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ASSHOLE


KyungSoo había descubierto el mundo de los besos. Era un mundo que le encantaba, le gustaba ser besado y que le besaran. Esa sensación fría al separarse los labios o la humedad a la que se exponen cuando los labios se juntan, provocaba reacciones en su estómago. No sabe si todos los besos son así, en su casi nula experiencia puede comparar su primer beso como una nefasta mierda, pero este encuentro fue diferente. No lo va a decir, se niega a hacerlo porque aún existe un pequeñisima parte que quiere resistirse, pero sabe que la mayoría ya está perdido.

Su noche se pasó en el recuerdo de las caricias y en él tocando sus labios para no sentirlos solitarios. Se estaba comportando como nunca antes lo había hecho. Era un cambio radical en lo que considera poco tiempo, aunque de eso nada, ya había pasado más de cinco meses. No había sido tan poco, de hecho, JongIn es su juguete consentido. El único que no ha sido desechado al instante.

KyungSoo se abstuvo de esperar a que la mañana llegara, pero no fue el único. JongIn estaba en sus zapatos. Agradecía que su amigo haya desaparecido, que le dejara enfrascarse en sus pensamientos y que le permitiera envolverse entre las sábanas que no había cambiado. Tenía la imagen de KyungSoo fresca en su mente, tenía su sabor en la boca y le maldecía a la vez por desaparecer dejando su efímera esencia en sus labios. El colmo fue cuando le deseó dulces sueños, está seguro de no poder dormir. Uno, porque puede que tenga sueños húmedos y dos porque KyungSoo no le iba a dejar en paz ni es sus pesadillas.

Los dos se perdieron en la reminiscencia de una tarde. No durmieron más que dos horas antes del horario escolar y laboral. Extraño.

La misma rutina de todas las mañanas para ambos, agregando una pizca de apuro por llegar a cierto establecimiento.
JongIn optó por una camiseta cuello tortuga, con una sacó mostaza, pantalones ajustados y del color de su camiseta. Por último, eligió unos zapatos de material opaco. Estaba por marcharse, pero recordó rociar un poco de colonia en su cuello y muñecas, pero ahí esta la prueba de su apuro. Se veía rojiza y pequeña, justo a cinco dedos bajo su oreja. Iba a demorar más si se quedaba viendo el desastre que su alumno había hecho en su piel, por eso se fue lo más rápido posible a su trabajo.

Al llegar fue recibido por la mirada de culpa de su amigo. Este hombrecillo no se levantaba de su asiento y tampoco mostraba su cuello al igual que él. «Ay JongIn, la cagué. La cagué por completo y la volví a cagar después de eso. Dime, ¿por qué es así? ¿Qué quiereEl alto respondía con varios "no lo sé" y no sabia bien del tema, pero para pedirle a su amigo que le cuente, aguantar su doble moral y soportar sus quejas, no era algo que deseara en ese momento. Pero al parecer, andar jugando al papá y a la mamá se había hecho mainstream. Otro día le pedirá detalles, tal vez cuando no tenga que buscar a cierto pelirrojo.

KyungSoo había colocado parches en su cuello para que su madre no se alterara al verle. Ella solía darle parches para el dolor y esos servían bastante en ese tipo de ocasiones. Claro, no le gusta que esas huellas estén cubiertas, pero tampoco le gustaría escandalizar a la conservadora señora Do.
De camino a la escuela, su padre le contaba lo alegre que estaba de contar con su compañía a la dichosa fiesta de su amigo, cosa que sorprendió a KyungSoo. No recuerda haber aceptado, pero ya qué, no podían arruinarle la mañana, después de todo; había conseguido lo que quería el día anterior. Su padre le comentó sobre el lugar de la fiesta y cómo su madre había rechazado ir con él, pero podía simplemente obviar esa conversación y enfrascarse en el mundo en el que ha estado últimamente perdido.

A penas puso un pie fuera del vehículo de su padre, sintió como la ansiedad recorría por cada fibra de su ser, pero calma, no ganaba nada si mostraba como se sentía. Caminó despampanante como siempre, pasó de largo cuando Kris levantó su mano hacia él y se dispuso a llegar al salón. Iba a esperar pacientemente a la hora de su clase con JongIn.

