03. NOW WE DON'T TALK
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I call my mom, she said to get it off my chest
Remind myself the way you faded till I left
I cannot be your friend, so I pay the price of what I lost
And what it cost, now that we don't talk
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03. AHORA NO NOS HABLAMOS
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BETH NUNCA LLEGÓ. PERO GRYFFINDOR GANÓ EL PARTIDO. James no se preocupó en serio hasta que vió a London cruzar a pasos apurados las gradas de la casa de los leones con la cara roja y el uniforme de Ravenclaw hecho un asco.
—¿Soy el único que presiente que se vienen malas noticias? —Remus tragó saliva, el ambiente era festivo y alegre, pero algo en la cara de la rubia pronosticaba caos.
—Es London, claro que se vienen malas noticias. —Sirius rodó los ojos. La Ravenclaw no era muy de su agrado desde que lo tumbó de la escoba la temporada anterior. Él se ganó una nariz rota y ella una felicitación por parte de su capitán. Según Sirius esas tramposas águilas no contaron el golpe como falta. —Solo mírenla, con esa cara de amargada y el... ¡Hola, London!
—Cállate, Sirius. —la rubia y mejor amiga de Beth ignoró al pelinegro dirigiendo su mirada con urgencia hacia James. —Beth está en la enfermería.
(...)
JAMES, SIRIUS Y REMUS ENTRARON en la enfermería ganándose de inmediato una mirada aterradora por parte de Pomfrey.
—No corran. —les advirtió con un tono estricto y una mirada posesiva. Luego se volvió hacia otro estudiante de primer año que había desaparecido una de sus orejas. James y Remus hicieron una mueca cuando la vieron obligarlo a tragarse su medicina, el líquido negro y burbujeante se veía bastante asqueroso. —Ahí está.
La oreja invisible regresó casi de inmediato.
—Estamos buscando a Beth, ¿está aquí? —James miró alrededor de la sala. A excepción del niño de primer año —que ya se iba— y una cama al fondo tapada con cortinas, no había nadie más.
London no le dijo mucho sobre que había pasado. Estaba agitada con tanto correr por el castillo y él no iba a esperar a que recobrara el aliento. Salió disparado del campo de quidditch con Remus y Sirius detrás.
Peter intentó seguirles el paso pero al llegar al segundo piso se rindió sobre las escaleras murmurando un: después los alcanzo.
—Sí, está ahí al fondo. —señaló Poppy Pomfrey, luego los apuntó con el dedo. —Se dió un fuerte golpe en la cabeza así que nada de aturdirla.
—Nos portaremos bien. —sonrió inocentemente Sirius.
Pomfrey los miró con su cara de no te creo nada. Pero agitó la cabeza dándoles espacio.
—Le lanzaron accidentamente el encantamiento Obliviate, según su profesora no lo realizaron bien, así que es probable que haya olvidado algunas cosas. —llegó a decir Poppy Pomfrey antes de salir.
James no le hizo mucho caso. Recordaba sus clases de DCLAO con Potts, el semestre anterior su frecuencia de clases fue diferente a la de Beth así que él ya había pasado por la clase del hechizo Obliviate. Algún chico de su clase olvidó un par de cosas, algunas fechas y la contraseña para pasar a su sala común. Nada de mucha importancia. Le preocupaba más el golpe en la cabeza de Beth por dos cosas. La primera claramente es que fuera grave y que se hubiese hecho mucho daño. La segunda, Beth cuidaba su cara como si estuviera hecha de porcelana. Si el golpe se inflamaba o le dejaba una cicatriz sus gritos de histeria iban a retumbar por cada pared del castillo.
Descorrió la cortina asomándose despacio con Sirius mirando sin disimulo por encima de su hombro.
—Awww, tiene un chichón. —sonrió maquinando nuevas formas de molestar a la novia de su amigo. —Mira James, tu novia es un unicornio.
James y Sirius se rieron de la mala broma cuando alguien los golpeó con fuerza en la nuca.
—¡Ay!
Al girar, Remus se encogió de hombros.
—No fui yo. —se excusó y señaló a la rubia cuyas mejillas estaban tan rojas como dos tomates.
—Par de idiotas, les dije que me esperaran. —respiró exhausta.
El dúo de merodeadores se sobaron el golpe, esperando que no se les hiciera un chichón porque sería un insta-karma demasiado irónico. London observó a su amiga, la castaña dormía ajena a la venda en su cabeza y a su estadía en la enfermería.
Carraspeó y le tocó con cariño el hombro.
—Beth. —susurró despacio. —Beth, soy yo, London. Despierta.
Beth abrió poco a poco los ojos. Al principio le costó enfocar la vista.
Sus iris oscuros divagaron por la enfermería asustándose de no ubicar el entorno. Un par de segundos después se relajó. Reconocería esas horribles cortinas hasta en sus más odiosas pesadillas.
Durante tercer año, James le puso una de sus tontas bromas en el té —alguna poción rara—. La punta de su nariz se tornó violeta, cambiaba de color según su estado de ánimo. Estaba tan enojada que llegó con la nariz roja fuego a la enfermería. Se pasó ahí toda la tarde mirando aquellas cortinas. Memorizó cada pliegue y el feo color blanco apagado. Aquel lugar, según ella, necesitaba estilo.
—¿Beth? —volvió a llamarla London.
—¿Qué pasó? —entonces fue consciente del dolor punzante en su cabeza. —Me duele. —cerró los ojos y se llevó las manos a la sien, percatándose del vendaje.
—No entres en pánico, por favor.
—No. —miró a su mejor amiga en pánico. —Dime que mi cara está bien.
—Beth... —London intentó distraerla. Si Beth llegaba a ver su chichón le iba a dar un ataque de pánico. London buscó la mano de James para que se acercara y la ayudara a mantenerse atenta en otra cosa.—James te está buscando.
—¿Quién es James?
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