Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

En misión

Muy de mañana partieron de su hogar yendo hacia el pueblo, sobre el lomo del caballo llevaban unas bolsas de cuero. Iban trepados y para bajar la montaña había una gruta especial que los conducía sin problema a la cima sin necesidad de trepar aquella empinada colina. Mina había prometido con su vida guardar el secreto. Había jurado jamás confesarlo, aunque fuera torturada o quemada viva.

Su clan tenía una forma de trabajar muy bien elaborada, existían los espías, los que creían que llevaban la misión principal pero no, era una distracción. Los que iban al pueblo como cualquier persona para estar al corriente de lo que ocurría, otros que funcionaban como sombras en la noche para ejecutar asesinatos o misiones muy especiales. Y otros como espías internos opuestos, éstos últimos iban al lugar de peligro haciéndose pasar por aliados del enemigo conociéndolos y estudiándolos de cerca, al momento de revuelo se volvían sus verdugos.

Rain y Mina iban con la última misión. Rain se haría pasar por soldado de confianza para aquel terrateniente y Mina como una de las mujeres que trabajaría para usos domésticos en el castillo del emperador. En el pueblo ya estaba Midori quien se dedicaría a fingir ser una concubina para el General, (Shogun). Una espía con más riesgos. Tanto Rain y Mina iban para apoyar a Midori y evitar que la descubrieran. Las espías siempre eran arriesgadas al máximo. Pero a Midori le divertía mucho y le encantaba aquellas misiones suicidas.

Mina amaba a Rain con cada latido de su corazón, le parecía el novio que jamás podría tener, porque lo amaba tanto que no lo imaginaba como esposo, sino como su amigo su guía, su aliado eternamente. Cuanto más el tiempo pasaba a su lado más comprendía cuanto le amaba. Y para fortuna de Mina, era totalmente correspondida.

Rain como hombre se sentía muy atraído a ella, pero la amaba con todo su ser y no por el hecho de desearla para que fuera su mujer, sino la sentía su amiga; esa parte especial que verdaderamente se armonizaba idilicamente con él, pero de un modo exento de deseo y posesión.

Aunque cuando estuvo Mina inconsciente y a prueba, deseó en más de una ocasión besarla para hacerla volver en sí, para que no se diera por vencida. Al verla fuerte y despertar se sintió feliz que el signo de su primer aliento fuera preguntar por él, lo que ayudó grandemente a que aquel deseo se esfumara. Cada vez que estaba con ella se sentía dichoso y sabía que nadie lo entendería como ella. Estaba dispuesto a compartir su misma visión de la vida a su lado, sabiendo que ambos estaban muy enamorados de sus armas y de su honor. Con ninguna otra mujer podría compartir aquel inmenso amor y que lo comprendieran sin juzgarle ni limitarlo.

Su padre en una ocasión le preguntó si en verdad no tendría esposa. Quizá había probado su lealtad en esa época, pero lo cierto es que, si Rain hubiera querido esposa, no lo habría negado, se lo habría dicho a su padre con total sinceridad, aunque eso le hubiera costado la vida. Tal como había hecho con Mina, no le importó que lo castigarán por haberla acogido sin consentimiento de su padre. Ahora todo había pasado y legítimamente eran hermanos.

―Creo que no le agrado mucho a Midori...

Rain sonrió.

―Ya se lo he dicho. No es eso. Me he dado cuenta que ella no ve la diferencia entre el amor y la obligación.

Mina lo observaba sin poder evitar que sus mejías se pusieran rojas.

―Con el tiempo, se dará cuenta.

―Entonces Rain... ¿Usted siente amor por mí?

Nunca antes en su vida había oído esa palabra en la boca de algún hombre. Aquella palabra sonaba a prodigio en los labios de Rain. Rain reía ampliamente, esa sonrisa se volvía contagiosa.

―De no ser así, creo que usted habría desconfiando de mí. Creo que el amor es algo que nos une.

Ella le sonrió muy dichosa, mirándolo con cariño.

―Así es, y siempre será así Rain.

Ella seguía sonrojada y dichosa, pero la sonrisa llena de alegría de Rain, hacía que Mina se sintiera muy privilegiada al ir a su lado.

