
Capítulo 1
Una Mile de diez con sus ojos de diferente color, piel blanca, pero no como cuando nació, pálido de enfermedad y desnutrida, corría por su vida, hasta que se esconde debajo de la cama para que Meran, su padre, no la encontrara. Tenía prohibido comer demás, solo le daban lo putrefacto o las sobras. Ella se tapa la boca para no llorar, sabía lo que le esperaba, pero él alcanzó a verla cuando se esconde, la jala de los pies la desnuda para golpearla y luego abusar de ella, un golpe lo hace caer sobre la pequeña, su madre Seinis, llorando destruyo un jarrón para noquear a su marido y lo saca de encima de la pequeña, viste a su hija con deprisa la saca del lugar, le besa la frente y la mira con mucho dolor y amor,
─ corre hija mía, al cuarto del retrato y como te he enseñado has un portal para que vayas donde tus abuelos y estés segura, me encargare de todo lo demás ─ Los portales se hacen con una cierta energía, que en el universo Tectovet le dicen cosmo. Mile asienta y corre al cuarto de retrato
Como era de esperarse, la pequeña se equivocó, su cosmo no era lo suficiente y el miedo que tenia no la dejaba pensar de la mejor forma. La pequeña llega al bosque de las penumbras, un lugar malo para una niña pequeña, asustada y de poco cosmo y el hambre que sentía, tampoco ayudaba. Sus lágrimas no paraban de salir, todos le explicaban que ese era el bosque prohibido, casi nadie podría salir vivo de allí, por los monstruos que vivían en aquel lugar.
A través de los árboles vio una sombra, un hombre se le acercaba, ella muy asustada intentó correr, pero una raíz de los árboles la hizo caer de cara. Sintió como unas manos la levantaban, ella pensó que era su fin que uno de aquellos monstruos se la comería. La persona que la sostenía la giró y la miro a los ojos, de inmediato supo quién era, pero por el trato con su abuelo no podía revelar nada. Ella solo con su presencia tembló, no era una bestia, sino una persona. Era un hombre de piel blanca, pelo blanco, ojos celestes, alas de un dragón negras, una trenza caía de su pelo, musculoso, ancho y tenía un aro en la oreja izquierda. Su energía era tanto que con solo mirarlo daba escalofríos. Mile del miedo que tenía se orinó. Cuando el hombre se dio cuenta de lo que estaba sucediendo y sintió su vestido mojado, la abrazó y le hizo cariño en su cabeza, cuando la soltó y se puso de rodillas hasta su altura y le dio una gran sonrisa y de la nada Mile se sintió calmada. Sus lágrimas de nuevo comenzaron a caer, porque sentía que nada malo le pasaría si estaba con aquella persona.
─ ¿Qué haces tú sola aquí pequeña? ─ mientras le secaba las lágrimas a Mile ─ No llores más, no te haré nada princesa. Soy Frenedeit, el dios de las almas del universo de las sombras y tu princesa ¿Quién eres? ─ Mile quedó consternada, no conocía nada donde este hombre, Frenedeit gobernaba. Sabía que había más universos, pero solo eso.
─ Me llamo Mile y soy princesa del universo Tectovet ─ una gran sonrisa salió de los labios de Frenedeit. Mile le contó que iba al castillo de sus abuelos a refugiarse de su papá Meran, cuando el escucho ese nombre se estremeció y sus rasgos se volvieron malos y sombríos, nunca se imaginó que él le haría daño. ella creyó ver, que sus ojos se volvieron rojos, pero no se equivocaba. Donde proviene Frenedeit es normal esta característica cuando están enojados. También alguna vez se los vio a su madre de esa manera y no comprendía el porqué.
─ Vamos te guiaré hasta donde tus abuelos, ya sabes en este bosque no tienes que temer, si eres una buena chica y no entras más allá ─ Mile asintió y tomó la mano de él, quien la encaminó hasta el castillo.
Ella en todo el camino hablo con él, cada vez que sus ojos se cruzaban más confianza encontraba en Frenedeit. Siempre soñó sentirse de esta manera con su padre, pero nunca lo obtuvo, siempre él le daba miedo y todo el tiempo intentaba dañarla, en cambio con Frenedeit se sentía cómoda y feliz, aunque sabía que él era aún un desconocido. Su madre siempre le recalcó el no hablar con extraños, pero sentía que lo conocía, porque veía algunos rasgos de ella y su madre en él. sí le contaba de él a su madre, no dejaría ver más a su nuevo amigo. No recordaba de donde era, pero sentía que era alguien bueno, aunque su energía decía lo contrario. En una de sus tantas conversaciones que estaban teniendo ella le mostró su ala y el por qué decidió caminar en vez de volar. La cara de Frenedeit demostraba horror y la rabia al ver el ala rota de Mile, la giro y tomo su ala y curo el gran corte provocado por Meran. Cuando todo estuvo en su lugar, siguieron caminando, porque aún no podía volar, tenía que dejar que descansara o se volvería a romper. Cuando se acercaron al castillo de los dioses, él la abrazó fuertemente, cuando la soltó le dio una mirada llena de dulzura y dolor, le encantaría contarle el gran secreto, pero aún era una niña y más le dolía que, su padre la seguía maltratando y no podía estar allí para defenderla.
─ Hasta acá te puedo dejar princesa ─ Mile no lo quería soltar y comenzó a llorar de nuevo ─ No llores otro día nos volveremos a ver te lo prometo, no soy muy bienvenido en el castillo de los dioses, por órdenes del dios Tectovet ─ Con eso él la soltó de sus brazos y comenzó a volar lejos de Mile.
