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Miles Morales 42

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La noche había caído sobre Brooklyn, envolviendo las calles en una calma engañosa después de un día lleno de caos. T/n estaba sentada en el borde de la cama de Miles, su mirada fija en la pequeña vela encendida sobre el pastel que había preparado con dedicación durante horas. No era grande ni extravagante, pero llevaba todo su amor en cada capa de esponjoso bizcocho de chocolate y la cobertura de crema batida decorada con cuidado.

El reloj en la pared marcaba las 11:56 p. m., y con cada segundo que pasaba, el miedo de que Miles no regresara a tiempo crecía en su pecho. No era extraño que pasara horas patrullando o enfrentándose a criminales; sabía lo importante que era para él. Pero esta vez, T/n deseaba que recordara que este día también era especial, que se permitiera ser el centro de atención aunque fuera solo un momento. Mientras esperaba, la vela parpadeaba, proyectando sombras danzantes en las paredes del cuarto. Ella suspiró, apoyando la barbilla en su mano. 


"Quizá debería haberle recordado que hoy era su cumpleaños" Pensó, pero desechó la idea casi de inmediato. Quería sorprenderlo, mostrarle que alguien más estaba pensando en él mientras él cargaba con el peso del mundo.


De repente, el leve chirrido de la ventana abriéndose hizo que se sobresaltara. Miles entró con sigilo, su figura oscura apenas iluminada por la luz de la vela. Estaba vestido con su traje del Merodeador, aunque llevaba la máscara en la mano, dejando al descubierto su rostro marcado por el cansancio. Sus ojos se abrieron con sorpresa al verla allí, despierta, sosteniendo el pequeño pastel.


—T/n... ¿Qué haces aquí tan tarde? —Preguntó, cerrando la ventana detrás de él.


Ella sonrió suavemente, levantándose con cuidado mientras sostenía el pastel con ambas manos.


—Te estaba esperando, cumpleañero.


Miles frunció el ceño, parpadeando como si no entendiera sus palabras al principio.


—¿Cumpleañero?

—¿No te acuerdas? —Preguntó, ladeando la cabeza con una mezcla de incredulidad y ternura.


El rostro de Miles se suavizó al darse cuenta de lo que había olvidado.


—Demonios... —Murmuró, pasándose una mano por el cabello. Sus hombros cayeron, la culpa evidente en cada línea de su postura.

—No te preocupes —Dijo T/n, acercándose a él. La vela titilaba, y el dulce aroma del pastel llenaba el cuarto—Sé que estuviste ocupado salvando el día, como siempre. Pero aún quedan unos minutos de tu cumpleaños, y pensé que podíamos celebrarlo, aunque sea un poquito.


Miles la miró, y por un momento, no supo qué decir. Había pasado todo el día enfrentándose al peligro, pero aquí estaba ella, con los ojos brillantes de amor y sosteniendo un gesto tan simple, pero tan significativo.


—Eres increíble —Susurró, con una mezcla de admiración y asombro.

T/n sonrió más ampliamente y empezó a cantar suavemente—Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz...


Miles no pudo evitar reírse, su corazón calentándose con cada palabra de su voz melodiosa. Se dejó caer en la cama, quitándose los guantes mientras la escuchaba terminar la canción.


—Vamos, pide un deseo —Dijo ella cuando terminó, sosteniendo el pastel frente a él.


Miles se inclinó hacia la vela, sus ojos atrapados en los de ella antes de cerrarlos. No necesitaba tiempo para decidir su deseo; ya sabía lo que quería más que nada en el mundo. Con un suave soplido, la llama se extinguió, dejando el cuarto en penumbra.

T/n colocó el pastel sobre la mesita de noche y se sentó junto a él, mirando cómo su expresión pasaba de tranquila a algo más intenso.


—¿Qué pediste?


Miles negó con la cabeza, una pequeña sonrisa jugando en sus labios.


—No puedo decirte, princesa. Si no, no se cumple.

—Ah, ¿así que crees en los deseos? —Bromeó ella, empujándolo ligeramente con el hombro.

—Cuando estoy contigo, creo en muchas cosas que antes no creía —Admitió, y su voz tenía un peso que la hizo enrojecer.


El silencio que siguió no fue incómodo; fue cálido, lleno de significado no dicho. Miles levantó una mano y acarició suavemente la mejilla de T/n, como si quisiera grabar ese momento en su memoria para siempre.


—Gracias T/n. Por esto, por esperar, por... ser tú.

—Siempre, Miles —Respondió ella, inclinándose para recostar su cabeza contra su hombro— Siempre voy a estar aquí para ti.


Esa noche, mientras compartían el pequeño pastel y se reían de las manchas de crema que Miles accidentalmente dejó en su nariz, él no pudo evitar pensar que, aunque su vida estaba llena de caos y peligro, tener a T/n lo hacía todo valer la pena. Y por mucho que odiara olvidar cosas importantes como su propio cumpleaños, sabía que jamás olvidaría cuánto la amaba.

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