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Capítulo 6:



[Jin]

No es que fuera egoísta. Yo quería a mi familia, los amaba a todos con cada una de las rarezas que traían consigo, ¡pero el chico con el que había quedado era hermoso! Era demasiado bueno para ser humano, parecía imposible que poseyera sangre en sus venas, pero lo hacía. Lo hacía, y estaba seguro que después de una deliciosa sesión de sexo, no se resistiría a dejarme probarle. Probablemente cayera inconsciente y a la mañana siguiente despertara pensando que quedó dormido.

Era una cita tan genial que aún me costaba pulsar el botón de enviar. Pero lo hice. Le mandé un mensaje cancelando nuestra quedada, inventando una tonta excusa y pidiendo un aplazamiento para otro día.

¿Y todo ese sacrificio por qué? ¿Por la salida?

Por el grupo, por mi familia. Sabía lo mucho que les importaba a la mayoría el día de la salida. Lo hacíamos una vez al año, tan solo una noche para disfrutar sin límites, y normalmente para conseguirlo recurrían a mí, al más hermoso de todos. Y hacían bien, no les culpaba, yo también me escogería como cebo si estuviera en sus lugares.

- Me pintaréis las uñas siempre que os lo diga durante seis meses. Lo habéis prometido. A cualquier hora, cualquier día.

- ¡Gracias, eomma! –exclamó Taehyung colgándose a mí espalda. Era uno de los que más disfrutaban con las salidas, y nunca se cansaban de agradecer mi gran trabajo como cebo. Un niño interesado al que consentía siempre que podía. – Te las pintaré ahora mismo.

- Mejor no, pequeño –sonreí cariñosamente, omitiendo el motivo por el que no quería que el castaño se acercara a mis uñas. Seguramente me las estropearía con solo mirarlas, o en el mejor de los casos, las pintaría de un color cada una y llegaría a embadurnarme el dedo con el esmalte. Sí, definitivamente Taehyung no se acercaría a ellas. – ¡Ah, se me olvidaba! – Me acerqué a Byulyi y quité de las manos el brick de sangre que iba a beberse. – Eso es de Jimin –murmuré guardándolo de nuevo en la nevera. Bastante me costaba que se alimentara como era debido gracias a su "moral", para que ahora vinieran los demás a comerse lo poco que el platinado se llevaba a la boca. Ni hablar. – Y tú me vas a acompañar.

- ¿Acompañar a dónde? –preguntó la rubia con molestia, dirigiéndose nuevamente al sofá. – Estoy esperando a que llegue Solar de la librer-

- De compras –respondí agarrándola del brazo y colocándole rápidamente un gorro. Ella intentó zafarse de mi agarre al tiempo que se recolocaba el gorro para que no le cubriese los ojos. – No te pienses que he cancelado mi cita sin esperar nada a cambio.

- ¿Y por qué tengo que ser yo? –murmuró de mala gana, terminando por dejarse arrastrar hacia la salida de la casa. Lo bueno que tenía el ser quien se ocupaba de todo, era que también guardabas una autoridad especial sobre los demás. – Díselo a Jihoon, a él le gustan ese tipo de cosas.

- Jihoon no aguantaría ni medio segundo entre humanos. Tú estás todo el día rodeada de ellos con tus fiestas y demás tonterías –expliqué cerrando la entrada de la puerta. Antes de eso me despedí en voz alta, recibiendo un par de voces cansadas y un rápido beso de Taehyung en la mejilla, deseándonos suerte con las compras. – Esta es tu recompensa por tener tanto autocontrol –añadí sonriente antes de limpiarle la mejilla con mis pulgares. Ella frunció el ceño y pasó su mano por ese mismo lugar, como si mi saliva le resultara desagradable. Menuda exagerada.

- Más te vale comprarme cincuenta gorros como compensación.

- Hecho.

Sonreí y eché a andar, asegurándome en todo momento que la rubia no aprovechaba algún segundo para desviarse y abandonarme en el camino. Para su suerte, no lo hizo. En unos minutos nos hayamos en la ciudad, rodeados de grandes edificios y muchísimas personas. Definitivamente hacíamos bien al vivir a las afueras de un pueblo, pues seguramente la mitad del grupo no duraría ni medio día entre tantos humanos.

Agarré a Byulyi del brazo y así me pasé casi todo el día, tirando de ella de tienda en tienda, mirando, comprando y tirando tantas prendas de ropa que terminé perdiendo la cuenta, y obviamente, todas esas bolsas las cargaba la rubia. Yo estaba demasiado ocupado comprando más y más prendas de diferentes tonos de rosa. Además, ahora que me había teñido el pelo de rosa, me era mucho más difícil combinarlo con ropa del mismo color.

Cuando Byulyi casi no podía ver su alrededor por todas las bolsas que llevaba encima, decidimos que era buen momento para volver. Antes pasamos por su tan preciada tienda de gorros y compramos veinte diferentes.

