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En compañía del sin nombre

Ambos se quedaron sentados uno al lado del otro casi hasta amanecer. Aquel cadáver se convirtió en ceniza. Mina se había quedado profundamente dormida recostada en el hombro derecho del sin nombre.

Él al darse cuenta la cargó en brazos y la llevó a uno de los tapetes. Se encargó de recoger las cenizas, y de ponerlas en una vieja vasija de barro.

Pasó mucho tiempo antes de que Mina despertara. Cuando ella abrió los ojos no observó al sin nombre por ningún lado. Salió angustiada al pequeño huertecillo que había por detrás de aquella casa; lugar donde habían incinerado el cadáver de su abuela, pero todo estaba limpio y en el suelo había una vasija.

―Sin nombre... ―Susurró en cuanto observó a un extremo del huerto a un hombre musculoso entrenar con una especie de cadena, la movía increíblemente pasándola hábilmente entre sus manos.

Ella se acercó a él, muy asombrada. En cuanto él la vio dejó de hacer lo que hacía.

―Hola Mina, pensé que dormía aún.

― ¿Qué hace? ―Preguntó desconcertada sin poder dejar de verlo.

El guerrero observó en Mina esa mirada iluminada, llena de regocijo al notar el arma con la que él se adiestraba.

―Descuide. Estaba entrenando, en mí es un hábito, espero no le moleste.

―No, no. Es maravilloso.

Estaba totalmente sumida en aquel cuerpo que tenía el sin nombre, jamás había visto tantos músculos fuertes en un solo hombre. Volvió en sí al recordar que no estaban las cenizas de su abuela.

―Por cierto, los restos de cenizas están en la vasija.

Ella le echó la mirada al recipiente.

―Gracias, debo...

De pronto recordó la taberna y que Jeremías no le había pagado la semana.

―Sin nombre, tengo que ir a la taberna, el dueño no me ha pagado, debo recoger el dinero. Volveré enseguida.

Después de acariciar la vasija y darle un beso. Salió a toda marcha hacia su lugar de trabajo. Llegó acalorada después de un buen rato caminando, y un poco cansada. En la entrada estaba Jeremías muy enfadado.

―Hola, lo siento, es que ayer...

El hombre alzó la voz disgustado.

―Sí, ayer te marchaste sin mi permiso, te descontaré el día completo.

Mina se indignó, clavándole la mirada.

―He trabajado aquí desde hace ocho años, nunca he faltado...

La vio de pies a cabeza muy irritado aún.

―Sí, pero ayer te fuiste. Solamente así aprenderás a no volver a hacerlo. Ahora entra hay mucho que limpiar.

Mina ingresó sin poder ocultar cuan enfadada se sentía. Temía decirle que ya no vendría, quizá si se lo decía no le pagaría la semana. Sin remedio, se colocó el mandil y se quedó hasta limpiar todo, cuando terminó el dueño de la taberna se acercó a ella, y le lanzo un pequeño saco de dril con varias monedas de oro.

―Aquí está tu paga, ahora ve arriba hay algunos huéspedes que no tienen limpia la habitación.

Mina tomó el diminuto saco, muy complacida. Ya podía marcharse.

―Lo siento mucho Jeremías, pero ya no puedo trabajar aquí. Agradezco mucho los años que me diste empleo, pero ahora que mi abuela murió buscaré otro lugar para trabajar. Gracias por todo.

Se quitó el mandil y a grandes pasos se alejó yendo a la puerta.

Jeremías no le pagaba lo justo, y él estaba seguro que le costaría encontrar a alguien más que hiciera lo que Mina por aquella miseria de sueldo. También estaba enamorado de ella, pero nunca había sido capaz de decírselo, le gustaba mucho su manera de ser, aunque fuera muy distante y con carácter fuerte, admiraba en ella su honradez, porque a pesar de lo pobre que era nunca se robó nada, él tenía la esperanza de que algún día ella por la necesidad, se fijará en él. Quizá por esas esperanzas fallidas la trataba mal y le pagaba menos.

La alcanzó sujetándola de un brazo.

―Mina ¿A dónde irás?

Ella se movió bruscamente hasta soltarse.

―A mi casa.

Mina le echó una mirada fría y se pasó al lado saliendo de la taberna. Jeremías sabía que con ese dinero viviría algunos días sin necesidad de trabajar. Pensó en hacer que se lo robarán para que volviera suplicando de nuevo su empleo. Ya en algunas ocasiones había mandado a algunos hombres a vigilarla para conocer donde vivía y con quienes. Sabía que únicamente una anciana la esperaba en una choza vieja y mal construida y que el camino era un poco largo hasta aquella pobre vivienda. Mina siempre estaba sola. Sin pensarlo más envió a varios rufianes a perseguirla para que le robarán el dinero.

