02. THE END OF ALL THE ENDINGS
. . .
Is this the end of all the endings?
My broken bones are mending
With all these nights we're spending (...)
Say you fancy me, not fancy stuff
Baby, all at once, this is enough
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02. EL FINAL DE TODOS LOS FINALES
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BETH TRANSITÓ SUS CLASES SIN NINGÚN INCONVENIENTE, primero estuvo en el invernadero, su clase favorita. Le fascinaba Herbología, pues era la excusa perfecta para rodearse de flores. Beth amaba las flores, tal vez por eso se le hizo fácil participar en su clase y ganar unos cuantos puntos para su casa.
Siguió con Astronomía y Oculmancia, y finalmente, Defensa contra las Artes Oscuras.
—Buen día, Severus. —saludó con buen humor y educación a su compañero de mesa. La ravenclaw ocupó su lugar abriendo el cuaderno y mojando en tinta su pluma.
—¿Qué tienen de buenos?
Beth blanqueó los ojos haciendo caso omiso a la negatividad del slythetin.
Era un día maravilloso. Todo en su vida marchaba a un compás mágico —literalmente— tenía un nuevo grupo de amigos, sus notas eran impecables (como siempre) y su pequeña rivalidad con cierto gryffindor ahora la traía suspirando por un partido de quidditch. Nada, absolutamente nada, ni siquiera el gesto torcido de Snape arruinaría su buen ánimo.
—Deberías sonreír más. —tarareó emanando buenas vibras. Severus rodó los ojos, apestaba a enamorada. —Nunca sabes cuando alguien podría enamorarse de tu sonrisa.
El pelinegro bufó.
—Muy buenos días. — la profesora Potts entró soltando sus libros sobre el buró, emitiendo un sonido seco. —Hoy les enseñaré a realizar con eficacia el encantamiento Obliviate.
Beth escribió algunas cosas prestando atención. Estaba conteniendo su expectación. En solo cuarenta y cinco minutos más vería a su novio jugar quidditch. Nunca fue muy fan del deporte, eso de sudar y gritar por puntos miserables siempre le pareció una pérdida de tiempo. Pero al parecer, todo adquiere un tono diferente tras los cristales rosados del amor.
Beth flotaba en su propia nube, todo lo que antes llegó a aborrecer ahora le parecía tolerable.
Nada podía arruinar eso.
» El encantamiento Obliviate requiere mucho cuidado... —decía Potts. —Lo usamos para privar de sus recuerdos a otro mago o, a nosotros mismos. Puede borrar por completo nuestra memoria o limitarse solo a una parte. Asímismo, también sirve para bloquear los recuerdos y no borrarlos del todo. Hay que tener mucho cuidado con él.
Potts empezó a explicar el movimiento de varita que llevaba el hechizo cuando Beth se distrajo, su mejor amiga, London pasó corriendo por el pasillo. Reconocería su cabellera rubia a cientos de kilómetros.
Debía ir tan apurada por el partido, solo habían dos personas obsesionadas con el quidditch en Hogwarts, Willa y London.
—¡Beth! —Potts la llamó. —¿Quieres pasar al frente?
—¿Qué? —regresó su atención al frente.
—Necesito una voluntaria, linda. —le explicó con paciencia su profesora.
—Claro.
Beth y otro chico de Huffelpuff pasaron al frente del salón.
—Repítele a tu compañero el movimiento de varita.— ordenó Potts para luego darles la espalda y buscar algo en el libro de texto.
Beth sintió sus mejillas enrrojecer.
—Tranquila, es algo así... — el chico dió unas vueltas vagas con su varita en el aire.
Ella se calmó, él sabía lo que hacía, ¿verdad?
—Bien, ahora quiero que practiquemos el hechizo. Es leve, solo borraremos los últimos segundos... —Potts cerró el libro de Defensa contra las Artes oscuras. —Si lo hacen bien, claro.
—¿Y si nos equivocamos?
La profesora les dió una sonrisa tensa.
—Más les vale no hacerlo.
(...)
La ley de Murphy dice que si algo puede salir mal, saldrá mal.
James no tuvo en cuenta que Beth no estaba en las gradas cuando comenzó el juego porque había sucedido una catástrofe en la torre del tercer piso. De hecho, supuso que a su chica se le había hecho tarde de camino al campo de quidditch.
—¿Todo listo? —Willa entró en el vestidor de hombres arrancándole un grito de niña a Sirius.
—¡Willa, me estoy cambiando!
La capitana rodó los ojos con aburrimiento.
—Que bueno, ahora... James más te vale seguir mi estrategia o haré que te tragues la snitch. —dijo dulcemente dándole palmaditas a Potter en la espalda.
—Sin presiones. —suspiró James.
—Sí. —le sonrió la chica.
James suprimió las ganas de reírse cuando Sirius abandonó indignado los vestidores envuelto en su toalla rosada.
—El menos dramático. —Willa estrechó los ojos. —¿Si sabe que estoy saliendo con Lily, no?
James se encogió de hombros divertidos, no conocía a nadie más dramático que Sirius. Lo suyo con su ego era de otro nivel.
»Bueno, como sea, en cinco minutos entramos...
—¿Ya llegó Beth?
—Mmm, no. No te preocupes, debe estar al llegar.
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