Sin otra cosa más que hacer en aquel lugar, caminó hasta el castillo de los dioses, mirando el bosque, extrañaría sentirse de esa manera, pero en su corazón sentía que lo volvería a ver. Cuando llegó a las grandes puertas de madera, se giró para mirar una última vez el bosque de las penumbras, donde el gran dios de las almas la había acompañado hasta su destino original. Mile llamo para que la abriese, por una campana que colgaba allí, las grandes puertas de madera se abrieron y un guardia real salió, cuando vio quien se trataba se espantó, verla con sangre seca en su cara y sus ojos hinchados. La tomó en brazos y la guio hasta donde sus abuelos. Llegaron al cuarto de los tronos donde se encontraban ellos. Dos grandes tronos posaban en un extremo de la habitación, era de oro puro, a cada lado de ellos un tipo de mesa donde sus abuelos la utilizaban para poner sus copas. A los pies una alfombra roja de seda. El cuarto en si era de ladrillo, pero todo de color rosado pálido, el piso era de cerámica, blanca para el lado izquierdo que representaba a la diosa y del lado derecho negra, que representaba al dios. Al frente de los tronos una de las paredes colgaba la bandera y el otro extremo colgaba el escudo, pero Mile no les puso mucha atención, aún no se lo enseñaban sobre aquello.
La diosa Key se sorprendió y corrió donde el guardia y le quitó a Mile de los brazos suavemente, no podía creer ver a la niña allí sola y en ese estado. Ninguno de los dioses podía creer lo que estaba pasando en el castillo de los reyes. Mile no espero y le contó todo lo que sucedió con Meran como llego al bosque de las penumbras, también les conto sobre Frenedeit, el dios la miro con frialdad, no sabía que el dios de la muerte le había dicho a su nieta, pero solo esperaba que no la verdad o esto se convertiría en algo peor. Ellos decidieron no decirle nada a sus padres, más con la forma de comportarse que tenía Meran, pensaría que es culpa de Seinis o tal vez que la niña lo había buscado, su hijo no quería saber nada del universo de las sombras y el Mellart.
Llevaron a su nieta al gran comedor, que tenía una mesa para más de veinticinco personas, ya en ella había comida, Mile estaba sorprendida, nunca había visto una mesa llena, también que la hayan contado en la mesa, siempre comía en la cocina y solo las sobras, su padre se encargaba de eso y el que no respetase su decisión lo asesinaba.
─ No te sorprenda mi bebé ─ Miró a su abuelo, que tenía el don de leer las mentes. Le dio una dulce sonrisa y ella se tranquilizó ─ Los sirvientes te vieron y por eso te contaron en la mesa, además tienes derecho a estar sentada con nosotros, mi pequeñita ─ Mile no había comido desde hace mucho tiempo y estaba feliz sentada por fin en una mesa y no en el suelo o en la cocina, mientras sus abuelos le contaban chiste para que olvidara lo sucedido en el castillo de los reyes y el bosque de las penumbras.
Esa noche se quedó en el castillo de los abuelos, tenían una habitación especial para ella. Las paredes como del todo el castillo eran de ladrillo, pero era del color favorito de Mile, morado, flores crecían en las paredes, una cama bastante grande, que apenas llenaba la cuarta parte de aquella con su cuerpo pequeño, con una mosquitera hecha de tela fina, color lila. Sus sábanas hechas de una seda morada y un cobertor de plumas de alas de un unicornio rosada. Al día siguiente tuvo que volver a la realidad, Seinis mando a los guardias a buscar a Mile, los dioses no estaban seguros si dejarla ir, pero lo hicieron, aunque sabían que se iban a arrepentir, ella lloraba mirando a sus abuelos, quería seguir allí, no quería vivir con sus padres y no entendía porque los dioses la mandaban para allá. Hasta los guardias que la fueron a buscar compadecieron por aquella escena, sabía que lo que pasaría, pero no podían hacer nada para defenderla, el rey era de temer. Los dioses tomaron aquella decisión porque su hija era la madre de la pequeña y solo tendrían que esperar que ella recapacitase sobre aquella decisión.
Pasaron la semana sin ninguna novedad, Mile asustada en su habitación que era el calabozo del castillo, lleno de moho, barro, olor a putrefacto y ratas que les temía. Su cama no era como la del castillo de los dioses, sino una hecha de paja y era fría e incómoda, ella pensaba que era un castigo por algo que había hecho, pero para su corta edad, no la dejaba ver la verdad, que era por lo que paso antes de que naciera, pero tenía la esperanza que algún día podría dormir en un cuarto del castillo, tenía miedo, sueño y hambre. Meran se empeñaba en no dejar probar ningún bocado. Seinis intentaba con todas sus fuerzas protegerla, pero en ese momento Meran era más fuerte que ella, le quitaba toda su energía, además, la golpeaba todos los días y en cualquier momento que se le diera la gana, todos sufrían por esa pequeña niña, pensaban que hubiera sido mejor que ella hubiera muerto ese día al nacer.
Desde lejos en otro universo, Earse miraba todo lo sucedido, intento llevarse a Mile varias veces, pero Meran se empeñaba en no dejarlo, como él sabía que la niña podría ser su hija por las características de sus ojos, pero como también podía ser de el dios Den.
Un día cualquiera Mile se pudo escapar de su habitación y su madre la encontró dando vueltas y escondiéndose, voló donde ella y la tomó en sus brazos para darle una ducha, olía mal por estar durmiendo y viviendo en ese calabozo. Fue algo hermoso para su madre, casi no pasaba tiempo con su pequeña y eso le frustraba porque solo deseaba que ella estuviera bien, quería darle todo lo que merece una princesa, pero por Meran no podía. Seinis la lleva a la habitación que le iba a pertenecer y saca ropa limpia del gran armario, que era lo único que tenía ese lugar. Cuando Mile ya estuvo lista fueron a pasear al jardín de rosas, como su nombre lo dice solo había rosas, pero de todos los colores existentes en ese universo, excepto el color blanco, que solo se daba en el universo Mellart. Jugando y riendo perdiendo la noción de donde se encontraba e ignorando de quien las miraba de una ventana cercana, Meran sintió ira por aquella escena, ella no era su hija, no tenía que disfrutar nada de aquello, tampoco le iba dar el gusto a su ex amigo Den en entregársela, prefería dársela a su amigo Earse, pero luego de enterarse de lo que había hecho con las bebés y Seinis, tuvieron una pelea casi a muerte, que si no es por el dios Tectovet, el rey hubiera muerto, allí fue cuando prohíbe la entrada al universo, a todos del universo de la Sombras. En ese instante cuando vio que las dos estaban entrando, se miró por un momento en un espejo y vio que la marca Zalazar había aumentado.
