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Capitulo 06

Las pupilas serenas del Alfa le sirvieron de espejo. La elegancia y el porte de su loba sin duda eran de una reina.
     —¡Apresúrate! —ordenó Julian sacándola de su ensimismamiento.
     Zalett asintió sin más y corrió hacia donde estaba Anett. El cuerpo mal herido de la chica yacía en el suelo y otra vez, el miedo frenó a la nueva licántropa. «¿Y si no puedo? ¿No hay nadie más que la ayude?».
     «No hay nadie más, pequeña. Tú eres la única capaz de salvarla», le respondió Míkel con calma.
     Las palabras de «su padre» volvieron a darle el empujón de valor que necesitaba, así que dio un zarpazo a su pata delantera izquierda y la sangre brotó al instante. Zalett la dejó caer en la boca de la joven y unas cuantas gotas bastaron para que esta comenzara a estremecerse. Un alarido salió de su garganta y parecía atormentada por un dolor muy fuerte. El miedo se negaba a abandonarla, pero pronto las heridas se desvanecieron de su piel y empezó a aliviarse, haciéndo sentir alivio también a la novata. Después de toser varias veces, Anett abrió los ojos, ya no eran color miel, sino un gris oscuro. «¿Tendrá eso algo que ver con el cambio de manada?», se preguntó Zalett aturdida... Al voltearse, ya Nathan y Dakho habían dejado de peliar y habían vuelto a su figura humana. Le llamó la atención que ambos, portaban una especie de capa roja que les cubría el cuerpo entero, pero no le dio mucha importancia.
      —¡Ya está hecho, padre! —comentó Julian con la mirada fija en el mencionado—. Ni yo, ni mucho menos tú, tenemos poder sobre Anett.
       —Esto se puede considerar alta traición, ¿todavía no te aprendes las reglas de la manada?
       —Me sé muy bien las reglas y nadie cometió traición aquí. Yo mismo le permití a Zalett hacer el ritual de lealtad. Mira a tu alrededor, hay testigos.
       —¿Es así como va a ser ahora, Julian? ¿Iras en contra de tu padre?
       —¡Deja de tergiversar las cosas, por Dios!
       —¡¿Tergiversar?! Intento impedir que haya un motín en medio de la aldea y así me agradeces.
      —¡El único motín lo estás haciendo tú, padre! —El Alfa suspiró profundo, intentando calmarse y prosiguió—. No voy a iniciar otra guerra... Mi hermana tiene razón, el poder es peligroso si no se utiliza bien. No pienso seguir tus pasos, manejaré la manada a mi manera, así que esto se acaba aquí... Le pediré perdón a Zalett y a Míkel por el daño que les causamos y...
     —¡¿Qué?! ¿Estás loco acaso? ¿Por qué demonios le tendrías que pedir perdón a un omega y a una fugitiva?
      —¡Porque esa fugitiva es la única que tiene la cura para tu esposa, maldita sea!
      Los ojos de Dakho se llenaron de impotencia y rabia. Zalett podía escuchar con claridad el rechinar de sus dientes apretados. Quería con desesperación volver a ser humana y preguntar, al menos, a qué cura se referían y por qué rayos solo la tenía ella, pero no sabía cómo volver a su otra forma. Se sentía agotada y no lograba volver a comunicarse con su loba, mas Anett, qué ahora escuchaba todos los pensamientos de su nueva alfa, decidió o al parecer, era su deber, ayudarla.
      —Es tu loba quien debe obedecerte, no al revés —informó la menor colocándose delante de Zalett y mirándola con firmeza a los ojos—. Es cierto que en ocaciones probará fuerza y sentirás que tu parte animal te supera, pero siempre debes dejar bien claro que quien manda, eres tú. —Acarició con suavidad la cabeza de su Alfa y le cerró los ojos con ambas manos—. Ahora ordénale que retroceda.
     Zalett no supo como lo hizo, pero Selene cedió el control y cuando abrió los ojos, era ella de nuevo, bueno, su otra «ella», pues ya tenía bastante claro que existían dos partes de sí, que conformaban un todo.
