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Miles Morales 42
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La tarde se deslizaba lentamente hacia la noche, y la habitación de T/n estaba bañada por la suave luz anaranjada del atardecer que se filtraba a través de las cortinas. A pesar de la calidez que el ambiente ofrecía, una sensación de insatisfacción rondaba a T/n, quien permanecía de pie frente al espejo, mordiéndose ligeramente el labio mientras examinaba cada detalle de su reflejo.
Llevaba puesto un suéter de un tono pastel que alguna vez había sido su favorito. Sin embargo, ese día parecía no ajustarse de la manera correcta, como si todo en ella estuviera desentonado. Sus manos jugaban nerviosamente con las puntas de su cabello, tratando de domar unos mechones rebeldes que no querían acomodarse. Un suspiro escapó de sus labios mientras se cruzaba de brazos, tratando de ignorar el creciente malestar en su pecho.
Miles estaba sentado en la cama, su cuerpo relajado, aunque sus ojos no dejaban de observarla con preocupación. Sostenía uno de los cojines entre sus manos, apretándolo distraídamente mientras trataba de descifrar qué pasaba por la mente de su novia. Él conocía cada una de sus expresiones, pero aquella, la mezcla de duda y descontento, siempre lograba inquietarlo.
—¿Pasa algo, amor? —Preguntó finalmente, su voz baja pero cargada de genuina preocupación.
T/n no respondió de inmediato. Sus ojos continuaron enfocados en el espejo, pero eventualmente bajaron hacia el suelo, como si las palabras fueran demasiado difíciles de pronunciar.
—Es que... —Comenzó, pero su voz se apagó rápidamente. Tragó saliva y volvió a intentarlo—No sé, Miles. Últimamente no me siento bien conmigo misma.
Aquella confesión hizo que Miles dejara el cojín a un lado y se pusiera de pie al instante. Sus cejas se fruncieron ligeramente, no con enojo, sino con una mezcla de tristeza y empatía. Caminó hacia ella, colocándose a una distancia suficiente para no invadir su espacio personal, pero lo suficientemente cerca para que supiera que estaba allí.
—¿Por qué dices eso? —Preguntó con suavidad.
T/n suspiró nuevamente, frotándose los brazos en un intento de calmarse.
—No sé, Miles. Siento que no me veo como debería. Mira mi cabello... está horrible hoy. Mi cara... —Hizo una pausa, señalando una pequeña imperfección en su mejilla—Mira esto. Y mis piernas... ni siquiera quiero hablar de ellas.
Mientras hablaba, Miles la escuchaba con atención, su mirada oscureciéndose por la tristeza que le provocaba escucharla hablar de sí misma de esa manera. Cada palabra que decía le dolía más de lo que habría imaginado.
—T/n... —Murmuró, pero ella levantó una mano para detenerlo.
—Es verdad, Miles. No tienes que decirme que no es así. Lo sé. Sé que a veces exagero, pero hoy no puedo evitar sentir que todo está mal conmigo.
Miles se acercó lentamente, colocando sus manos en los hombros de T/n. A través del espejo, ambos se observaron por un momento, aunque ella evitaba su mirada directamente.
—¿Puedo decirte algo? —Dijo con cuidado, esperando su permiso.
T/n asintió débilmente, y Miles tomó eso como una señal para continuar.
—Mírate bien, amor. Pero no te mires con esos ojos críticos que parecen solo buscar defectos. Quiero que te mires como yo te veo.
Ella lo miró a través del espejo, pero aún había duda en sus ojos.
—¿Y cómo me ves tú?
Miles giró a T/n con suavidad, colocándola frente a él. Tomó su rostro entre sus manos, sus pulgares acariciando sus mejillas con una ternura infinita.
—Yo veo a la chica más hermosa del mundo. Y no estoy exagerando, T/n. Tu cabello, incluso cuando dices que está "Horrible", es perfecto para mí. Me encanta cómo se siente cuando lo paso entre mis dedos. Esa marca en tu cara, ¿sabes lo que veo? Veo carácter, algo que te hace única, que te hace real.
Ella intentó apartar la mirada, pero Miles no se lo permitió, sosteniéndola con firmeza pero sin presionarla.
—Tus piernas... —Continuó, con una pequeña sonrisa en sus labios— ¿En serio vas a quejarte de ellas? ¿Sabes lo fuerte que son? Cada vez que te veo bailar, no puedo dejar de pensar en lo increíble que eres, en todo el esfuerzo que pones en cada movimiento.
T/n sintió que un nudo se formaba en su garganta.
—Pero no siempre me siento así... —susurró, sus ojos llenándose de lágrimas.
Miles asintió, comprendiendo perfectamente lo que quería decir.
—Lo sé, amor. Y está bien no sentirte increíble todo el tiempo. Pero quiero que sepas que, aunque tú no lo veas, yo sí. Yo siempre voy a verte como la mujer increíble que eres.
Las lágrimas comenzaron a caer por las mejillas de T/n, y Miles las limpió con sus pulgares antes de inclinarse para besar su frente.
—Gracias Miles... —Murmuró, su voz temblando por la emoción.
—Siempre amor—Respondió él con una sonrisa cálida, rodeándola con sus brazos y atrayéndola hacia él.
Se quedaron así por un momento, abrazados, con el ritmo de sus respiraciones sincronizándose poco a poco. Finalmente, Miles se inclinó un poco hacia atrás, mirándola con una chispa traviesa en sus ojos.
—Ahora ¿Qué te parece si me dejas dibujarte? —Preguntó con una sonrisa que logró sacarle una pequeña risa a T/n.
—¿Dibujarme?
—Sí. Voy a dibujar la obra de arte que eres, para que nunca olvides cómo te veo.
T/n rió entre lágrimas, sintiendo cómo el peso de sus inseguridades comenzaba a disiparse poco a poco. Con Miles a su lado, sabía que no enfrentaría sola esos días difíciles.
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