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Miles Morales 42

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La terraza era el único rincón de la casa donde T/n encontraba un respiro. El aire fresco de la noche le ofrecía un alivio temporal de las paredes que la sofocaban, esas mismas que parecían encerrar todas las responsabilidades que no le correspondían.

Había pasado el día limpiando y cocinando, como siempre. Su hermano mayor, con su actitud autoritaria y despiadada, la había dejado exhausta. Apenas había comido algo, y sus manos aún llevaban rastros del jabón que había usado para fregar los platos. Sus piernas dolían, pero lo que más pesaba era su corazón.

Se dejó caer en una vieja silla de plástico en la terraza, abrazándose las piernas. Sus ojos, cargados de cansancio, vagaron por el cielo nocturno. Suspiró, sintiendo un nudo en el pecho que parecía imposible de deshacer. Un leve sonido llamó su atención. Apenas perceptible, como el roce del viento. Miró alrededor, pero no había nadie. Hasta que una sombra ágil saltó desde un edificio cercano y aterrizó con elegancia en la barandilla de la terraza.


—¿Otra noche difícil?


La voz de Miles Morales, suave pero profunda, la sacó de sus pensamientos. Él estaba ahí, en su traje de Merodeador, con los ojos brillantes de su máscara iluminando la oscuridad.


T/n parpadeó, sorprendida de verlo—Miles... ¿Qué haces aquí?

—Patrullando —Respondió, quitándose la máscara mientras se sentaba en el borde de la barandilla. Su cabello estaba ligeramente despeinado, y su rostro mostraba una mezcla de preocupación y ternura.


Miles estudió su rostro, notando las ojeras bajo sus ojos y la forma en que sus hombros estaban caídos. Su novia siempre era una persona vibrante, con una chispa única, pero esa noche se veía completamente apagada.


—T/n... —Dijo en un tono más serio mientras se levantaba y caminaba hacia ella—¿Qué está pasando?

Ella apartó la mirada, sintiendo el peso de su cansancio y de su orgullo—Nada, estoy bien.

Miles se agachó frente a ella, obligándola a mirarlo—No me mientas. Puedo ver que algo no está bien ¿Es tu hermano otra vez?


Los ojos de T/n se llenaron de lágrimas, pero negó con la cabeza, aunque la verdad estaba escrita en su expresión. Miles apretó la mandíbula, sintiendo cómo la ira se encendía en su pecho.


—¿Qué te hizo esta vez? —Preguntó con suavidad, aunque su tono contenía un filo peligroso.

Ella dudó antes de responder, su voz temblando—Lo mismo de siempre. Me hizo limpiar toda la casa, cocinar para él y sus amigos... Y si no lo hago, me grita.


Miles se levantó, claramente frustrado. Se pasó una mano por el cabello, intentando calmarse. Sabía que no podía irrumpir en la casa y enfrentarse directamente a su hermano, aunque la idea le resultaba tentadora. En cambio, respiró hondo y volvió a mirarla.


—No mereces eso, T/n. No deberías estar cargando con todo.

Ella se encogió de hombros, su voz apenas un susurro—No tengo opción. Es mi hermano.

Miles tomó sus manos entre las suyas, observando los pequeños cortes y la piel enrojecida de tanto trabajar—Tienes opción. Y siempre tienes a alguien que está de tu lado. Yo.


T/n dejó escapar un sollozo ahogado, inclinándose hacia él. Miles la abrazó con fuerza, envolviéndola con su calor y su fuerza.


—No dejaré que esto siga pasando —Dijo él con determinación.

—No quiero causarte problemas... —Murmuró ella contra su pecho.

Miles negó con la cabeza, acariciando su cabello—No eres un problema, T/n. Tú eres lo único que me importa.


Se quedaron así por unos minutos, el silencio roto solo por el suave sonido de su respiración. Cuando T/n finalmente se separó un poco, Miles la miró con una leve sonrisa.


—Vamos—Él se puso de pie y le extendió una mano.

—¿A dónde? —Preguntó, confundida.

—A cualquier lugar que no sea aquí. Necesitas un descanso, y yo necesito asegurarme de que sonrías antes de que termine esta noche.


T/n dudó, pero al ver la sinceridad en sus ojos, tomó su mano. Miles la guió hacia el borde de la terraza, poniéndose su máscara nuevamente.


—Confía en mí —Dijo antes de envolverla con un brazo y saltar al vacío.


El grito de T/n se convirtió en risa mientras Miles la llevaba a través de la ciudad, deslizándose entre edificios y dejando atrás, aunque sea por un rato, el peso de las responsabilidades. En ese momento, ella supo que, con Miles a su lado, podía encontrar la fuerza para enfrentar cualquier cosa.

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