      —Usaremos esto para cubrirte —señaló su hermana mientras la envolvía en una manta de gran tamaño.
       —¿Eh?... ¿Qué?, ¿por qué?
       —Porque estás desnuda, Alfa. No querrás que toda la manada te vea así —susurró entre dientes y Zalett se observó atónita de arriba a abajo.
       —¡Ah!... Ahora comprendo.
       Era de esperar que sus ropas quedaran destrozadas después de la trasformación. «Por eso el extraño atuendo de Nathan y Dakho después de volver a humanos», se dijo y se dio un golpe mental a manera de castigo por no haber pensado antes en ese «pequeñísimo detalle». Se acomodó mejor la manta, asegurándose de que no se le viera nada de nada y después se dirigió a Julian.
       —Me explicas eso de que soy la única que tengo la cura para tu madre. ¿Qué cura? ¿Qué es lo que tiene?
       —Más tarde te explicaré todo lo que necesites saber —pidió en tono sereno y por raro que parezca, Zalett sintió la necesidad absoluta de obedecerlo—. Ahora debes descansar y reponer fuerzas. La primera trasformación supone de un gran gasto de energía que deberás recuperar, además, hiciste la versión acelerada de un ritual de lealtad para el que no estabas preparada. —A pesar de que su petición era lo más sensato en aquel momento, Zalett no quería irse. Había algo más que la inquietaba. Abrió la boca para replicar, pero Julian la tomó de los hombros y una sensación extraña de calor invadió su pecho—. Te lo ruego, ve con tu hermana. Tómense un tiempo para hablar y conocerse de verdad. Lo necesitan y.... también con tu padre.
     La chica asintió apenas, la calidez con que el Alfa le habló hizo que algo dentro de ella se encendiera, pero actoseguido, las constantes advertencias de su madre hicieron eco en su mente: Mantente alejada de la luna roja o morirás. «Él es tu enemigo, Zalett», repetía una y otra vez su subconciente hasta que se soltó del agarre del Alfa que la miró con ternura. «¿Qué pretende con esa mirada? ¿Qué me pierda en el negro de sus ojos? ¿Qué olvide mi venganza?», eran los pensamientos de la chica en aquel momento. La insistencia de Julian por parecer un buen líder y, un mejor anfitrión, no le terminaban de convencer, pero tampoco le convenía seguir las discusiones. Necesitaba meterse en aquel lugar y descubrir, desde dentro, toda la verdad. Intuía que había muchísimo más detrás de la versión de la historia que cada uno contaba y debía tener todas las piezas del puzzle para poder armarlo.
      «Contrólate, Zalett», se reprendió al fin para intentar estabilizar sus hormonas de mujer que a punto de cumplir sus veintidós años, era la primera vez que sentía tan cerca el tacto de un hombre, ¡y qué hombre!
      «Oh, ¡veintidós años!», recordó aturdida.
      —¿Qué día es hoy?
      —¿Qué? —Julian enarcó una ceja confundido—. ¿Qué clase de pregunta es esa?
      —No tengo ni idea de en qué día vivo, por eso pregunto.
      —Es veintitres de junio —respondió Anett tomando su mano y Zalett supuso que quería conducirla ya a su cabaña.
       —¿Qué?... ¿Me desmayé por tres días? ¿O es que ustedes me dieron algo para que no despertara?
       —Hablemos en casa —suplicó la joven jalando un poco a su nueva Alfa y esta accedió, no muy conforme.
       El solo pensar en todo lo que le esperaba en «casa», no era precisamente alentador para Zalett.
       —Entonces, ¿dices que se acabó? —La voz insoportable de Dakho hizo a la nueva loba detenerse otra vez.
       —Padre, por favor, ya quedó claro que Zalett no rompió ninguna regla y...
       —No hablo de Zalett... —Una sonrisa desagradable se dibujó en el rostro de aquel viejo. «¿Qué rayos quiere ahora?»— ¿No olvidas un pequeño detalle?
       —Déjate de adivinanzas, no tengo tiempo para juegos —exigió Julian.
       —Tu segundo al mando... Tu Beta se atrevió a desafiar a un anciano del concejo. Y no a uno cualquiera, ¡a mí!, al antiguo líder. Luchó en mi contra y no fue una orden dada por su Alfa. Como tú mismo dijiste... hay testigos. —Julian miró a su alrededor derrotado, el cínico de Dakho había utilizado la misma estrategia de su hijo—. ¿Me negarás que se rebeló? ¿O que no merece un castigo? Aún cuando no reciba ninguno por matar a Yanira, ¿saldrá impune de esto?
     —¿Esto es lo que buscabas desde el principio? ¿Por qué tanto interés en castigar a Nathan? —indagó Julian con los ojos rojos.
     —Solo quiero justicia, no pido nada del otro mundo... Y según nuestras leyes, como víctima, tengo derecho a escoger el castigo.
      Enseguida pudo notarse la lucha, no tan interna, del Alfa. Julian jaló su cabello, pateó al aire, resopló, suspiró, cubrió su cara con las manos y volvió a jalar su cabello, alternando ahogados gritos de impotencia con algunos gruñidos. Todos estában a la expectativa, ni siquiera Anett había intentado meterse, el asunto parecía mucho más delicado de lo que Zalett lograba comprender... Después de unos minutos, el alfa habló angustiado.
      —¿Cuál es... el castigo que propones?
      —Cien latigazos.
      —¡No! —Jade y Anett gritaron creando un tenebroso eco en aquel claro del bosque.
       Los demás expectadores se metieron con prisa a sus cabañas, agolpándose unos con otros y susurrando atemorizados. Zalett una vez más se quedó paralizada sin saber qué hacer y Julian no parecía creer lo que había escuchado.
       —¡Papá, no hagas esto, te lo ruego! — suplicó Jade arrodillándose a los pies de su padre—. Es demasiado, por favor, no resistirá.
       —¡Jade, levántate! —ordenó su hermano con visible miedo, pero la chica continuó rogando y llorando.
       —Haré lo que me pidas, lo que sea, papá.
      —Esto solo confirma mis sospechas. —La mirada fría de Dakho hacia su hija, logró intimidar a la novata. «¿Acaso ese viejo infernal es capaz de maltratar a su propia hija?», se preguntaba Zalett—. Ninguna princesa se rebaja tanto, al punto de arrodillarse, para pedir clemencia por un simple soldado... A no ser, claro..., que lo vea como algo más.
      —T-te equi-equivocas, lo-lo haría... por cualquiera... qu-que estuviera a punto de sufrir un castigo inmerecido... —balbuceó la chica más nerviosa de lo que le hubiese gustado mostrar—. Así fuera el... el de menor rango de nuestra manada, como futura médico de la reserva yo...
      —No me creo nada, me estas poniendo de mal humor y si no te levantas ahora mismo, te juro que ni siquiera esperaré a los latigazos, lo mataré en este instante. ¡No pongas a prueba mi paciencia!
      —¡No, no, no!
      —¡Jade, por favor, estas complicando las cosas sin necesidad! —volvió a pedir su hermano, pero la chica no escuchó.
      —Princesa... —Nathan habló y esta vez, Jade sí se detuvo. Sus miradas se encontraron, se decían tanto que Zalett no lograba descifrar—. Levántese, por favor, le agradezco su preocupación, pero... no haga que malinterpreten las cosas y empeoren.
      —Usted está demasiado débil. —Jade se levantó y caminó hacia el Beta—. Lleva mucho tiempo fuera de la reserva, conviviendo con humanos, sin poder cambiar de forma como es debido. Alimentándose poco y sin las vitaminas que ayudan a revitalizarse o aumentan su capacidad de sanar. Es una locura, no podrá sobrevivir.
      —Lo haré, claro que lo haré. Soy el Beta de la manada después de todo.
      —Pero...
      —¡Jade! —Julian tomó con fuerza el brazo de su hermana y la jaló hacia él. Sus ojos también se hablaban y Zalett moría por saber qué rayos se decían—. ¡Vete! —le ordenó una vez más y luego se acercó a su oído para susurrarle algo. Dos gotas gruesas salieron de las cuencas negras de la chica y al separarse de su hermano, le asintió—. ¡Míkel! —llamó y el hombre corrió a su lado—. Llévate a las chicas, que no salgan de tu cabaña hasta que yo dé la orden.
      El omega hizo una reverencia y tomó a Jade de los hombros, obligándola, aunque con delicadeza, a caminar para alejarse de allí. Pasaron por delante de las hermanas y Anett le hizo una seña con la cabeza a su nueva Alfa, indicándole que debían seguirlos.... «¡No!, yo lo haré», se escuchó a Julian decir y segundos después, el sonido seco de lo que parecía ser el primer latigazo hizo dar un fuerte respingo a Zalett. Esta intentó mirar atrás, pero su hermana no se lo permitió, empujándola con suavidad, obligándola a seguir al padre quien apuró el paso, llevándose a Jade casi a rastras.
     «¡Uno!», la voz de Dakho canturreó con clara satisfacción y el llanto de su hija se hizo desgarradoramente audible.
     «¡Dos!», el conteo esta vez, además de por el golpe, también fue acompañado por un grito de Nathan.
     «¡Tres!», y la puerta de una de las cabañas del final fue abierta por un hermoso joven que, en lo único que diferenciaba de Anett además de su masculinidad, era en su cabello más corto y en sus ojos que se mantenían de un brillante color miel.
      «¡Cuatro!», después de entrar la puerta se cerró detrás del hombre y las tres chicas, dando paso a un silencio demasiado incómodo...
       Zalett sintió que mentiría si aseguraba que el castigo de Nathan no le parecía justo. Aquel hombre había matado a su madre y aunque juró que había sido un accidente, era lo menos que se merecía... Sin embargo, al ver la tristeza de todos en aquel lugar, su corazón dio un vuelco. «Después de todo creo que no tengo la sangre tan fría, ni lo que se necesita para cobrar venganza», reflexionó mientras veía a Jade abrazar a Anett y llorar sin consuelo.
      «¿Cómo puedes ser tan débil, Zalett Gray?», continuó cavilando. «Solo unas cuantas lágrimas bastaron para sentir pena por el asesino de tu madre. Si así reaccionas con él, ¿crees que puedas hacerle pagar al maldito de Dakho todo lo que te ha hecho...?»
      «¡Claro que sí!», se gritó pocos segundos después a manera de reprensión. «Una cosa no tiene nada que ver con la otra. Definitivamente nada hará que me compadezca de quien inició una masacre hace veintidos años, provocando que mis padres se separaran y vivieran infelices. Quién causó que mi madre me ocultara mi verdadera identidad y que, hoy me cueste tanto aceptar esa otra parte tan importante de mi mundo. Quién me arrebató toda una vida por culpa del asqueroso deseo de poder: ¡Dakho Black!... Él es el único y verdadero culpable de todo lo malo que me ha pasado. Así que sí, a partir de ahora pienso centrarme en acabar con quien comenzó todo y no con el simple obrero que solo seguía órdenes».
      —Si Nathan sobrevive..., lo perdonaré —susurró la forastera dejando a todos los presentes atónitos...


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¡Hola, queridos cerezos!

Ha pasado mucho tiempo desde la última actualización de esta historia. Les ruego me perdonen y como siempre digo, espero que todavía quede alguien por ahí que quiera leerla. :( Que no sea tan infiel como yo que los dejo abandonados.

Créanme, no quisiera que eso pasara jamás pero la vida me lleva a la carrera y, a veces, pienso que no voy a poder continuar en la difícil tarea de intentar llegar a la meta. Solo Dios me mantiene de pié y después de Él, sus hermosos comentarios.

Los amo, kim kisses para todos y nos leemos el próximo milenio :)

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