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Capítulo 21:



[Jungkook]

Una semana y media había necesitado para pasarme todos los niveles. ¡Una semana y media! Casi había batido mi propio récord, y había que tener en cuenta todas las partidas que me hizo perder mi padre por tropezarse con los cables que había en medio y obligarme a interrumpir la partida. Seguramente sin toda su torpeza, habría necesitado tan solo una semana.

De cualquier forma, ya lo había explotado de todas las formas posibles, el juego me refiero, y supongo que llegaba el momento de devolvérselo a su dueño, con el cual tampoco había tenido mucho contacto últimamente. Entre que yo pasaba el menor tiempo en el colegio y nuestra amistad reposaba mucho en ese centro, a penas habíamos hablado. Si hacía memoria, podía recordar unas breves conversaciones en el autobús el martes y el viernes de la anterior semana, pero a excepción de eso, ni rastro de Hoseok.

Y por eso, en ese momento, me dirigía rápidamente hacia Park Jimin, quien salía de su clase. Esperaba preguntarle por Hoseok, que me dijera que no lo había visto, y por lo tanto, yo no tendría más remedio que quedarme aquel maravilloso videojuego.

- ¿Park Jimi-

Cuando me quise dar cuenta, giró una esquina y luego debió perderse entre la marea de alumnos, porque le perdí completamente de vista. Miré la hora en mi móvil. Aún quedaban tres minutos para la siguiente clase, y basándome en la vestimenta de todo el mundo que salía de la clase, seguramente tenían gimnasia.

¿Yo? Yo no. Yo tenía una para nada atractiva clase de Historia del Arte con un profesor bajito e igual de nada atractivo, o al menos en comparación a lo que podría conseguir si daba con Park Jimin. Una excusa perfecta para añadir un juego a mi estantería. De hecho, ni siquiera necesitaba a Park Jimin. Le preguntaría a cualquiera de clase de Hoseok, cualquiera que me respondiera una negativa, valía.

Y resultó ser Park Jimin.

Justo mientras bajaba las escaleras, echando un vistazo a la marea de gente que me invadía, una mano me agarró por la muñeca y arrastró hasta el hueco que había bajo los escalones. Estaba oscuro, se escuchaban las pisadas de los alumnos por encima nuestro, y lo primero que hice fue quedarme embobado por como brillaba el pelo platinado frente a mí.

- ¿H-has visto a Hoseok? –pregunté repentinamente cuando volví a mí. La presencia de ese chico realmente imponía. Era demasiado precioso, me costaba no alzar una mano y tocarle el rostro para ver si era real.

- ¿Por eso me seguías? –asentí, aún sin ser muy consciente de mis propias respuestas.– Ya pensé que querías un autógrafo o algo por el estilo.

- Tengo que devolverle el juego –lo alcé, mostrándoselo mientras hablaba, como si eso diera más veracidad a mis palabras. Como si realmente tuviera que probar que no quería un autógrafo suyo. – ¿Le has visto?

- Estará en el gimnasio.

- Oh, una pen... –me interrumpí de inmediato al procesar lo que había dicho. – Espera, ¿qué?

- Gimnasio –alzó una ceja y antes de volver a hablar, se tomó un tiempo para pensarlo. Yo seguía asimilando que mi plan hubiera fallado por completo. – Se dice así, ¿no?

- ¿El qué?

- Donde hacemos deporte. Lo he dicho correctamente.

- Sí, sí, claro –ni siquiera sabía de qué estaba hablando, y aunque le hubiera puesto atención tampoco le habría encontrado en sentido. Tragué saliva e intenté actuar con normalidad, como si el que tuviera que dejar a mi querido videojuego en manos ajenas, no me hubiera partido el alma. – Tan solo p-pensé que... –mientras buscaba una excusa, me percaté de que aún agarraba mi muñeca, bajando mi vista a ella de forma inconsciente. Levanté la vista y él me miró extrañado.

- ¿Qué ocurre?

- Eh... –bajé de nuevo la vista, esta vez con la suya siguiéndome, y al segundo me soltó. Cuando lo hice, pude apreciar unas pequeñas rojeces alrededor de ella que no tardaron en esfumarse.

- Lo siento, no me di cuenta.

- No importa –me apresuré a responder, sobándome la nuca y sonriendo. No era mi actitud normal. Ni siquiera sé por qué actué así cuando en una situación común habría mirado con desprecio a la otra persona y con suerte recibiría una respuesta. – ¿Dónde decías que estaba Hoseok?

- Gimnasio.

Asentí, hice una reverencia, y salí corriendo hacia la parte trasera del colegio. Hoseok no tuvo su juego de vuelta ese día, y gracias a la situación con el alumno más perfecto del centro, ninguna de las partidas que jugué consiguió su acostumbrada victoria. 

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