Después de avanzar un rato, hablando de la comida de su hogar y palabras en japonés que Mina aún no podía pronunciar bien, Rain le explicó que debían parecer extraños, para no levantar sospechas pero que por la noche se encontrarían en un punto en la montaña, uno donde había un pozo para pasarse información. Igual estaban siendo vigilados todo el tiempo por otros de sus hermanos. Ellos reconocerían cualquier rastro de ambos incluso hasta por el olor de sus cuerpos. Mina aceptó de buena gana.

Le sorprendió tanto ver a Rain alejarse, corrió a un lado del camino restregándose las manos en el suelo. Cuando sus manos quedaron embarradas se acercó a ella y colocó sus manos sucias en su cara, tomó un trapo largo que llevaba al cuello, amarrando el cabello de Mina.

Mina quedó paralizada sin hacer algún movimiento.

―Listo. Así lucen las mujeres en ese pueblo, la suciedad en su rostro no les hará notar cuan clara es su piel, y...

― ¿Qué? ―Preguntó al ver a Rain tan pensativo observándola.

―Y que no la vean de otro modo. Su deber será hacerse pasar por alguien que ayuda con la limpieza del palacio y la cocina no para otra cosa.

Fue allí donde comprendió todo.

―De acuerdo.

Siguieron con el camino, y Rain le explicaba más sobre las costumbres y hábitos en el pueblo. Mina llevaba un gran balde con arroz seco y dentro todas sus armas.

Iba sobre el caballo, pero tuvo que quitarlo y llevarlo en sus brazos. Habían llegado a una plaza. Se sentó en uno de los puestos, mientras veía que Rain se paseaba por el lugar. Después de un rato observó a un hombre alto de un traje muy bonito de Kimono. Al verla se acercó a ella. Habló en japonés tan sólo entendió, ella es la ideal.

―Señorita ¿Usted vende ese arroz?

―Hai ― Contestó Mina inclinando la vista.

Le ordenó que le siguiera, Mina aun no comprendía del todo aquel idioma, lo siguió y en compañía de varios guerreros de apariencia intimidante, la subieron a una carreta, llevándola hacia un sendero. No volvió a ver a Rain. Pero su corazón le decía que él estaba cerca.

Llegaron a una casa inmensa con ese mismo tipo de construcción; como la casa de aquella montaña, sólo que ésta edificación resaltaba con sus grandes patios y hermosos estanques, refinada elegantemente. Le pidieron entrar y llevar ese arroz a la cocina, en escondidas de los guardias Mina ocultó sus armas en las paredes de la habitación. Ayudó a preparar el arroz, justo cuando lo servía ingresó un joven alto delgado.

Al verla se quedó fijo en su mirada, Mina inclinó el rostro haciéndose la desentendida. El joven no mencionó nada, salió de la cocina.

En ese lugar tenían servidumbre para todo. Mina obedecía ante lo que le pedían hacer, todo referente a cosas de aseo. Cuando estaba puliendo uno de los pisos, llegó un hombre alto, corpulento con bigotes arreglados y de apariencia ruda. Mina comprendió perfectamente aquellas palabras que pronunció al verla: Hermosa mujer, la quiero conmigo. Es una simple sirvienta.

Pero el joven que había llegado horas antes a la cocina lo interrumpió llamándolo. Mina volvió a lo que hacía, prestando mucha atención a todo. Cuando menos lo pensó una mujer habló:

―Mina, hasta que te veo.

En cuanto la observó, no pudo creerlo. Midori estaba vestida como una gran dama, refinada de pies a cabeza. Se veía espectacular lucía muy bella, y aquellas cicatrices en el rostro no se notaban.

― ¡Hola!

―Acompáñame.

Mina le obedeció y ambas fueron hacia una hermosa habitación llena de vestidos y joyas.

―He escuchado que el general está muy interesado en ti. Rain tendrá que comprender que ahora estás de encubierta, debes proteger tu vida, el general ya vio tu rostro. En cuanto venga a ti, no le temas muéstrate servicial e inclinada a complacer sus deseos. Eres hermosa y no se resistirá a tomarte como una de sus mujeres de confianza. Ahora ve afuera y mantén siempre inclinada la vista. Estaré cerca por cualquier cosa.

