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Guerrera

Mina iba a toda prisa tratando de disimularse con la oscuridad. Observaba a muchísimos guardias vigilar el castillo. Tuvo que ser muy paciente y muy sutil para llegar a la entrada, ya allí otro la ayudó a saltar, reconoció su mirada al instante.

Ambos se alejaron del castillo. Iban a toda marcha hacia el bosque. Mina estaba un poco golpeada, pero su mente seguía sumida en el general. Se sentía un poco rara por lo que había pasado. Jugar con los sentimientos de un hombre no le resultó tan satisfactorio.

―Son ideas mías o si le afectó tener de cerca de un hombre muy poderoso...

Sus palabras la hicieron volver en sí.

―No. No es eso. Es sólo que, creo que su corazón logró llevarle la contraria. No me parece algo bueno haber jugado con sus emociones.

―En la guerra y el amor todo se vale, Mina. Usted no le dio motivos, pero él creyó que su poder le daría la satisfacción de cumplir sus caprichos. Kyota es un Shogun, uno que no está acostumbrado a dejar ir lo que quiere, simplemente se empeñó en tenerla, no creo que en realidad sea amor.

Mina lo observaba, y podía notar su mirada distraída en el camino.

―Rain, gracias por estar cerca.

Él la observó con ternura.

―Es mi deber, usted es mi familia.

Encontraron unos caballos y allí estaba Ryu.

―Pensé que Mina no se desharía de Kyota.

―Fue su primera vez como encubierta y como espía, y la última― La voz de Rain sonó a orden.

Mina observó a Rain y esa apacible mirada estaba enmarcada por un ceño fruncido.

―Tranquilízate, Rain.

Todos se volvieron a esa voz. Midori ya había logrado salir del castillo y estaba ante ellos.

―A mí me parece que Mina, hizo algo peor de lo que haría una espada con un excelente guerrero sosteniéndola. El shogun jamás volverá a ser el mismo, simplemente lo dejó muerto en vida. Dio órdenes de que nadie siguiera a Mina, y que él le había pedido marcharse. ¿Pueden creerlo?

Todos se miraban unos a los otros. Rain se sintió más calmado, de no ser así habría tenido que volver para matarlo, y de ese modo asegurar que no siguiera a Mina.

― ¿Crees que el Shogun de verdad se interesó en Mina?

Ryu estaba aún sumido en la incertidumbre. A pesar de haber visto cómo se negó a su petición de tomarla.

―No sólo se interesó en ella, también se enamoró. Te felicito, eres un arma letal, Mina, que no únicamente destruye por fuera sino también por dentro. Toda una Kunoichi.

Mina abrió los ojos a más no poder. Rain apretaba la mandíbula, él lo supo desde que la vio.

―Ya, Midori. Suficiente. Para Mina está misión ya está completada. Para ti Midori y para Ryu aún no. Deben seguir en el castillo vigilando a Kyota, sé que ahora que Mina se marchó tratara de enviar legiones de samuráis a buscarla. Dudo que se quede con el despecho. Ahora regresen, Mina y yo volveremos a casa. En dos días enviaré a Miya, hasta entonces me informarán sobre el Shogun Kyota.

Ambos mostraron una reverencia y se marcharon en la oscuridad del bosque. Rain hizo un ruido con sus labios  y en ese momento aquella hermosa ave bajó del cielo y se posó en el brazo de Rain. Rain ya tenía escrito un mensaje. Lo colocó en su pata y ésta salió a toda velocidad en la oscuridad del cielo.

―Rain ¿Miya, es un ninja?

Su mirada amable parecía divertida.

―No, Mina. Es mi ave, mi ave es un águila, se llama Miya.

Un silbido sonó y esta vez con fuerza  y se acercó un caballo pardo. El mismo que Mina ya conocía desde que había visto a Rain en su pueblito.

Le extendió la mano y Mina obedeció. Iban a toda marcha hacia las montañas, no se detuvieron hasta encontrar la entrada de la gruta. Rain tenía un raro artefacto que destelló una luz por un rato, iluminando el camino. El camino de la gruta era largo, después de caminar por un largo rato, llegaron a su hogar.

Hasta entonces Mina y Rain se descubrieron sus rostros. Varios de sus hermanos ya estaban encubiertos.

―Es hora, vayan.

Mina contó uno por uno, y en total eran diez, todos mostraron una reverencia antes de salir a toda marcha.

―Rain... ¿Ellos tienen que ir al palacio?

Rain se volvió a ella con esa seriedad amigable.

―No, van a otra encomienda, y también deben vigilar a Midori y a Ryu. Siempre existe la posibilidad de que fallen. En esta familia nadie puede engañar a nadie, el día que eso pase, es muy probable que ocurra lo mismo que hace una fruta dañada en el mismo cesto que las que están bien. Dañará al resto.

Mina lo veía admirada.

― ¿Desconfía de alguien?

―Siempre Mina. Excepto de usted.

Mina supo que Rain había visto algo raro, o sospechaba de alguien en el clan. ¿Quién podría estar haciendo algo así?