Pero nadie dijo que el tiempo pasaría tan lento.

Estaba comenzando a ofuscarse de ver a tanto maestro bueno para nada, pero JongIn llegó a salvar su día. Entró con la vista directa hacia él, como cerciorándose de su presencia. Le sonrió e inclinó su cabeza para mostrarle los parches que traía a cuestas mas JongIn río y dictó clase con naturalidad.

Ese día Kim no había sido el maldito perro de siempre con sus alumnos. Algunos celebraban el hecho y otros sólo pensaban que era un nuevo truco de tortura. Algo así como la calma antes de la tormenta. Y si, lo era de otra manera.

KyungSoo había disfrutado de ver a JongIn copiar en la pizarra, de escucharle leer el contenido del libro y más que nada, de verle desplazarse y apoyarse en su escritorio. Se veía condenadamente sexy, quería atacarle en ese mismo lugar, pero no le veía el caso a hacer público su precioso juego.

El maestro había concluido la clase con el sonar de la campana, acomodaba sus materiales mientras los alumnos se dispersaban fuera del salón. Menos uno.
KyungSoo esperó y lentamente se acercó al escritorio del docente. Apoyó las palmas de sus manos y le lanzó una mirada inocente.

—¿No habrá tarea, Señor Kim?—se acercó a cinco centímetros de su rostro.
—No, por hoy pienso ser bueno. Deberías ir con tus compañeros—le sugirió con tranquilidad.
—¿Seguro?¿Debería ir con ellos a jugar por ahí? Pero yo quiero quedarme aquí... con usted.
—Puedes hacer lo que quieras.
—Uhm, siempre.

JongIn le besó. Entonces KyungSoo volvió a afirmar que le encantan los besos que su maestro le proporciona. El asunto no fue tan candente como esperaba, pero prometía repetirse en lo que le quedaba de vida escolar.

Así es cómo KyungSoo terminaba siendo arrinconado en los pasillos, abusado por otros labios y marcado aún más bajo esos parches. A veces, las manos de JongIn tomaban sus piernas y las frotaban como si de su mismo sexo se tratara. Todo con JongIn era sexual, candente, pasional. JongIn le daba una perspectiva diferente de lo que acostarse con alguien. Esto ya no era el usual, TOUCH AND GO, era algo permanente en cierto sentido.

KyungSoo disfrutaba de la atención que recibía al pasar por el salón de maestros o al ir al escusado porque JongIn siempre estaba cerca para recordarle lo bien que su cuerpo se siente en sus manos. Los besos no paraban de darse. KyungSoo buscaba la boca ajena y viceversa, eran imanes.

Todo pasaba sin novedades, KyungSoo follaba con JongIn en el establecimiento, se besaban a escondidas y trataban de ser traviesos entre clases. Así estuvieron por semanas. Todo estaba bien hasta que Jongain volvía a estar atento a su móvil.
Cuando tenía ratos libres o estaban en su auto, llegaban y JongIn contestaba al instante. A veces llamaban y él repetía el patrón, se alejaba y contestaba en voz baja. KyungSoo estaba molestándose.

Y es que la amistad de JongIn y ese extraño compañero sexual era de años, no se iba a perder por unas simples palabras. Aparte, el otro no iba a dejar que cualquier persona se meta en lo que le ha costado sudor construir.

Ese amigo siempre veía la forma de aparecer frente a JongIn, de intercambiar caricias que ya eran costumbre pura y más que nada, liberar tensiones. Si bien, JongIn tenía a su alumno, su amigo sólo le tenía a él. Aparte, todos esos años disfrutando de sus cuerpos, de él ultrajando cada parte de su amigo... Se lo debía. Pura lástima y monotonía, ni siquiera estaba el gozo de antes.
El amigo pensaba que había ganado terreno, sus años no se iban a comparar como una aventurilla de unas cuantas noches. Se iba a encargar de dejar en claro que esa persona le pertenecía. Así como le había declarado la guerra, él enviaría una respuesta a tal declaración.
Por eso, una tarde entre copas amicales, se convirtió en un desborde de deseo, donde JongIn imaginaba cabellos rojos y el otro dejaba marcas que dejaban en claro su posición.