Mina obedeció. Con sutileza caminaba en la habitación contigua, llevando una bandeja con algunas tazas vacías, le parecían ser muy lujosas al notar los grabados en caligrafía japonés sobre la cerámica y la porcelana.

Estaba por salir de esa habitación, pero allí en un amplio sitial estaba un hombre, parecía maduro sin ser tan mayor con el cabello en un peinado alto, con Kimono oscuro y una katana envainada en su cintura. No le pareció para nada feo, pero tenía una mirada letal.

Mina acudió a su petición en cuanto le dijo acércate. Mina inclinó su rostro al tenerlo frente a ella, y aquel hombre acarició la fina piel de sus mejillas.

―No pareces de estos lugares― Exclamó el hombre sin dejar de verla.

Mina alzó su rostro, al hablar su lengua comprendió que aquel hombre sabía más de lo que aparentaba.

―Soy una simple esclava, señor―Contestó Mina con una mirada tierna.

Aquel Shogun, quedó impresionado con sus palabras. Además, a pesar de estar sucia, le pareció muy bella. Él sabía que muchas mujeres eran esclavizadas, aunque fueran extranjeras.

― ¿Cómo te llamas?

Mina recordó que los Ninjas no tienen nombre.

―Soy como usted quiera llamarme señor.

Él sonrió complacido.

―Bien, ahora ya no serás esclava, vivirás como una dama de alta categoría. Porque yo te quiero para mí, serás mi concubina más querida, yo te llamaré Naomi, y yo soy tu señor Kyota Shogun de los ejércitos.

Ella le sonrió dulcemente, mostrando una reverencia. Pidió Kyota a otros de los sirvientes que la llevaran a vestirla correctamente. Una vez más Mina se encontró con Midori.

―Te lo dije. Ahora ponte esto.

Pasó a sus manos un magnífico traje rojo con hermosos bordados. La ayudó con todo, cuando se vio al espejo no podía creer que se viera tan bien.

―Sigue actuando así y no te pasará nada.

Mina asintió con la cabeza y cuando salió aquel general la esperaba. Mina paseó por el castillo del brazo del Shogun, él le hablaba de la gloria de su ejército y todas sus conquistas en el campo de batalla. Pero cuando iban pasando por un pasillo largo, Mina observó a un escolta que le hizo temblar el corazón, en cuanto el general se descuidó por un momento, Rain le dio una sonrisa, Mina se la devolvió gozosa.

Rain estaba ya dentro del castillo.

Volvieron a una hermosa habitación con decoraciones propias de aquellas costumbres, Mina se hacía la atenta. Pero aquel hombre gordo que había pedido tenerla cuando limpiaba los pisos, miró al Shogun con tan hermosa dama, ni siquiera la reconoció, lo cual fue un alivio para Mina. Ese hombre tenía la confianza del Shogun. Mina se mantuvo atenta y fingiendo no entender nada en cuanto comenzaron hablar de estrategias de batalla, pero puso mayor atención al oír que conversaban de una nueva invasión con beneficios propios y no las del emperador.

Aquel Shogun Kyota estaba tan entretenido dando instrucciones y hablando sin saber que Mina estaba comprendiendo muy bien aquella conversación. La dejó sola en aquella habitación y fue servida como una Reina. Mina tenía toda la información para proteger al emperador.

En la noche cuando todos dormían Rain, Mina y Midori se encontraron en aquel punto, todos lucían como Ninjas, con sus característicos trajes oscuros.

― ¿Qué ha hecho, Mina? No era lo suyo hacerse pasar por concubina del Shogun.

―Rain, no pasará nada malo, debes confiar. El Shogun está encantado con ella, no le hará daño― Interfirió Midori.

Esa conversación se volvió una larga discusión, le llevó trabajo a Mina convencer a Rain. Mina dio toda la información, y ambas Kunoichi volvieron al castillo.

Muy de mañana, Mina ya andaba de pie, al lado de un grupo de mujeres que prestaban sus servicios para complacer a los gustos o como de compañía a todos esos hombres poderosos.

