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Miles Morales 42
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La noche se desplegaba sobre la ciudad con su manto oscuro, el cielo cubierto de nubes, mientras las luces de los edificios titilaban en la distancia. La brisa fresca movía las hojas de los árboles en las calles solitarias, creando una atmósfera casi perfecta para el Merodeador, que se deslizaba por las sombras con agilidad felina. Sus movimientos eran precisos, rápidos, su figura envuelta en el sigilo de la oscuridad. Mientras patrullaba, sentía esa tensión en el aire, esa sensación que siempre indicaba que algo estaba a punto de suceder.
Y justo cuando se encontraba al borde de un edificio, viendo la ciudad desde las alturas, sus sentidos se agudizaron. Un destello plateado apareció a lo lejos, un brillo que solo podía significar una cosa. Black Cat.
Sabía quién era. La ladrona más astuta y temida de la ciudad, siempre elusiva, siempre un paso adelante. Pero también, había algo más en ella, algo que hacía que su corazón latiera un poco más rápido cada vez que se encontraban. Un chisporroteo de química que parecía encender el aire entre ellos, cada vez que sus caminos se cruzaban.
Con un movimiento ágil, el Merodeador aterrizó suavemente en el mismo tejado donde ella se encontraba, observándola mientras manipulaba una caja fuerte con habilidad. El brillo plateado de sus guantes reflejaba las luces de la ciudad, y su traje era tan impactante como siempre.
Black Cat, con su presencia audaz, estaba vestida con un traje ajustado y elegante de un negro mate, cuya textura parecía fundirse con la oscuridad misma. El conjunto llevaba detalles plateados, desde el brillo en las costuras hasta los adornos en sus botas altas y en su cinturón, donde llevaba diversas herramientas para el robo. Lo que realmente llamaba la atención era su máscara, que cubría la parte superior de su rostro, dejando sus ojos verdes, intensos y cautivadores, al descubierto. Los guantes, también plateados, le daban un aire de sofisticación peligrosa, mientras que el corsé de su traje realzaba su figura de una manera seductora y mortal. Todo en ella era un sinónimo de misterio y poder.
—¿Tú aquí? —Preguntó el Merodeador con una sonrisa traviesa, observándola mientras ella continuaba con su trabajo, como si no le importara su presencia—Siempre haciendo de las tuyas ¿Eh T/N?
Ella levantó una ceja, sin voltearse, y continuó con su tarea, sabiendo que él no se iría sin un poco de charla.
—Sabes que no me gusta que me sigas, Morales —Respondió con una sonrisa cómplice, su voz tan suave como la seda, pero con un toque de desafío—Pero no me molesta tu compañía... siempre que te mantengas fuera de mi camino.
El Merodeador se acercó un paso más, sin quitarle los ojos de encima. Había algo en ella, algo que lo hacía sentir una mezcla de fascinación y deseo. Aunque ella estuviera haciendo lo que mejor sabía hacer, robar, no podía evitar sentirse atraído por su audacia y esa chispa peligrosa en su mirada.
—¿Y si te digo que vengo a detenerte? —Preguntó, mientras se apoyaba en el marco de la puerta, observándola con una expresión que no dejaba de ser juguetona.
Black Cat no podía evitar sonreír, girándose finalmente hacia él.
—¿Detenerme? —Repitió, dando un paso hacia él, su figura emergiendo como una sombra en la penumbra—Sabes bien que no puedes. Y aún si pudieras ¿Realmente lo harías?
El Merodeador la miró de arriba a abajo, notando cómo el brillo de sus ojos verdes intensificaba la tensión entre ellos. Cada palabra que ella decía, cada mirada que cruzaban, los acercaba más, como si el destino quisiera que se encontraran siempre en este juego de gato y ratón.
—¿Qué pasaría si... un día me cansara de atraparte? —Preguntó él, su tono bajo, casi un susurro, mientras se acercaba más a ella—¿Y si dejara que me atraparas tú a mí?
T/N sonrió, el brillo de su máscara plateada reflejando la luz, mientras sus dedos jugaban con la cerradura de la caja fuerte que ya había comenzado a abrirse.
—Eso sería un reto interesante, Merodeador —Dijo con una risa suave, pero llena de provocación—Pero te advierto, soy buena en lo que hago.
Por un momento, todo pareció detenerse. La electricidad en el aire entre ellos era palpable. Los dos sabían que esta relación era complicada, incluso peligrosa. Uno un antihéroe, otro una ladrona de alto nivel. Pero a veces, las líneas entre lo bueno y lo malo se difuminaban, especialmente cuando el deseo y la atracción eran más fuertes que la lógica.
En un rápido movimiento, el Merodeador se adelantó, bloqueando su camino hacia la caja fuerte. T/N levantó la cabeza, sorprendida por su audacia, pero también con una sonrisa traviesa en sus labios.
—¿Así que ahora me vas a detener? —Preguntó, desafiante, pero con una nota de interés en su voz.
El Merodeador se inclinó hacia ella, su respiración más acelerada por la cercanía. Los dos sabían lo que estaba en juego. Sabían que este coqueteo iba más allá de los simples juegos de poder.
—¿Por qué lo haría? —Dijo, mientras sus ojos se fijaban en los de ella—Puede que solo quiera... disfrutar de la vista.
En un parpadeo, los dos estaban tan cerca que la electricidad en el aire era casi tangible. Sin previo aviso, el Merodeador dio un paso más, acercándose a ella aún más, su aliento caliente y su rostro tan cerca del suyo que podía sentir el calor de su piel. La tensión se rompió cuando, con un rápido movimiento, la atrajo hacia él, pero, justo antes de que sus labios se rozaran, T/N sonrió de nuevo.
—Lo sabías ¿Verdad? —Dijo ella su voz un susurro en su oído—Que esto nunca podría ser simple.
El Merodeador se quedó en silencio, mirando esos ojos verdes que tanto lo fascinaban. Un suspiro escapó de sus labios.
—Nunca dijo que lo fuera —Respondió su voz baja y cargada de deseo.
Pero antes de que pudiera hacer cualquier otro movimiento, T/N aprovechó la oportunidad, deslizó su mano de forma experta y le robó la billetera del bolsillo. Rió entre dientes mientras se alejaba de él, deslizándose con gracia, como una sombra.
—Nunca cambiarás ¿Verdad? —Preguntó él, mirando cómo ella se alejaba.
—Y tú tampoco —Respondió ella, desapareciendo en la oscuridad de la noche.
Y aunque se estaban separando nuevamente, los dos sabían que su química, su juego peligroso, no había hecho más que intensificarse. Porque, aunque él intentaba atraparla, siempre había una parte de él que no quería hacerlo.
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