FEAR
Han sido contadas la veces en las que Kim JongIn ha quedado sin palabras. Al parecer su lengua se había dormido y su mente había ido de viaje a un mundo totalmente diferente a este, a años luz del nuestro. Él estaba de pie, tratando de entender qué había sucedido minutos antes, intentado reaccionar, pero era tarde; ya nadie estaba en aquel pasillo, aquello podría haber sido una alucinación suya, pero esa voz cargada de desprecio combinada con el tono amenazante que aún sonaba en sus oídos no puede ser una treta de su mente o del cansancio de no saber de su alumno. No, no era una alucinación, todo aquello había sido tan real como la alerta que se activa en él.
Esas palabras no le han dejado ni un solo minuto de la tarde, aquel tumulto de frases se han repetido cual disco rayado. Aquella frase que insinuaba hacerle daño a KyungSoo era lo que más le pesaba, todo era demasiado real. Cada palabra era como cuchillos apuntándote en alguna parte del cuerpo; sabes que vas a ser herido, que alguna herida has de obtener o que puedas resultar más que herido. Ese sujeto esa el cuchillo y sus palabras eran solo la advertencia del objeto a cortarte. Pero como se debe actuar, cuál es la manera correcta o la mejor opción, con quién se debe hablar al respecto, sin embargo, el daño que él reciba también es otro asunto de alerta; ha hecho todo mal, ha ido en contra de la ley al enredarse con un menor, de cualquier manera can a salir heridos ambos y cómo es que se supone que deje en paz a alguien cuando ni siquiera sabe con certeza de su estado actual, ¿se supone que debe confiar en amenazas y palabras territoriales? Como puede dejar a una persona en paz si lo único que quiere es que aparezca, solucionar, conversar, tal vez cambiar. Ya no sabe que es dormir, las palabras que escuchó solo agregan peso a su falta de sueño y cierta pizca de temor adicional.
Se ha preparado mentalmente para mantener los modos y el acto de ser el profesor fresco y casual de siempre, pero algo le alerta, ese algo le comenta que está lloviendo y pronto lloverá con truenos, que por más que intente aparentar normalidad, era seguro que algo estaba por pasar.
La inquietud constante y el picazón en su garganta le acompañaban en el tramo a su trabajo. Curiosamente, no se preocupó mucho al vestirse y tampoco se vio al espejo como corresponde, ese manto tétrico le abrazaba y nublaba su cotidianidad.
Su llegada al recinto fue silenciosa, no vio a nadie más que a sus pasos y no escuchó más que sus propios pensamientos, incluso BaekHyun estuvo tratando de llamar su atención, nuevamente, y al ver fallidos sus intentos solo atinó a ofenderse por la falta de interés en sus temas de conversación. Era de todos los días, en toda una rutina ya se había convertido. Esa mañana no se le antojaba nada más que pensamientos llenos de tristeza inexplicable y aquel sentimiento extraño que inundaba todo su ser.Otra vez.
Ese día era la antesala a los días más extraños y tristes que pudo haber pasado.
La misma rutina se repetía sin variantes, pensar y pensar, esperar y esperar. Su vista seguía arrastrándose a aquel asiento vacío y a la puerta. El continuo dejavú. Cada uno de sus actos estaban colmados de su angustia continua, hasta creía que de tanto darle vueltas a sus pensamientos estos se hacían palpables. Podía verle caminando solo, como acostumbraba. Mirando con desdén a quien se cruzara en su camino y hasta podía sentir su respiración en su nuca. Si, era una mezcla completa de preocupación, añoranza y deseo. Todo le había llegado de golpe, percatarse de ciertas cosas, los acontecimientos recientes y la rutina que le tocaba pasar. Quería tomar millones de pastillas para dormir y descansar de esos pensamientos, pero sabe que aún así, todos ellos y en especial KyungSoo, se las van a arreglar para aparecer en sus sueños, para atormentarle, tentarle y en un deseo muy profundo y ya no tan oculto, para enamorarle como se debe y por qué no, amarle, claro; como un sueño para que después vuelva a desaparecer y a sufrir por la falta de cada una de las cosas que solo en sus sueños puede tener, la falta de una persona y todo el conjunto de cosas que trae con ella.
JongIn creía que tal vez podía atraer a la persona en cuestión si es que pensaba mucho en ella, pero si eso bastara; KyungSoo ya estaría con él desde el primer día que desapareció. Era un pensamiento infantil, totalmente de un niño, pero era a lo que podía aferrarse ahora que no podía contactarle ni encontrarle.
Sin embargo, había días en los que le pensaba aún más, de ser posible. Le añoraba con fuerza y aunque le cueste mucho admitirlo, hasta le pidió a ese ser celestial al que por muchas razones dejó de referirse.