Cuando entraron para que Mile fuera al calabozo, antes de que se enterara el esposo de Seinis, Meran con una espada en las manos apuntó a Mile, ella comenzó a temblar de miedo, porque sabía el significado de aquel movimiento, Meran la atacaría. sabían que no tendría piedad, la madre se paralizo, nunca pensó que él la estaba espiando, miro los ojos del rey la marca de los Zalazar estaba presente, sabía que no pararía hasta que una de las dos quede inconsciente. Quería separase de él, pero no tenía el valor y tampoco si la siguiera hasta donde fuera.
─ ¿Qué haces fuera de tu habitación bastarda? ¿acaso te di permiso para que recorrieras todo el castillo, ensuciando con tu asquerosa presencia y tú olor asqueroso? ─ Mile solo se limitó a llorar y orinarse de nuevo ─ Hay engendra odio cuando haces esa asquerosidad, agáchate y bebe tu propia orina, es lo único que te mereces, hoy no tienes comida, por salir sin mi autorización. No sé cómo aún sigues con vida ─ Mile no podía moverse y Meran más se enfadó, movió su mano para enterrarle la espada a Mile.
Mile no espero una instrucción de su mamá y se fue volando, para refugiarse del ataque de su padre, Meran golpea con el mango de la espada a Seinis y va tras Mile. Ella entra a una habitación, era la estancia de su madre, aquel lugar inundado de naturaleza abrió un portal y se dijo a sí misma "por favor portal llévame donde pertenezco", pensó que llegaría donde sus abuelos, pero en vez de llegar al castillo de los dioses, llegó a un lugar desconocido.
Una gran puerta negra, como si la hubieran quemado, apareció frente de ella, con un escudo muy extraño, era cuatro cuadros tétricos, pero no se asustó, sentía que había visto este lugar en uno de sus sueños. Al lado izquierdo superior, una imagen de llamas negras con las fases de la luna roja, más conocida por la luna de las brujas y unos seres que su madre dijo que hay que temer. En el lado derecho superior una especie de sombra, con ojos de sangre que caía hasta manchar todo ese recuadro, por el olor metálico que desprendía era sangre, al lado izquierdo inferior las mismas llamas negras, pero con un fondo de sangre y el al lado derecho inferior, esas mismas sombras, pero eran más de una, seguían con la mirada y eso le dio escalofríos.
Mile giro para ver en donde se encontraba y se dio cuenta que detrás de ella estaba el bosque de las penumbras y a los costados de la puerta un muro de concreto negro, como si hubiera sido quemado, al igual que la puerta y manchado con sangre. De nuevo miro el escudo y unas letras aparecieron en el lado derecho superior, una escritura que no sabía su significado, pero al mirarla detenidamente se dio cuenta que decía universo de las sombras, no entendía cómo podía leerlo, se acordó de su amigo Frenedeit. Intento tocar el escudo y se encontró con algo viscoso, cuando se fue a mirar la mano, era sangre intentó no gritar, pero no pudo callar porque la puerta se abrió.
Un lugar sombrío apareció tras la puerta de roble quemada. Entro con miedo, el lugar no le daba una buena corazonada, pero a la vez sentía que no le pasaría nada. La curiosidad de niña le había ganado. Miro el piso y era ceniza y al frente un gran castillo de concreto negro con manchas de sangre, ni el castillo de los abuelos de Mile era tan grande como aquel. Algo en el castillo le llamó la atención, en la puerta que era de un café oscuro estaba el mismo escudo de la puerta anterior, pero algo había cambiado, se acercó para ver más de cerca y vio que en vez de seres terroríficos, eran personas con manos más alargadas con garras, ojos color sangre, piel pálida y una sonrisa extraña, no tenían alas, pero si sangre en sus labios. La gran puerta cuando ella se acercó se abrió con un chirrido, pero nadie del otro lado estaba ahí, era un pasillo largo y oscuro, estaba indecisa si entrar o no, su curiosidad gano y se decidió ingresar a aquel castillo.
Al entrar la puerta se cerró de golpe y a ella se le erizo la piel. Camino por un gran pasillo con una alfombra que al parecer era blanca, pero tenía muchas manchas rojas y oscuras. Al girar a la derecha se encontró con una puerta de acero, no había forma de mover aquella puerta tan pesada, con un solo movimiento de mano para poder mover la puerta, la abrió y se sorprendió. Adentro dos tronos negros llenos de espina, con unos cráneos encima de ellos, pero no se diferenciaban si eran personas o animales, en uno de esos tronos, había un hombre de cabello blanco, de piel pálida, con globos oculares negras y sus pupilas, la del ojo izquierdo gris y la del lado derecho rojo, se parecían a los ojos de Frenedeit y a los que su padre estaba teniendo en estos días. Sus dientes eran en punta, sus alas de dragón con las orillas rojas y todo lo demás era negro. Al frente de ese espeluznante ser, unos seres igual que el escudo de la puerta, pero ellos estaban serios, escuchando las instrucciones de aquel ser, que al parecer era el rey. Ese hombre paró de hablar y miró a la pequeña Mile, ella contuvo el aliento y su cuerpo se paralizo, aquel ser no daba nada de confianza, pero como con el escudo, sintió que lo vio en sus sueños. Ese ser tan extraño no le quito la vista de encima y los otros seres giraron para ver lo que él miraba. Todos estaban quietos y callado observándola como si de un ser diferente y extraño hubiera estado presente.
