47 - Milton: Infierno indebido
Milton
Agh, se me parte la cabeza. Quiero mover mi mano para agarrármela, pero algo aplasta mi brazo, así que abro los ojos. Tengo a Joselyn durmiendo sobre este y mitad de mi torso. Quedo en shock. Un segundo, ¿cómo llegué aquí? Este es mi cuarto. Viene a mi mente el beso que nos dimos, recuerdo empujarla a mi coche. ¿Por qué estoy hablando de este en femenino? Debe ser que ya me acostumbré o estoy aceptando lo antinatural de la vida. Como sea, estuve manoseándola mientras estaba borracho. ¡¿Pero qué delirio es este?! Discutimos sobre que no podía manejar ebrio hasta mi casa, así que me llevó. No sabía que manejaba. Me ayudó a entrar y otra vez intenté tocar su cuerpo, como un depravado. Luego no me acuerdo nada más. ¿Me dormí? ¡¿Qué hicimos?! ¡¡¡Necesito recordar antes de que despierte!!! Lo peor es que no sé qué decirle, incluso si supiera qué pasó.
Parpadea varias veces hasta que abre los ojos por completo, y presiono los dientes, nervioso. Nos miramos fijo, en silencio. Necesito fingir demencia, pero no sé cómo se hace eso.
—Milton... —Suena tan suave, ¿por qué su voz parece femenina? Sus mejillas están rojas. No me encuentro bien, seguro sigo borracho—. Debería irme —aclara y puedo notar el temor por como lo dice su tonada.
—No te vayas. —No suelto su hombro—. Quédate.
Ay, cállate.
—¿Sigues borracho? —consulta—. ¿Debería prepararte un café?
Me aproximo a su boca y se estremece.
—Tú... todo este tiempo, me rechazaste por eso.
Traga saliva.
—Sí, y por eso será mejor que me vaya, no deseo que esto termine en gritos otra vez.
Gritos de placer.
—No. —Muevo la cabeza, intentando arreglar mi cerebro que tiene pensamientos muy disparejos—. Yo... No sabía que manejabas. —Prefiero cambiar de tema.
Se sobresalta.
—¡Ah, sí! —Se ríe y mi corazón se acelera—. Perdón por golpearte la cabeza al frenar, no conduzco hace tiempo. —Hace una pausa, pensativa—. Aunque un poco te lo merecías.
Recuerdo de lo que está hablando, aunque frunzo el ceño.
—Claro que no.
—Claro que sí, eres un discriminador. —Hace puchero.
Sí, puede ser, pero no muevas la boca así.
—Yo... debo seguir borracho. —Me acerco a sus labios—. Porque no puedo entender por qué me atraes tanto.
—Mi... Milton. —Se sonroja cuando me subo encima.
Susurro en su oído.
—Solo me pregunto cómo será hacértelo, ¿acaso nos acostamos? —consulto por anoche.
—No... no hicimos nada. ¡¿Cómo iba a pasar eso?! —grita—. ¡¡¿Estás loco?!! ¡¡Estabas ebrio!!
—¿Querías aprovecharte de un borracho? —Apoyo mi mano en los botones de su chaqueta, empiezo a abrirlos, uno por uno y despacio. Veo su pequeña remera, entonces me quedo observando su escote—. Y pensar que son falsos.
—Basta, no digas eso —expresa, avergonzada.
Su pecho sube y baja rápido por su respiración agitada, más cuando desciendo mi vista a su pantalón.
—Lo ocultabas con tu chaqueta larga. —Apoyo un dedo en la tirita del cinturón de tela—. La verdad siempre sale a la luz.
—Detente, me lastimas. —Veo sus ojos humedecidos cuando alzo la vista a mirarla—. ¿Por qué me torturas? Solo intentaba ayudarte a llegar a tu casa, ¿y así me pagas?
Sonrío.
—Y pudiste irte, eres una tóxica.
Sus lágrimas mojan su rostro.
—No sé si ponerme feliz porque me hablas en femenino o llorar porque tus palabras están llenas de hipocresía y maldad.
—Que te hable en femenino no cambia lo que eres. —Entrecierro los ojos y me acerco a su rostro, así que se paraliza—. Ni mis sentimientos por ti lo hacen.
—Si realmente me amaras, no me tratarías así.
