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Miles Morales 42

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El sol de la tarde teñía el cielo con pinceladas doradas y anaranjadas, marcando el inicio de un atardecer perfecto. T/n caminaba junto a Miles por las estrechas calles de Brooklyn, con una bolsa llena de latas de aerosol y pinceles colgando de su hombro. Había una emoción en su pecho que no podía disimular, no solo porque Miles había decidido compartir un pedazo de su mundo con ella, sino porque sabía cuánto significaba esto para él.

Desde que habían comenzado a salir, Miles siempre había sido reservado sobre ciertos aspectos de su vida, en especial su pasión por el arte callejero. Así que, cuando esa tarde le pidió que lo acompañara, T/n sintió que algo especial estaba por suceder.


—¿Seguro que no estoy invadiendo tu espacio? —Preguntó T/n, tratando de mantener el paso mientras Miles avanzaba con su típica confianza despreocupada.


Miles volteó a verla, con esa sonrisa que siempre lograba tranquilizarla.


—¿Invadiendo? Para nada, princesa. Quiero que lo veas. Esto... esto es importante para mí.


Las palabras de Miles resonaron en su mente mientras cruzaban un callejón tranquilo, apartado de la bulliciosa ciudad. Frente a ellos se levantaba una enorme pared de ladrillos, desgastada por el tiempo, pero perfecta para lo que Miles tenía planeado.


—Wow... —Murmuró T/n al ver el mural en proceso. Las líneas abstractas y los colores vibrantes parecían contar una historia, aunque aún no estuviera completa.


Miles dejó caer su mochila al suelo y comenzó a sacar las latas de pintura con movimientos ágiles y precisos. Se giró hacia ella, con una expresión que mezclaba emoción y una pizca de nerviosismo.


—¿Qué opinas? —Preguntó, rascándose la nuca como si necesitara la aprobación de T/n.

—Es... impresionante, Miles. Realmente impresionante —Respondió ella, admirando cada detalle del mural—Pero no entiendo por qué me necesitas aquí. Esto ya es perfecto.


Miles rio suavemente, sacudiendo la cabeza mientras le tendía una lata de pintura rosada.


—Perfecto, no. Falta tu toque. Vamos ¿Me ayudas?


T/n tomó la lata con una mezcla de sorpresa y emoción.


—¿Estás seguro de que no voy a arruinarlo?

—Confío en ti más de lo que confío en mí mismo, T/n. Además, el arte callejero no tiene errores.


Con esas palabras, Miles comenzó a trabajar, moviéndose con una fluidez que solo alguien que realmente amaba lo que hacía podía tener. T/n lo observó por un momento, admirando cómo sus manos trazaban líneas con una precisión casi mágica, cómo sus ojos brillaban con concentración y cómo su sonrisa aparecía cada vez que añadía un detalle que lo satisfacía.

Finalmente, T/n se unió, trazando líneas y formas a su manera. Al principio, sus movimientos eran tímidos, pero pronto empezó a relajarse, perdiéndose en el flujo creativo.


—¡Mira esto! —dijo emocionada, mostrando un diseño floral que había añadido en una esquina del mural.


Miles se acercó para verlo, inclinando la cabeza mientras fingía estar analizando profundamente el trabajo.


—Mmm... no está mal, pero... —Miles tomó una lata de pintura azul y, sin previo aviso, roció una línea en el aire, alcanzando la manga de la camiseta de T/n—Creo que le falta algo.


T/n lo miró con los ojos abiertos de par en par, antes de reírse y levantar una lata de pintura amarilla.


—¿Ah, sí? Pues veamos cómo te gusta esto.


Roció pintura hacia él, alcanzando su brazo y parte de su cabello. Miles fingió estar ofendido, pero la sonrisa en su rostro lo delató.


—Esto es una declaración de guerra, princesa.


La guerra de pintura comenzó. Ambos corrieron por el callejón, lanzándose líneas de color y esquivando los ataques del otro. Las risas llenaron el aire mientras las latas de pintura vaciaban sus contenidos en sus ropas, piel y cabello. T/n logró escapar de un ataque sorpresa de Miles, pero terminó tropezando ligeramente, lo que le dio a Miles la oportunidad perfecta para atraparla por la cintura.


—Te tengo —Dijo, con una sonrisa triunfal, justo antes de rozar la punta de su nariz con pintura rosa.


Ambos estaban cubiertos de colores tonos rosados, amarillos, azules y verdes manchaban sus rostros y ropa, pero ninguno parecía importarle. La respiración de T/n se aceleró cuando Miles la miró fijamente, su expresión cambiando de juguetona a seria.


—Sabes algo, T/n... —Murmuró él, sus ojos oscuros fijándose en los de ella—Te ves increíble.


Antes de que pudiera responder, Miles se inclinó y la besó. Sus labios se encontraron en un beso que comenzó suave, pero pronto se tornó más apasionado. Las manos de Miles rodearon su cintura, atrayéndola más cerca, mientras las de T/n se enredaban en su cabello pintado.

El aroma de la pintura fresca, mezclado con la calidez del momento, lo hacía todo aún más intenso. T/n se dejó llevar por la fuerza del beso, olvidándose del mundo que los rodeaba. Cuando finalmente se separaron, ambos estaban sin aliento, pero sus sonrisas hablaban más que las palabras.


—Ahora estoy completamente cubierta de pintura y besos —Bromeó T/n, mirándolo con ojos brillantes.

—Y yo también —Respondió Miles, rozando su nariz con la de ella— Pero no cambiaría este desastre por nada.


Esa noche, el mural quedó a medio terminar, pero para ellos, había sido la obra maestra más significativa de todas: un recuerdo lleno de amor, risas y colores que siempre llevarían en sus corazones.

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