Mina iba muy contenta, tenía dinero para comprar algunas cosas para comer, y darle algo al sacerdote para que bendijera las cenizas de su abuela y le hicieran una misa. Luego la enterraría en el cementerio junto a la iglesia. Pensaba en llevarle algo de comer al sin nombre, había sido muy generoso al acompañarla en una situación tan difícil.

Iba en el sendero enmarcado de tierra entre la hierba. Pero de pronto sintió a alguien a sus espaldas. Se volvió sin ser tan obvia y observó a varios tipos. Apresuró el paso.

Aquellos hombres al verla caminar más aprisa la persiguieron emprendiendo una carrera. Mina intentó correr, pero fue imposible, en unos instantes la tenían acorralada. Uno hizo por sujetarla, pero ella le acomodó un puñetazo en la cara, otro de igual forma le devolvió en su fino rostro el mismo golpe. Cayó de espaldas y se sentía mareada a causa del gran puñetazo. Entre dos la sujetaron, mientras otro hacía por quitarle el saco con las monedas de oro, pero Mina seguía en su intento de no permitirlo por lo que otro de aquellos hombres le acomodó una patada al vientre. Hasta entonces se adueñaron del dinero y la dejaron tirada en el suelo.

Mina estaba triste pero más que eso, muy enfadada por perder todo el dinero de trabajo de una semana en la taberna. Aquellos hombres iban a una distancia prudente cuando de súbito vio de un árbol a un ser vestido de negro dar un inmenso salto, cayó de frente ante aquellos hombres con los pies firmes en el suelo. Un traje raro se distinguía pegado a su cuerpo, sólo resaltaba en aquel traje una banda roja a su cintura y una fina espada envainada.

En instantes se inició una pelea. Mina en el suelo no creyó que alguien fuera tan valiente o tan absurdo, cuatro contra uno. Todos se abalanzaron contra él, pero aquel hombre se movía tan rápido que ni siquiera podían tocarlo. Fue increíble presenciar sus movimientos rápidos y fuertes, en poco tiempo logró deshacerse de todos y les quitó el dinero.

Todos quedaron en el suelo como ella, sin poder moverse. Unos inconscientes y otros pegando de gritos. Mina sabía que, si aquellos hombres eran malvados, ese tipo sería fatalmente peligroso. Intentó ponerse de pie, lo más rápido que pudo para huir.

Aquel misterioso hombre caminó con sagacidad hasta llegar cerca de ella. Mientras ella hacía por seguir en su escape.

―Mina, no se asuste soy yo.

Se volvió a él, al oír su voz. No pudo ocultar su inmensa alegría, fue mayor a ella. Estaba impresionada, adolorida pero feliz. En verdad el sin nombre era un guerrero.

―Creo que esto es suyo.

Ella se lo recibió sin poder dejar de verlo. Él la tomó en brazos y se encaminó al bosque, a una distancia prudente estaba su caballo. La trepó y el caballo corrió velozmente atravesando el bosque y en poco estaban en su casita.

Cuando llegaron el sin nombre de nuevo estaba descubierto, se veía tal como cuando llegó aquel día a la taberna.

― ¿Se siente bien?

Ella asintió con la cabeza sin dejar de recordar cómo había sometido con gran facilidad a aquellos hombres.

― ¿Cómo hizo eso?

Él sonrió.

―Es una de las muchas cosas que he aprendido Mina.

―Eso es increíble. ¿Quién se lo enseñó?

―Mi maestro y el líder de mi clan.

― ¿Clan? ― Preguntó sin entender el significado de aquella palabra.

―Sí, de donde vengo están acostumbrados a tener bandos, es como varios grupos, y nosotros somos un clan.

―Sin nombre, quiero aprender, quiero pertenecer a su clan. ¿Lo cree posible?

Esa mirada le recordó a él cuando vio a su maestro entrenar.

―Sí es posible. Pero no puedo adiestrarla ahora, tengo unos días para conocer el pueblo. Si veo que tiene lo necesario seguramente será adiestrada por mí.

― ¿Qué tengo que tener?

―Para que alguien sea un buen guerrero hay ciertas cualidades que debo ver. Si logro notarlas, me atreveré a adiestrarla, de no ser así, tendré que seguir con mi camino.

Ella asintió con la cabeza, sin tener muy claro lo que acababa de escuchar.