Todo marchó bien, hasta casi una semana después. El shogun se estaba enamorando de Mina, ya no podía ver a ninguna otra mujer, de a poco sentía que su corazón le llevaba la contraria.

Midori había instruido a Mina sobre que ningún hombre es indiferente a los encantos de una mujer hermosa, cuya belleza es el arma más poderosa de una mujer astuta. El poder de seducir pone en riesgo la mente de un hombre que se cree fuerte e invencible, por lo que usando esos medios la sutileza podía cambiarlo, teniendo el poder suficiente de transformarlo desde adentro. Algo simple de ejecutar para una mujer hermosa y segura de sí misma, capaz de no sentir más allá que sus conveniencias. Según lo dicho por Midori, el amor volvía manso y confiado a cualquier hombre cuando su corazón ablandado y seducido se entrometía a su mente, porque un hombre que no se deja llevar por la belleza y el deseo, es imposible que sea sometido más allá de su voluntad. Pero uno que no puede controlarlo, es allí donde la mujer astuta se adueña de su propio discernimiento, el placer lo vuelve un esclavo. El dominio del hombre en sus placeres lo hace señor y dueño de lo que quiera conquistar, y únicamente así no es sometido por nada.

―Naomi, eres tan distinta a otras mujeres de compañía. ― Susurró al verla.

Mina le sonrió sutilmente.

―Quiero que seas mi mujer la que me espere después de las batallas.

Mina abrió los ojos a más no poder.

―Mi señor, no soy indigna de tal proposición. Soy una esclava no estoy a la altura de un caballero como usted.

El Shogun estaba impresionado ante sus palabras. Creyó que aceptaría a la primera.

―Nada eso me importa, te quiero conmigo, quiero amarte y verte, que seas mi recompensa al volver de enfrentarme con la muerte...

Mina quedó absorta, no podía ser posible que aquel hombre sin piedad ni corazón ahora se volviera un manso corderito, y tuviera sentimientos nobles.

―Mi señor, sé que hay mujeres más hermosas y mucho más dignas que yo.

Kyota seguía sin comprender como una mujer que no tenía nada, no se deslumbraba ante un castillo, poder, riquezas y la prosperidad.

―No está discusión, no eres menos que nadie.

Se acercó a ella, y la tomó con ternura de las manos. Con dulzura posó sus labios en los de Mina. Mina notó que aquel hombre hablaba sinceramente, lo cual la hizo sentir muy rara.

―Si no muero en batalla mañana, al volver tú serás mi mujer sin peros de nada, no me importa quien seas, ni de donde vengas, yo te quiero Naomi, y ningún hombre te tomará por esposa más que yo, y el que lo intenté morirá.

Se dio la vuelta mientras su corazón brincaba. Mina sabía que esa misma noche, sus hermanos no le permitirían realizar aquel viaje al shogun, donde iría a someter a unos poblados en nombre del Emperador, de lo cual el Emperador no estaba enterado.

Cuando Mina estaba por ir a acostarse se dio cuenta que otras de las concubinas le llevaban una bandeja con aquellas piezas que no parecían tazas, sumamente elegantes y hermosas. Pero cuando estaba por beberlo, observó que Midori, le hacía señas de no hacerlo. Fue lo más sutil que pudo, muchos guardias las vigilaban de día y de noche. Mina se hizo la desentendida y salió de aquella habitación dirigiéndose a la entrada de la fortaleza. Se distrajo viendo el cielo, y se asombró de haber sido una campesina un día y ahora estar allí como casi una reina. Cuando volvió en sí se dio cuenta que a su alrededor no había ningún soldado custodiándola.

De pronto observó a aquel hombre bajito gordito que la tomó a la fuerza de la espalda cubriéndole la boca, arrastrada la llevaban a hacia fuera del castillo. Entre los matorrales que rodeaban la muralla, en compañía de otros soldados la dejaron caer, aquel hombre intentaba abusar de ella.

Mina sabía que podía defenderse, pero no sabía si ese era su momento para mostrarle quien era. Le preocupó más darse cuenta que aquel hombre de tanta confianza para el Shogun, velaba su espalda para traicionarlo y hacer cuanto quisiera.

―Traidor― Mencionó Mina viéndolo fijamente.