«Tener una familia es el mejor regalo que alguien pueda tener"» Pensó Mina enmarañada.

En cuanto Rain la vio tan pensativa sonrió.

―Pienso que ha de estar cansada, porque no duerme un rato.

―No, de hecho, me siento bien. He estado como una reina últimamente, ya extrañaba nuestro hogar.

Rain seguía con esa inmensa sonrisa.

―Usted podría tener el mundo a sus pies Mina, pero no, decidió ser una guerrera.

Mina le sonrió.

―Para mí Rain, nada en el mundo me interesa, excepto seguir en el camino de mi hermano y seguir enamorada de mi espada y de mi honor.

Rain mostró un gesto de estar sorprendido.

―Para serle sincero, hubo un momento donde creí que su honor decaería al ver tanta riqueza y estabilidad. Cualquier mujer normal, aspira a eso.

―Usted lo ha dicho, una mujer normal. Yo no lo soy Rain, no tengo el deseo de encontrar marido, al menos, no de esa forma. Ya amo al mío― Desajustó su espada envainada, y le dio un beso a la funda.

―Le creo. Vamos dormiremos un rato, un buen guerrero siempre debe estar listo para lo que sea.

Mina le obedeció y ambos fueron a dormir. Para Mina no había alegría más grande que haber vuelto a estar cerca de él. Rain sentía lo mismo, con ella tenía la seguridad de no ser traicionado. Su sueño fue sublime y reparador. Al despertar Mina se sorprendió de verlo durmiendo a su lado. Era la primera vez en el tiempo que lo conocía que estaba profundamente dormido.

«¿Tan temprano es?» Se preguntó.

Mina quería tocarlo, pero le apenaba hacerlo, seguía siendo su maestro y su también hermano. Su rostro le parecía angelical, después de todo nunca lo había visto dormir. Mina sintió cierto temor al darse cuenta que ese hermano tan querido, le siguiera pareciendo atractivo a pesar de haber jurado no verlo de esa manera. Muy apenada, tocó sus manos.

―Rain ¿Está bien?

Pero sus manos estaban frías.

―Rain, despierte, por favor.

Rain no se movía ni siquiera un poco. Una vez más muy angustiada colocó su cabeza sobre su pecho, y su corazón latía débilmente, su respiración a duras penas se sentía.

Su maestro le había enseñado a no perder la calma, a escuchar a su mente y su corazón. Pero su corazón se retorcía dentro de ella, y no podía calmarse, aunque de verdad necesitara estar así para pensar qué hacer.

Sus manos temblaban, hacía aquellos símbolos sagrados (mudras); que el padre de Rain le había enseñado, con sus manos intentando calmarse, pero le parecía imposible.

A su alrededor no había nadie más que él y ella. Se le ocurrió ir hacia el padre de Rain para pedirle ayuda, pero al mismo tiempo no quería dejarlo solo.

―Rain, por favor yo sé que usted es un guerrero fuerte, no se deje vencer se lo suplico. Usted es toda mi familia, todo lo que...

Quería no decirlo, pero su corazón lo gritaba.

―Todo lo que más amo, sin usted me sentiría perdida de nuevo. ¡Dios mío! Le suplico que lo proteja, sólo usted sabe cuánto lo quiero.

Varias lágrimas se deslizaron por sus mejillas, aún en contra de su voluntad. Pero sintió que había sido escuchada.

Sintió también la corazonada de desvestirlo, tuvo la idea de que quizá había sido herido, o envenenado. Ella recordaba que Rain solía usar dardos envenados para la cerbatana (Fukiya).

Se limpió las lágrimas. Miró que Rain tenía sus fuertes manos entrelazadas una con la otra, las desajustó y le quitó las sabanillas, y con sus manos temblorosas comenzó a desvestirlo, movió parte de aquel Kimono, observó su torso enmarcado por esos preciosos músculos esculpidos en su pecho y abdomen. Cierta energía la recorrió de pies a cabeza al sentir esos músculos en sus dedos que inocentemente buscaban algún indicio de una herida o pinchazo. Rain le parecía un hombre precioso, no solamente en su manera de ser sino en aquel perfecto físico que tenía. Mina siguió buscando, pero no encontró nada. Con mucha tristeza lo vistió de nuevo. Tocó su rostro el cual cada vez es ponía más frío. Se acercó a sus oídos, y le susurró suavemente.

―Somos tan opuestos Rain, pero nos une el mismo amor por nuestras armas y nuestra manera de vivir. Rain gracias por todo lo que hizo por mí, pero sin dudar renunciaría a todo, solo con que viva. Lo amo con el corazón.

Con ternura besó su mejilla. Y se puso de pie, con intención de buscar al padre de Rain. Pero cuando se incorporó vio aquel monje ante ella, observándola. Se quedó congelada sin saber que hacer o decir. Al notar la mirada inquisidora de aquel guerrero Yamabushi, Mina tuvo que hablar.

―Rain está muy mal, y no sé qué hacer. No quiero verlo morir, no quiero.