─ Mi señor qué haremos con la intrusa ─ Dijo un ser que es igual al escudo, que la apunto con su dedo pulgar, con la mano hacia atrás, Mile comenzó a temblar, porque sabía que no debía estar en aquel lugar y también porque no sabía cómo entendía el idioma. Todo era muy confuso, quería correr, pero estaba paralizada aún.
─ Devórenla si quieren, da lo mismo, pero me dejan su alma esta vez, para luego seguir con la reunión ─ Dijo el hombre que estaba en el trono. Todos respondieron un si mi señor, Mile comenzó a gritar cuando esos seres estaban cerca de ella. lo único que hizo fue ponerse de cuclillas y colocar sus manos en la cabeza, en posición fetal, al igual que lo hacía cuando Meran comenzaba a golpearla, se sintió una explosión y también sintió, como algo caía a su espalda.
«Esto no puede ser, como... No creo que seas tú ─ dijo el ser del trono, Mile se incorporó y vio a su alrededor y grandes manchas de sangre y olor a metal había en el ambiente. Miro sus manos y estaba cubierta de sangre, pero más viscosa y oscura. El único que sobrevivió fue el hombre sentado en el trono, él se acercó a ella y le dio un gran abrazo. Cuando la bajo, ella se dio cuenta que se parecía un poco a Frenedeit ─ Pequeña ¿cuál es tu nombre y que haces aquí?»
─ Me... Me... Me llamo Mile Key y soy princesa de Tectovet. No sé qué hago en este lugar, solo llegue por el portal que me enseño hacer mi mamá ─ él se dio la vuelta y de nuevo se sentó en el trono, ella estaba nerviosa, también desconcertada por la reacción de ese ser.
─ Tu eres hija de Seinis y Meran, ¿no es así? ─ ella asintió. Él solo se agarró la cabeza y miró al techo con una gran sonrisa, sabía lo que significaba, tendría que hablar con su hermano mayor ─ Mi nombre es Kailer y soy dios supremo de las sombras ─ Cuando dijo las sombras Mile le dio una gran sonrisa, se acordó de su amigo del bosque.
─ ¿Conoces a Frenedeit? ─ Dijo muy entusiasmada, Kailer la miró sorprendido, y luego le dio una sonrisa, aunque no tan dulce como las de Frenedeit ese día en el bosque de las penumbras, aunque él no entendía de donde lo conocía, también hablaría con él, porque estaba prohibido acercarse a esa familia.
─ Si, si lo conozco, es mi hermano menor, ¿Cómo lo conoces tú? ─ Mile no espero más y comenzó a dar brincos y se elevaba con sus pequeñas alas, le contó todo lo sucedido y cómo conoció al dios de las almas y como llego a este lugar, Kailer solo se limitó a asentir.
Kailer tenía que guardar el secreto hasta hablar con su hermano mayor, esto podría cambiar todo, pero tenía que alejar a su hermano menor de ella. Él la invito a quedarse en el castillo hasta cuando sintiera ganas de irse, sabía que sus hermanos estaban en una gran misión. Ella comió y durmió, se quedó varios días en ese lugar. Algo dentro de ella comenzaba a incomodarle, como estaría su mamá, ojalá su papá no le hiciera tanto daño como siempre. Sin decirle nada a Kailer abrió de nuevo un portal y pidió esta vez quería ir donde su madre.
Esta vez le salió bien, su madre estaba en la cocina llorando, con la cara toda morada, porque Meran la golpeó, por no saber el paradero de su hija, él creía que se la había entregado a Den, pero ni su madre sabía dónde estaba y cuando se enterase, todo sería podía ser catastrófico. al sentir un ruido Seinis giro bruscamente y vio a Mile y más lloraba, corrió a abrazar a su hija, la besaba por todos lados, no pensaba en verla de nuevo, solo pedía que estuviese bien y no muerta. No podía creer que ella estuviera viva, porque Meran salió a buscarla hace unas cuatro horas atrás y le prometió que esa niña no llegaría con aire en sus pulmones. La sentó frente de ella y le paso un plato de pastel de frutas y ella, aunque no sentía demasiada necesidad de comer, lo hizo porque sabía que lo preparo su madre. El rey fue donde su antiguo amigo Den a buscar a su bastarda, pero por sorpresa no estaba allí, pero se fue con la satisfacción de la sangrienta pelea que tuvo con él, por un momento se le vino a su mente que estaba en las Sombras, pero era imposible, sí que se olvidó de aquello y se dirigió a su castillo, para ver a Seinis, ya iba un poco más calmado.
Un guardia llego donde ellas estaban y le dijo a su reina que un hombre la esperaba en la sala de tronos. Mile quiso ir con ella porque le daba miedo quedarse sola y más si estaba la posibilidad que llegara Meran. Al llegar a la sala de tronos que era la misma que la de sus abuelos se encontró a un hombre parado observando la bandera. El hombre sintió la llegada de las dos y giro, les dio una sonrisa. Seinis no se impresionó al ver aquel hombre, pero sí tuvo miedo por la reacción que podría tener Meran al verlo, su antiguo amigo Earse estaba allí, su corazón palpitaba a gran velocidad. Le pidió a su hija que mejor fuera a jugar fuera del castillo y ella muy tímidamente salió sin mirar ni hacer ruidos porque estaba espantada, la energía de ese hombre no era buena. Ahí en ese momento su madre se dio cuenta todo lo que sucedía, sabiendo que era culpa de ella, tenía la idea de ir a vivir al castillo de los dioses por seguridad de su hija, pero prefirió no hacerlo era imposible que fuera hija de él.
