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Miles Morales 42

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La noche caía sobre Brooklyn como una manta oscura, envolviendo todo a su paso. Las luces de la ciudad parpadeaban débilmente, como si tuvieran miedo de la oscuridad que se cernía sobre ellas. La luna, oculta entre las nubes, apenas ofrecía luz. Sin embargo, para T/N, la falta de luz era su aliada. Se movía con la agilidad de una sombra, deslizándose entre los callejones como un espectro, sus pasos suaves, sus movimientos calculados.

T/N tenía un objetivo claro: un artefacto raro y valioso, perteneciente a una de las familias más influyentes de la ciudad, estaba oculto en un edificio de alta seguridad. La misión había llegado a sus manos a través de un cliente poderoso, alguien que nunca hacía preguntas. Y ella, como siempre, había aceptado el trabajo sin vacilar.

Caminó por los tejados, saltando de uno a otro con la destreza de un felino. Sus ojos brillaban con determinación mientras se acercaba al objetivo. Una vez llegó al edificio, comenzó a trabajar, desactivando con rapidez el sistema de seguridad. Estaba en su elemento: la oscuridad era su amiga, la tecnología su herramienta.

Tras unos minutos de tensa concentración, las alarmas de seguridad se apagaron, y la entrada a la bóveda privada se abrió ante ella. Una sonrisa de satisfacción cruzó su rostro. Estaba a punto de conseguir lo que había venido a buscar.

Con movimientos rápidos, comenzó a manipular el sistema de la bóveda. El resplandor de las pantallas iluminaba su rostro mientras sus dedos bailaban sobre los controles. Unos segundos después, el fuerte clic de la puerta abriéndose la hizo respirar con alivio.

Allí, en el centro de la sala, bajo una luz tenue y protegida por una vitrina de cristal, estaba: un cristal antiguo, incrustado en un marco dorado, cuyas leyendas hablaban de poderes místicos. T/N no podía evitar la emoción al tocarlo, el objeto de la codicia de su cliente. Lo tomó con cuidado, lo metió en su mochila y se preparó para salir.

Sin embargo, un ruido extraño en el aire la alertó. No era un sonido cualquiera, sino algo que provenía de las sombras. Un crujido sobre el techo, seguido de un sonido sordo, como si alguien se moviera con la misma ligereza que ella.

Se giró rápidamente, su cuerpo en alerta, y fue cuando lo vio.

El Merodeador.

Apareció de la nada, como siempre, emergiendo de las sombras de la noche con una gracia felina, su figura alta y envuelta en el manto oscuro. La máscara cubría su rostro, pero sus ojos, esos ojos brillantes y penetrantes, la observaban con una intensidad que hizo que el aire a su alrededor pareciera espeso.

T/N se tensó, su instinto le decía que la situación podría volverse peligrosa. Pero su orgullo también le impedía retroceder. Sabía que este enfrentamiento era inevitable.


—¿Qué quieres? —Preguntó con voz fría, a pesar de que su corazón latía con rapidez. En sus manos, el cuchillo estaba listo para ser usado si la situación se ponía tensa.


El Merodeador, sin embargo, no hizo ningún movimiento agresivo. En cambio, caminó hacia ella con pasos lentos y seguros, su postura desafiante, pero no amenazante.


—Impresionante —Dijo con voz grave, casi como un susurro, pero que aún resonaba en el vacío de la habitación—Pero no lo suficiente como para que no te encuentre.


T/N apretó los labios. Su mente calculaba rápidamente las posibilidades. ¿Era un enemigo? ¿Un vigilante con la ley en la mano? Ninguno de los dos parecía tenerlo claro. Lo que sí sabía era que, aunque su presencia la desbordaba, no podía permitir que la atrapara.


—No me importa quién eres ni qué quieres —Contestó con dureza—Deja que me vaya.


El Merodeador la observó en silencio, su mirada intensa pero sin malicia. Finalmente, su voz volvió a resonar en la quietud de la sala.


—No estoy aquí para detenerte. Estoy aquí para ofrecerte algo mejor que lo que haces ahora.


T/N arqueó una ceja, confundida.


—¿Ofrecerme algo? —Dijo sarcástica—¿Qué sabes tú de mí?

—Sé que tienes talento, sé que sabes lo que haces... pero también sé que lo estás desperdiciando—El Merodeador dio un paso más cerca de ella, su tono se suavizó, como si hablara desde una comprensión profunda—No tienes que seguir por este camino. No tienes que robar ni esconderte en las sombras. Tienes el potencial para hacer mucho más.


T/N se quedó en silencio. La sugerencia de cambio, esa idea de dejar atrás lo que conocía, la desconcertaba. Había pasado años construyendo una fachada, una vida de desconfianza y desapego. Nadie le había hablado nunca de esa manera. Nadie había visto lo que había debajo.


—No sé por qué me estás diciendo esto —Respondió, tratando de mantener la calma—No estoy interesada en tus lecciones de vida.


El Merodeador la miró fijamente, como si pudiera leer cada una de sus dudas y temores, como si pudiera ver más allá de su fachada de indiferencia.


—No te estoy pidiendo que cambies de inmediato, solo que consideres la posibilidad—Se acercó aún más, y esta vez T/N pudo sentir la cercanía de su presencia—No todos los caminos son los que crees. No todas las sombras son oscuras.


Sus palabras resonaron en el aire, y por un momento, T/N sintió que su armadura se resquebrajaba. Pero no podía dejarse llevar por esa sensación. No podía.


—No estoy aquí para cambiar —Dijo con firmeza, aunque su voz temblaba ligeramente—Solo quiero el cristal.


El Merodeador suspiró, pero no insistió.


—Dámelo y vete, antes de que me arrepienta de no haberte detenido—Extendió su mano hacia ella.


T/N miró el cristal en su mochila. Algo dentro de ella dudaba. Pero finalmente, cedió. Sacó el cristal y lo colocó suavemente en la mano del vigilante, su mirada fija en él.


—No sé por qué lo estoy haciendo —Murmuró, casi como si hablara consigo misma.

—Lo haces porque, en el fondo, sabes que puedes ser más de lo que eres ahora—La voz del Merodeador era baja, pero clara, como un susurro lleno de determinación.


Sin más palabras, él desapareció en la oscuridad de la noche, llevándose el cristal y dejándola sola, pero con una sensación extraña. Una sensación de que algo había cambiado, aunque aún no sabía exactamente qué era.

Mientras salía del edificio, T/N no podía evitar pensar en las palabras del Merodeador. ¿Estaba cambiando realmente? ¿O simplemente había dado un paso más hacia su perdición?

La noche se extendía ante ella, oscura y silenciosa, mientras caminaba por las calles vacías, el eco de esas palabras seguía resonando en su mente.

¿Qué pasaría si, de alguna forma, él tenía razón?

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