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Sí, es diferente

Mina se inclinó a un lado de la vasija, muy dentro de su corazón le agradeció por haberla cuidado y ayudado por tantos años. La tomó en sus manos y le dio gracias al Creador que personas como ella existieran. Para ella, siempre viviría en su corazón.

Fue adentro, y observó a Rain, quien estaba sentado sobre el tapete, con las piernas cruzadas, una sobre la otra. Tenía los ojos cerrados y tenía un atuendo distinto, se veía como cualquier campesino del pueblo. Le dio mucha pena interrumpirlo, pero tuvo que hacerlo para poder decirle que iría a la iglesia para que su abuela fuera enterrada según las costumbres que ella conocía.

―Rain, lo siento...

Él abrió los ojos y la observó fijamente.

―Tengo que ir a la iglesia, no sé si le gustaría acompañarme.

Asintió con la cabeza poniéndose de pie. Mina tomó varias monedas del fardel y luego se lo entregó.

―Creo que está más a salvo en sus manos en que las mías.

Rain observó el fardel sin recibírselo.

―No permitiré que nadie vuelva a hacerle daño, así que no se preocupe llévelas consigo.

Ella le sonrió. Había algo en Rain que le inspiraba mucha confianza, y una cierta paz que nunca antes había conocido, le parecía un tipo muy apuesto, pero más que eso se sentía muy inducida a saber quién era, aunque ya conocía su pasado. Mina sabía que una persona es como una moneda, siempre hay dos caras. Ya conocía una, en el momento justo sabía que podría preguntarle más sobre ese padre suyo, y de donde era, y porque quería conocer a fondo un pueblo pequeño que sólo era el paso para viajeros.

Se sentía admirada, cada vez que lo veía, su mirada infundía gran respeto y serenidad, una seriedad amigable y reconfortante.

No tenía idea que pensaba de ella, pero a ella cada vez más le agradaba él, y no cómo hombre; aunque una cierta parte también, estaba más fascinada por el hecho de tratar de cerca a un guerrero como él, quería conocer mucho sobre sus técnicas y su manera de combatir.

Había visto parte de su cuerpo, y ese cuerpo también infundía mucho respeto, fuerte e impregnaba potencia y valentía, y claro, un cierto deseo de querer tocarlo, era mujer después de todo. Sin embargo, prevalecía más en ella el anhelo de tratarlo como su maestro. Lucharía con todas sus fuerzas para que él únicamente notará respeto en su mirada.

Le recibió el fardel y lo guardó en uno de los bolsillos de su vestido. Ambos salieron de la casa yendo a pie. El sendero los guiaba hacía el centro del pueblo. Resultaba imposible no notarlo, varios carretones por durante muchos años habían dejado marcado sobre la hierba el camino, Mina los conocía como caminos del deseo; así le había contado su abuela que solían llamarlos, porque el simple deseo de un hombre por abrir paso, convertía cualquier llanura en un camino.

Rain iba muy tranquilo a su lado, observando con mucha atención el camino. Siempre estaba serio, pero esa mirada suya parecía sonreír siempre cuando estaban juntos. Mina se fijó que, en una parte del camino, había Malva, una planta que curaba cualquier picazón o signos raros en la piel.

―Rain...

Él se volvió a ella de inmediato.

―Ve, esa planta de allá.

Ambos se acercaron a la mata.

― ¿Esta?

―Sí, verá esa planta es medicinal, se puede usar para enfermedades de la piel, al igual que esa de allá, la conocemos como el racimo de hedor, pero mi abuela dice que en otros pueblos se le llama epazote.

Él sonrió.

―Gracias Mina, lo tendré en cuenta siempre. Cuando tenga que marcharme tomaré varias y con raíz.

Mina se volvió a él entristecida, la palabra "marcharme" la hizo sentir algo muy raro.

Rain se hizo el desentendido, pero notó claramente aquel indicio de tristeza. Muy dentro de sí mismo sabía que sus destinos estaban unidos por el mismo anhelo. Pero quería que si ella optaba por seguirlo fuera porque lo deseaba así, no por las palabras o ideas de él.

― ¿Rain que es lo que realmente busca en este pueblo?

Se volvió a ella, pensativo. Aún no era el momento de revelárselo.

―Soy curioso, y me deseo es aprender. Quiero conocer todo lo que pueda de este lugar.

―No lo entiendo, he escuchado muchas veces que hay lugares más hermosos, y más grandes que este territorio. Un guerrero como usted, busca algo, algo que no puedo comprender.

Sonrió ampliamente. Le gustó la manera en que Mina lo debatía.

―Mejor dígame algo. ¿Qué es eso de la misa? ―Preguntó haciéndose el desentendido.

Ella mostró una tímida sonrisa.

― ¿En sus costumbres no hacen eso?

Él lo negó con la cabeza.

―No. Será primera vez que vea algo así.

Mina le gustaba verlo sonreír, tenía unos labios muy hermosos, y su tono de piel tan claro hacía relucir sus labios rosas. Su cabello negro como la noche al cuello, liso como nunca había visto. Era un tipo muy diferente a las personas que solían llegar al pueblo.