Mile decidió ir al pueblo para alejarse del problema que se acercaba al castillo, fue con un guardia que Seinis asigno por estos casos, lo hizo hace tiempo, pero el guardaba distancia, para que ella no se diera cuenta. En el pueblo todos la ignoraban era la orden de Meran, pero ella no le gustaba, en todos lados de este universo lo hacían. Quería volver a sentirse como una princesa en el universo de las sombras y se le cruzo una idea, volvería a aquel lugar, aunque tenía miedo de dejar a su madre sola con aquel hombre y con su padre Meran, pero tampoco quería sentirse invisible como se sentía ahora. Pero ese guardia aún estaba con ella, miro el castillo de lejos, no era grande como el de Kailer, pero él de los reyes era más llamativo y no tan sombrío como aquel.
Dejo que pasaran unos días, Meran aún no había regresado, pues él había ido donde los Zalazar para terminar de firmar el contrato, ya le daba lo mismo todo. El elixir de amor se le había ido hace días, sí que no le importaba si mataba o no a Seinis, para él era una ramera y su corazón estaba dolido por lo que hizo. Mile dentro del calabozo, abrió el portal que la llevaría a donde deseaba en ese momento. Llego a la puerta, sabía lo que tenía qué hacer. Al entrar al castillo se dirigió donde creía que estaba Kailer y no se equivocó. Al entrar se dio cuenta que otro hombre se encontraba con Kailer, era Frenedeit. Por cómo estaban se veía que estaban discutiendo. Él le había contado a su hermano la visita de esta pequeña, le llamo la atención por acercarse a ella.
─ ... Y sabes que tenías mantenerte lejos Frenedeit ─ Le dijo Kailer muy seriamente ─ aunque sea capaz de estar al lado tuyo no debe estarlo y tú lo sabes.
─ Tú no puedes decirme que hacer, sé que eres el mayor y estas sobre mí, pero no te da derecho a prohibirme que este cerca de ella ─ Mile no sabía de quien hablaba, pero no le gustaba ver estas escenas, le hacían recordar como Meran discutía con Seinis.
«A parte hermano, la encontré de casualidad sí que cámbiame esa cara, porque no sabía que era ella ─ Kailer se dio cuenta de la presencia de Mile y cambio su mirada de enfado ha sorprendido. Frenedeit giro su cabeza para ver que sorprendía tanto a su hermano mayor. Cuando la vio solo se limitó a sonreír, hace tiempo que no la veía, esta vez sus ojos brillaban, no estaban opacos, como en el bosque de las penumbras.»
─ Mile, mi niña, creí que alguien te avía asustado y por eso te fuiste ─ Frenedeit la observaba con compasión, Mile no sabía si decir algo o solo callar, venía con miedo y verlos discutir fue peor, pensó que estaría como antes, pero no fue así, no le gustaba ver a las personas gritar.
─ Eres idiota Kailer, hiciste que tuviera miedo. Mira sus ojos y así dices que eres mayor ─ Kailer lo miró fijamente y sus ojos se volvieron rojo, era lo que colmó el vaso, su hermano menor nunca había sido así con él, se le estaba yendo de las manos su atrevimiento, los de Frenedeit también se pusieron de ese color y por un momento se olvidaron de la pequeña Mile. La habitación comenzó a temblar, sus cuerpos irradiaban algo de luz, pero no sabía por qué era negra, sus manos se alargaron, garras salieron de sus uñas, sus dientes crecieron y todos parecían colmillo. No se quitaban la vista de encima, comenzaron a gruñir y humo salía de sus narices. Mile decidió entrar porque la puerta comenzó a moverse.
El suelo que era de cemento comenzó a quebrantarse, las paredes tenían grietas por todos lados. Kailer de un solo movimiento de mano mando a volar a otro extremo de la habitación a Frenedeit, él sangraba de la nariz. Frenedeit abrió la mano y comenzó a apretarla con fuerza, hasta que esta estuvo blanca por completa, mientras Kailer comenzó a luchar para respirar, pero Frenedeit no se dio cuenta que Mile le afecto el ataque igual. Cuando ella grito, con su poco aliento, Frenedeit paro el ataque y Kailer aprovecho de atacarlo, pero fue un toque muy débil que no lo sintió en ese momento, porque se sentía mal. Mile lloraba desconsolada cuando él se acercó, ella lo rechazó. Frenedeit comenzó a llorar y le pedía perdón de rodillas. Kailer intento acercarse, pero igual lo rechazo. Los dos hermanos se miraron y tuvieron la misma idea. Ella debía olvidarse de este momento, era muy pequeña para sufrir un ataque de esa manera por la muerte.
─ Hay que borrarle la memoria ─ Dijo Frenedeit, su hermano mayor asintió. ─ Pero solo de mí y esta estúpida pelea, me da vergüenza que me viera de esta manera y no merezco que me recuerde ─ Kailer asintió.
Frenedeit la abrazó, aunque ella no quería, le dio un beso en la frente y le dijo "nunca te olvidaré" le toco la cabeza y comenzó a borrarle la memoria, pero solo de él. Ellos volvieron a la normalidad al igual que la habitación, lo que hizo él, hace que las personas se duerman. Abrió un portal, que para ellos se llamaba sombras, era uno que solo los de esa familia podrían viajar, lo que los hermanos no sabían, que ella viajaba así. llego al castillo de los dioses de Tectovet. La acostó en su gran cama le dio un beso en la frente y se retiró con lágrimas en sus mejillas. Tenía que tomar distancia, sabía que se iba enterar su hermano mayor, Earse, que era mayor que Kailer, las cosas se pondrían fea y de igual manera no dejaría que se acercase.
Cuando despertó Mile, se sentía un poco mareada y no sabía dónde se encontraba. Se dio cuenta que estaba en el calabozo. Se quiso incorporar, pero su cuerpo se sentía pesado y nada flexible. Cuando por fin se pudo poner de pies, vio a su madre durmiendo en una silla, cuando se acercó a la reina, ella despertó de golpe. Cuando vio a su hija parada delante comenzó a llorar y la abrazó, por primera vez en tanto tiempo Seinis no tenía la cara golpeada o cortada, Mile le acarició gentilmente la suave piel de su madre, que se sentía algo escamosa por las heridas y le seco las lágrimas, ella no sabía por qué lloraba tanto, no sentía que tuviera que hacerlo.