Se encaminaron a la mesa, y Mina se dio cuenta que el sin nombre tenía varios panes sobre la mesa.

―Debe comer bien, esa es una de las cosas principales para empezar un buen día.

Él le echó una mirada tierna, ella le sonrió. Se sentó en la mesa, y él la acompañó. Ambos comieron felizmente. Al terminar, ella dio las gracias, él hizo una reverencia con la cabeza. Le encantó a Mina esa manera de hacerlo.

― ¿Qué significa eso?

―Es un signo de mi respeto hacia su agradecimiento. Es una costumbre de dónde vengo hacerlo así.

Ella hizo lo mismo. Él sonrió.

―Sin nombre, usted de verdad, no tiene nombre.

―En mi clan, me dieron un sobre nombre, ellos me llaman Rain, para ellos significa lluvia, porque ese día fue cuando me encontraron, un día bajo la lluvia. Para mí no es un nombre, pero si desea puede decirme así, excepto cuando esté cubierto. Allí sigo siendo el sin nombre.

Ella sonrió, el hecho de decirle sin nombre, ya era un nombre.

―De acuerdo. Rain. ¿Usted fue encontrado bajo la lluvia?

Su mirada se fijó en ella.

―Sí, en mi pueblo natal todo fue destruido, todos murieron, mi maestro me encontró cuando tenía cinco años, y desde entonces ha cuidado de mí. Originalmente no soy de su clan, pero me ha querido como uno, como si fuera su hijo. Le debo mi vida, pero ha aceptado que yo siga mi camino. ¿Qué hay de usted Mina?

Inclinó la vista, al parecer coincidían en esa parte de sus vidas.

―No recuerdo haber tenido padres o familia, a veces viene a mi mente aquel suceso cuando...― Su voz se quebró, quería contener todo el sufrimiento, pero ante él no pudo, él la veía consternado. ―Cuando varios tipos abusaron de mi estado, me dejaron muy mal y herida, la señora Melina fue como una abuela me cuidó y me protegió. Ella era todo para mí.

―Mina, a pesar del tiempo recuerdo con claridad lo que hicieron con mis padres y a mi pueblo, nadie se da cuenta que entre el poder y las guerras quien sufre es el pueblo, en especial los niños. Tuvimos la dicha de haber encontrado personas buenas, lo cual indica que no todo está perdido en el mundo. Estas personas nos han enseñado que siempre habrá un balance, no todo puede ser bueno o malo. Ni usted ni yo somos responsables de lo que nos pasó, pero ahora si estamos comprometidos a equilibrar nuestro destino y convertirlo en un buen balance, y a su vez ayudar a otros, como lo hicieron con nosotros. No podemos cambiar la situación del mundo, pero si podemos mejorar y hacer la mejor versión de nuestro camino para iluminar a otros. Mi padre siempre que me veía triste me mandaba al pueblo a los funerales para darles palabras de aliento a los dolientes, no lo entendía, pero no hay otra forma de animarnos que darnos cuenta que estar vivo es la mejor manera de alentarnos, todo es bueno y es indicado si lo ve del lado correcto. El dolor y los malos recuerdos nos hacen cobardes, pero la vida está hecha para quienes aceptan el reto de superarlo todo, yo acepté ese reto, y disfruto cada día. Vivo, no importa si es triste lo que ocurre, o alegre, cada día es un día único, Mina.

Mina se limpió las lágrimas, y comprendió que tenía razón. Hacía unos días comía con una anciana y ahora con un guerrero que se convertiría en su maestro.

―Gracias Rain, no soy la única que sufre en el mundo. Creo que por esa compasión así misma he vivido sumergida en un empleo que tuve que haber dejado hace mucho. Si hubiera pensado de otra forma, no lo sé quizá mi historia sería otra.

Rain sonrió ampliamente.

―Ahora puede ser otra.

Él se puso de pie, y la llevó a fuera. En el huertecillo, su vista se fijó en el azul del paisaje ella lo siguió.

―El cielo, es inmenso, pero no importa si el día es nublado o lluvioso, si hay viento, o no, ese árbol sigue en sus raíces, y no por eso ha dejado de crecer. Tal vez de eso se trata la vida de un guerrero, no soltar sus raíces, y tomar lo mejor de su alrededor para crecer, para dar sombra a otros, aunque haya sido difícil su proceso nada se comparará a lo que aportará a los que se acerquen a él y se acobijen bajo su sombra.

Sonrió con ternura y se fue adentro. Mina se sentía más serenada, mirando el ancho pino, sintiendo en su corazón la calidez de sus palabras. 

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