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Capítulo 4:




[Hoseok]

Les daría a todos su merecido. Realmente demostraría que estaban equivocados, que podía conseguir la cabeza de cualquier vampiro sin ayuda de nadie. ¡Realmente podía hacerlo, no era un inútil como todos pensaban!

Desde pequeño mis padres, descendientes de cazadores de vampiros, perdieron toda su fe en mí como alguien en quien dejar sus esperanzas para que siguiera con aquella profesión. Y en el fondo no les culpo, pues a pesar de que mis habilidades no eran malas, mi valentía flojeaba por todos lados. Era una persona excesivamente miedosa, ¡sí, lo aceptaba, y qué con eso! No era motivo suficiente para que me fuera imposible acabar con un chupasangre, tan solo tendría que hacer frente a mis miedos y ya está.

Y precisamente por eso me encontraba en un pueblo a las afueras de la ciudad, casi delimitando el país, matriculado en un curso que ya había aprobado hacía un año, y dedicando las veinticuatro horas del día a seguir la pista de un grupo de vampiros que según mis fuentes merodeaban por el pueblo.

Hasta ahora solo tenía sospechas sobre una persona, el motivo por el cual había tenido que plagiar varios documentos y colar datos falsos para inscribirme en un curso que ya había pasado.

Park Jimin.

Estaba seguro en un noventa y cinco por ciento de que era un vampiro. Había posibilidades de que simplemente fuera un humano excesivamente atractivo y de perfecta apariencia con una muy mala suerte para vivir siempre cerca de crímenes de desangramiento y que por casualidad tuviera antepasados exactamente iguales a él.

Es decir, que ese cinco por ciento no existía. Era un vampiro y punto.

¿Y por qué no acababa con él y ya está? Sería fácil, o al menos teóricamente no habría dificultad alguna. De cualquier forma, dejando al lado que mis temores me impedían hasta acercarme a menos de dos metros de él, también había que tener en cuenta que pocos vampiros viajaban solos. Solían ser una especie que siempre viajaba en grupo, llegando a crear familias con las que vivían incluso milenios sin si quiera compartir sangre, o al menos sangre en el momento que eran humanos.

El caso era que Park Jimin tenía familia, tenía más vampiros a los que podía guiarme sin saberlo, y en el momento que lo hiciera, yo acabaría con todos. Acabaría con cada uno de ellos y volvería a casa para restregarle mi victoria a los que no confiaron en mí, es decir, todo el mundo.

Y mi plan comenzaría con aquel chico pelinegro que había hablado con Park Jimin en el autobús. En el momento que este primero bajó del vehículo y se pegó el golpe del siglo, vi el momento perfecto para acercarme a él. Bueno, no exactamente en ese instante, más bien esperé a estar con él a solas, más concretamente en los baños, cuando se estaba limpiando la sangre del labio que había comenzado a sangrarle.

- Toma –le tendí un pañuelo al tiempo que me colocaba a su lado, sonriendo amigablemente. Si había algo que nunca me fallaba, era mi sonrisa. Solían decir que me era fácil transmitir confianza con ella. – He visto tu caída de antes –el chico bufó pero tomó el pañuelo de mala gana, mojándolo en agua y limpiando el pequeño corte del labio. – ¿Estás bien?

- Claro. No ha sido nada.

- Ha sido un buen golpe, en realidad.

- No ha sido nada –repitió con brusquedad, arrugando el pañuelo y lanzándolo a la basura. Encestó con un solo tiro, y eso que el cubo estaba bastante lejano. No pude negar que me impresionó. – Gracias por preocuparte. Adiós.

- ¡Ey, esp- –me cerró la puerta en la cara. Rodé los ojos y la abrí rápidamente, buscándole entre la multitud de estudiantes y alcanzándole con pocas zancadas al divisarlo por el pasillo. – No me diste tiempo a presentarme –declaré una vez estuve a su lado. Él me miró con desagrado, pero no fue tan maleducado como para ignorarme. Se apartó de todo el tumulto de personas, llevándome con él, y estrechó la mano que le tendí. – Me llamó Jung Hoseok y soy nuevo en el pueblo. Encantado.

- Yo soy Kook.

- ¿Ko-

- De Jungkook. No importa cómo me llames, en verdad –fui a preguntarle por el apellido, pero él fue más rápido y se me adelantó. De veras que me sería difícil acercarme a ese niño, y mucho más sacarle información. – Tengo clase. Debo irme.