- ¿Cuánto ha pasado desde la última vez que bebimos? –pregunté mientras salíamos del centro comercial.

- ¿Tres días? –preguntó Byulyi sin mucha seguridad en su tono. De igual forma, estuviera o no en lo cierto, ya iba siendo hora de alimentarnos. En realidad podríamos llegar incluso al mes sin tener nada que llevarnos a la boca, pero eso solo lo viviríamos en caso de emergencia. Mientras estuviera en mi mano, nadie de la familia estaría mal alimentado. – ¿Estás pensando en parar a tomar algo?

- Claro que no –ella me miró extrañada y se encogió de hombros, sin detener su paso en ningún momento. Ahora mismo andábamos normal, como cualquier humano de nuestro alrededor. – Yo iré a tomar algo y luego llevaré algo a casa, lugar al que tú irás directamente a dejar la compra.

- ¡Oh, vamos! –se quejó, alzando las bolsas llenas sin ningún problema mientras realizaba aspavientos con las manos. Varias personas la comenzaron a mirar, y se vio obligada a bajar de nuevo los brazos y fingir que todo el peso que llevaba en ellos era demasiado como para poder alzar un solo dedo. – Venga, Jin, déjame acompañarte. No quiero perderme lo mejor.

- No pienso arriesgarme a que se me manche la ropa nueva. Ni hablar.

- Jiiiiiiiiin –hizo un puchero y yo rodé los ojos. Pocas personas lograban conquistarme con aquello, y Byulyi no era una de ellas.

- He dicho que ni hablar. Y más te vale no arrugármela por el camino.

- No voy a acompañarte de nuevo nunca más.

- Yo tampoco os haré de cebo nunca más –respondí sonriente, sabiendo que aquel comentario le sería imposible de rebatir. Ella soltó un gruñido de frustración y apretó con fuerza el asa de las bolsas en sus manos. – Oh, espera un momento – acerqué una mano al interior de una de las bolsas y saqué una bonita gorra rosa, que no tardé en colocarme con cuidado. Confirmé mi nuevo accesorio en el reflejo de un escaparate y sonreí satisfecho. – Ya está, ya te puedes ir.

- No tardes mucho. Ahora me diste hambre.

- No te preocupes, en unos minutos estaré ahí. Ve avisando a todos los demás.

La rubia asintió y tras girar una esquina, escuché como aumentó la velocidad hasta volverse imperceptible por el ojo humano. Era una de las más rápidas del grupo, algo de lo que sentirse orgulloso. Tanto mis niñas como mis niños –sí, no eran mis hijos pero les quería como tal – tenían un montón de dotes. Supongo que para compensar sus extrañas personalidades. Supongo que a mí me tocó ser el normal de la familia, qué se le iba a hacer.

Anduve por las calles en busca de algún lugar apartado donde darme el banquete. Tendría que coger a varias personas si quería mantenerlas con vida, pues con una solo no llegaría para todos nosotros teniendo en cuenta que necesitábamos aproximadamente cinco litros, y eso era el total que almacenaba una persona en su cuerpo.

Seguí haciendo cuentas mientras buscaba callejones y esquinas más y más apartadas, lugares donde poder cumplir mi objetivo sin llamar la atención. Y lo terminé encontrando al cabo de unos minutos.

Una pequeña callejuela que compartía pared con la parte trasera de un bar de mala muerte, el cual justamente estaban abriendo en ese momento. A pesar de todo, el suelo y su alrededor estaba bastante limpio, y si no fuera por los cubos de basura, hasta podría ser un buen lugar para pasar el rato, fuera de cualquier incómodo rayo de sol.

Decidí que lo mejor sería esperar dentro de bar. Era un buen sitio para cazar, pues normalmente tanto personas en grupo como a solas, solían ponerse a beber hasta no diferenciar realidad de ficción, y cuando tomabas su sangre y quedaban inconscientes en cualquier acera, ninguno se preguntaba lo sucedido de la noche anterior, echando casi todas las culpas al alcohol. Y esta vez no fue diferente.

A los pocos minutos de sentarme en la barra y fingir tomar un cóctel mediocre de algo, divisé a dos chicos entrando entre risas al local. Ya iban bastante bebidos, por lo que supe que no iba a tener que esperar mucho. Sonreí y me acomodé en la pequeña silla giratoria, ansioso por poder echarles el diente.

- ¿Te gustan? –me giré lentamente hacia la persona que me hablaba. Era rubio, alto y se encontraba detrás de la barra limpiando vasos. Sonreí y me encogí de hombros. – Seguro que si te lo propones, lo consigues con los dos a la vez.

- ¿Sabes su orientación sexual con solo mirarlos? –alcé una ceja divertido, otorgando parte de mi atención a ese nuevo chico. Aun así no perdía de vista al otro par, pues iban a ser mi cena y la de todos los demás.

- No, solo sé que tú eres hermoso. Aunque no les fueran los hombres, les sería difícil resistirse a ti.

