Capítulo 08
—¿Qué sucedió, hermana? ¿Por qué gritas así?
—Anett, mi loba está diciendo cosas sin sentido, ¡se ha vuelto loca! —exclamó la novata completamente perturbada por la nueva información.
—¿De qué hablas? No puedes ofenderla así —comentó Jade haciendo ademanes para que bajara la voz.
—¡¿No puedo?! ¿Por qué rayos no puedo? ¿Acaso va a hacerme algún daño? ¿Es rencorosa o qué?
—No, Zalett, no es eso —volvió a hablar su hermana, esta vez intentando no alarmar a su alfa más de lo que ya estaba—, pero sé por experiencia que nuestra parte animal puede ser muy sensible. Deberías tener más cuidado con cómo hablas de ella o incluso, con ella.
—¡No!, si al final terminaré pidiéndole permiso para dar cada paso. ¿No me habías dicho que debía demostrar quién mandaba?
—Una cosa es que seas las parte predominante de tus dos lados —comenzó a explicar Jade en tono suave, pero firme—, y otra muy distinta que menosprecies a tu loba. Ella no es tu enemiga, Zalett y creeme, nunca querrás que lo sea.
—Si supieras lo que me acaba de decir, me entenderías.
—¡Pues dilo de una vez! —exclamó Anett con los ojos queriéndosele salir de sus órbitas debido a la curiosidad.
—Resulta que según mi queridísima alter ego canina, el tal Junk Dedish...
—¡Jeik Reddish! —corearon las jóvenes.
—¡Ese mismo!..., sería mi... No recuerdo bien la palabra..., pero fue algo así como compañero eterno o...
—¡¿Tu mate?! —corearon de nuevo las mujeres con exaltación.
—¡Mate, sí!, eso fue lo que dijo Selene.
—¡Oh, Dios mío!, ¿podría esto ir a peor?
—¿Qué sucede, Anett? —indagó la alfa.
—¡Una catástrofe!, eso sucede.
—¡Ay, por Dios!, no creo que sea para tanto. Es cierto que estoy en contra de que quieran encontrarme pareja a tan solo unas horas de llegar, pero de ahí a llamarlo catástrofe.
—Es que es gravísimo, Zalett. Mi hermano no permitirá que pertenezcas a otro Alfa que no sea él.
—Y se puede saber ¿de dónde rayos se sacó tu hermano que podría permitir o no, a qué Alfa, Beta, Delta o todas las letras del alfabeto griego, pertenezco...? —espetó la mencionada con evidente ira—. ¡¿Y por qué demonios siguen hablando de pertenecer como si yo fuera un objeto?!
—Porque es así, Zalett. Nosotras no inventamos las reglas —explicó su hermana con el semblante horrorizado—. Cada lobo se encontrará algún día con su mate, el compañero fiel que la diosa Luna nos asignó desde antes de nuestro nacimiento, y deberán unirse en lo más parecido a un matrimonio que existe en nuestro mundo. La ceremonia se completa cuando aparece una marca en sus pieles, algo así como un tatuaje grabado a fuego, indicando que ya son uno, y que han formado así un vínculo eterno e irrompible. Por supuesto que el enlace entre los alfas de una manada es mucho más importante, y se realiza de una manera aún más «solemne», por así decirlo. La marca se da cuando el Alfa muerde a su compañera, mucho más personal, aunque demasiado doloroso, pero esta nunca se desvanecerá, salvo por la muerte de alguno de los dos o...
—O otras situaciones puntuales que ¡no! vienen al caso, Anett... —la interrumpió otra vez Jade y su impertinencia le comenzaba a hacer hervir la sangre a Zalett.
—¿Por qué rayos la detienes? ¿Por qué no terminan de contarme todo? ¡No entiendo por qué tanto misterio! Y si es así como dicen, ¿de qué manera podría Julian evitar que me uniera con Zeik...?
—¡Jeik...!