- Oh sí, claro. Nos vem-

De nuevo volvió a dejarme con la palabra en la boca, esta vez marchándose aún más rápido, probablemente creyendo que así no le alcanzaría. Igual tampoco pensaba hacerlo. Quería su amistad, no que me tomara por un pegajoso sin amigos que le acosa. No sería bueno cansarle desde un comienzo, y más sabiendo que era mi única vía hacia Park Jimin.

Hasta ahora, a ese chico era la única persona que había visto intercambiar palabras con el de pelo platino en todo lo que llevábamos de curso. En tres meses Park no había intercambiado palabra más que con los profesores y algún alumno de forma puntual, y jamás empezada por él. Jamás hasta aquella mañana.

Me comía la curiosidad sobre si tenía algún tipo de relación con Jungkook, y en ese caso, cual sería. Normalmente a los vampiros no les gustaba relacionarse con humanos, por eso aquel detalle me había llamado tanto la atención. Bueno, quitando el hecho de que Park asistía a un colegio de humanos y realizaba actividades tan cotidianas que podría pasar por cualquiera de ellos.

Quizás ese cinco por ciento no era una idea tan descabellada.

O quizás sí lo era.

En el momento que Park entró en mi clase, me convencí aún más que de humano lo único que tenía era la sangre que tomaba. Cada paso que daba parecía levitar. Todo en él desprendía una elegancia digna de algo sobrenatural, digna de un vampiro. Le estuve observando durante todas las clases, intentando ver algo que le delatara, pero para mi desgracia su comportamiento era exageradamente educado.

Cuando terminó la última clase, mis ojos casi iban a salírseme de mis órbitas de tanto observarle, y mi ánimo estaba por los suelos al no haber conseguido avanzar ni lo más mínimo en la investigación.

Suspiré y seguí caminando hacia mi parada de autobús, alegrando mi rostro de inmediato al divisar junto al cristal de la parada, la persona que podía salvar la productividad de mi día. Me acerqué rápidamente y le di unos toques en el hombro para llamar su atención.

- Ey, Jungkook –el nombrado se giró y me miró extrañado, probablemente intentando recordar de que me conocía. Fue un duro golpe a mi orgullo, pero lo disimulé con una abierta sonrisa. – soy Hoseok, el chico del pañuelo.

- ...

- El que te vio caerte del autobús.

- ...

- El de los baños.

- ...

- ¿No? –se quedó un rato más en silencio y finalmente, para mi alivio, terminó entreabriendo los labios, ubicándome en su mente. – Pues ese soy yo.

- Ah. Que bien.

- Sí... –No podía creer lo maleducado que era ese chico. Apenas habían pasado tres segundos desde su última palabra, que ya estaba ignorándome de nuevo, centrando la vista en la pantalla de su móvil. – Y, bueno... – intenté llamar de nuevo su atención, pues de veras que quería comenzar una conversación. Ese chico era la única salida que le quedaba a mi día. – ¿Qué tal el día?

- Mmmh –seguía viciado al juego de su teléfono. Lo único que podía distinguir en la superficie del dispositivo, eran varios marcianos y tiros. Parecía el típico juego de marcianitos más antiguo que ocho antepasados míos. – ¿Y tú? –preguntó al rato sin siquiera levantar la vista, seguramente más por inercia que por interés.

- Igual. Como siempre supongo –comencé, aprovechando esa pequeña ceniza por su parte para revivir la conversación. – Por aquí todo es muy diferente a la ciudad de donde vengo. Allí hay mucha más luz y más gente.

- Es una ciudad. Habrá más de todo. – respondió al instante de terminar una partida. Pensé que empezaría otra más, pero para mi sorpresa y alivio, guardó su móvil en el bolsillo trasero de pantalón. Iba a abrir de nuevo la boca, entusiasmado por seguir hablando y notar como él ponía de su parte, pero entonces, giré la vista y me encontré con aquello que había provocado el cambio.

El autobús se detuvo frente a la pequeña parada y todos los estudiantes, los cuales apenas llegamos a cinco o seis, se subieron en él. Iba tan absorto en el chico "no-quiero-hablar-contigo-si-no-eres-mi-móvil" que ni me percaté de que Park Jimin también había subido al autobús hasta que se acercó a nosotros y saludó gentilmente a Jungkook antes de pasar de largo. Yo alcé una ceja extrañado, habiendo presenciado en persona la segunda vez del de pelo platinado interactuando de forma voluntaria. Jungkook tan solo bufó al tiempo que buscaba en su cartera algo. Yo estaba esperándole, así que tampoco había pasado mi ticket.