Mina contuvo sus lágrimas, y al volverse al rostro de Rain observó que al lado de su oreja derecha tenía un punto rojo que se estaba hinchando. Supo que había sido envenenado. Rain tenía razón, no se podía confiar en nadie. Alguien lo había hecho mientras dormía.

―Mina, un guerrero debe estar siempre alerta. Rain ha sido un guerrero élite desde niño, fuerte y muy hábil, pero desde que te encontró ha sido más descuidado, y por eso está como está.

Mina frunció el ceño enfadada.

― ¿Le hicieron esto por mí?

―Rain conoce las reglas, mejor que nadie. Ha pedido renunciar a todo para marcharse, el único sucesor es él. No puedo referirle esa responsabilidad a nadie más. No puedo permitir que se vaya. Y ahora sé que es un buen maestro, ve en lo que te ha convertido.

―¡Usted está loco! No era necesario hacerle daño, con que me hubiera dicho que no me quería aquí era suficiente, me habría ido, sin ver atrás. Usted tal vez piensa que él me interesa como hombre, y lo admito es muy atractivo, pero mi amor por él no es de ese modo, yo lo quiero como mi familia, siento que se me desgarra el alma a mí también al verlo allí, muriendo lentamente sin poder hacer nada por él. ¿De qué modo puede usted ver a Rain? ¿Es su hijo o un simple soldado para usted?

Aquellas lagrimas se deslizaron de sus ojos. Varios de sus hermanos llegaron vestidos con aquel traje característico que usaban por las noches para camuflarse con las sombras, todos con armas en manos. Muchos de ellos se acercaron a Rain para capturarlo, pero Mina no pudo permitirlo.

― ¡No lo toquen! No permitiré que le sigan haciendo daño, no hay otro modo, moriremos ambos.

Mina tomó sus armas que estaban al lado de su tapete y sin dudar estaba dispuesta a morir por su hermano, por su amor a la familia, por defenderlo de aquellos seres que lo veían como un soldado, más que como un hermano o un hijo.

Alzó el Kusarigama en señal de querer pelear con el que intentara desafiarla. Mina estaba de acuerdo con su corazón y todo su ser.

La batalla dio inicio en cuanto varios quisieron llevárselo. Mina peleaba sin mostrar miedo, en ella crecía aquel ardor de defender, de sobrevivir. Cada combate fue sangriento, sin sentir piedad o temor, podía ver cuando lograba desgarrarles la piel con su arma, la misma que Rain le había obsequiado como su esposo.

El monje estaba impresionado observando el amor que la impulsaba y la manera de combatir por honor, por su hermano como ella decía. El guerrero Yamabushi, descubrió lo que Rain había visto en realidad en aquella mujer, tenía un espíritu guerrero que tan sólo necesitaba poseer aquel cuerpo femenino para evidenciarlo.

Mina también era herida, pero no mostraba señal de cansancio ni de temor, al pelear. Aquel lugar de descanso se llenó de sangre, había logrado herir de modo mortal a casi todos los que habían intentado arrebatarle a su hermano. Mina también estaba herida, pero no sentía nada en comparación del dolor de perder a su hermano para siempre.

Se inclinó ante él, y acarició sus manos. Luego observó fijamente al padre de Rain y dejó caer la cadena, lista para pelear con él. Sólo quería defender lo último que quedaba ileso en ella, su espíritu y su amor por su maestro, amigo y hermano. También ansiaba morir, no quería dejar partir solo a Rain.

―Un padre, no podría hacer lo que usted hizo. ¡Yo, vengare su muerte!

Se puso de pie, con el deseo de combatir con él. El señor Hiromasa, estaba admirado observando a Mina. Permitió que hubiera un combate entre ambos, logró someter a Mina después de un rato. Notó que no era un adversario fácil de vencer.

―Mina, ya suficiente. Rain no morirá...

Ella se quedó quieta, observándolo fijamente, estaba golpeada por doquier, con sangre en su rostro y sudor.

―No le creo nada. ¡Nada! ― Gritó estremeciéndose de rabia.

―Hoy has demostrado a tus hermanos que no eres menos que ellos y ante nadie. Eres una Hiromasa en tu espíritu inquebrantable a tu honor. Rain está sedado, despertará en unas horas, había muchos que no confiaban en ti, ahora estarán convencidos de lo que eres.

La soltó, mientras Mina, sentía la alegría en su espíritu de saber que Rain no moriría.

―No me importa lo que piensen de mí y eso lo incluye a usted. Si Rain no despierta en unas horas, estoy dispuesta a seguir con este combate hasta la muerte, porque no confío en nadie en este lugar...

Cuando Mina se puso de pie, sintió el dolor real en su cuerpo. Pero logró no enfocarlo en su mirada. Observó a varios de aquellos guerreros heridos y otros en el suelo inconscientes. Logró acostarse al lado de Rain, esperando que él despertará, pero su cuerpo le llevó la contraria, quedó inconsciente, pero en paz al lado de su hermano.


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