—¡Como se llame...! ¿De qué manera podría Julian evitar la «inevitable unión» con mi mate?
—Eso no lo sabemos, hermana, pero si alguien puede encontrar una forma de cambiar las leyes, y hasta romperlas, ese es Julian Black. Además necesita que te quedes a su lado o si no...
—¡¡¡Anett!!!
La mirada de Jade le provocaría escalofríos hasta al mismísimo diablo. «¿A qué le tienen tanto miedo en este maldito lugar? ¿Al estúpido de Dakho Black... o a su hijo?», seguía tratando de deducir Zalett en su interior, pero no encontraba lógica a tanto misterio. Quería pensar que Julian no era un déspota como su padre. No sabía por qué, pero quería, sin embargo, tanta intriga alrededor de su persona se lo estaba poniendo realmente difícil.
—¡Basta ya de tratarme como idiota! Ahora mismo me van a decir ¡las dos!, todo lo que tengo que saber de este infernal lugar y de sus estrictas y retrógradas leyes. Porque les juro que en ninguno de los libros que leí, y fueron muchos, decía algo de mates, vínculos eternos, ni mordidas tatuadoras...
—Ellas no tienen la obligación de decirte nada. —La voz resonó a su espalda y Zalett se volteó sin miramientos, dispuesta a «tragarse» al intruso.
—¿Y quién la tiene?... ¿Usted?
—Yo menos... —respondió su padre con mirada segura—. Es el mismo Julian quien responderá a todas tus dudas, mas será en su momento.
—Pero...
—Pero nada, Zalett. Ha sido demasiado para una sola mañana, ¡ya basta! —espetó Míkel con dureza y la chica sintió la necesidad de acatar su orden.
En ese momento, se sintió realmente como su padre, a quien había añorado demasiado toda su vida, sin embargo, la chica aun tenía tantas dudas que, desde luego, no se quedaría con ellas.
—Lo siento..., padre —susurró la última palabra casi con miedo, pero aun así la dijo y lo mejor de todo, fue que no se sintió tan raro como pensó—, pero olvida un pequeñísimo detalle que no puedo pasar por alto: Julian Black no es también mi archienemigo por naturaleza, ¿cómo rayos podría ser mi mate? Y peor aún, ¿cómo rayos piensa que yo lo acepte? ¿No es algo que tendría que evitar a toda costa?
—Lo es, Zalett, pero también debes tener en cuenta que somos una civilización fomentada en antiguas creencias y una de ellas y además la más importante, es mantener la paz por medio de uniones matrimoniales. Es la única manera de que las diosas Lunas desistan de castigarnos.
—¿En serio son tan arcaicos? ¡No puedo creer que quiera que sacrifique mi vida por «mantener la paz»! —Hizo comillas con sus dedos y su tono comenzó a subir de nuevo—. ¿Me está diciendo que no tendré derecho a conocer a otro chico, que no podré salir a citas, tomarme de la mano con alguien que me guste..., enamorarme?
—Pero Zalett, tú no querías nada de eso —recordó Anett confundida—. Siempre has dicho que no te interesaba nada más que no fuera estudiar y superarte... ¿Por qué has cambiado de opinión de repente?
—¡Porque pensé que algún día lo tendría! No es que lo quiera en este preciso instante, pero guardaba la posibilidad de que ocurriera en un futuro. ¿Y ahora me sueltan que eso jamás sucederá? ¡No lo acepto! ¡Me niego!
—¡No puedes negarte, tienes un deber con tu manada! —sentenció su padre y Zalett lo miró con odio.
—¡Pues no quiero manada! Ni paz, ni estar en este lugar y, definitivamente, ¡no quiero un compañero eterno!
—¡Zalett, vuelve aquí!
La chica salió corriendo hacia la habitación que se le había asignado. Ni los gritos de su padre ni mucho menos los de su hermana, la hicieron detenerse. En efecto, había sido demasiado para procesar en una sola mañana, pero de una cosa si estaba segura: jamás aceptaría esa maldita union con Julian Black. Primero muerta que faltar al juramento que le había hecho a su madre.