- ¿Ocurre algo?

- Olvidé que no tenía dinero para el autobús –murmuró con enfado. A pesar de todo, aún con el ceño fruncido seguía rebuscando en el interior de la billetera. – No tenía que haberle devuelto nada a ese cabrón pretencioso. – Eso último lo dijo incluso más bajo que lo anterior, pero a pesar de todo le oí a la perfección. Sonreí al ver mi oportunidad y me abrí paso por delante suya para picar dos veces mi billete. – ¿Qué haces?

- A este viaje invito yo –respondí sonriente. Él parecía que fuera a ir a replicar pero terminó pegando los labios y asintiendo, susurrando una especie de agradecimiento. Me hice a un lado y dejé que él pasara de nuevo y escogiera sitio, pues de esa forma sería mucho más fácil sentarme con él. Casi todo el autobús estaba vacío, y seguramente no escogería sentarse junto a Park o señores mayores medio dormidos. Y efectivamente, tal y como había predicho, escogió un lugar de dos asientos libres al fondo del autobús. Sonreí complacido y me senté a su lado, ignorando la mueca de desagrado que no se molestó en cubrir. – ¿Puedo preguntarte una cosa? –pregunté en voz baja, fingiendo timidez. Él se giró y alzó una ceja expectante. Genial. – ¿De qué conoces a Park Jimin? – Bajó las cejas de nuevo, uniéndolas en un gesto de desagrado. No parecía estar de acuerdo con mis palabras, y mucho menos que le gustaran. – Es decir, ya que os he visto hablando un par de veces, supuse que erais amigos...

- No lo conozco.

- ¿En serio? –definitivamente esa respuesta había sido demasiado cortante como para ser verdad. – Pues yo pens-

- Pensaste mal, no nos conocemos. No sé porque me habrá hablado hoy, pero de cualquier forma, no te equivoques.

- Oh, ya veo.

- Además –abrí los ojos, agradeciendo internamente el que esta vez fuera él quien diese a pie a que siguiéramos hablando. – Yo jamás podría ser su amigo, y aunque pudiera, tampoco querría serlo. No me van ese tipo de personas.

- ¿Ese tipo de personas?

- Sí, ya sabes, personas perfectas. Me pone muy nervioso que no tenga ningún fallo. Realmente me frustra.

- Entiendo.

- Y aunque quisiera, somos demasiado diferentes. Está a otro nivel, en otro mundo. La gente como él no se junta con gente como yo.

- Sí, supongo que tienes razón. Pensé otra cosa, pero ya veo que fue algo puntual. –respondí ligeramente abrumado. De veras que ese chico tenía un gran rencor almacenado en su interior. – Supongo que yo me acerco más a tu grupo que al suyo –me miró un par de segundos y terminó encogiéndose de hombros. Sonreí y repetí el gesto. – He salido ganando, aunque no lo creas.

Jungkook volvió a encogerse de hombros pero esbozó una pequeña sonrisa, haciéndome sentir victorioso. Sí, definitivamente podía considerar este asalto como una victoria, es decir, acababa de hacer sonreír al chico que hasta hacía un rato soltaba fuego por los ojos y escupía palabras, las cuales se reducían únicamente a monosílabos.

- Gracias por el billete, por cierto.

- De nada. No podía abandonarte ahí, después de todo somos de la misma especie –el rio en voz baja sin terminar de pillar el doble significado de mis palabras, y yo aproveché para echar un vistazo a Park, quien permanecía sentado un par de asientos delante. Nos estaba escuchando. No hacía nada que pudiera delatarle, pero yo sabía que nos escuchaba. Supongo que eso conseguía hacer incluso más excitante la situación. – Ya me devolverás el favor llevándome a alguna sala de recreativos en el pueblo. Desde que llegué a aquí, no he encontrado ninguna.

- Eso está hecho. Adoro los videojuegos.

- Genial. Yo también los adoro. Matar monstruos siempre es divertido.

Solo en ese momento el de pelo platino se movió. Estiró su cuello con disimulo, girándolo hacia un lado, y tras sacar un batido de fresa de su mochila, pulsó el botón de parada. Jungkook siguió hablando, pero yo a penas le prestaba atención. Solo podía sonreír después de notar como Park no había abierto el batido hasta bajar del autobús.

Era divertido comprobar como su seguridad y perfección tan solo se trataba de fachada, una fachada que no duraría mucho en pie, pues yo me iba a encargar de derrumbarla. No había duda de que lo lograría.

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