KyungSoo también disfrutaba de JongIn y el último hacía lo mismo. Esa es la razón de tantos encuentros en diversos salones vacíos. Ese era el motivo por el cual estaban comiéndose la boca en el laboratorio de ciencias.
JongIn presionaba las protuberancias que se marcaban en la camisa del menor. Estas lo hacían producto de la excitación. El alumno movía sus caderas sobre la fría mayólica donde estaba sentado y esperaba a JongIn volviera a hacer lo que quisiera con él. El otro mordía sus orejas y frotaba su sexo con la palma de su mano, quería que KyungSoo estuviera pegajoso ahí abajo. Manchado y con olor a sexo. Lo iba a lograr si seguía frotando la palma sobre la ropa, pero KyungSokño también quería jugar, quería besar cada parte del maestro, comenzando con sus labios y su mandíbula, que se habían convertido en su principal objetivo desde la primera vez. Sin embargo, sus labios trazaron camino por el cuello ahora libre de marcas, jugó a dejar saliva con su lengua, se acercó a su oído a gemir y besar. JongIn giró su cabeza para darle acceso mientras el mantenía su labor con las manos. Estaba apresurado en hacer que el mocoso se corriera, estruja sus pezones con una mano y con la otra presionaba la dureza, pero KyungSoo detuvo sus besos. Su lengua ya no le daba calidez y la saliva no se encargaba de dejar frío su recorrido. KyungSoo había descubierto algo que él, claramente, no había hecho.

—¿Qué es esto?—tocó con uno de sus dedos.
—¿Qué es qué?—JongIn no se detenía, pero la libido había desaparecido.
—Qué es esta mierda que tienes detrás de la oreja—estaba conteniendo su ira. Sabía lo que era, como sabía cuanto detesta compartir. —No sé, ¿un lunar?—quería seguir tocando ese cuerpo que ya le había alejado a empujones.
—¿Crees que soy idiota?—KyungSoo estaba a nada de armar una gran escena que no tenía ni pies ni cabeza.
—Mira, no sé de qué estás hablando, per—el sonido de su móvil le interrumpió. Lo dejó pasar por una vez, pero al parecer quien llamaba tenía urgencia de comunicarse con él. Eso solo irritó más al alumno.
—No contestes—el móvil seguía sonando y KyungSoo recordaba lo cauteloso que JongIn había sido con los textos y llamadas. Él ni siquiera tenía su número. El móvil no paraba de sonar y JongIn ya estaba leyendo el nombre de quien le necesitaba. Por eso, lleno de ira, KyungSoo tomó el móvil y lo lanzó con fuerza contra la pared —¡TE DIJE QUE NO CONTESTARAS!
—¿ESTÁS DEMENTE? ¡¿QUÉ MIERDA TIENES EN LA CABEZA?!
—¡¿TAN IMPORTANTE ES LA LLAMADA?!
—¡ACABAS DE DESTROZAR MI TELÉFONO!
—¡¿Y QUÉ?! TODAVÍA NO RESPONDES.
—NO SÉ DE QUÉ DEMONIOS HABLAS, DEMENTE—JongIn se separó para ir a recoger su móvil, KyungSoo tomó su brazo, pero fácilmente fue obviado por el docente. El menor había agotado sus reservas de paciencia, y eso que el no tiene casi nada de eso. Primero había sido burlado y ahora ignorado. Se bajó de la mayólica, acomodó su uniforme y se marchó.
—¡VETE A LA MIERDA, MALDITO BASTARDO!—y se fue perdiendo el primer round contra un contrincante que desconocía.

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HOLAAAA~ ¿ADIVINEN QUIEN REGRESÓ?
AHORA ME RETIRO.

MUCHO ENGREIMIENTO DE MI PARTE HACIA USTEDES... YA HAY QUE PARARLE.

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