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Miles Morales 42
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Brooklyn respiraba misterio aquella noche, con la ciudad envuelta en un silencio apenas roto por el murmullo lejano del tráfico y el eco de pasos apresurados. La lluvia había cesado hacía poco, dejando un brillo húmedo sobre las calles y los edificios, reflejando las luces de neón que parecían bailar en los charcos. Dos figuras destacaban contra ese telón urbano, enfrentándose como sombras en un duelo coreografiado por el destino.
Spiderwoman, con su traje de color rosado y negro ajustado, se movía con gracia sobrehumana. El diseño de su atuendo era tanto funcional como elegante: un panel frontal rosado acentuado con detalles en negro, alas de tul que se desplegaban como un destello de seda bajo sus brazos y una máscara que ocultaba su identidad pero dejaba al descubierto la intensidad de sus movimientos. Sus guantes, decorados con líneas negras, eran un complemento perfecto para las botas que le daban firmeza a cada aterrizaje en los tejados.
Al otro lado, el Merodeador. Su presencia era imponente, con la armadura púrpura y negra que parecía absorber la luz y reflejar solo peligro. La capa que lo seguía en cada movimiento le confería un aire casi fantasmagórico, como si fuera la sombra de la noche misma. Ninguno de los dos hablaba. Sus respiraciones, aceleradas por la intensidad de la batalla, eran el único sonido que llenaba el aire entre cada golpe.
Spiderwoman lanzó una telaraña hacia un muro cercano, impulsándose para esquivar un ataque directo del Merodeador, que blandía sus guanteletes armados con precisión letal. Ella aterrizó con elegancia en la cornisa de un edificio, observándolo desde las alturas con una mezcla de desconfianza y curiosidad. Había algo en él, en su forma de moverse, en la manera en que anticipaba sus movimientos, que la inquietaba de una manera diferente a cualquier otro enemigo.
—Eres mejor de lo que pensaba —Comentó ella, su voz cargada de desafío mientras permanecía agazapada, lista para el próximo intercambio.
El Merodeador levantó la mirada hacia ella, su máscara ocultando cualquier rastro de emoción.
—Y tú más molesta de lo que esperaba. Pero aquí termina tu noche—Su tono era bajo, distorsionado, y lo suficientemente frío como para helar el aire entre ellos.
Sin previo aviso, se lanzó hacia ella con un salto poderoso. Spiderwoman respondió lanzando dos telarañas a los lados, usándolas como líneas de balanceo para esquivar el ataque. A medida que el combate continuaba, sus movimientos se volvieron más frenéticos, más personales. Cada golpe intercambiado parecía estar cargado de una energía inexplicable, como si ambos supieran, en lo más profundo, que esto no era solo una simple pelea.
Finalmente, un golpe combinado los envió cayendo al suelo, aterrizando con fuerza en un callejón oscuro. El impacto los dejó momentáneamente inmóviles, sus cuerpos tensos mientras recuperaban el aliento. T/n fue la primera en levantarse, tambaleándose levemente antes de fijar su mirada en el Merodeador. Algo dentro de ella le susurraba que había algo familiar en él, algo que no podía ignorar.
—No entiendo por qué sigues haciendo esto. ¿Qué ganas con perseguirme? —Preguntó ella, su voz rompiendo el tenso silencio.
Ambos se quedaron jadeando, a pocos metros el uno del otro, evaluándose mutuamente con cautela. Fue entonces cuando algo cambió. En un movimiento rápido, el Merodeador desactivó el modulador de su voz.
—Deberías rendirte. No tienes idea de quién soy—Dijo con un tono más natural, bajo y grave, pero sin la distorsión habitual.
El corazón de T/n se detuvo por un momento. Reconocía esa voz. No podía ser.
—¿Miles? —Murmuró, sin darse cuenta de que lo había dicho en voz alta.
Él se tensó. Su reacción lo delató, pero todavía intentó mantener la compostura.
—¿Qué dijiste? —Preguntó, su tono ahora más afilado.
T/n, incapaz de contener la incredulidad, levantó una mano temblorosa hacia su propia máscara y se la quitó lentamente. Su rostro quedó expuesto bajo la tenue luz de una farola cercana.
Cuando Miles vio su rostro, su mundo se detuvo. T/n. Su T/n. La chica que había amado en secreto y con todo su ser estaba frente a él, pero no como la chica normal que conocía en el día, sino como su enemiga en las noches.
—No puede ser... —Murmuró, dando un paso atrás como si la realidad lo hubiera golpeado físicamente.
—¿Tú? —T/n respiró profundamente, tratando de encontrar las palabras adecuadas mientras el caos se desataba dentro de su mente—¿Tú eres el Merodeador?
Miles se quitó la máscara lentamente, revelando su rostro. Su expresión estaba llena de incredulidad y culpa, sus ojos oscuros buscando desesperadamente los de ella.
—T/n... no quería que te enteraras así—Admitió, su voz cargada de sinceridad y algo más profundo: miedo.
—¿Cuánto tiempo llevas haciendo esto? —Preguntó ella, su tono tembloroso mientras trataba de mantener la calma.
—El tiempo suficiente para saber que el mundo necesita alguien que haga lo que otros no pueden—Miles desvió la mirada, incapaz de sostener la suya por mucho tiempo—Pero nunca imaginé que Spiderwoman eras tú.
Ella se cruzó de brazos, la confusión y la ira mezclándose en su expresión.
—¿Y yo? ¿Sabes cuántas veces he estado a punto de lastimarte sin saber quién eras?
Miles levantó las manos en un gesto de rendición.
—Nunca quise lastimarte, T/n. Siempre he tratado de protegerte, incluso sin saber que tú...
Ella cerró los ojos, respirando profundamente para calmarse. Ambos habían estado viviendo una doble vida, ocultándose la verdad por miedo a perder lo que tenían.
—Esto... no va a ser fácil. —dijo finalmente, abriendo los ojos para mirarlo directamente.
Miles dio un paso adelante, su mirada firme y decidida.
—Nada con nosotros lo es. Pero, T/n, no voy a dejar que esto nos separe. Podemos encontrar una manera. Juntos.
Ella lo observó, sus ojos suavizándose mientras un pequeño destello de esperanza surgía en su interior.
—Más te vale, Morales. —respondió con una ligera sonrisa.
Miles dejó escapar una carcajada suave, aliviado.
—Siempre lo hago, ¿no?
—No siempre. —replicó ella, pero esta vez su tono era más ligero, casi divertido.
Y así, bajo la sombra de Brooklyn, dos almas divididas por sus identidades se unieron, enfrentando un nuevo desafío: amarse a pesar de las máscaras que habían usado para ocultarse.
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