, se limitó a insultarle al ver como su auto se alejaba a toda prisa. Al menos, lo mínimo que podía hacer, era dejarle en casa o quedarse a conversar un momento, eso es lo que la gente hace después de acostarse, ¿no? Pero cómo saberlo si cuando él terminaba su faena, era él primero en vestirse y marcharse sin decir más. Y no es que le duela, en lo absoluto. No le molestaba, sólo quería que le dejara en casa para evitar caminar por ahí con el pecho expuesto, porque fue su culpa en primer lugar. Son detalles.
Le traía recuerdos.
Si caminaba, sus recuerdos iban a taladrar en su cabeza, si esperaba, pasaría lo mismo. No estaba para esas cosas, ya han debido morir entre tantos recuerdos, pero regresan, y lo hacen con más frecuencia cuando está con el maestro. Es como si fuera un recordatoria vivo, pero no puede simplemente evadirlo, es extraño, es una sensación extraña que ha acarreado por meses. Debería sentirse complacido consigo mismo, ha logrado su cometido, pero el sabor dulce de hace unos minutos había desaparecido para darle paso al agrio sabor de lo desconocido. No sabe qué es, no quiere saber. Quería llamarle y soltarle unos cuantos insultos, pero no tenía su número y ¿por qué lo haría? No entiende.
Su ceño se había fruncido por el tumulto de conjeturas, lo razonable era tomar un taxi y marcharse de una buena vez. Olvidar que habían pisoteado su orgullo y seguir como so nada hubiera pasado, sin agachar la cabeza, pero no lo podía controlar.
Tomó su móvil para mirar la hora y al momento de verla, llegó un mensaje. «¿Por qué tan solo» le escribía un número que le resultaba conocido, pero por algo no había agendado. «Levanta la cabeza, estoy al frente» versaba. Hizo caso, trató de reconocer a esa persona y vaya sorpresa. Un viejo compañero de juegos. Este cruzó a darle encuentro y se asombró al verle molesto y con la ropa hecha un desastre.
—Nunca te dejas ver.
—Uhm...
—¿Por qué no me respondías? Te he llamado y mandado muchos mensajes
—Me llegan bastantes, cómo voy a saber que eres tú.
—¿Sigues sin guardar los números de "tus amigos"?
—Ese no es tu asunto.
—Pero he estado tan solo, sólo quería pasar el rato contigo y me has dejado abandonado.
—No tengo que dejar lo que hago para verte. No eres especial.
—Me dolería en otro momento, pero creo que somos dos los que no somos especiales, ¿verdad, Do?—detalló con su mirada su camisa, las marcas en su cuerpo y el dinero que yacía en el suelo.
—No me hagas reír... No sé que ideas te haces, pero estás equivocado. ¿Piensas que me duele y voy a terminar contigo en la cama buscando consuelo? Me sorprendes, Kris. Antes era más directo. Si quieres sexo, dilo.
—Si lo pido, ¿lo harás sin más? Nada de hacerte el interesante o hacerme sufrir...
—Es que me das pena. Hoy estás de suerte.
—KyungSoo, los dos damos pena. Vi un hotel a dos cuadras, para que no pienses que no soy un caballero, yo pago, cariño.
—Es por eso que no me gusta cruzar más de dos palabras contigo—bufó
Caminaron sin decir mucho, KyungSoo se mantenía con la mente en otro lado y Kris trataba de buscar conversación, pero el otro no colaboraba. Kris optó por centrarse en su móvil, el objeto parecía más entretenido que su acompañante.
Alquilar la habitación no requería de mucho, un intercambio de dinero por llaves y listo. KyungSoo seguía sin hablar, se quitaba la ropa por monotonía y se sentaba en la cama a observarle, si, era consciente por más que sus ojos vista estuviera en su móvil, era consciente de KyungSoo. «Apaga tu móvil. No pienso hacer nada si tienes esa porquería encendida» escupió con molestia. Se puso peor cuando su móvil sonaba por una llamada, «He tenido suficiente de esos aparatos» KyungSoo se volvía a colocar la ropa, no sólo uno, ahora otro idiota con esa mierda interrumpiendo. Sin embargo, Kris no podía dejar que él se fuera, cualquiera menos KyungSoo. Apagó su móvil y lo lanzó a la cama, abrazó a KyungSoo y prosiguió a quitarle la ropa, besó los lugares que otro había ya besado y se topó con cada marca que no podía ser borrada. Con la huella de una mordedura pasional y la frialdad de KyungSoo... Él sabía que no podía marcar ese cuerpo, pero al parecer KyungSoo si se lo permite a otro. Sus dedos se paseaban por un bloque de hielo, no había reacción ni emoción. _
«KyungSoo... Eres tan lindo. Perfecto, me encantas» le susurró. Algo había en esas palabras, siempre hacían que KyungSoo cambiara. Dejó de ser tan frío, se dejó guiar y todo terminó casi tan rápido como empezó. KyungSoo se vistió y llevó consigo la camisa de Kris. El último no dijo nada, estaba acostumbrado, pero había visto algo nuevo en su viejo compañero. Algo que de una u otra manera le molestaba.