―Bueno, en realidad, la misa, es un rito. Se conmemora un sacrificio de un hombre que caminó con nosotros, vivió como nosotros, pero su naturaleza era diferente, porque era el hijo del Creador. Sé que suena difícil de creer, pero yo lo considero cierto. Ni tengo la necesidad de haberlo visto con mis propios ojos para saber que es algo real. Y por esa fe que doña Melina me enseñó, quiero sus restos sean honrados para que descanse en paz. El verdadero nombre para ese rito es Fracción del Pan, pero mi abuela me dijo que es más fácil decir Misa, porque eso dice el padre al final, "Ite Missa"

―Ya veo... ¡Vaya! He escuchado de él. No sé si haya sido un verdadero dios o un verdadero hombre, o ambos. Pero admiro profundamente la manera en que vivió, y la forma en la que se entregó. Si me pongo en su lugar, creo que me habría escapado.

Ambos rieron.

― ¿Entonces, usted no cree en Dios?

―Es curioso, usted le llama Dios, y en las costumbres de mi padre, él le llama amor, servicio y conocimiento. Creo que hablamos de algo muy parecido, aunque lo conozcamos de diferente forma. Se nos enseña desde pequeños, la lealtad a nuestro clan, tener respeto, proteger nuestro código de honor, y a conocernos cómo también mantener un contacto con lo divino en nosotros mismos. Estoy convencido que nos dirigimos al mismo lado, pero con otras formas de entenderlo.

Sin darse cuenta el camino se les hizo corto, llegaron al centro del pueblo y en una casita pequeña de piedras sobre una colina no muy alta estaba la iglesia. Ella ingresó al lado de Rain. Al fondo el sacerdote estaba, junto al altar. Mina fue hasta él, y conversó con él un rato.

Rain observaba todo. Respetaba las creencias de Mina, aunque no fueran las suyas. Esa era la manera en que Mina lograba conectarse a lo divino. Al buen rato, Mina se acercó a él.

―Dice, que sí. En un momento la misa dará inicio para todos, está en latín, pero al final Dios conoce todos los lenguajes del ser humano. Luego el padre me dará la oportunidad de que sea enterrada.

Rain estuvo atento a todo el rito de la misa, varios de los aldeanos estuvieron, pero a ninguno le interesó quedarse con Mina incluso cuando notaron la vasija con las cenizas.

Rain acompañó a Mina al cementerio donde los restos de aquella benévola anciana serían sepultados.

Para Mina, fue imposible contener todo su dolor al saber que al menos en esa vida no se volverían a ver. Rain estuvo a su lado todo el tiempo, los dos hicieron al agujero en la tierra, y la sepultaron.

Después de varias horas, iban de regreso a su casa. Muchas personas les echaban la vista. En un pueblo pequeño, Mina siempre había sido una extranjera que era cuidada por una anciana loca. Parecía imposible que las personas no pensaran mal de ella al verla acompañada por un extranjero, pensaban que quizá se había vuelto una dama como esas de la taberna.

Mina iba al lado de Rain, sin ponerle atención a nada más que a su camino. Antes de partir del pueblo compraron varias cosas, entre ellas provisiones. Mina se sentía muy a gusto a su lado.

Rain y ella conversaron todo el camino de regreso sobre las estaciones del año, las cosechas y lo inclemente que se volvía la temporada de invierno en esas zonas. Una vez más no sintieron el camino de regreso.

Ya adentro Mina lo ayudó a guardar las cosas, y preparó la comida, la tarde ya estaba casi convirtiéndose en el crepúsculo. En unos instantes sería de noche, su segunda noche a su lado. Rain le ayudó a arreglar la puerta, y algunos agujeros que había en el techo.

Mina le sirvió la comida, y cuando le fue a decir que comieran él aceptó con gusto y se sentó a su lado.

―Esto es un guiso. Está hecho con varias verduras y carne de pollo.

Rain tomó un poco con la cuchara de palo.

―Sabe muy bien.

Ella le sonrió y ambos comieron de maravilla. Mina le habló de varias costumbres del pueblo, por ejemplo, en sus vestimentas, sus creencias, y varias leyendas de los lugareños. Rain escuchó encantado, todo era muy diferente de donde él provenía.

Cuando terminaron Mina le dijo que podía dormir donde él quisiera. Él se quedó en un tapete y ella en otro a su lado. Hubo un silencio largo entre ambos. El fuego del horno, iluminaba el resto de aquella habitación; la cual resultaba siendo la única.

―Rain ¿Cómo se llama esa cadena con la que entrenaba?

―Se llama Kusarigama.

Mina no pudo quedarse acostada escuchando simplemente su voz. Se volvió a él muy sorprendida.

― ¿Kusarigama? ¿Y qué significa?

―Hoz con una pesa en la punta.

La mirada de Rain seguía en el techo.

― ¿En qué lengua está esa palabra?

Él sonrió y se volvió a ella.

―En japonés.

― ¿Entonces usted es japonés?

― ¿Usted qué cree?

Ella le sonrió del mismo modo al oírlo.

―He visto hombres orientales, pero usted no parece ser uno de ellos...

―Porque no lo soy de origen, pero mi corazón pertenece allí, en realidad mi origen no está tan lejos, de igual manera soy oriental.

―Pero luce distinto...

― ¿Me está diciendo que me cree atractivo?

Ella se sonrojó a más no poder, le dio gracias al cielo que fuera de noche.

―No, bueno, es que...Sabe, descanse.

Se acostó de inmediato sintiéndose muy apenada. En realidad, si lo creía muy atractivo, pero no le podía decir eso a su maestro, debía respetarlo. Quizá Rain la tenía a prueba, y con esa insinuación podría desistir. Prefirió cerrar los ojos e intentar dormir.

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