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Miles Morales 42
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La habitación de Miles estaba sumida en penumbras. La única luz provenía de una lámpara tenue en el escritorio, proyectando sombras que danzaban sobre las paredes. Afuera, la lluvia golpeaba suavemente la ventana, un sonido constante que llenaba el silencio cargado de emociones.
Miles estaba sentado en la cama, con la cabeza entre las manos, sus codos apoyados en las rodillas. Su respiración era irregular, como si estuviera conteniendo un torrente de emociones que amenazaban con desbordarse. Llevaba puesta una camiseta negra, arrugada como si no le importara, y unos pantalones de algodón que apenas se sostenían en su delgado marco.
T/n estaba sentada a su lado, sus manos descansando cerca de él, como si esperara el momento adecuado para alcanzarlo. Su corazón se rompía al verlo así, tan quebrado y vulnerable, algo tan opuesto a la imagen fuerte y decidida que siempre mostraba.
—Miles... —Comenzó, su voz suave pero cargada de compasión.
Él no levantó la cabeza, pero su postura cambió ligeramente, como si la reconociera, como si su presencia fuera lo único que mantenía sus pedazos unidos.
—No sé qué hacer, T/n —Murmuró finalmente, su voz apenas un susurro. Sus palabras eran simples, pero el peso detrás de ellas era insoportable.
T/n deslizó su mano sobre su espalda, un toque ligero al principio, antes de comenzar a frotarla en pequeños círculos. Miles tensó los hombros al principio, pero luego se relajó poco a poco bajo su toque.
—No tienes que saber qué hacer ahora mismo —Dijo ella, su tono lleno de paciencia y amor—Lo que sientes es válido, Miles. Todo esto... todo este dolor... es parte de lo que significa amar tanto a alguien.
Miles finalmente levantó la cabeza, y T/n pudo ver las lágrimas que corrían por su rostro. Sus ojos oscuros, siempre tan intensos y determinados, ahora estaban llenos de una tristeza insondable.
—Él no merecía esto, T/n. Era un buen hombre. Hizo todo bien, siempre ¿Por qué él? —Preguntó, su voz quebrándose al final.
Ella se inclinó hacia él, rodeándolo con sus brazos. Lo sostuvo firmemente, como si su abrazo pudiera protegerlo de todo el dolor del mundo. Miles hundió su rostro en su hombro, sus lágrimas empapando la tela de su suéter, pero T/n no se movió ni un centímetro.
—No lo sé, Miles. No tengo respuestas, y sé que eso duele aún más —Admitió ella, su propia voz temblando ligeramente—Pero lo que sí sé es que él estaría tan orgulloso de ti. Todo lo que haces, todo lo que eres... eres el reflejo de la clase de hombre que él era.
Miles apretó los brazos alrededor de ella, como si su abrazo fuera lo único que lo mantenía anclado. El peso de su pérdida lo estaba aplastando, pero en ese momento, T/n era su refugio.
—No sé cómo seguir adelante sin él —Confesó, su voz apenas un susurro.
T/n se apartó solo lo suficiente para mirarlo a los ojos, su mano acariciando suavemente su rostro, limpiando las lágrimas que corrían por sus mejillas.
—No tienes que hacerlo solo, Miles. Yo estoy aquí contigo, siempre. No importa cuán oscuro se vuelva todo, no voy a dejarte —Prometió, su voz firme; pero tierna.
Él asintió débilmente, cerrando los ojos mientras apoyaba su frente contra la de ella. Por un momento, el mundo dejó de sentirse tan opresivo.
T/n tomó su mano entre las suyas, entrelazando sus dedos —¿Recuerdas lo que solías decirme cuando me sentía perdida? Que un paso, un respiro a la vez, era suficiente. Lo mismo aplica para ti, Miles.
Él dejó escapar un suspiro tembloroso, pero por primera vez en horas, parecía un poco más ligero.
—Gracias, T/n... por todo —Susurró, con un atisbo de gratitud en su tono.
Ella sonrió suavemente y lo abrazó una vez más, dejando que el silencio llenara el espacio. No había necesidad de más palabras. En ese momento, todo lo que importaba era que estaban juntos, enfrentando el dolor, un paso a la vez.
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