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Confesión sincera

Mina lo observaba vislumbrada, si alguien le hubiera dicho que ella lograría nadar, jamás lo habría creído verdad. Se movía en las aguas de la laguna sin hundirse, flotaba con mucha facilidad.

― ¡Dios mío! Cuanto lo siento. ¿Está bien?

Rain flotaba como Mina.

―No se disculpe, hizo lo que tenía que hacer.

Rain observaba su manera de mantenerse a flote. Resultaba imposible para Rain no sonreír abiertamente. Mina no comprendía aquella alegre sonrisa, ella había podido lastimarlo.

Rain se sumergió en el agua hasta que Mina no pudo verlo. Al instante lo vio salir de una de las orillas, aquella ropa húmeda se había enmarcado a su cuerpo.

Mina nadó a su lado y Rain la ayudó a salir.

―Ahora conoce lo elemental. Debe entrenar, mejorar, no se conforme simplemente con saber.

Mina asintió, pero inclinó la vista intentando ocultar su mirada curiosa que en un santiamén recorrió el cuerpo de Rain.

Luego de vestirse y comer algo, se dirigieron al campo donde labraban la tierra. Trabajaron por última vez en esos campos, dieron las gracias a su empleador y ya no volvieron al bosque. Continuaron con su camino.

Mina se sentía más segura en sí misma y en lo que hacía. Caminaban a paso normal.

―Rain. ¿Puedo preguntarle algo?

―Claro.

― ¿Cómo es el lugar de donde usted es?

Rain supo que ya había llegado el momento de contarle muchas cosas. La había iniciado como su discípula, en poco le obsequiaría su primera arma, y entonces legítimamente sería una guerrera, aunque del resto, se encargaría la experiencia y la inteligencia de Mina. Ahora ella ya estaba más preparada para enfrentarse a su padre y a los hermanos de su clan. Ahora más que nunca su camino se había vuelto el de Mina.

―Mina, como le había dicho, soy un hijo adoptivo. Mi padre es un monje guerrero Yamabushi. Su hogar está en la naturaleza al lado de las montañas y el cielo. Es uno de los sucesores de solitarios ermitaños, mi padre ha seguido el sendero del Shugendo. Eso es tener la facultad de tener poderes sagrados, los cuales han sido otorgados a todos los ninjas. Mi padre ha auxiliado por muchos años a muchos guerreros, ha instruido y formado a muchos soldados para convertirlos al Shinobijutsu o Ninjato. Los guerreros shinobi se han convertido en todo un movimiento para proteger a los pueblos de los líderes que abusan de su poder, y cometen atrocidades. Pertenezco a uno de los nueve clanes que defienden a los que no pueden hacerlo. Somos un grupo que se reveló a la opresión y no somos vistos como héroes. Es más, nos consideran una amenaza y creen que vamos en contra de todo lo que debería ser un guerrero, pues en nuestro clan respetamos las siete virtudes, pero a la hora de sobrevivir, lo único que importa es eso, salir con vida. No tengo nombre Mina al igual que mis hermanos, sólo apodos, la mayoría somos huérfanos de origen, y los que no lo son, han sido elegidos entre el pueblo. No poseo un hogar en específico, todo el tiempo tengo que estar disfrazando mi apariencia, en especial cuando se me encomienda una tarea. Estas son varias de muchas misiones que me envían solo, muchas veces soy espía, otras un verdugo, y la mayoría un asesino.

Mina no podía pensar nada malo de Rain, para ella el solamente representaba a un guerrero, y uno muy leal. Sus intereses estaban fijados en proteger al pueblo y ayudar a quien se lo requiriera.

―Entonces... ¿Usted debe hacer todo en secreto?

―Sí, soy un guerrero de las sombras, mi deber es siempre no dejar rastro, ni indicios, menos sobrevivientes. Soy uno con la naturaleza, mi paz es siempre respetar a mi grupo que son mi familia. Mina ahora usted es parte de ella, bueno aún está a tiempo de cambiar de opinión.

Los labios de ella se curvaron en signo de una sonrisa gozosa.

―Por supuesto que sí Rain, usted es mi familia.

Él sonrió como ella.

― ¿Está segura? Somos una familia unida, es como una mano formando un puño. Sólo hay una cosa que quizá deba considerar. Los iniciados como guerreros Shinobi, no pueden dejar al clan, de intentarlo son asesinados.

Ella respiró profundamente.

―No quiero dejar su camino, Rain. No me asusta nada, excepto volver a estar lejos de...

Se sonrojó a más no poder al centrar su mirada en los ojos de él. Rain detuvo su caminata, Mina también lo hizo, tímidamente evitaba verlo a los ojos.

―Soy su hermano, Mina. Y nada lo cambiará, a donde yo vaya usted irá, y en donde usted esté, estaré yo.

Ella alzó la mirada, sin poder ocultar el profundo deleite que le causaron sus palabras.

―Gracias Rain.

―Ahora nos dirigimos hacia las montañas, esas que usted ve detrás.

Ella observó los imponentes cerros, cubiertos con las verdes arboledas.

El viento sopló en su rostro, ella cerró los ojos un instante. Súbitamente pensó en su abuela fue como sentir sus caricias, ella solía sobarle el cabello cuando dormía. Supo que de algún modo su espíritu la acompañaba y estaba feliz de verla bien.

Abrió los ojos.

―Entonces, Rain. Supongo que no puede casarse.

Mina sentía apretado su corazón de pronto con el hecho de imaginar perder a su hermano. Fui imposible no decir lo que pensó en voz alta.

―Puedo, pero si le soy sincero, todo guerrero Shinobi es como un viajante de una nube, las nubes se mueven con libertad a donde las lleva el viento, nadie sabe de dónde vienen y el porqué, menos a donde irán a parar. Soy un navegante, mi alma es libre y mi amor por mi espada es con lo único que sé convivir.

Rain con una sonrisa, sostuvo su espada. Estaba oculta bajo aquellas ropas grandes y flojas.

―Hola, Mina. Soy la esposa de Rain. Mucho gusto.

Mina rió a carcajadas inevitablemente.

―Hola, es usted muy hermosa. Creo que hacen una pareja preciosa.

― ¡Oh, muchas gracias! ― Susurró Rain envainándola. ―Es un poco tímida cuando le dicen que es linda.

Las risotadas de ambos retumbaban en aquel paso entre el bosque.

― ¿Algún día me casaré Rain?

Rain profundizó su mirada, él sabía que ella se refería a una espada.

―Es el deber de su maestro, otorgarle a su futuro esposo.

Mina lo observó sin poder dejar de sonreír.

― ¿Es en serio Rain?

―Por supuesto. Pero antes debemos averiguar si su arma principal será una espada o quizá usted se enamoré de alguien distinto.

El corazón de Mina latía con fuerza, tanto que temía que Rain notara su corazón brincar sobre su piel. Ella se había enamorado de aquella arma con la que lo había visto entrenar en su casa la primera vez, un Kusarigama.

―Lo esperaré con ansias.

Ambos sonrieron caminando con más prisa. La noche estaba asomándose.

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