Delicados instintos
No pudo evitar que Rain fuera llevado adentro para ser desvestido, se apropiaron de sus armas, los supo en cuanto varios salieron con todas sus cosas, y se la entregaron a ese hombre que era idéntico al señor Hiromasa. Él asintió con la cabeza, recibiéndolas.
Llevaban a Rain hacia el pozo. Un lugar bajo tierra, húmedo y profundo y seguía apresado, cubrieron el agujero con una tapa de madera con unos pequeños hoyitos.
Dejaron a Mina en libertad, Mina se descubrió el rostro, y le clavó la mirada al gemelo del Señor Hiromasa. fue mayor a su propio control.
Tres de los guerreros más experimentados la seguían a donde fuera incluso cuando se fue a vestir. Mina quería ir a ver a Rain para llevarle agua.
Cuando intentó ir a costarse observó el tapete vacío de Rain, lo cual le provocó un nudo en la garganta. Le pidió a Dios que la consolará a ella y también a Rain. Estaba quedándose dormida orando, cuando alguien la despertó. Observó al señor Hiromasa ante ella.
―Mina, en ausencia de Rain sólo puedo confiar en ti. El maestro de Rain se llama Hisashi y es mi hermano. Ha estado vigilándote y no le parece que Rain tenga cada vez más deseos de protegerte. No debes descansar Mina, debes ser vigilante en todo momento. Rain sobrevivirá. Irás afuera de la montaña, y buscarás Kyota, le dirás que aceptamos el trato con la condición de que nos entregue los mapas de estrategia militar. Si acepta le dirás que estará protegido, sino acepta le dirás que tiene tres días para irse de la región, sino morirá. Ve.
Mina no pudo contener su horror al dejar solo a Rain. El monje al ver su angustia, le habló con rapidez.
―Me encargaré que nada malo le ocurra a Rain, ve Mina.
Mina se puso de pie, aún no había amanecido. Fue de inmediato a vestirse con su traje (Shinobi Shozoku) no tuvo más que confiar en las palabras del monje.
Supo entonces que como guerrera sería asesinada, pero como mujer podría entrar sin problema tal como se lo había dicho Midori.
Se preparó con lo que podía servirle. Mina se dio prisa y usó la cueva para salir de allí. Le costó llegar al castillo del emperador, pero ningún guardia pudo negarle el paso en cuanto, ella dijo que el Shogun había pedido verla.
Después de avisar, la dejaron pasar. Mina estaba vestida seductoramente. Cualquier hombre le echaba la vista deslumbrado. Recordó muy bien cómo llegar hasta donde Kyota comía, pero la servidumbre le dijo que debía ir a su habitación. Mina sonrió al escuchar eso.
Llegó hasta la habitación del Shogun, la dejaron pasar y al entrar le cerraron la puerta.
Kyota sentía su corazón brincar dentro de él al ver a la mujer que tanto amaba, sentía una eternidad sin verla. Estaba recostado en la cama, el deseo y la emoción aumentaron con todas sus fuerzas.
―Naomi, sabes que ante ti estoy desnudo en el alma, podrías matarme y yo moriría complacido.
Ella inclinó la vista, muy dentro de sí se sintió contenta de volverlo a ver. Pero no podía dejar de pensar en Rain. Kyota no pudo contenerse más y se puso de pie yendo a ella, lo que lo cubría por el torso se deslizó y Mina observó que el general tenía un cuerpo muy hermoso. Quedó ante ella, y con ternura deslizó sus manos en el rostro de Mina. Mina cerró los ojos, esa caricia le llegó al alma. Kyota también era un guerrero, que lo había cambiado todo con tal de merecerla y estar con ella. Por un momento Mina deseó dominar su corazón para poder sentir por Kyota lo que sentía por Rain. Rain seguía siendo su hermano, y no podía abandonarlo.
―He venido, mi señor, para aceptar en nombre de quien me envía sólo con la condición de que me entregué los mapas de estrategia militar.
Kyota sonrió al poder ver sus ojos abiertos. Cada palabra dicha por la boca de Mina a él le parecía el sonido de las voces de los seres celestiales.
―Te daré lo que quieras, Naomi. Yo quiero que seas mi escolta personal, tenerte conmigo lo más que sea posible.
Mina observaba que la respiración del general estaba descompasada, su corazón brincaba dentro de él, asomándolo a su pecho acelerado.
―Eso no lo decido yo mi señor.
Kyota aún sabiendo que Mina era una guerrera, no pudo controlar su amor por ella, y le abrazó: rodeándola con sus brazos por la cintura, sabiendo que eso podría costarle la vida.
―Naomi, esa forma tuya de negarte me tiene loco. No sé qué hacer para no dejarte ir, busqué la ayuda de lo que sea a lo que perteneces porque uno de los samuráis que lideran el ejército norte, está compilando contra el emperador, pero nadie me cree, sé que empezará una masacre contra nosotros los que no estamos de acuerdo. De ser así, quizá con la ayuda de tus guerreros pronto tenga la oportunidad de ser alguien de la suma confianza del emperador, entonces tú y todos tus guerreros serán parte de la protección del emperador. Ya no deberán estar en las sombras, tú podrías quedarte conmigo.