Le escruté con la mirada, complacido con sus palabras pero sin llegar a estar muy seguro de la veracidad con la que habían sido soltadas. Es decir, tenía razón en todo lo que había dicho, pero más le valía creerse todo lo que había soltado y no bromear con ello, porque aunque fuera arriesgado, podría cambiar rápidamente mi menú para la cena de esta noche.

- Se te dan bien los cumplidos.

- Se me dan bien las palabras en general –respondió agarrando otro vaso y comenzando a limpiarlo, casi de forma mecánica. Aproveché que tenía la camiseta remangada para echar un vistazo a sus marcados antebrazos. Definitivamente no estaba nada mal para ser un humano. – ¿No te gusta?

- ¿Eh? –levanté la vista, percatándome de que se refería a la copa que llevaba llena desde que la había pedido, es decir, hacía aproximadamente cuarto de hora. La agarré y le di un pequeño trago, reprimiendo la expresión de asco que me saldría en cualquier otra situación. – Voy a mi ritmo.

Él rio pero no añadió nada, agarrando la caja con todos los vasos limpios y saliendo de detrás de la barra para dirigirse a la parte escondida del bar. Seguro que ese cuarto estaría conectado con la puerta trasera.

Rapidamente, aprovechando que la barra había quedado libre y todo el mundo estaba a lo suyo –todo el mundo, es decir, la poca gente que llenaba el bar, apenas cinco personas. – me colé en ella y agarré cuatro botellas de cristal de la primera bebida que encontré y salí del local, dejando mi bebida sobre la barra. No negaré que me molestó ligeramente no poder despedirme de humano rubio.

El caso es que después de haber vaciado las botellas contra la pared, derramando todo el alcohol sobre esta, esperé pacientemente a que salieran los tipos que iban a servirme de alimento. Esperé y esperé durante casi media hora, imaginando la cara que probablemente tendrían todos en casa. Me estaba llevando más tiempo del esperado, así que finalmente dejé las botellas escondidas en una esquina, y cuando la barra estuvo libre de nuevo, entré en el local, dirigiéndome a la mesa de los tipos sin llamar mucho la atención.

- Buenas –ambos iban lo suficientemente borrachos para tardar varios segundos en percatarse de mi presencia. – siento molestaros... –puse una mueca y me incliné más sobre ambos, intentando sonar lo más vulnerable posible. – acabo de perder las llaves por ahí detrás y pensé que vosotros... bueno... –mordí mi labio inferior, disfrutando en mi interior de lo fácil que estaba siendo manipularlos. Ambos me miraban como dos cachorritos a la espera de su premio. – me preguntaba si podríais ayudarme a encontrarlas...

No tardaron ni medio segundo en aceptar, y justamente cuando el último de nosotros salió por la puerta, escuché como el rubio camarero salía de nuevo a la barra, quedando a segundos de habernos encontrado. Yo lo lamenté por una parte, pero el sonido de las pisadas a mi espalda siguiéndome, me recordó que tenía cosas más importantes que hacer. Me giré a los chicos y señalé el callejón con una afable sonrisa. Parecían embobados.

- Es por aquí –murmuré con fingida aflicción, inclinándome al lugar donde dejé las botellas vacías. Cuando volví a mirarles, le encontré de pie sin saber muy bien que hacer. Rodé los ojos internamente y señalé dos zonas distintas del callejón. – Cada uno puede ir buscando por un lado, y quien las encuentre que me avise –ellos asintieron y yo sonreí desde el suelo. – Muchas gracias, sois un encanto.

Y vaya que lo fueron.

En lo que tardé en dirigirme a uno por la espalda e inmovilizarle mientras le desgarraba parte del costado, no hizo ningún ruido. Cierto que al principio se resistió levemente, pero cuando llevaba llena la mitad de una de las botellas, dejó de ejercer fuerza, y con el final de la segunda ya no movía ni la punta de los dedos. Sonreí satisfecho y le dejé en el suelo para dirigirme hacia su amigo, repitiendo el proceso con la misma facilidad. Una vez terminé, dejé los cuerpos junto a la pared, asegurándome de que el sangrado había disminuido, y con las botellas bajo el brazo, eché a correr hacia casa.

Una vez en la puerta, todos, a excepción de Jimin, quien se quedó en su cuarto tocando el piano, me recibieron con una sonrisa y ansia en sus ojos, pero no fue hasta que todos estuvieron sentados rodeando la mesa, que coloqué las cuatro botellas en el centro de esta.

- No sé cómo sabrá, estaban borrachos –declaré a pesar de que nadie me estaba escuchando. Finalmente me puse a servir a cada uno en sus respectivas copas mientras recordaba al atractivo humano del bar, intentando hacerme a la idea de que no volvería a verle, y a la vez, organizando mi agenda para encontrar un hueco para pasarme por aquel bar de mala muerte.

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Adoro a Jin. Para este año más reconocimiento para él, por favor. 

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