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Miles Morales 42
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Era una noche calurosa de verano y la ciudad de Nueva York estaba llena de vida. El bullicio de las calles y los sonidos lejanos de los coches se mezclaban con la música vibrante que salía de la discoteca más popular de la ciudad. Las luces de neón parpadeaban, iluminando el rostro de cada persona que pasaba por la entrada, y la energía en el aire parecía palpable.
T/n, quien usualmente era reservada y evitaba situaciones sociales, decidió salir de su zona de confort y entrar a la discoteca. No era su ambiente favorito, pero estaba decidida a pasar un buen rato. Había algo liberador en la música que resonaba en el lugar, pero a la vez, algo en ella la mantenía alejada del bullicio del baile. No le gustaba la multitud, no le gustaba la atención. Simplemente prefería observar desde la distancia.
Se sentó en una de las mesas cerca de la pista de baile, observando cómo todos se movían al ritmo de la música. Sus ojos recorrían los movimientos de las personas, admirando cómo algunas se entregaban a la pista con total confianza, mientras otras simplemente se dejaban llevar por el ritmo. Era un lugar lleno de energía, pero para T/n, la atmósfera solo la hacía sentirse más apartada.
Mientras pasaban los minutos, su mente divagaba, perdida en sus pensamientos. De repente, algo la sacó de su ensueño. Un chico, con una actitud relajada y una mirada penetrante, se acercó a su mesa. T/n no lo reconoció de inmediato, pero algo en su porte le resultaba familiar. Él se detuvo frente a ella y sonrió de una manera amigable, sin presionar, sin invadir su espacio.
—¿Estás disfrutando la fiesta? —Preguntó él con una voz suave, pero decidida.
T/n levantó la vista, sorprendida por la pregunta, pero no pudo evitar notar lo genuino en la expresión del chico. Estaba acostumbrada a que las personas intentaran imponer su presencia en situaciones como esta, pero él parecía diferente. Su mirada tranquila y confiada la hizo sentir, en un instante, un poco más cómoda.
—No mucho —Respondió T/n con su tono habitual, algo frío y distante. Sus ojos seguían el movimiento de los demás, pero no participaba. No era su tipo de ambiente.
El chico sonrió, como si ya hubiera anticipado su respuesta. Se sentó frente a ella sin pedir permiso, pero de una forma que no la hacía sentir incómoda. Había algo en él que transmitía calma, algo que desarmaba la coraza que T/n solía levantar para protegerse.
—A mí tampoco me gusta mucho la gente que intenta llamar la atención en estos lugares —Dijo él, mirando alrededor con una ligera mueca de desaprobación—Pero a veces, el lugar tiene algo que te hace querer quedarte un rato.
T/n lo miró por un momento, sorprendida por sus palabras. No era común encontrar a alguien que pensara de la misma manera que ella, alguien que entendiera que la multitud no siempre era la respuesta para disfrutar. El chico parecía genuino, sin pretensiones. Decidió probar hablar un poco más.
—Supongo que es más fácil cuando puedes encontrar tu propio espacio—T/n alzó una ceja, como si le costara admitir que, tal vez, un lugar lleno de personas también podía tener su encanto si sabías cómo encontrarlo.
El chico sonrió aún más, su mirada iluminada por un brillo travieso. Era evidente que le gustaba la forma en que T/n pensaba, pero sobre todo, parecía disfrutarse el momento, como si cada palabra de ella le ofreciera una nueva capa para descubrir.
—Eso es exactamente lo que pienso. A veces, las personas solo necesitan un empujón para soltarse ¿No? —Dijo, haciendo una pausa. Luego, con un toque de picardía, agregó—¿Te gustaría un empujón?
T/n frunció el ceño, algo desconcertada por su pregunta. No estaba acostumbrada a este tipo de bromas, pero su respuesta era sincera y directa.
—No soy fan del baile —Respondió sin pensarlo, alzando ligeramente los hombros como una forma de evitar el tema.
El chico no pareció ofendido en lo más mínimo. De hecho, su sonrisa se amplió y su expresión se suavizó, como si se estuviera divirtiendo con la situación. Había algo en su presencia que le daba a T/n una sensación extraña, como si sus barreras comenzaran a desmoronarse.
—¿Entonces, qué te gusta hacer? —Preguntó él, ahora un poco más intrigado—Porque, ya sabes, no todos tenemos que bailar para disfrutar.
T/n se quedó pensativa un momento. Esa pregunta era más difícil de lo que parecía. No era como si ella tuviera una lista de cosas que le gustaran en estos lugares. Era alguien que prefería lo sencillo, lo tranquilo, lo genuino. Finalmente, respondió de manera sincera, pero sin mucha emoción.
—Me gusta escuchar música, ver a los demás disfrutar. No me importa quedarme sentada, realmente—Hizo una pausa y luego, en tono un poco más suave, agregó—Es solo que no soy buena para este tipo de cosas.
El chico asintió lentamente, como si comprendiera perfectamente lo que quería decir. No la presionó para cambiar, no la hizo sentir fuera de lugar. Sin embargo, de repente, hizo algo inesperado. Se levantó de su silla, extendiendo la mano hacia ella.
—No te estoy pidiendo que seas una bailarina profesional, pero... —Dijo con una sonrisa confiada—¿Qué tal si intentamos un baile simple? Solo un paso, nada complicado. Quizá, solo por esta vez, puedas dejarte llevar.
T/n miró su mano extendida, algo sorprendida por la oferta. Los latidos de su corazón se aceleraron un poco, pero su curiosidad creció al ver la seriedad en sus ojos. ¿Sería esto lo que necesitaba? Un paso hacia algo que nunca había intentado, o simplemente algo que podría darle una pequeña dosis de valentía.
Finalmente, después de unos segundos de duda, T/n aceptó. Con un leve suspiro y una ligera sonrisa, levantó la mano, tocando la de él. A pesar de su timidez, hubo algo liberador en ese simple gesto. A veces, los pasos más pequeños eran los más significativos. Mientras comenzaban a moverse al ritmo de la música, una nueva sensación llenó a T/n, una sensación de ligereza que no había experimentado antes. Quizá este chico, con su actitud despreocupada, era exactamente lo que necesitaba para liberarse de sus miedos, aunque fuera solo por un rato.
Danzaban en el centro de la pista, T/n no podía evitar sonreír. No estaba sola, y quizás, solo quizás, este lugar no era tan malo después de todo.
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