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—Veo que nos estamos tomando nuestro nuevo estatus muy a pecho, primo —exclamó Jeik a manera de broma para quitar la tensión que se había formado luego de un incomodo silencio. Una broma muy fuera de tono que por supuesto, Julian no recibió con buena cara.
Ambos se encontraban ahora en la cabaña de enfermería, en la cual uno de los curanderos de la manada, después de darle los primeros auxilios al Beta, les había asegurado que este sobreviviría.
Jeik miró a Nathan tumbado en aquella rústica camilla y se sintió orgulloso de haber ayudado a salvarlo. Tras un rato de negociación con Dakho Black, lo había convencido de que su llegada era motivo de fiesta y que, desde luego, no pensaba pasarse su estancia «disfrutando» de aquel anticuado formato de castigo. El alfa alegó que su clan utilizaba innovadores y eficaces métodos de tortura para los rebeldes, que luego le mostraría al anciano. Este quedó muy conforme, revocando así la sentencia que le había impuesto al Beta y, dando por terminado su castigo luego del latigazo cuarenta y cuatro.
—Lamento que hayas tenido que ver una imagen como esta, Jeik —susurró el líder de los Black sin atreverse a mirar a su primo.
Le daba vergüenza explicarle lo débil que había sido al permitirle a su padre que castigara de aquella manera tan grotesca a su Beta. Sin embargo, ver a su mejor amigo que solo minutos atrás había estado a punto de morir por su culpa, recostado allí, sin emitir ni una queja, con la piel mutilada y casi desangrado, también lo hizo sentirse indigno. ¿Cómo podría llamarse a sí mismo Alfa? ¿Cómo podría volver a mirar a la cara a su hombre de confianza, cuando ni siquiera había podido salvarlo de aquella condena?
—Tranquilo. —Jeik se acercó y le dio unas palmaditas en el hombro a su primo, a manera de consuelo. Era como si supiera lo que estaba pasando por su mente en aquel momento—. Te perdonará. Sabe que no podías hacer nada más.
—Eso no es del todo cierto. He sido un cobarde, Jeik. No me he atrevido a enfrentarme a mi padre para salvar a mi mejor amigo. ¿Qué será lo siguiente que hará Dakho Balck? ¿Castigar a su propia hija?... ¿Y qué haré yo? ¿Esperar un milagro? ¿A que llegues de nuevo o cualquier otro que pueda interrumpirlo? ¡Soy un fraude!
—No, Julian, no lo eres. Eres uno de los alfas más valientes que he conocido. Nadie se había atrevido antes a desafiar a Dakho y tú... Tú le has traído a su mayor enemigo ante sus narices y además... le has hecho creer que es la única cura para su esposa.
—¡Shhh...! ¿No sabes que las paredes tienen oídos? —exclamó Julian horrorizado—. ¿Qué parte de que es un plan secreto, fue la que no entendiste?
—¡Pero si Nathan lo sabe!... Y el curandero es de los nuestros... Bueno, todos son de los nuestros. ¿Quién rayos querría estar del lado de ese sanguinario que tienes por padre?
—Te a-asom-bra-rías —musitó Nathan en medio de un corto quejido de dolor.
—¡No te muevas, por favor! —rogó Julian e intentó, con cuidado, acomodarlo otra vez de costado—. Debes estar en esa posición para que las heridas absorban bien el ungüento que te aplicaron.