Aquel hombre se enfadó mucho, tanto que la golpeó en la cara. El cuello de Mina giró por el enérgico golpe.

―Podría matarme, y eso no cambiaría que usted muerde la mano que lo alimenta, ni un perro hace eso.

Aquel hombre se alteró aún más y sacó una fina navaja de su bolsillo. Dio órdenes a los soldados de sostenerla, pero de los dos sólo uno le obedeció. El otro se le abalanzó usando una lanza (Naginata), lo asesinó breve y fácilmente, el otro soldado también murió intentando oponerse.

Mina se quedó quieta esperando que la atacará, pero al ver bien su rostro notó que se trataba de Ryu. Él le sonrió y Mina le devolvió la misma sonrisa.

―Rain me pidió que estuviera cerca de ti.

―Gracias Ryu.

―Ve adentro y finge que estás golpeada. Di que te sacaron por la fuerza pero que él señor Hajime falleció por quererte salvar.

―No, no puedo Ryu. Él quería matarme y...

―Lo sé, Mina. Pero si cuentas la verdad nadie te creerá. Ve adentro.

Mina se mordió la lengua. Ingresó al castillo dando de gritos haciendo lo que Ryu le había pedido. Se juntó un gran batallón protegiéndola. La noche pasó de prisa, cuando todos durmieron Midori le contó a Mina que Sayuri una de las concubinas más cercana a Kyota había querido envenenarla. Al amanecer, Kyota llegó a la habitación que ella compartía con otras.

―Naomi ¿Estás bien?

Mina pegó un brinco de la cama.

―Sí, mi señor estoy bien.

― ¿Qué pasó a noche? Me avisaron hace un momento.

―Unos fugitivos hicieron por atacarme cuando estaba en la entrada del castillo, y el Señor Hajime hizo por defenderme, pero murió en el intento, lo cual me dio la posibilidad de huir.

Inclinó la mirada muy afectado.

―Era alguien de mi confianza. Le daré todos los honores en su funeral, agradezco tanto su valentía de protegerte.

Se sentó a su lado y la sujetó de las manos.

―He decidido no ir a nada hoy. Me quiero quedar a tu lado, no me importa hacer la guerra hoy o mañana, disfrutaré tu compañía.

A Mina se le heló la sangre. Kyota, acarició su rostro mortificado. «¡Cuánto puede cambiar el amor a un hombre!» Pensó Mina.

Aquel hombre volvió a besarla, sin que Mina pudiera evitarlo. Sabía que aquellos besos dulces y suaves, estaban libres de maldad.

Tal como lo dijo, no salió de viaje, ni de conquista. Se mantuvo cerca de ella todo el tiempo, contándole sobre sus costumbres y sus muchas conquistas desde que había sido un simple soldado, hasta el día que se convirtió en el respetable Shogun. Le contó también que la avaricia de aquel amigo lo había hecho sentirse tentado a cometer tantas atrocidades, pero que sin él no tenía el valor de seguir haciendo maldades en nombre del Emperador, sin embargo, siempre estaría agradecido por su valerosa ayuda para evitar una tragedia que llevará el infortunio para Mina.

Pasaron más días, y Mina conocía mejor a aquel hombre. Se supo que algunos conquistadores se avecinaban en dirección de unos poblados del Emperador y debían evitarlo.

―Naomi, he notado que, en todo este tiempo, no has aceptado mi propuesta, quiero que seas mi mujer, y mi esposa. Te lo doy todo, no quiero nada más que al volver tenerte para mí, que por fin aceptes ser mía.

―Prometo darle una respuesta mi señor, cuando vuelva.

―Eso espero, si no te has decidido, me harás cometer una locura. Estoy loco por tenerte, pero por primera vez en mi vida no lo quiero por un dictamen mío, quiero que sea por tu propia voluntad.

Mina inclinó la vista, y no mencionó nada. Kyota se acercó y la beso dulcemente después de sutilmente acariciar su rostro. Después de la muerte de aquel amigo de confianza del Shogun, Mina no volvió a ver a Rain, Midori siempre estaba cerca de ella.

Kyota volvió una semana después. Ella se asomó al patio del castillo, donde Kyota condecoraba a un hombre, como uno de los más admirables de su ejército. Lo tenía ante él.

