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[Jimin]

Lo que más me molestaba de todo, era no poder sentirle con la misma facilidad que cuando no era vampiro. Cierto que debido a la costumbre, el pelinegro seguía respirando, y con ello dándome una guía por ese sonido, pero de cualquier manera no era igual que antes. Si Jungkook no fuera un vampiro, ahora estaría cargándolo a la espalda en vez de buscándolo como loco por el bosque.

- ¿A dónde vas? –preguntó una voz a mi espalda. Suspiré con derrota, porque de nuevo, me había encontrado él a mí antes de que pudiera darle la vuelta yo mismo a la situación. Apoyó la barbilla en mi hombro y empezó a restregarse contra esta. Me habría resultado adorable sino fuera porque se estaba limpiando en la prenda. – ¿Tienes hambre? –se separó y negué, mirándole por primera vez y limpiando con el dorso de mi mano, los pocos restos de sangre que quedaban junto a sus comisuras. – Justo acabo de encontrarme con un nid-

- No tengo hambre –respondí secamente.

No es que me molestara o algo por el estilo, pero verlo de esa forma tan solo me hacía recordar las demás posibilidades que habría podido tener el pelinegro si no hubiera sido por mí.

- ¡Eh, Jimin! –antes de darme cuenta, divisé a mencionado sobre una gran roca. Tras esta no se podía apreciar más suelo, por lo que me imaginé que sería un barranco o algo por el estilo. Y por esa razón, cuando Jungkook agitó su mano, despidiéndose, y se lanzó al vacío, mi corazón se detuvo más de lo que ya estaba, aunque fuera imposible.

Fui corriendo, saltando al otro lado de manera inconsciente, con los nervios a mil y el alma en un puño.

Y entonces me hundí.

Al otro lado había un maldito lago y yo estaba calado hasta los huesos de aquella limpísima agua. Jungkook se reía a unos metros, agarrado a la roca desde la cual nos habíamos lanzado. Fruncí el ceño y no lo pensé dos veces antes de lanzarme a por él y arrastrarlo a las profundidades conmigo.

- ¡A-ah, no, era una broma! ¡AYUDA! –no tuve clemencia y le hundí cinco veces seguidas, reprimiendo varias risas en las últimas por como intentaba respirar aunque no le hiciera ninguna falta. Era adorable lo poco acostumbrado que estaba a ser vampiro. – ¡J-Jimin, basta! –sonreí, dándome por satisfecho, y sacándole del agua por la orilla más cercana. Cuando le dejé en la hierba, me senté a su lado, con las rodillas encogidas y mirándole divertido. – Eres un bruto. Casi me ahogas.

- Los vampiros no necesitan respirar –le puntualicé mientras se quitaba la camisa para seguidamente estrujarla y hacer que todo el agua de esta se derramara sobre la hierba. Me miró un par de segundos, percatándose de lo cierto en mis palabras, y apartó la vista con molestia. También era adorable cuando se avergonzaba. – Además, te lo tenías merecido. Ya sabes que no me gustan esas bromas.

- Pero estabas volviendo a deprimirte y fue lo primero que se me ocurrió –declaró enfadado, inflando los mofletes con indignación y señalándome con la camisa completamente mojada y hecha un rollo. – ¡Es tu culpa!

- No me estaba deprimiendo –respondí, mirándole desafiante. Él me imitó, juntando su rostro al mío. Ninguno de los dos tenía intención de ceder en esa batalla de miradas.

- Estabas deprimiéndote. Llevas deprimido todo este tiempo porque soy mejor vampiro que tú.

- No me deprimo. Y te recuerdo que hace un momento tenías miedo de ahogarte por no poder respirar.

- Cállate.

Reí y agarré por la cintura para atraerle hacia mí y besarle. Poco había durado la competición, pero es que teniéndole tan cerca, era difícil que las cosas no terminaran perdiendo su importancia. Jungkook empezó a revolverse bajo mi cuerpo mientras yo le hacía cosquillas mientras le besaba por toda la cara. Él se reía y quejaba a partes iguales, de nuevo intentando tomar una bocanada de aire por inercia, lo que únicamente me incitaba más a seguir con el juego.

Al final terminamos rodando por la hierba, rasgando mi camiseta y dejando olvidada la de Jungkook a nuestras espaldas. Solo nos detuvimos cuando tras un largo rato, Jungkook se colocó encima, sujetando mis muñecas con expresión de victoria. No me lo pensé dos veces antes de darme por vencido, cerrando los ojos y relajándome sobre el césped.

- He ganado –declaró para que me quedara claro. Podía haberle apartado en cualquier momento. Podía hasta habérmelo puesto de collar si quisiera, pues aún le superaba en cualquier habilidad, pero preferí asentir y darle la razón. – Dilo. Di que he ganado.

- Sí, sí...

- ¡Pero diloooo!

- Que sí, que me has ganado... –murmuré sin abrir los ojos, descansando y haciendo poco caso a las palabras que salían de mi boca. Sin previo aviso, cuando el menor menos se lo esperaba, le agarré de la nuca y empujé para que terminara tumbado sobre mí. Podía escuchar como se quejaba, pero estaba demasiado cómodo como para liberarle. – Di que estás completamente enamorado de mí.

- ¡Jamás! –seguía revolviéndose inútilmente y yo reía, con los ojos cerrados, recreando la escena en mi mente. Escuchar sus quejidos era música para mis oídos. – ¡Vale vale, lo diré! –e inocente de mí, le liberé, permitiendo que al instante desapareciera de mi lado. Suspiré y coloqué mis brazos bajo mi cabeza, descansando de esa forma. Antes de que pasara un minuto, noté a alguien arrodillándose a mi lado. – ¿No vas a perseguirme? –preguntó contra mi oído, apenado.

- ¿Tendré premio si te alcanzo?

- No vas a alcanzarme –respondió con seguridad. Solo por el tono, supe la continuación de su frase. – Haré lo que quieras.

- ¿Lo que quiera? –entreabrí un ojo y asintió emocionado, ya preparado para echar a correr. – Está bien. Te doy tres segundos de ventaja.

Me incorporé, sentándome y apoyándome en mis manos tras la espalda, observándole con diversión. Era irónico como un chico de diecisiete años podía emocionarse tan solo por jugar al escondite. Hacía hasta que me olvidara de que no estaba creado para ser inocente. No lo estaba, y aun así lo era. Más que nadie en el mundo.

- ¡YA! –salió corriendo tan rápido que no me extrañó que a los dos segundos ya le hubiera perdido la pista. Suspiré y me puse en pie, siguiendo el leve rastro que dejaba a su paso, uno que consistía en el leve sonido que quedaba tras sus pisadas. Cada vez era menor, y antes de darme cuenta, no sabía hacia dónde dirigirme.

Me detuve en seco y cerré los ojos, intentando concentrarme hasta de la más mínima pista que pudiera ofrecerme sin querer. Pero no había nada, era como si hubiera desaparecido. Suspiré y me crucé de brazos, guiado por mera intuición.

- Estoy completamente enamorado de ti –murmuró contra mi oído.

Esbocé una sonrisa, disimulando mi asombro respecto a sus habilidades, y me giré, abriendo por primera vez los ojos. Efectivamente, ahí estaba.

- He perdido –respondí.

No pareció importarle en absoluto cuando seguidamente me besó.

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