─ Mile, hija por fin has despertado. He estado muy preocupada por ti mi amor ─ Mile no sabía de qué hablaba, pero solo asintió. Cuando su mamá dejo de llorar le contó todo lo que había sucedido, sus abuelos la habían traído inconsciente, la habían encontrado en la habitación asignada para ella, habían pasado tres días de lo sucedido ─ tu padre aún no llega, puede que... ─ ella decidió guardar silencio.
vistió a su hija, para que fuera a cenar con ella, pasaron todo el día juntas, Seinis sabía que no llegaría Meran hasta pasado mañana. Mile durmió con su madre, fue todo perfecto, pero en algún momento las dos tendrían que volver a la realidad. Al otro día Mile estaba tranquilamente jugando en el jardín frente al castillo. Estaba feliz por la noche que había pasado con su madre, Meran había ido a una misión de urgencia, eso le dijo su madre, pero en realidad fue a buscarla para matarla. De una flor tomo una mariposa y vio como salía volando de su mano. Arriba en la torre más alta una luz llamo la atención, uso sus pequeñas alas y voló hasta el balcón de la torre más alta. Cuando llegó no vio nada y nadie y de un de repente sintió unas manos, pero no vio de donde provenían y esas manos le arrancaron las alas y la lanzó de la torre. Meran ya convertido en Zalazar, le había mentido a Seinis y vio como su bastarda, como le dice él, estaba acostada en su cama y no permitirá nunca más aquello, sabía que la había matado, pero no le importó. Se relajó para que sus ojos cambiaran y bajo a ver la reacción de su esposa, al ver a su hija por fin muerta.
Seinis sintió que algo malo estaba pasando, cuando llegó donde vio por última vez a su hija, sintió un grito desgarrador proveniente de la torre, al girarse a mirar vio como Mile caía, Voló lo más rápido que pudo, pero no alcanzo a llegar. Ella estaba en el suelo agonizando y ensangrentada. La reina mando a llamar a los guardias y la llevaron al castillo de los dioses, Meran vio todo el espectáculo con una gran sonrisa. Los padres de la reina la curaron y ella sobrevivió, pero aún no despertaba, sus abuelos dijeron que no sabían cuánto tiempo estaría así, si sería como siempre o no recordaría nada. Para Seinis ese fue un golpe muy duro, su única hija estaba accidentada y nadie sabía cómo había pasado.
En las Sombras tampoco las cosas estaban nada bien. A Earse no le fue bien en su misión, tenía que conquistar nuevas tierras, pero se le había ocurrido ir a ver su amada, como a Meran, también se le paso la pócima del amor, pero no el sentimiento hacia ella. Vio a la pequeña Mile, casi todos sus días soñaba que tenía a las dos juntas en su universo, vio a Seinis todo golpeada y a la pequeña muy desnutrida. Luego de todo eso y la conversación fría que tuvo con ella, su misión comenzó a fracasar y dejarla hasta allí, para recuperarse de aquello. Cuando llegó a su castillo, Kailer había hecho todo bien, aunque el fuera el dios supremo, el que realmente mandaba en el universo era él, dios de las sombras. Le contaron la visita de la pequeña y como Frenedeit se había acercado a ella, también la discusión la pelea y el ataque que sufrió, como era de esperarse, regañó a sus hermanos, pero en ese instante sabía que algo malo le había pasado a Mile y Kailer se ofreció ir, pero cuando su hermano mayor diera la orden, podría ir a ver al universo Tectovet.
Mile despertó a los siete días después del accidente, pero no hablaba, su madre estaba muy preocupada y no sabían si quedaría de esa manera o no. Era muy pequeña para ayudarle como ellos sabían. Kailer por orden de su hermano fue a ver a la pequeña, al llegar a la habitación de ella, sus ojos se llenaron de lágrimas, una niña pequeña con sus ojos apagados y que solo miraba una dirección, cuando ella sintió que alguien la observaba miro a ese lugar, sus ojos se abrieron de golpe, Kailer sintió su miedo y decidió borrarle la memoria, esa era su misión, aunque no quería, no podía desobedecer la orden de su dios. Al día siguiente Mile comenzó a hablar, pero su madre se dio cuenta al instante que algo no iba bien, no era la misma niña, sus ojos seguían apagados, como si ni tuviera sentimientos
Llego Meran al castillo de los dioses, como si no supiera nada y al enterarse de que Mile se había recuperado, vio una oportunidad de deshacerse de ella. Fue hasta la habitación, tomo sin que nadie se diera cuenta a Mile y la llevo hasta un nuevo universo. Cuando despertó la pequeña, estaba en un lugar nevado, hacía mucho frío, unos hombres la rodeaban y hablaban de una forma que ella no reconocía, ella les dijo no entiendo y se dieron cuenta de que no era de ese lugar, sino de Tectovet, su lengua era Tailatob, que es el idioma del universo.
─ ¿Qué haces aquí tu niña? Este no es tu universo, ¿Quién eres? ─ Dijo un hombre robusto con una larga barba de color blanco, calvo y de piel muy pálida, con alas grises. Ese hombre le hablo en el idioma Tailatob, conocía ese lenguaje, porque había nacido allí, pero decidió cambiarse por el rey tirano de Meran.
─ Me llamo Mile Key, soy princesa del universo Tectovet y no... Y no sé qué hago acá ─ los cinco hombres se miraron hicieron un movimiento de manos y abrieron un portal. El hombre que le hablo antes les dijo telepáticamente a sus compañeros que era mejor enviarla a su universo, el rey de allí era de temer.
