04. IS IT OVER NOW?
. . .
Oh, lord, I think about jumpin'
Off of very tall somethings
Just to see you come running (running)
And say the one thing I've been wanting, but no
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04. ¿SE HA ACABADO AHORA?
• • • ✴ • • •
—James... Potter. —London pronunció despacio. Tal vez Beth no la había oído bien. Se golpeó la cabeza, era normal si sus sentidos no funcionaban al cien por ciento, ¿no?
—¿Por qué me está buscando el idiota de James Potter?
Sirius estalló en carcajadas.
—Tantos idiomas y Beth habló con el de la verdad.
Beth frunció el ceño, molesta por el dolor de cabeza y por la existencia de los merodeadores. Causantes de todos sus accidentes en el pasado, ¿por qué rayos estaban acompañándola en la enfermería? Levantó la mano y corrió de un tirón la cortina, revelándo a los tres chicos.
—Ay, no puede ser. —Beth hizo una mueca cansina apartando la mirada de un sorprendido y dolido James.
—Pero, Beth-
El dolor de cabeza se intensificó. Los merodeadores eran, sin dudas, sus personas menos favoritas en todo el mundo mágico. Ahogó un sonido de queja por la punzada en su sien, era como si cientos de agujas se le clavaran a la vez detrás de los párpados. London, Remus y James se miraron perplejos por la actitud de su amiga, Sirius se distrajo una vez más con el moratón en la cabeza de Beth, probablemente era la primera vez que la Ravenclaw tenía una imperfección en la cara. Y era horrible. Beth llevaba meses sin ser tal petulante, la última vez que insultó a James fue antes del verano pasado. Cuando ella todavía era la presumida Ravenclaw que sufría y protagonizaba las bromas del Gryffindor. Antes de que superaran los años de odiarse y de ser enemigos en Hogwarts. Escucharla tratarlos como si los últimos meses no hubieran sucedido era desconcertante.
Poppy Pomfrey regresó y los sacó a todos de la enfermería para atender el dolor de cabeza de Beth.
—Por la tanga de Merlín, sí que la afectó ese golpe en la cabeza. —balbuceó una confundida London frente a las puertas —ahora cerradas— de la enfermería. —Anímate, James, seguro que Pomfrey logra devolverle sus recuerdos.
La rubia rápidamente imaginó que la cabeza de su amiga había desechado algunos datos de los meses previos. A diferencia de Potter, London no creía que fuera nada grave. Primero porque no había malestar en Hogwarts que no se curara en la enfermería y, segundo, porque él y Beth estaban tan enamorados que era ridículo pensar que ella pudiera olvidarlo. Por muy fuerte que fuese el hechizo Obliviate, London seguía convencida de que lo solucionarían.
—Lonie tiene razón. Deberías descansar. —Remus estuvo de acuerdo.
—Gracias, la verdad si estoy muy cansado. —asintió Sirius a lo que London blanqueó los ojos. —¿Qué?
—Le decía a James. —London le dió unas palmaditas de ánimo al Potter antes de darle la espalda a Sirius. Pero este, incapaz de quedarse con la palabra en la boca la siguió.
Ambos se alejaron de la enfermería.
—¿Crees que Beth se recupere pronto? —preguntó el Black cuando llegaron a las escaleras y notó que London estaba a punto de mandarlo al diablo.
—Claro.
—Se veía muy enfadada con James y... Pomfrey dijo que es probable que haya olvidado algunas cosas.
—"Algunas cosas" —recalcó. —Es imposible que haya olvidado prácticamente la mitad de un año entero.
Las escaleras cambiaron de dirección cuando ambos iban en la mitad de los escalones. Lonie bufó armándose de paciencia mientras que Sirius la observó con una sonrisa ladeada. Vaya que era fácil de estresarse. Por alguna razón le divertía verla así.
Terminaron de subir las escaleras llegando a uno de los pasillos laterales, de esos que estaban llenos de cuadros y retratos que se movían y hablaban de vez en cuando.
