[Parte única]
Sus finos dedos, pertenecientes a un cuerpo joven lleno de vitalidad, pero que por desgracia un cuerpo que fue lleno de maltratos durante toda su vida, pasaron por su carente pelo castaño, y con la otra mano sujetaba una masa de cabellos rubios, una melena artificial que le había servido para cubrir su cabeza, y parecer durante un tiempo una niña normal, una pequeña bonita y llena de energía. Había esperado tanto tiempo por pasar una vida normal.
Una vida sin maltratos, sin experimentaciones planeadas por padre, y ahora que iba a conseguir esa vida, se sentía abrumada.
Sin embargo, Eleven no podía cantar victoria tan rápido, debía estar alerta, comprobar que todo estuviera bien, y sacar a Will del Mundo del Revés sin ser atacados por el Demogorgon, sin acabar desapareciendo como algunas víctimas de aquel ser sobrenatural que parecía siempre estar al acecho de todo el mundo.
Bajó su mirada, cerrando sus párpados y cubriendo sus orbes cafés profundo, sintiendo una suave brisa llegar hacia su piel. Mientras la familia Wheeler dormía, ella había logrado salir de la casa a plena noche, en soledad, pero sin temor alguno. Ella se podía defender, y eso lo sabía muy bien.
¿Pero podría llegar a defender a sus seres queridos? ¿Podría llegar a salvar a Will, de poderlo sacar de esa tenebrosa realidad del revés, podría llegar a salir intacta de la última lucha contra el Demogorgon? Y lo más importante, lo que más la preocupaba, ¿podría dejar de ocultarse de los malos, de parecer un bicho raro, una loca, y muchos otros apodos hirientes que se le fueron dados por la sociedad?
Le dolía tener que recordar su pasado, aquel que vivió en completa soledad, con un escaso afecto por parte de padre y sin poder socializar con niños y niñas de su edad. Pero eso ya había terminado, ya nunca más dormiría pensando que el día siguiente sería tan monótono como el anterior, sabía que desde que logró escapar su vida había dado un giro casi inesperado. Un cambio de eventos que jamás esperó y que parecían ser tanto peligrosos como divertidos.
Sonrió mientras notaba algo húmedo, algo fino, algo que se comenzó a acumular en sus ojos, haciendo que un dolor agudo, quizás un escozor, se instalara en ellos. Lágrimas, pequeñas gotas surcando su inocente cara libre de arrugas o de imperfecciones, sus mejillas sonrosadas y sus párpados rojizos, sorbiendo con su nariz, y esta vez no para evitar que ésta sangrase como siempre ocurría cuando usaba su don, si es que así le podía llamar, pues su "don" más que cosas buenas le trajo desgracias.
—Duele— Eleven se quejó en voz baja, mientras notaba cómo el aire se tornaba más insoportable, y sentía un gran frío en la cabeza, pues su escaso pelo no le ayudaba en nada—. Duele mucho.
Eleven siempre había creído que aquel era su destino, que el poder mover objetos con la mente a voluntad tenía un precio que pagar: la libertad. Era algo que siempre pensó que no podría evitar, pues siempre había estado encerrada en aquel laboratorio en el que, si no aceptaba y cumplía las órdenes, recibía castigos variados.
Tantos recuerdos de dolor mezclándose a la vez acababan con sus escasas sonrisas. Deseaba borrarlos de su mente, poder tener amnesia y así no tener que pensar en su pasado y solo mirar su presente, no preocuparse en nada más que en mantener una buena relación de amistad con Mike, Dustin y Lucas. ¿Por qué parecía que todo le iba tan mal? Ella no había hecho nada, y menos eligió nacer con esos poderes psíquicos. Ella no había escogido ese destino que le deparaba.
Soltó un gran suspiro y se tumbó en la hierba húmeda por el rocío y volvió a soltar unos sollozos seguidos, esperando que nadie la escuchara, que nadie se diera de su presencia y que el Demogorgon no rondara por allí, pues al estar llena de tristeza se le sería imposible luchar, incluso siendo que su fuerza lo superaba en bastante.
Sintiéndose abrazada por la hierba, se colocó de nuevo la peluca, sintiendo una sensación de desasosiego, un sentimiento de tristeza que comenzó a invadirla por completo. ¿Era bonita, era lo suficiente buena amiga? ¿Qué pensaría Mike de ella? ¿Pensaría que era rarita, que era estúpida por no hablar mucho y que era insegura?
Su mente era un conjunto de inseguridades que deseaba borrar, y a veces lo lograba, pues al lado de los chicos, sobre todo cuando se hallaba junto a Mike, sentía una seguridad poderosa, una energía inagotable, una felicidad inexplicable, y pensaba que podría lograr superar cualquier cosa, por más complicada que fuera.
