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10. SHUT UP, SHUT UP, SHUT UP

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We go ego to ego, starting fires
Saying shit we don't mean, I mean we're liars
But the truth is we're messed up and we like it
Shut up, shut up, shut up





























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EL PREFECTO DE GRYFFINDOR ERA UN COMPLETO INCOMPETENTE.

Beth se coló en las habitaciones de los chicos con mucha facilidad. Lily le había explicado como dar con la de los merodeadores. Así que se presentó la mañana del sábado frente a la puerta de caoba, bien peinada y con la ropa estrictamente planchada. Toda ella gritaba perfección, gritaba Beth Robins Bromwin nunca tiene un pelo fuera de lugar. Llamó dos veces y esperó a que alguno de los cuatro le abriera.

Reconoció la mata de cabello despeinado de Remus dos segundos después de su toque al otro lado del marco.

—Huele a chocolate. —dijo medio dormido. Bostezó. —Oh, buen día Beth.

Beth frunció el ceño. Eran las once, ¿por qué seguían dormidos? ¿qué acaso no conocían el concepto de "aprovechar el día"?

—Buenos días. —saludó intentando mirar por encima de su hombro. —¿Está James? Vine a traerle esto.

Remus estaba por decirle que seguía durmiendo y que podía regresar más tarde. Pero entonces Beth levantó una pequeña cesta que olía muy bien y se replanteó la respuesta.

—Sí. claro. —sonrió maliciosamente. —Pasa, ahora te lo despierto.

—No, espera, no tienes que desp-

—¡CORNAMENTA LEVÁNTATE, BETH TE TRAJO ALGO!

James se cayó de la cama a causa del grito mañanero de lunático.

Sirius levantó uno de los pepinillos sobre sus ojos y miró por la habitación buscando el motivo del ruido. Al ver a James en el suelo se volvió a dormir con una sonrisa burlona en la cara.

Peter ni se inmutó.

—¿Qué tiene Sirius en la cara? —Beth caminó hasta su cama reconociendo el color verdoso sobre la cara del Black. —Espera, ¿estás usando mi mascarilla?

—Deja dormir mi sueño reparador, Beth. Ve a molestar a James. —balbuceó el aludido sin moverse haciendo señas con sus manos para que se fuera.

Beth decidió hacer lo que siempre hacía cuando los merodeadores hacían cosas raras. Ignorarlos. Así que sacudió la cabeza. Eran las once de la mañana, ella ya había terminado su proyecto de Herbología, preparado galletas con chocolate y adornado una cesta. Y ellos... Bueno, en fin. Se estaban levantando, no iba a juzgar eso.

Mentira.

Potter llegó tropezando con la cama de Peter —el cual siguió sin inmutarse, vaya tenía el sueño pesado.— y sonriendo torpemente. En su defensa aún estaba medio dormido.

—Te traje esto. —sonrió sin mostrar los dientes. Alzó la cesta con las galletas de chocolate. —Por lo de ayer.

—¿Lo de Boglin? —James bufó con modestia, estaba tan concentrado en sonreir como idiota por la simple existencia de Beth que no notó el codazo de Remus en sus costillas. —No ha sido nada, no tenías que molestarte.

—Acepta la comida, James. —demandó con rápidez Remus.

—Pero muchas gracias. —tomó la cesta y luego se la dió a Remus.

Beth rió. Era imposible no quererlos, espera... ¿Qué?

—Ya me voy. —Beth caminó hacia la puerta y James la siguió. —Gracias otra vez.

—Adiós... —James permaneció junto a la puerta unos segundos más aún cuando ya Beth se había ido.

(...)

Lonie había decidido probar una técnica sutil pero diferente. Estaban las tres —Lily, Lonie y Beth. —en el invernadero la tarde del sábado, cuando la rubia decidió preguntarle algo con todo el disimulo y la inocencia del mundo a su amiga mientras regaban las plantas y arrancaban los hierbajos de las macetas.

—Beth, ¿Alguna vez has pensado en salir con James?

Lily miró a la ravenclaw tan detenidamente que Beth detuvo su tarea para fruncirles el ceño a ambas.

—¿Qué? —rió, que cosa tan absurda. —No.

Además de la iniciativa de la castaña por preparar y llevarles las galletas en la mañana, no habían tenido ningún otro avance en la misión devolverle-los-recuerdos-a-Beth-sin-darle-un-golpe-en-la-cabeza. Y Sirius no podía distraer más a James gastándo bromas a medio Hogwarts de sus ganas de tirarse de la torre de Astronomía. Debía hacer algo, así que presionó un poco.

—¿En serio? Hay algo diferente entre ustedes este año. —se encogió de hombros fingiendo demencia. —Quizá lo he imaginado.

Lonie salió a poner sus flores al Sol, dejando a Beth confundida. Tenía razón. Ni una sola broma o insulto ingenioso había llegado a ella hasta el momento. De hecho, James parecía mucho más atento y menos molesto, ¿tendría que ver con su falta de memoria? ¿qué se estaba perdiendo? Sin lugar a dudas, habían muchas piezas del rompecabezas que no le terminaban de encajar.

Como siempre, Beth hizo una pausa para apreciar el aroma de las flores.

El perfume de la lavanda que se le quedaba impregando siempre en la ropa, la delicadeza de las rosas... Y las margaritas. Beth acarició los pétalos, una imágen extraña se formó con poca nitidez en su mente.

La castaña parpadeó. El recuerdo era vago e impreciso. Pero lo reconoció al instante.

Beth sacó la foto doblada del periódico del Profeta. Miró con cuidado, en las esquinas del local habían cientos de macetas adornando la entrada con margaritas.

Era el mismo lugar que había aparecido en su recuerdo. El primero entre todos los perdidos.

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