—¿Así cómo? —Mantengo la poca distancia que hay entre nuestras bocas.
—No respetas mi identidad, no respetas el cómo me siento conmigo misma, solo me hablas con desprecio.
—En absoluto, no te desprecio —dictamino—. El asco va más dirigido a mí que a ti, no puedo entender cómo es que te deseo tanto. Es más, tengo unas ganas intensas de follarte ahora mismo, pero no puedo hacerlo, pues eso sería demasiado antinatural para mi cerebro.
Frunce el ceño, aunque sus mejillas están rojas.
—De todos modos, no iba a dejarte hacer nada.
Me río.
—Sí, claro —expreso con sarcasmo, miro para un lado y luego vuelvo a observarla—. Ambos sabemos las ganas que tenías de hacerlo, pero no podías por tu secretito. Admítelo, tu fantasía sexual de ama de casa sumisa, la cual tiene a su esposo de jefe, siempre te ha fascinado. —Me aproximo a su oreja—. Lástima que esos solo sean sueños.
—Pues... pues... —Se nota con nervios, pero también con enfado—. Puedo decírselo a Johey, total no necesito que sea mi jefe, ya es un doctor millonario, solo tengo que esperarlo con una torta en la casa y me dará todas mis fantasías sexuales.
Presiono los dientes.
—¡¿Qué estás diciendo?! —grito y chilla.
—¡¡Si no quieres cumplir mis fantasías sexuales, igual puedo buscarme a otro, eso estoy diciendo!!
Quedo petrificado.
—Cla... claro que no.
—¡¡Claro que sí, soy un ser libre, un clavo saca otro clavo, me enamoraré de otro y problema solucionado!!
—No... no digas eso. —Sigo en shock.
—¡¿Por qué no?! ¡¡Si de todas formas para ti soy un hombre!! ¡¿Pensabas que iba a quedarme sola para siempre?! ¡¡Claro que no!!
Respira agitada cuando termina de gritar y yo sigo callado. No entiendo por qué la sigo llamando en femenino. Es que se ve como una mujer, pero sé que no lo es y tengo la prueba en frente de mis ojos, pero no soy gay. Aun así, me molesta tanto lo que está diciendo, no puedo aceptarlo, estoy tan confundido.
—No... no quiero —corto el silencio.
—¿Qué...? ¿Qué no quieres? —expresa, nerviosa.
—Que te acuestes con otro —confieso y sin previo aviso, bajo su remera, entonces comienzo a besar sus pechos—. Eres mía.
—¡Oh, Milton! —gime.
No se resiste en absoluto, no me detiene. Después de todo, es lo que quiere. Siempre deseó este momento y yo se lo estoy dando en bandeja. No entiendo nada, solo sé que me vuelve loco su piel. ¿Es esto acaso una droga? ¿Es un pecado? Capaz que necesito ir al infierno. Sí, definitivamente, debe ser fabuloso ir al infierno y fornicarse lo indebido, un cuerpo lleno de prohibición.
Mi mano pasa por su trasero. ¿Acaso será real lo que dicen? "Cualquier agujero es trinchera". Debo estar delirando por escuchar este tipo de frases.
—Mi... Milton.
Ni en mis mayores fantasías he tenido a Joselyn tan transpirada y sonrojada. Además de entregada porque sabe que yo ahora conozco su secretito. ¿Siempre fue así? ¿Tan caliente? Nunca hubo otro motivo, solo este.
Mierda, no puedo.
Me levanto y me siento a un costado, cubriéndome la cara, por lo que acabo de hacer. Mi camisa ha quedado desabrochada, pero eso es todo lo que pienso mostrar, nada más.
—Mi... Milton —expresa, avergonzada, y se cubre los pechos con la chaqueta—. Yo...
—Mejor vete —declaro de repente.
—Es que yo...
—No quieres que te trate mal, mejor vete —repito.
—Eh... sí.
Se acomoda la ropa y termina de vestirse. Oigo la puerta cuando se va del cuarto, entonces me permito llorar. Querido Dios, ¿por qué me cuesta tanto aceptar esto? ¿Acaso me iré al infierno? ¿Mis padres me odiarán como a Ramir? Dios, sé que no hablo mucho contigo, pero por favor, ayúdame.
Recuerdo que al escribir este capítulo, perdoné a Milton, fui débil 😂
Saludos, Vivi.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro