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Miles Morales 42
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La tarde caía en Brooklyn, con el cielo pintado de tonos anaranjados y púrpuras. El apartamento estaba tranquilo, con la única compañía del ligero murmullo de la televisión encendida. T/N había salido unos minutos a comprar algo de comer, dejando a Miles con la promesa de que volvería pronto.
Al regresar, subió los escalones con una bolsa en la mano, el eco de sus pasos resonando en el pasillo. Pero algo la detuvo cuando llegó a la puerta del apartamento. Un aroma peculiar flotaba en el aire, uno que no esperaba encontrar.
Era humo.
Frunció el ceño, apresurando el paso y empujando la puerta abierta.
—¿Miles? —Llamó, dejando la bolsa en la mesa de la cocina.
No obtuvo respuesta inmediata, pero el rastro del humo la llevó al pequeño balcón que daba al callejón trasero. Cuando cruzó el umbral, se detuvo en seco.
Miles estaba ahí, apoyado contra la barandilla, una mano descansando en el bolsillo de su chaqueta y la otra sosteniendo un cigarro. El humo ascendía en espirales hacia el cielo, mezclándose con el aire fresco de la tarde.
—¿Qué demonios estás haciendo? —Preguntó T/N, su tono cargado de incredulidad.
Miles giró la cabeza hacia ella, su expresión calmada como siempre, aunque el brillo de sorpresa en sus ojos lo delataba. Apagó el cigarro contra la barandilla y lo dejó caer al suelo antes de hablar.
—No es lo que piensas, mami.
Ella cruzó los brazos, dando un paso hacia él.
—¿De verdad? Porque parece exactamente lo que pienso.
Miles suspiró, pasándose una mano por el cabello mientras miraba hacia otro lado.
—No es algo que haga siempre.
—Eso no lo hace mejor, Miles—El tono de T/N no era de enojo, sino de decepción, lo que lo golpeó más fuerte que cualquier reproche.
Se quedó en silencio por un momento, pensando en qué decir. Finalmente, levantó la mirada para encontrar la de ella.
—A veces... necesito calmarme.
T/N lo miró fijamente, leyendo entre líneas. Sabía que la vida que llevaba no era fácil, que las noches como el Merodeador dejaban marcas más profundas que las físicas. Pero eso no significaba que estuviera bien recurrir a algo así.
—¿Y no se te ocurrió hablar conmigo en lugar de esto? —Preguntó, acercándose un poco más.
Miles bajó la mirada, sus manos apretándose en puños.
—No quería preocuparte más de lo que ya lo hago.
T/N sintió que su corazón se apretaba al escuchar esas palabras. Tomó suavemente una de sus manos, obligándolo a mirarla.
—Miles, me preocupo porque te amo, no porque seas una carga. Si algo te está afectando, quiero que me lo digas, no que lo enfrentes solo.
Él cerró los ojos por un momento, dejando escapar un suspiro pesado.
—Lo siento, mami. No fue mi intención molestarte.
—No estoy molesta, estoy preocupada—Su tono era más suave ahora, pero igual de firme—Solo quiero que encuentres mejores maneras de lidiar con todo esto.
Miles asintió lentamente, apretando los labios antes de inclinarse hacia ella.
—Prometo que no volverá a pasar.
—¿De verdad?
—De verdad.
Ella lo miró un momento más antes de sonreír ligeramente.
—Bien. Ahora entra. La comida se está enfriando.
Miles dejó escapar una pequeña risa, siguiendo a T/N de regreso al apartamento. Mientras cerraban la puerta, ella se giró para mirarlo una vez más.
—Y Miles... —Dijo, levantando una ceja—si alguna vez vuelvo a verte haciendo eso, habrá consecuencias.
Él sonrió de lado, levantando las manos en señal de rendición.
—Entendido, mami.
Aunque sabía que no sería fácil, Miles decidió que sus palabras eran suficientes para hacerlo cambiar. Después de todo, no había nada más importante que el amor que compartían, y eso valía más que cualquier escape temporal.
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