Y no podía entender qué era lo que sentía, por qué su corazón latía con tanta fuerza, hasta el punto en el que incluso le dolía y sentía que no podía respirar, no comprendía el hecho de por qué, aunque quería a los demás chicos, Mike era el más especial. Y deseaba saber el por qué.
¿Y qué mejor que resolver sus dudas preguntándole a Mike? Después de todo él siempre le había resuelto sus cuestiones, había sido servicial y aunque algunas veces se había enfadado con ella, siempre se las habían resuelto para hacer las paces.
Eleven acercó sus manos a su rostro, limpiando los restos de lágrimas. Las noches le gustaban, pues siempre solía reflexionar, pensar sobre su vida, aunque comenzó a hacer eso después de salir del laboratorio, pues cuando estaba allí, encerrada, a merced de sus superiores, no se había puesto a pensar jamás en el significado de la vida.
Pero ahora había comprendido que ésta era más valiosa de lo que alguna vez creyó, que debía disfrutarla al máximo y no caer en la depresión, no desfallecer en el abismo que se había creado a causa de recuerdos que le provocaban ira y tristeza.
Sumida en esos pensamientos, Eleven no notó la presencia de alguien a su lado, alguien que se había sentado en el pasto y la miraba con una sonrisa suave, comprensiva y cargada de amor, de un cariño que iba más allá de la amistad.
—¿El? —cuestionó la presencia que se había sentado al lado de la sollozante chica, la cual se sobresaltó al escuchar la inconfundible voz de Mike—. ¿Qué te ocurre? —su tono de evidente preocupación hizo que el corazón de Eleven volviera a latir con fuerza y sintiera sus lágrimas intensificarse.
—¿Mike? —la chica se incorporó de golpe, limpiando algunos restos de barro de su vestido y pensando en lo que podría decir, si era buena idea preguntar lo que tenía en mente—. ¿Crees que soy una buena amiga? — Eleven a la par que pronunciaba esas palabras arrimó su cuerpo con el del chico.
Mike abrió los ojos con sorpresa, mirando con compasión a Eleven, aturdido por el tono de tristeza con el que ella había pronunciado esas palabras, y se sintió abrumado por la cercanía que habían tomado entre ellos.
—Claro que eres una buena amiga, El. ¡Todos pensamos que eres una buena amiga! ¿Acaso crees lo contrario?— Mike alzó una ceja, moviendo nerviosamente la mano que se encontraba más cerca de Eleven.
—Yo...—la chica, con timidez, suspiró y miró directamente los ojos de Mike, sintiendo una conexión profunda y hermosa, y pensó que, si tuviera que pasar la resta de su vida con alguien, sería con Mike, sin dudarlo—. Te quiero, Mike —soltó de golpe.
Mike primero abrió los ojos, después los cerró y empezó a respirar con dificultad, para luego abrir la boca repetidas veces intentando decir algo, pero las palabras no salían de su lengua, su mente estaba bloqueada, y todo por tres simples palabras, dos sin contar su nombre, y sintió unos incontrolables deseos de abrazar a El, hacerla sentir mejor y que se sintiera a gusto, en su hogar.
—Yo también te quiero, Eleven. —El pecoso sonrió al pronunciar esas palabras, y notó cómo la chica se giraba, colocándose frente a frente de él, y acercando sus brazos hacia él. Ella se estaba adelantando, ella quería abrazarlo y sentir su calidez.
Mike le simplificó la acción a Eleven, acercándose a ella y rodeándola con sus brazos por la cintura, y notó cómo la de peluca apoyaba su cabeza en su hombro, aspirando su aroma que estaba combinado con el frescor del aire.
—Pero yo te quiero de otra forma. —Mike se separó de Eleven con lentitud, viendo cómo la chica alzaba las cejas en un gesto confuso, sintiéndose algo triste por las palabras del chico, pero eso era porque no las había comprendido.
Pero Mike se aseguraría de hacer que ella lo comprendiera, aunque no lo haría por palabras, sino por un simple pero significativo gesto.
Él se acercó con lentitud hacia Eleven, y con un movimiento rápido, juntó sus labios. Los dos sintieron distintos fuegos artificiales, mariposas revoloteando y Eleven por fin comprendió lo que sentía por Mike: amor.
Y no hay dudas de que aquella noche fue recordada por ellos durante mucho tiempo, y que las noches se habían convertido en algo sagrado, porque en las noches, reflexionaban, y a escondidas, podían demostrar su amor con gestos amorosos y llenos de cariño. Y realmente, el amor que sentían era puro y bello, pero la vida, por desgracia, les puso muchas pruebas en el futuro, pero nada que no se pudiera arreglar en una noche.
✨FIN ✨
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