En contraste, JongIn dejaba que otro tomara el mando, que el sudor se mezclara y sus pensamientos invadieran ese intercambio de deseo. Dejaba que su amigo fuera tan pasional como siempre, no cooperaba más que para proporcionar su cuerpo y dejar que el otro disfrutara de su sexo. Gritaba su nombre numerosas veces, le decía lo bueno que era y que no había otro igual. Sonaba poco candente, estaba tan acostumbrado a ese cuerpo que solo jugaba con ese para calmar los calores que aparecían con más frecuencia. Él ponía fuerza en sus caderas, miraba la expresión del otro y pudo ver cabellos rojos, labios rosados y una sonrisa de superioridad, pero la voz del otro le despertó, le recordó con quien estaba y que tan mal se encontraba. El mocoso había vuelto a aparecer ante sus ojos. Se molestó. Usó la misma fuerza que horas atrás y trató de borrar esas imágenes que estaban interfiriendo en su faena. Su amigo disfrutaba de su entusiasmo, creía que había despertado a la bestia que residía en él por su propio merito, pero ese animal sólo despertaba cuando un pelirrojo aparecía, cuando se metía en su cabeza y no le dejaba ser el adulto cuerdo de siempre. Todo se agravó ahora que había probado las mieles de ese cuerpo... KyungSoo era un hechicero.
Estaban acabados.
KyungSoo tuvo que arreglárselas para que su madre no viera las marcas en su cuello, habló con tranquilidad en el desayuno y se marchó junto a su padre, quien seguía insistiendo en el tema de las fiestas ostentosas. Su padre no paraba de hablar de la fiesta que se acercaba y KyungSoo solo quería llegar a la escuela cuanto antes. Estaba en otra órbita, en una en donde aceptó la petición de su padre.
Pasó entre todos los estudiantes, necesitaba llegar a su clase y ver la maldita sonrisa de ese idiota. Iba a atormentarle con su presencia, la molestia no se le había pasado. Seguía hirviendo como ayer. No estaba prestando atención al coqueto de sus compañeros, no quería saber nada de nada. Estaba esperando con paciencia a que llegue ese imbécil, quería verle...
JongIn entró al lugar como de costumbre, no hablo más de lo necesario, degrado un poco a sus alumnos e ignoró olímpicamente a KyungSoo. Ni siquiera le llamó en la asistencia. No miró hacia su dirección ni prestó atención a sus miradas... Era como si no existiera. Aumentó la molestia del menor.
Pasaron unos días así.
KyungSoo estaba tan rojo como su cabello. Había asistido sin falta a sus clases y el maldito seguía creyéndose el manantial del desierto. El maestro parecía haber olvidado que habían follado de lo mejor en su auto, parecía normal con su actuar. Kim JongIn estaba siendo un patada en la putas bolas.
Se había dedicado a vigilarle, observaba cada movimiento de ese bastardo. Le veía conversar con otros docentes, veía que se marchaba en su auto y como se la pasaba prendido al móvil. Como sonreía o respondía mensajes, a veces contestaba llamadas y se iba a un lugar apartado a contestar, se la pasaba en otro mundo, uno en donde él no existía. Estaba colmando su paciencia.
A JongIn se le veía fresco como una lechuga, no estaba rogando por él. No hacia nada por acercarse y eso le hacia sentir de diferentes maneras. Iba explotar en cualquier momento. Por eso, para evitar una escena, espero a que el maestro terminara su jornada, a que fuera al estacionamiento y antes de que el mayor entrara a su vehículo, KyungSoo ingresó. JongIn esta a atónito. Le miró extrañado, con una pregunta tratando de formularse en su boca, pero el menor se adelantó. «Me la debes. Te dije que me llevaras a casa» dijo con seriedad. JongIn, en serio, necesitaba deshacerse de ese niño. Por eso no dijo nada. Sólo condujo con tranquilidad, aún sin saber a donde llevar al mocoso. El menor, esperaba que el otro hiciera algo, pero no pasaba. Cada quien se mantenía en sus pensamientos y en recuerdos.