Se lo decía en susurros sin dejar de verla, a una corta de distancia de su rostro.
―Mi señor, usted simplemente está obsesionado conmigo. Después de tomarme como su mujer todo lo que siente acabará, porque un señor como usted necesita del amor de muchas mujeres para ser complacido, no de una.
Sonrió satisfecho.
―No te basta todo lo que he hecho. Tú me cambiaste la vida, y aún dudas ser esa mujer que amo. Ashiteru Naomi.
Mina lo observaba y como mujer se sentía muy tentada a besarlo. Y ni ella sabía el porqué de esa tentación. Sabía que esa última palabra significaba: Te quiero.
―Si dudas de mí, déjame amarte y demostrarte con mi alma que te llevo conmigo Naomi a donde voy. Mi deseo es protegerte, tenerte conmigo, y demostrarte que cualquier hombre puede cambiar si tiene por quien luchar.
Esas palabras dieron hacia el corazón de Mina. Recordó con más intensidad a Rain. Kyota tenía razón, cuanto se puede cambiar si tiene una razón para luchar, a ella luego de rogar al cielo tenía la impresión de que el destino había puesto en su camino a Rain, y al parecer en el de Kyota a ella.
―Mi señor, no quiero hacerle daño, no puedo pertenecerle. Me debo a mi honor y a mi espada, nada de lo que ocurra entre usted y yo va a cambiarlo, no nací para casarme, ni tener hijos y ser una esposa abnegada. Soy libre mi señor, libre en lo que amo ser, una guerrera.
―Yo no quiero cambiar eso en ti, te amo así por ser como eres. Te acepto Naomi, como quieras ser, yo siempre seré para ti no importa donde esté nunca podré querer a alguien más como te quiero a ti. Entonces al menos déjame despedirme de ti...
Mina no pudo negarse, sentía su corazón partido en dos.
Acercó sus labios a los de Mina, y la besó tiernamente, por primera vez correspondió a un beso y se sintió emocionada de hacerlo por voluntad y con el corazón. Sentía su cuerpo encendido ante el deseo de ese hombre que la amaba con el alma, lo había arriesgado todo por tenerla con él, incluso hasta su propia vida.
Los besos de Kyota la hacían sentir cómoda, como cuando usaba el Kusarigama, un arte hecho para ella.
No pudo quedarse quieta, alzó sus brazos rodeándolo por los hombros y notó que era un hombre aguerrido, mayor que Rain, pero igual de fuerte no sólo en su cuerpo sino en sus convicciones. Le agradó poder tocarlo, se sentía cómoda sintiendo su piel. Percibió las manos fuertes de Kyota extendiéndose por su espalda, la acariciaban tiernamente, mientras que cada beso seguía hechizándola e induciéndola.
Una energía rara recorría su piel. Kyota muy delicadamente usó una de sus manos para mimar su rostro, luego deslizó sus dedos sobre la piel del cuello de Mina, lo cual la erizó. Se detuvo en su garganta. Ambos abrieron los ojos, Mina lo observaba maravillada por todo lo que había sentido en instantes. Cada sensación había sido recorrida en su piel por primera vez.
― ¿Aún dudas de mí y de cuanto te amo?
Mina le sonrió.
―No. No tengo ninguna duda mi señor.
Él sonrió animado también. Sentía que había logrado tocar el cielo con ambas manos al notar que en esa sonrisa ella podría llegar a desearlo del mismo modo que él; con la osadía y el ardor de su corazón.
―Espero volverte a ver, yo siempre te voy a esperar Naomi, viviré con la esperanza de verte a mi lado.
Ella le sonrió muy contenta. Él se mostró muy complacido y se acercó a la cama, tomando varios pergaminos enrollados.
―Esto es lo que me pediste. Dile a quien te envió que pagaré mil libras de oro más, si te envían mañana a protegerme.
Se acercó a ella y acarició su rostro.
―No perderé la oportunidad de estar algún tiempo contigo, lo daría todo Naomi, todo porque me amarás como yo te amo. Sabes que te debo mi vida.
Mina no podía dejar de suspirar cada vez que él hablaba. Mina sabía que ningún hombre puede contener su vehemencia a menos que el corazón posea su razón.
No la había obligado a nada, todo siempre con el consentimiento de ella. Un general como él, estaba acostumbrado a tener lo que fuera cuando quisiera, pero a ella la había respetado como mujer y como guerrera.
Kyota sabía que podía pasar cualquier cosa cuando ella se marchara. Sin poder detener su miedo al no volverla a ver, acercó sus labios a los de ella. Mina le sonrió y lo besó tiernamente.
―Si ese amor suyo es grande mi señor, nunca estará solo.
Él le sonrió y la besó en la mejilla luego sostuvo su mano y plantó un delicado beso en el dorso de su mano. Mina se marchó de la habitación del Shogun, sintiéndose toda una guerrera de verdad al poder dominar lo que Kyota había suscitado en su cuerpo de mujer.
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