—London, ¿es cierto que a Beth le lanzaron el encantamiento Obliviate? —preguntó sin disimulo una de las señoras del cuadro a su derecha ganándose una mirada de reprendimiento por parte de la rubia.
—¿Quién te ha dicho eso?
—Los rumores corren rápido en el castillo.
—Por Merlín, apenas han pasado unas horas desde que se acabó el partido. —se mofó Sirius.
Tenía razón. La mayor parte del castillo estaba vacía. Debían estar reunidos en la sala común de Gryffindor en la fiesta de celebración. Probablemente habían sido los fantasmas, alguno debió haber visto como se llevaban a Beth a la enfermería o escuchado algo del incidente en clases.
—Vámonos. —le espetó London agarrándolo del brazo y alejándose del cuadro.
Sirius alzó las cejas sorprendido de que Lonie le estuviera agarrando la mano.
Cuando llegaron al tercer piso le dijo con su característico tono de burla; — Vas muy rápido, Lonie, invítame a una cerveza de mantequilla primero.
London volteó a verlo con una mirada aún más enfadada y las mejillas teñidas de rojo vergüenza. Apenas notó que le había agarrado la mano y no el brazo.
—Cállate, Black. — los soltó de inmediato para entonces señalarlo con el dedo . —¡Y ya deja de seguirme!
Así Lonie se marchó dejando a un Sirius sonriente y divertido en medio de las escaleras.
Sí, London molesta era la cosa más divertida del mundo.
Pero él había olvidado que el partido de Ravenclaw contra Gryffindor se estaba acercando y que la rubia era particularmente vengativa y experta en avengonzarlo en quidditch.
• • •
Willa Lynch observó con asco como Sirius y el resto de su equipo se emborrachaba en la fiesta clandestina que se había organizado en la torre de Gryffindor. Se cansó de regañarlos y de pedirles que no armaran tanto desastre —Era imposible—. No fue hasta que Lily la convenció de bailar un poco con el resto de estudiantes de diversas casas que se habían infiltrado para la fiesta que dejó de fruncir el ceño y de comportarse como la madre del grupo.
Pero Willa conocía tan bien a su equipo, que de inmediato notó que faltaba algo.
—¿Dónde está James?
Lily miró alrededor tratando de localizarlo. Contó, uno: Sirius subido en la mesa, dos: Peter tratando de mimetizarse en el fondo para que nadie lo notara, tres: Remus robándose con poco disimulo los chocolates junto a la fuente de alcohol y... ¿Dónde estaba James?
—Iré a buscarlo.
Era extraño no ver a James Potter en una fiesta. Mucho más si era una de su propia casa.
Lily subió las escaleras de las habitaciones de los chicos sin que la viera el Prefecto, porque una cosa es una fiesta y otra es meterse donde no debía. La pelirroja tocó con suavidad la puerta de James y esperó. Como nadie abrió ni dió señales de vida, sacó su varita y desbloqueó la cerradura.
—Alohomora. —el cierre metálico sonó con un clic y la chica Evans empujó la puerta adentrándose en la habitación. —¿James, estás aquí. — Obtuvo la respuesta a su pregunta cuando el montón de sábanas y colchas de la última cama se movió un poco. —Ey, hay toda una fiesta ahí fuera, te la estás perdiendo.
—Mjm.
—¿Qué pasa?
Remus entró en su habitación con intenciones de terminar de comerse el chocolate sin que nadie lo viera cuando notó la presencia de Lily junto a la cama de James.
—Está triste y deprimido porque Beth lo trató mal.
—¿Qué?¿Beth? —Lily hizo una mueca, ¿la misma Beth empalagosa que apenas y se despegaba de él? Remus le dió un asentimiento. Esa misma Beth.
—Se dió un golpe en la cabeza y le lanzaron un Obliviate mal hecho. Pomfrey dijo que pudo haber olvidado algunas cosas. —se situó junto a Lily mirándo con pena a su amigo, ahora encogido bajo la gruesa manta de color rojo. —Pobre.
—¿Y qué hacemos ahora?
—Esperar.
Esperar a que algún tratamiento de Pomfrey restaurara a Beth antes de que James se tirase de la torre de Astronomía.
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