JongIn había estado tan enfrascado en su "relación" con su amigo que había preferido obviar al menor. Es que su amigo le absorbía, su amigo estaba para el las veinticuatro horas dispuesto. Estaba ahí sin siquiera ser llamado y sin sentir ese piquete de "culpabilidad" que no tenía porque estaba claro que culpa no era. Era incertidumbre a lo desconocido, a conocer algo fabuloso con ese niño y después perderse en él. Era temor por la pequeña probada ya dada.
La tensión estaba en ese vehículo que ya les había apañado en la última oportunidad, las chispas de curiosidad nacían con el recuerdo del cuero ya limpio y del timón empleado. El aire se estaba condensando... La molestia se estaba disipando y el pequeño temor burbujeaba en adrenalina. Eran por demás extraños. Se podrían caracterizar por ser raros en esa rara relación carnal.
No se habían encontrado en días, no se habían molestado en muchas horas, no habían jugado al tira y afloja... Estaban deseosos.
Los labios de KyungSoo estaban secos, por eso no paraba de lamerlos. Se preguntaba qué hacia ahí, cómo había llegado a comportarse así, pero ahí estaba JongIn expulsando esa toxina que le atraía, eso que le mandó a hacer lo que nunca haría. Cuando llegaron a un semáforo, KyungSoo tomó su mandíbula, la giró a su dirección y beso los labios tibios de su maestro.
Explotó el deseo.
KyungSoo besó sus labios como si nunca hubiera probado unos así. Metió su lengua y suspiro de placer al encontrarse con la saliva del otro. JongIn se dejó caer en ese charco de pasión su había estado evitando. Respondió al beso con euforia, absorbió los labios carnosos, los delinio con la puta de su músculo y besó sin reparo.
Un claxon les avisó el cambió de luz, un sujeto insultó a JongIn y KyungSoo solo lamía sus labios mientras susurraba «Llevame a tu casa»
JongIn dudó por unos segundos, dudó hasta que sintió los labios de su alumno besar su oreja, su cuello, sus labios mismos. Por eso giró hasta llegar al camino a su departamento, acelero olvidándose de las reglas de tránsito y a la mierda la puta cordura.
Estacionó el auto y se dispusieron a caminar hasta recepción. No saludaron al señor que les daba la bienvenida, fueron directo al ascensor, se repartieron besos por todo el rostro, sus figuras se plasmaban en los espejos del ascensor, haciendo que se pintara de color deseo. Frotaban sus sexos sobre la ropa, suspiraron los oidos contrarios y llegaron al sexto piso con apuro.
JongIn trataba de ingresar la clave, pero la tarea se dificultaba por su alumno que lamía su cuello sin parar. Con esfuerzo entraron al lugar, JongIn no esperó, empujó a su alumno contra la puerta al mismo tiempo que la cerraba. Recorrió ese cuello, revisó su marca y le molestó que estuviera desapareciendo. Pero primero se encargaría de tenerle a su merced, desnudo y mojado.
Se deshizo de esos trapos que impedían su cometido, hurgo con sus dedos entre sus nalgas, mordió sus protuberancias y besó sus labios hasta hincharlos. KyungSoo suspiraba y movía su cabeza, era más de lo que esperaba. JongIn mordía sin parar, marcaba los lugares que recordaba haber marcado, pero KyungSoo no se quedaba atrás. Copiaba las acciones del otro, ayudó a que el terno cayera, dejó la huella de sus uñas al recorrer la espalda fornida y dejó marcas de sus besos en el cuello, tal y como el otro había hecho. Debía dejar en claro que iban a jugar en las mismas condiciones, que no podía andar de aquí para allá sin llevar algo de él consigo, sin llevar su huella a cuestas...
JongIn levantó una pierna del menor, este quedó parado en una puntilla. Las estocadas empezaron, la puerta era golpeada por la fuerza que ejercía el maestro, el sudor se hacía pegajoso y sus gemidos más sonoros. JongIn volteó al pequeño, hizo que se apoyara en la puerta y levantara sus piernas, los dos se movían descuidadamente, buscaban complacerse, llenarse del otro y disfrutar de ese placer prohibido. JongIn golpeaba, besaba y mordía sin detenerse, quería obtener ese cuerpo... Quería llenarlo de su esencia y que le necesitara...
No pararon, no de detuvieron hasta que estuvieron satisfechos, hasta llegar al sofá y a la recamara... Hasta estar bañados en los jugos del otro y marcar los cuerpos con tinta indeleble.
Porque esas acciones sólo gritaban pertenencia.
///
¿CÓMO QUE EN TRES MESES MIS AMORES?
DISFRUTEN DE SU SEMANA SANTA.
YA EMPEZAMOS c:
*Pero Beevit, ¿por qué actualizas tan seguido?
Porque estoy enferma.
Lxs quiero. <3
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