―Agradezco mucho que hayas salvado mi vida. Debía volver, me esperaba mi prometida para casarnos. Te doy lo que me pidas, sólo dímelo.

Aquel soldado alzó la vista y Mina reconoció a Ryu. Ella sonrió a pesar de no quererlo hacer.

―Señor, quiero una de sus mujeres, a esa que está allá arriba.

Kyota alzó la mirada y cuando observó a Mina quedó congelado.

―No, no puedo cedértela. Es mi prometida, toma a la que quieras menos a ella.

―Es que no me interesa otra, pero comprendo. Disculpe General, pero no hay nada que pueda pedirle.

Ryu se dio la vuelta de inmediato. Kyota subió hasta donde estaba Mina, mientras su corazón brincaba como loco.

―Mi querida Naomi. ¿Qué has decidido?

―Mi señor, no quiero darle más pesares. No puedo corresponderle.

―Pero... ¿Por qué? ¿No he sido lo suficientemente complaciente? ¿No te lo he dado todo? ¿No te basta saber que todo lo mío es tuyo?

―No lo entiende ¿Verdad?

Aquel General la veía incrédulo.

―Sólo soy una campesina, jamás me sentiría a gusto en esta fortaleza. Usted no me ama, simplemente soy un capricho, uno que se acabará en cuanto me tome como suya. No soy algo que se pueda comprar señor, al menos no mi corazón.

Midori había escuchado todo, y sabía que aquel General estallaría en rabia. El general se quedó pensativo, no pudo pronunciar palabra alguna. Mina se alejó a toda prisa, pero él la alcanzó.

― ¿Por qué no puedes amarme?

Mina se volvió a él seriamente.

―Porque en el corazón no se manda, y aunque usted mi señor es alguien dulce conmigo no lo ha sido con muchos inocentes, menos con su lealtad y su servicio al emperador, alguien que es capaz de mentirse así mismo no puede amar como usted dice. Si decide matarme lo entenderé, pero esa es la verdad.

El general inclinó la mirada, hubo un silencio largo entre ambos.

― ¿Crees que soy alguien que no sabe amar? Te demostraré que estás equivocada.

Se apartó de ella a grandes pasos. Mina se sentía muy mal, había algo en ese hombre que brillaba cuando ella estaba cerca.

Desde aquel día el General cambió radicalmente, se oponía a realizar cosas ilícitas, o ejecutar actos injustos contra inocentes. La misión había sido completada, el verdadero infractor había sido Hajime, y ya había muerto. Mina tendría que irse en cuanto le fuera posible. Para el General, Mina se había convertido en su mayor tesoro, estaba custodiada de día y de noche. Para poder liberarse, sin que desconfiaran de ella, iba a hacer complicado.

Rain sabía que el General se había enamorado de Mina, y que quitarla de su corazón iba a ser imposible.

En cuanto Mina pudo se colocó su traje oscuro. Justo cuando estaba por marcharse el General entró a la habitación, quedó atónito al notal a un guerrero vestido con el signo del Clan de las sombras. Alzó su espada, con intención de matar. Mina logró combatir con él, pero el general era diestro en ofensiva y después de golpearla rudamente logró hacerla caer. Cuando estaba por asesinarla, se quedó perdido en su mirada. Quería matar, pero no podía.

―Lo que sea que hayas hecho con Naomi dímelo, y te perdonaré la vida.

Mina en esas, logró ponerse de pie. Ambos volvieron en combate, y está vez Mina no cedió a nada, cuando su espada estaba por asesinarlo, no tuvo el valor.

―Ella está a salvo. Usted es un gran hombre no cambie, porque la vida de un guerrero es vivir con honor y morir con él.

Quitó su espada y huyó del castillo. El General comprendió que se había enamorado de su peor enemigo, y que no se trataba de cualquiera, le había enseñado una lección para toda la vida: A hacer lo correcto.

Él conocía que aquellos guerreros del Ninjutsu eran los mejores en cuanto a sabotaje, infiltración, asesinos sin corazón. Pero esa mujer le había perdonado la vida.

Sonrió poniéndose de pie, prometió que, desde ese día en adelante, viviría y moriría con su honor. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro