◆━━━━━━━◆❃◆━━━━━━━◆

Miles Morales 42

◆━━━━━━━◆❃◆━━━━━━━◆

La noche estaba tranquila, y el cielo de Brooklyn era una manta de estrellas parpadeantes que se asomaban entre los edificios. Miles había insistido en llevar a T/N a un lugar especial, uno que pocas personas conocían la azotea de un edificio abandonado que ofrecía una vista panorámica de la ciudad. Allí, el mundo parecía detenerse, y la constante agitación de Brooklyn quedaba muy lejos.

T/N estaba de pie junto al borde, admirando la vista mientras la brisa nocturna jugaba con su cabello. Llevaba puesta la chaqueta de Miles, que él mismo le había insistido en darle antes de subir, con el pretexto de que podría tener frío. Pero en realidad, quería verla envuelta en algo suyo, como una extensión de su protección.

—¿Cómo encontraste este lugar? —Preguntó ella, girándose hacia él con una sonrisa curiosa.

Miles, que estaba a unos pasos detrás de ella, metió las manos en los bolsillos, con esa mezcla de seriedad y nerviosismo que rara vez mostraba.

—Lo descubrí hace años, cuando necesitaba un lugar para pensar. Aquí todo se siente más... claro.

T/N asintió, comprendiendo lo que quería decir. Había algo mágico en ese rincón apartado del mundo.

—Es hermoso, Miles. Gracias por traerme.

Él dio un paso adelante, cerrando la distancia entre ellos. Sus ojos castaños brillaban bajo la luz tenue de las estrellas, pero había algo más en su mirada esta vez, algo que T/N no podía descifrar del todo.

—Hay algo que quería darte, mami —Dijo finalmente, su voz suave pero cargada de emoción.

T/N ladeó la cabeza, intrigada.

—¿Darme? ¿Qué es?

Miles respiró hondo y sacó una pequeña cajita negra de su bolsillo. La abrió lentamente, revelando dos anillos plateados, simples pero elegantes, con un diseño entrelazado que parecía simbolizar dos caminos convergiendo en uno solo.

T/N se quedó sin palabras, mirando los anillos y luego a él.

—Miles...

—Son anillos de promesa —Interrumpió él, su tono más firme ahora, como si quisiera asegurarse de que entendiera la importancia del momento—No son de compromiso, pero para mí significan algo igual de serio.

Ella parpadeó, aún procesando lo que estaba sucediendo, mientras él tomaba uno de los anillos con cuidado.

—Quiero que tengas esto porque... porque tú eres mi persona, T/N—Las palabras salieron de él con una sinceridad que hizo que el corazón de T/N diera un vuelco—Sé que a veces no soy el mejor para decir lo que siento, pero tú eres lo único que me da paz en este mundo. Cuando estoy contigo, todo lo demás... desaparece.

Ella lo miró con los ojos llenos de lágrimas que no podía detener.

—Miles, yo...

Él sonrió suavemente, sosteniendo su mano y deslizándole el anillo con una delicadeza que contrastaba con la fuerza que solía mostrar en su día a día.

—No tienes que decir nada, mami. Solo quiero que sepas que estoy contigo. Siempre.

T/N lo miró fijamente, incapaz de contenerse más, y se lanzó a abrazarlo con todas sus fuerzas. Miles la sostuvo con la misma intensidad, enterrando su rostro en su cuello mientras ella murmuraba contra su pecho.

—Eres increíble, Miles. No sé cómo tuve tanta suerte de encontrarte.

Él se separó ligeramente para mirarla a los ojos, su mano acariciando suavemente su mejilla.

—La suerte fue mía, T/N.

Entonces, le mostró el otro anillo.

—¿Me ayudas con este?

T/N rió entre lágrimas y tomó el anillo, colocándoselo en su dedo.

—Ahí está, señor Morales. Ahora estás oficialmente atrapado conmigo.

Miles dejó escapar una risa baja, una de esas que solo ella lograba arrancarle, y la atrajo para un beso lento, profundo, lleno de todo lo que sentía por ella.

Mientras el viento soplaba a su alrededor y las luces de la ciudad titilaban en la distancia, los anillos brillaban en sus manos unidas, sellando una promesa que ninguno de los dos planeaba romper jamás.