─ Te enviaremos a tu casa ─ Mile intento hablar, pero el hombre la tomo y la lanzo al portal, de un instante estaba en la parte principal del castillo de los dioses, que tenía estatuas de diamantes de todos los antiguos dioses. Sus abuelos no estaban hay, esos eran los cuerpos hechos cristal de los dioses cuando morían, no daban miedo, pero si mucha curiosidad para ella.
Al otro día, Mile sintió gritos provenientes de la sala de tronos, cuando se acercó vio cuatros personas, sus padres y dos personas más que no alcanzó a ver muy bien, Meran se dio cuenta que alguien los observaba y sello las puertas para cualquier intruso, Den y Earse estaban allí, por lo sucedido con la pequeña, como le decían, los cinco hombres llegaron donde su dios y le contaron de la princesa de Tectovet, sin pensarlo el dios del universo Mellar, mandó una carta a Earse y decidieron ir los dos a encarar toda esta situación.
Mile corrió donde su abuela y le pregunto, pero ella se limitó a sonreír. La llevó a dar una vuelta por el castillo mientras conversaban cosas al azar, cuando llegaron al bosque Disiac, estaba a la derecha del castillo de los dioses y a la izquierda estaba el bosque de las penumbras que todos los del pueblo le temían, la dirigió hasta un gran árbol negro.
─ Este árbol mi niña, es peligroso para todos, excepto para los más poderosos. En él, los dioses pueden subir y dar una vista privilegiada de todo el universo. Por ahora no quiero que te acerquéis a él. Entendido mi niña. Ahora, tus padres están con unas visitas que aún tú no puedes ver, pero te tengo una buena noticia, desde hoy tú comienzas a vivir aquí, a mi lado lejos de todo lo demás ─ Mile saltaba de alegría, se olvidó de la gente reunida con sus padres. Por fin seria tratada como alguien que siempre quiso ser, comenzaría a ser feliz y una gran princesa.
Duro dos días con sus abuelos, extrañaba mucho a su madre, pero ella no podía dejar el castillo de los reyes hasta que cumplieran cuarenta y cinco años casada con el rey y así poder divorciarse, para los hombres corría la misma suerte, ellos llevaban tan solo veintitrés años casados, aun le faltaba. Cuando llego donde sus padres, siguió sufriendo los maltratos de Meran, no dejaba que entrenara, pero cada día ella se volvía más fuerte. Los años fueron pasando, él casi ya no la podía tocar, ni a su madre, porque no se lo permite. Ya siendo una adolescente, aún seguía con sus ojos apagados, era alta no tan delgada como cuando era niña, sus alas blancas, era muy obstinada y rebelde. Gracias a eso consiguió su habitación, ya no dormía en las mazmorras, su madre sufría por no poder controlarla. En el pueblo la adoraba por su humildad y al darse cuenta de que Meran ya no les hacía nada por hablarle, todos lo hacían, era amada y respetada.
Mile ya no hacía caso a nadie, ni siquiera a sus abuelos, siempre estaba atenta en lo que hacían todos para poder atacar antes de que la atacasen y todo eso fue por los maltratos que sufrió cuando niña. Un día ella se dirigió al desierto del Viajero, que es el que todos tenían que atravesar, sea volando o caminando para llegar al castillo de los dioses, en él se encontraba un oasis llamado Paz y amor. Cuando llego aquel lugar, ella se sumergió desnuda en sus aguas, sabía que a esa hora no iba a pasar nadie, el agua era helada en la madrugada, pero cada vez que pasaba el tiempo lo sintió más cálido. Le encantaba este lugar, era tranquilo y se podía relajar, soñar con ese hombre de cabellos blanco, que su sonrisa la calmaba. Cuando pequeña le daba miedo ese lugar, pero ahora que ya no le temía a nada, se daba estos pequeños gustos.
En el castillo había una visita inesperada para Seinis y Meran, Den venia con su hijo mayor, lo que no sabía Mile, era que ese hijo iba a llegar donde estaba ella. Decidió salir del agua, secarse y vestirse, pero se quedó bajo de un árbol, no supo cómo se quedó dormida y de un de repente despertó sobresaltada y observada, esa era la forma de estar alerta, por si Meran entraba a la habitación, era un hechizo que le saco a su abuela. Al otro lado del lago la miraban detenidamente y Mile se incorporó y lo miró fijamente, él muchacho como la misma edad de ella, de pelo castaño claro, ojos de color morado, alas blancas de ángel, pecoso, piel blanca y delgado. Se puso cerca de ella y le dijo algo incomprensible, pero le parecía que ya lo había escuchado anteriormente, cuando el chico se dio cuenta de que no lo entendía se mandó a reír, ella frunció el ceño y con un solo movimiento de sus manos lo mandó hacia al lago y él salió dificultosamente del agua por su temperatura y la miró fijamente y en vez de enojarse le sonreía.
— Lo siento, no quise asustarte. Solo...— Frotó su brazo ─ Solo quería saber quién eras em...─ Las manos del niño se movían y a Mile le llamo mucho la atención, se notaba que el chico era tímido, a parte del frio que debiese tener ─ Soy Lien, y em...─ Miraba al suelo inquietamente, para Mile era muy tierna su timidez ─ ¿Cómo te llamas? ─ Mile le dio una gran sonrisa amistosa y le extendió su mano.
─ Soy Mile, un gusto ─ Lien se la extendió y se dieron un apretón de manos, las mejillas de Lien comenzaron a ponerse rojas y al darse cuenta de sus mejillas, le soltó la mano a Mile y salió volando rápidamente sin mirar una sola vez atrás. A ella le dio lo mismo, pero fue extraña la sensación que enmendaba, era tranquilidad, una tranquilidad que ella nunca había sentido antes.