—Gracias... y... no eres un fraude. Jamás vuelvas a decir eso..., Ju-lian Black. —El Beta lo miró con ternura y continuó—. Un fraude... no arriesga su prestigio por ir siempre al lado del lobo huérfano de la manada... Un fraude... no se enfrenta con tan solo catorce años, a todo un concejo de ancianos para que... no le cortasen la cabeza al chico que, por no saber medir su fuerza, destrozó el santuario de la diosa Luna. Un fraude no... se encarga de enseñarle con dedicación... y mucha paciencia a ese mismo chico, a canalizar su fuerza hasta el punto de convertirse en el miembro más resistente y... valioso del clan. Un fraude no hubiese recordado la promesa que le hizo al violento joven de diesiocho años... que pasaba noches enteras corriendo solitario por el bosque y... cuando se convirtió en Alfa, no lo hubiese nombrado como su Beta... Un... fraude ni siquiera hubiese hecho esa promesa...
—¡Oww, ¿por qué tú no me hiciste esa promesa tan hermosa, Jeik?! —gritó un joven de cabello castaño que entró dando saltos hasta quedar al lado del mencionado.
—Tyler, ¿cómo puedes ser tan inoportuno? —bufó el de cabello largo y se apartó del chico, fingiendo enojo—. Además, eres mi Beta ¿o no?
—Sí, pero no porque me lo prometieras. Me lo gané yo solito.
—Te dije que algún día serías mi Beta, eso es como una promesa.
—Me lo dijiste por compromiso, para salir de mí después de que casi te rogué.
—¡Oh, por los cristales de la diosa Luna! Y si llego saber que ibas a ser tan pesado, ni siquiera lo hubiese contemplado.
—¡¿Cómo?!
—Había una veintena de lobos con tus mismas habilidades y menos impertinentes.
—¡Oh, no, esto es el colmo! Ninguno pasó las pruebas tan bien como yo.
—Entonces ¿de qué te quejas? Acabas de decir que te ganaste el puesto, ¿no?
—¡Pero no me lo prometiste!
Los chicos siguieron discutiendo mientras salían de la cabaña, dejando a Julian y a Nathan riendo a carcajadas, este último, todavía con un poco de dolor, pero la «pelea» de sus amigos había ayudado muchísimo a olvidarlo.
—De todas maneras... —comenzó a decir el Alfa y Nathan interrumpió su risa—, quiero pedirte perdón. Ya sé que no lo crees necesario, pero tengo que escucharlo de tu boca, Nath... Necesito escuchar que de verdad no podía hacer nada más y que aceptaste todo esto... no solo por mí, sino también... por ti.
—Jul, hermano, no hay nada que desee más que castigar al hombre que me lo arrebató todo: mi familia, mi niñez. He sido un desgraciado desde que nací por culpa de Dakho Black y su maldita guerra... Y si recibir unos cuantos latigazos de ese hijo de perra era la única manera de... continuar con nuestro plan para acabar para siempre con la dictadura de ese tirano, no hay nada que me haga más feliz. Los recibí con gusto y créeme..., aun si nadie hubiese llegado a detenerlo, hubiese sobrevivido igual... Porque tengo que estar ahí, contigo, el día que cumplamos nuestra venganza... Quiero ver su cara cuando acabemos con él.
—Recuerda que no estamos cobrando venganza, Nath, sino haciendo justicia. Hay una pequeña diferencia y si no logras entenderlo, si te dejas llevar por la ira, por el odio que le tienes a mi padre... no serás diferente a él.
—Sí, justicia. A eso me refería, lo siento.
—No tienes que disculparte si lo tienes claro...
—Julian.
El Alfa volteó con rapidez y un brillo especial se posó en sus ojos negros cuando vio a la dueña de aquella melodiosa voz, recostada en la puerta de la enfermería.
—Zalett... ¿Qué... qué haces aquí?
—Podemos hablar, por favor... A solas...
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Hellooo, mis cerezos!!! Lamento haber tardado tanto en actualizar. No salgo de un estrés para caer en otro, pero bueno, creo, repito, CREO, que las cosas están mejorando.
Espero que hayan disfrutado del capítulo y que no se hayan olvidado de esta loca y sus locuras. Nos leemos de nuevo pronto.
Kim kisses para todos.
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