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Miles Morales 42
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El apartamento en Brooklyn estaba tranquilo esa tarde. La luz del sol se filtraba tímidamente a través de las ventanas, iluminando el espacio pequeño pero acogedor que Miles Morales y su madre, Rio Morales, llamaban hogar. El ambiente se sentía cargado con la mezcla de risas suaves y conversaciones despreocupadas, como si el mundo exterior fuera algo lejano, ajeno a los problemas que Miles enfrentaba día tras día como un antihéroe.
Miles, un joven de piel morena, ojos castaños y un semblante serio, estaba sentado en el sofá, mirando fijamente la pantalla de su teléfono móvil. Había algo en su postura que delataba su preocupación constante, ese peso de tener que ser mucho más que solo un chico común. Aunque llevaba años en Estados Unidos, su acento tenía el toque de su tierra, un acento puertorriqueño entremezclado con las inflexiones de Brooklyn. Ese acento lo hacía único, como si en cada palabra se diera un reflejo de su herencia y la ciudad que lo había moldeado.
Con sus dos trenzas cuidadosamente hechas, las mismas que T/N solía arreglarle, Miles estaba en un momento de tranquilidad que no llegaba con frecuencia. Sus mejillas estaban decoradas por pequeñas pecas, marcas invisibles para los demás, pero que para él contaban una historia que solo él entendía. Era un chico serio, directo, con un sarcasmo afilado que a menudo usaba como una armadura. Pero hoy, esa armadura parecía un poco más delgada. Hoy, algo estaba diferente.
La puerta del apartamento se abrió suavemente y la figura familiar de T/N apareció en el umbral. Con una sonrisa brillante, su presencia llenó la habitación de una energía cálida y familiar. Aunque no llevaba un vestido elegante ni nada ostentoso, T/N tenía esa esencia que hacía que todo se sintiera en su lugar cuando ella estaba cerca.
—Hey Mami—Dijo Miles en tono suave, sin apartar la vista de su teléfono.
T/N, con su mirada traviesa, se acercó con paso ligero y se sentó junto a él en el sofá—Mami ¿Eh? ¿Así me llamas ahora?—Bromeó, dejándose caer junto a él. Miles levantó la mirada y la miró con una ligera sonrisa, esa que solo ella sabía hacer que apareciera.
—No te quejes—Respondió él, volviendo a su teléfono, aunque claramente disfrutaba de la compañía—Tú sabes que me gusta llamarte así. Es... cómodo.
T/N no pudo evitar sonreír ante la respuesta de Miles. Ella sabía cómo él era, cómo su sarcasmo y su forma de ser a veces podía esconder una vulnerabilidad que solo ella veía. Miles siempre decía que no le gustaba que le compraran nada, que no quería que nadie gastara dinero en él. Pero ella también sabía que, en realidad, él era el primero en insistir en que le comprara lo que necesitaba, sin dudarlo ni un segundo.
—Te vi el otro día en la tienda—Comenzó T/N con una sonrisa juguetona—No me digas que no me viste, porque te vi elegir algo para mí ¿Qué pasa, Miles, estás tratando de arruinar mi presupuesto?
Miles giró su cabeza hacia ella, con un tono más serio, pero con esa chispa de protección en sus ojos—No es arruinar tu presupuesto—Respondió, poniendo el teléfono a un lado y mirando fijamente—Es que no me gusta que gastes tu dinero en cosas que puedes conseguir de otra manera. Yo... prefiero comprarte todo. No me gusta que pienses que no puedo cuidar de ti.
T/N levantó una ceja, ligeramente sorprendida. Sabía que Miles tenía un orgullo profundo, y que su forma de mostrar cariño era, a menudo, a través de actos más que palabras. Pero también sabía que detrás de ese gesto había un chico que se preocupaba más de lo que podía admitir.
—Pero yo no lo veo como si tuviera que cuidarme—Dijo T/N, con una sonrisa suave y un brillo especial en sus ojos—Yo solo... quiero ser tu apoyo, ¿sabes? No necesito que me compres todo, Miles.
Pero él no podía dejarlo pasar—Lo sé, pero yo quiero hacerlo—Insistió él, un poco más terco de lo habitual—Eres lo más importante para mí, T/N. Y no quiero que pienses que no puedo hacer las cosas bien.
T/N suspiró y se acercó a él, tocando suavemente su rostro—Miles... lo haces bien. Me haces sentir especial, no importa lo que hagas.
Un pequeño silencio se instaló entre los dos. A veces las palabras no eran necesarias, solo el simple hecho de estar juntos era suficiente para entenderse. Miles se sentía a gusto en su presencia, como si el mundo fuera un poco más claro cuando T/N estaba cerca.
De repente, la voz familiar de Rio Morales, la madre de Miles, interrumpió el momento desde la cocina—Miles ¿Otra vez te has ido a gastar dinero en cosas que no necesitas?—La voz de Rio era llena de amor, pero también de la firmeza característica de una madre que conoce bien a su hijo.
Miles giró los ojos, pero se levantó del sofá con una sonrisa a medias—No es lo que parece, mami. Solo me aseguraba de que T/N tuviera lo que necesitaba.
—Ya, ya—Dijo Rio acercándose al salón—Lo importante es que ambos estén bien. Y Miles... te vi en la tienda. Estás siendo un tierno sin quererlo.
—¡Mami no!—Miles protestó, pero no pudo evitar reír. Su madre siempre tenía esa habilidad para avergonzarlo y hacerlo sentir amado al mismo tiempo.
T/N, viendo cómo Miles reaccionaba con su madre, no pudo evitar sonreír. Era un chico serio, sí, pero con su familia era diferente. Sabía que, a pesar de las barreras que ponía frente al mundo, había un lado suave y cálido en él que solo los más cercanos podían ver.
—Vamos mami—Dijo Miles con una sonrisa, mientras se acercaba a la cocina para ayudar a su madre—Solo quiero que T/N esté feliz. Eso es todo.
T/N los observó desde el sofá, sintiendo una cálida sensación en su pecho. Ella sabía que, a pesar de su actitud, Miles era un chico increíblemente leal y protector. No importaba lo que el mundo dijera de él, ella estaba agradecida por cada pequeño gesto que hacía, cada detalle que mostraba sin siquiera notarlo.
El apartamento estaba lleno de risas, de amor en su forma más pura, y en ese momento, todo parecía estar en su lugar. Miles Morales, el chico con el corazón lleno de lucha y dolor, estaba rodeado por las personas que más quería, y eso, para él, era más que suficiente.
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