Después del encuentro con Lien, Mile se tomó su tiempo para volver al castillo de sus padres, no le gustaba el encierro que sentía cuando estaba en aquel lugar, le recordaba todo lo malo que tuvo que vivir. Prefería ver y conversar con gente del pueblo que no podía volar, se necesitaba una cierta cantidad de cosmo para hacerlo. La cantidad exacta que se necesita para volar es de doscientos cincuenta cosmos para adelante. Mile no sabía el rango de su cosmo y eso que cumplió la edad requerida para saberlo y poder tener un rango. En este universo y como todos saben su división política se basa en cuanto esta su energía, medida en cosmos. Los dioses pasan los mil millones de cosmos, después de ellos vienen los reyes y los príncipes con su cosmo de cien millones, los duques su cosmo es de diez millones, los señores su cosmo es de un millón, el artesano su cosmo es de cien mil, agricultores su cosmo llega a los diez mil y el pueblo en general o los que no alcanzan para un rango su cosmo varía entre cero y mil. Para llegar al castillo de los dioses tenían que cruzar el desierto del viajero, volando se demoran unos diez minutos, pero los que no pueden volar se demoran entre cuarenta y cinco minutos a una hora en llegar y decidían estar en el oasis paz y amor descansando y bebiendo agua, porque el sol en este universo es potente y todo el año es de esta manera, aquí no conocen la nieve ni el frío, es así desde un dios muy tirano que antes de morir maldijo todo el universo que no vería el frío y el calor persevera, para que la gente débil muriera, los abuelos de Mile lo han intentado sacar, pero sin éxito y él era el tatarabuelo de ella. Cuando Mile ya se aburrió de estar en este lugar decidió que era hora de encerrarse.
Al llegar al castillo se sintió diferente y eso significaba que Meran no se encontraba allí, buscó a su madre por todo el castillo y la encontró en el despacho de ella, con un hombre de cabello negro que ella no reconoció, pero él sí, sabía que se trataba de Mile, ese extraño era Earse. el despacho de su mamá era impresionante, todo era rusticó y nada de metal como el de Meran, la naturaleza florecía a grandes escalas en él, a Mile le encantaba estar allí, sus olores, colores y textura la relajaban, su madre le creó su espacio personal dentro del despacho y allí tenía un sillón hecho de paja y libros que sus abuelos le regalaron, pero esta vez no quiso entrar, ese hombre le daba mala espina y por los rasgos de su madre, se notaba que a ella también.
─... Y no sé lo que pasa, recupere todo y no sé por qué no me lo dijeron antes ─ Dijo Seinis teniendo lágrimas en sus ojos, había descubierto que era hermana de Earse y por razones que él aun no le explicaba, ella fue adoptada por los dioses Tectovet ─ No hubiera sufrido con este mal nacido... ─ Seinis miro hacia la puerta y se encontró los ojos de su hija y camino hasta ella y cerró la puerta antes que Mile pudiera ver el rostro de aquel hombre. ─ ¿Qué pasa mi niña? ─ le dijo a su hija con calma en su voz, pero aún con lágrimas en sus ojos.
─ Nada solo quiero decirte que estoy en casa, pero por lo que se ve estas muy ocupada me dices cuando te desocupes. Estaré en mi habitación ─ Seinis asiente y deja que su hija se fuera porque no quería que su única hija viva se enterara de su gran secreto, aún tenía que resolver todo esto.
─ ¿Por qué, tu madre me dio en adopción? ─ dijo Seinis, entrando al despacho.
─ Para tu protección, no podía llegar y decírtelo, por esto. Pero aun así te amo. En nuestro universo ─ cuando Earse dijo eso, a ella se le erizo la piel ─ está permitido estar con tu familia, es más es para conservación, del apellido y núcleo familiar a parte de la energía
─ Se todo eso ─dijo Seinis ─ es mejor que te vallas, quiero procesar todo ─ sin decir más nada Earse se fue.
Mile espero hasta muy tarde a su madre, pero nunca llego sí que se durmió, al otro día decidió que quería recorrer el bosque de las penumbras, aunque sabía que era terrorífico, pero a ella ya no le asustaba. Al llegar al lugar que quedaba al lado izquierdo del castillo de sus abuelos se debatía si era una buena idea entrar al oscuro y viscoso bosque de las penumbras. Mile se decidió y se dijo a sí misma que no debía temer si era más fuerte que eso.
Al entrar y caminar unos treinta minutos en línea recta se dio cuenta que alguien la observaba de las sombras, al girarse se encontró con un hombre de más edad que ella, con ojos de color rojo, piel blanca, pelo blanco, alas de color negro y blanco de dragón, cuerpo musculoso, pero delgado. Él se vestía de negro y la miraba sin pestañear, esos ojos lo habían visto antes ella. Él comenzó a acercarse, pero a Mile no le intimidaba, pero si se sentía extraña al mirarlo, le hacía recordar a alguien, pero no sabía a quién. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, pero no para tocarse, sus miradas no se apartaron y una chispa recorrida el cuerpo de ella y la de él, que los dos se estremecieron.
─ Ya sé quién eres tú, eres Mile Key ─ Ella se sorprendió y asintió ─ y creo que andas en busca de tu hermana muerta, descuida camina veinte minutos más y doblas a la derecha y caminas unos cinco minutos más y veras un árbol miniatura, no como estos ─ Mile lo miro con la boca abierta, no podía creer lo que decía, sabía que su hermana había muerto, pero no que estaba en este lugar ─ Soy Deilo ─ Ella asintió.
─ Gracias ─ con eso ella comenzó a caminar, al seguir las indicaciones que él le dio, sintió un poco de miedo y desesperación, no sabía que podía encontrar en aquel lugar. Si le estaba mintiendo, si se perdía como volvería, Meran siempre le dijo que en este lugar no se podía volar ni su madre desmintió, y si ese chico le hacía daño, porque a lo mejor es más fuerte que ella, mucha incertidumbre entro en su mente, cuando llegó al lugar no pudo creerlo, se quedó de pies y sintió como su cuerpo se ponía de rodillas en el suelo.
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