Y mientras caminaba hacia un nuevo día de trabajo, en cada pensamiento esperaba por su regreso y su bienestar, solo quería que le viera, no importaba si habían insultos de por medio, si quería lanzarle mil maldiciones, no importaba nada. No importaba absolutamente nada porque es más falta lo que le hace que cualquier barrera que hayan puesto, eso se sentía fuerte, doloroso y real. Tan doloroso como su imaginación jugando constantemente con él; ese poder mental que le engañaba al hacer que su alumno apareciera por doquier, incluso ese día podía ver su cabellera roja entre la multitud, pero sabía que era una treta mental. Incluso creía haber escuchado su nombre entre los alumnos del pasillo, pero según él, sus divagaciones ya habían pasado a ser auditivas. Estaba harto de todas aquellas insinuaciones a su añoranza, incluso le pareció reconocer la figura de su espalda en uno de los ventanales. Sus visiones van y vienes, se desvanecen, tal vez debería seguir su camino a casa, pero una extraña fuerza le llevó a voltear y encarar a ese ventanal donde aún se mantenía inmóvil la figura. Esa espalda. Esa espalda la reconocería aún estando ciego. La figura se mueve, parece bajarse las mangas de la camisa y es ahí donde ve aquellas manos pálidas esas que le han dado diferentes sensaciones. Son ellas, esas manos y esa espalda. Es él. ¿Podrá ser él?
No hay tiempo de pensar más, no cuando sus piernas inician el recorrido a toda prisa. Siente como patada cada contracción de su tórax. Los pasillos se hacen más extensos, se contraen, son interminables. De un momento a otro fue botando el peso que implicaba llevar consigo su saco y maletín lleno de exámenes y tareas. Cada uno de ellos fue dejado mientras recorría los horribles pasillos. El maletín se abrió causando que los papeles salieran volando, su saco pulcramente planchado se llenó de suciedad al caer entre las macetas llenas de tierra cerca a la pared. No importaba, esos exámenes y el pedazo de tela valían poco a comparación de una mirada o el solo hecho saberle respirando.
Corrió hasta llegar a la puerta. Se mantuvo ahí, con la respiración pesada no solo por el recorrido sino también por la ansiedad de encontrarle. El ambiente se condensaba con él parado detrás de la puerta sin abrir. No podía girar la perilla, le pesaban las manos, hasta sentía que la gravedad había aumentado. Unos minutos más, su cabeza apoyada en la puerta, respiración y valor, era todo lo que necesitaba. Girar la perilla significaba romper la línea entre lo real y ficticio, entre su necesidad y los milagros. Abrió la puerta en tres tiempos, cada unos con inhalación es pesadas. Uno, dos, tres.
Pero el número tres le decía que su imaginación lo había hecho otra vez. No estaba ahí y es gracioso porque hasta cree oler su esencia.
Salió del salón pero se detuvo a pensar en cuan mal se encontraba. Estalló en risas, pero de aquellas que son lamentables, de las que gritan tristeza y tratan de disfrazar el dolor. De esas.
Caminó con la pesadez aumentada y recogió todo su desorden, lástima que no pueda ser así con el desorden interno.
Se estuvo sintiendo ridiculizado todo lo que quedó de la tarde y en la mañana del día siguiente. Ya saben, tocaba repetir la rutina, pero a la receta se le debía agregar cinco tazas más de desconcierto.
El camino al trabajo estuvo bien, el semáforo colaboró, no había abuelita por atropellar ni algún pequeño accidente con su vestir. Todo iba de manera normal. Incluso al llegar algunos alumnos le saludaron como si no le tuvieran odio, actuaban bien incluso mejor que él en sus años de escuela. Los alumnos conversaban entre cuchicheos, demasiado sumidos en el tema que estuvieran tocando, como señoras en el mercado, pero poco o nada le importaban los chismes escolares, tenía mejores cosas que hacer. Cosas como regresar a su auto por algunas prácticas que olvidó guardar en su maletín. Su auto también le traía recuerdos; pies sobre la guantera, buena música y miradas interminables. Se deshizo en pensamientos un buen tiempo. Observó su reloj y se percató que debía ir a la clase de profesores antes de iniciar la jornada. Cerró su auto con la esperanza de dejar ahí los recuerdos hasta que tenga que regresar a casa en ese vehículo. La mayoría de alumnos ya habían ido a sus salones y la verdad, no le interesaba recordarle a los pocos alumnos que quedaban que su conducta va a sufrir una baja de puntos de no ser encontrados en su salón al inicio de clases. Así que siguió caminando en silencio hasta llegar al salón de profesores y al entrar, encontró a un BaekHyun revisando y apilando papeles, parecía concentrado. Le saludó y recibió un vago "hola" entonces preguntó;
—¿Qué vas a hacer con esas hojas?—dijo mientras guardaba su saco en su casillero.
—Voy a entregarlas
—Bien... ¿pero para qué o qué son?
—Es tarea pasada que se ha acumulado, también forman parte de la nota final de mi curso y no quiero que Do tenga que tomar el cursos extra—JongIn dejó de moverse ante las palabras de su amigo.
—¿A quién?— preguntó von temor
—A Do, ¿no escuchas?— expuso ya cansado de apilar hojas
—Pero si no aparece hace meses por aquí...—dijo casi en un susurro.
—Pensé que lo sabías, regresó ayer. Todos hablan de eso y—cuando volteó a ver a su amigo, él ya no se encontraba ahí.
JongIn corrió lo más rápido que pudo, no habían pensamientos en su cabeza, absolutamente nada, la meta era llegar a su salón. Corrió sin importarle que el timbre sonara y azotó la puerta de aquella aula. Agitado buscó con la mirada aquel cabello característico, pero encontró un manojo de hebras negras y el perfil diferente; como si su esencia hubiera sido absorbida, no parecía él. Se quedó de pie esperando a que el alumno le diera cara, pero solo oyó al alumno Wang preguntarle; "¿Usted ca a suplir al profesor? Hoy no nos toca ingles>
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